La lógica de la Cruz: Hoy no basta «pensar» ni «mirar bien» la realidad. Solo el peso de la propia cruz cargada aviva el sentido del discernimiento (24 B 2018)

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino los interrogaba preguntándoles:

« ¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le respondieron:

«Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?»

Pedro respondió:

«Tú eres el Mesías.»

Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.

Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:

« ¡Sal! ve detrás de mí, Satanás! Porque no disciernes según los criterios de Dios, sino con los criterios de los hombres.»

Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo:

«El que quiera venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará» (Mc 8, 27-35).

 

Contemplación

Cuando se arma confusión en el corazón de Simón, escandalizado porque Jesús les enseñaba que sería rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, el Señor llama a todos, al pueblo junto con los discípulos, y aclara bien que su lógica es la lógica de la Cruz.

El Papa Francisco nos lo recuerda cuando afirma que la lógica del discernimiento es la lógica de la Cruz. Como dice San Buenaventura refiriéndose a la Cruz: «Esta es nuestra lógica» (GE 174)».

La aclaración del Señor a todos viene justo para este momento en el que muchos se sienten confundidos al ver las descalificaciones que sufre el Papa de parte de gente «seria» -de «ancianos, sumos sacerdotes y escribas» que es como decir de obispos, cardenales, teólogos y vaticanistas. No hay que equivocarse, la fidelidad a Jesús se la juega cada uno personalmente en la opción entre cargar la propia cruz o cargársela a otros, buscando chivos emisarios. Más que a las palabras que dicen los distintos grupos ideológicos y personajes, a lo que hay que estar atentos es a la cruz, a la lógica de la Cruz.

Qué significa esta frase? Qué quiere decir el Papa con esta expresión «lógica de la cruz»?

Lógica quiere decir una sucesión coherente de pasos, en los que una cosa lleva a otra. Las cosas tienen su lógica, decimos. Si no fuera así, no solo no discutiríamos sino que ni siquiera pensaríamos.

Hoy en día es común decir que hay que aceptar que haya distintas lógicas. Pero si le pensamos a fondo, lo que queremos decir con esto es que hay que respetar a las personas más allá de la lógica que sigan sus razonamientos. Es decir: hay muchas lógicas de ideas, pero una sola lógica profunda: la de las personas. La realidad de cada persona concreta es superior a las ideas.

La lógica de la Cruz de la que habla Jesús es una lógica que mira a su Persona: «el que quiera seguirme, dice Jesús, que se niegue a sí mismo, cargue su cruz y me siga». Es la lógica de ponerlo a Él como Persona por encima de todo, incluso de nuestras cruces. Por eso dice que la cruz hay que cargarla, no hay que quedarse aplastado por ella (ni mucho menos encajársela a otro), sino que hay que cargarla -abrazarla- y seguirlo a Él. Esto es lo importante. Esto es lo lógico ya que Él es el que más nos ama, el que nos viene a buscar si andamos perdidos, el que nos carga sobre sus hombros si estamos cansados, el que nos lava los pies y nos venda las heridas, el que nos perdona los pecados y nos enseña la voluntad del Padre. El es, en definitiva, nuestro Salvador. Cómo no va a ser lógico seguirlo, dejarlo todo por andar en su compañía!

La lógica de la cruz es la lógica del que sabe perder: del que saber perder lo menos importante para ganar lo más valioso. Es la lógica del comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, vende todo lo que tiene y la compra.

La lógica de la cruz es la lógica del que da los pasos que hacen falta para hacerse cargo de las cosas. Es la lógica del padre y la madre que cargan con el peso que no pueden cargar los hijos porque pesa en ellos más el amor que las cosas.

La lógica de la cruz es la lógica del que da siempre un pasito más: no del más cuantitativo sino del más de la entrega más bella: con sonrisa más linda, con el ánimo más limpio, con la armonía y la paz en cada gesto. No hay que dejar de soñar con una entrega de sí más bella, dice el Papa Francisco.

La lógica de la cruz es la lógica del que encuentra siempre el paso justo  para permanecer -clavado- en su lugar misión. Del que se deja contener por el encargo que le fue encomendado y lo lleva adelante con fidelidad, sin mirar a los demás.

La lógica de la cruz es la lógica del que da los pasos necesarios para repartir y compartir. De la persona generosa y solidaria que sabe que cuando reparte el Señor lo multiplica.

Hoy en día, en que los discursos lógicos parten de supuestos distintos y te terminan llevando a donde no querrías, no basta con mirar a las personas (y no solo a las ideas abstractas). No basta con mirar la película y no quedarse con la foto. No basta mirar! Para pensar bien cada uno tiene que armarse cargando su cruz. El peso de la propia cruz será el que le de la clave para ver bien la realidad. No hay otra. Si uno se sienta como espectador terminará confundido, por más que recabe toda la información y escudriñe los ojos de los demás y trate de estar bien atento a su tono de voz. Solo el peso de la propia cruz activa el sentido del discernimiento.

La lógica de la cruz, el primer paso que nos invita a dar, es el de cargar la propia cruz. Y si por ahí uno no tiene clara cuál sea, se puede muy bien comenzar por darle la mano a alguien más pequeñito que tengamos al lado y ayudarlo a llevar su cruz. Estos dos pasos se equilibran mutuamente y a ellos se suma sin pensarlo dos veces el mismo Jesús, que a todo el que empieza a caminar cargando su cruz y ayudando a otro, le pone el hombro. Con estos paso, se aclara el panorama y uno empieza a distinguir -existencialmente- quiénes son los demás que llevan su propia cruz y quiénes los que disimulan, quiénes son los que están abocados a «sacarle provecho a esta vida» y quiénes los que intentan aprender cómo pueden cumplir mejor la misión que se les ha confiado en el bautismo, como dice el Papa.

Diego Fares sj

 

Practicar la verdad -personalizarla, más bien- a la luz del evangelio (4 B cuaresma 2018)

 

Jesús dijo a Nicodemo:

«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto,

también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,

para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único

para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo,

sino para que el mundo se salve por Él.

El que cree en Él, no es condenado;

el que no cree, ya está condenado,

porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo,

y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz,

porque sus obras eran malas.

Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella,

por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz,

para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios»  (Juan 3, 14-21).

 

Contemplación

Jesús le habla a Nicodemo de «practicar la verdad». Qué significa «practicar la verdad»?.

Cuando tenemos la gracia de que el Espíritu Santo nos de a conocer una verdad, sobre Jesús, sobre nuestro corazón o sobre algo que mejora nuestra relación con el prójimo, tenemos que poner en práctica esa verdad inmediatamente, con la prontitud de los que recibieron sus talentos y los pusieron a trabajar, con la decisión del que encontró la perla fina y vendió todo para comprarla.

Solo en la tierra buena de «ponerla en juego» puede hacer el Espíritu que una verdad crezca y de frutos. Si se queda en el terreno abstracto de nuestra mente, junto con todas las ideas de todo tipo que nos dan vueltas en la cabeza, a la pobre verdad del evangelio le pasa como a las semillas que cayeron, una en la calle, otra en un pedregal y la tercera entre malezas: la verdad-de-moda, pasa y cambia (el diablo nos fascina con las verdades de moda y nos mantiene como eternos espectadores); la verdad-que-no-hecha-raíz -la verdad no reflexionada-, promete pero no cumple (el diablo nos hace olvidar lo que un día creímos), y a la verdad-que-no-combate, las medio verdades y las verdades políticamente correctas, la sofocan (el mentiroso nos acosa con sus suasiones y falacias, como dicen los Ejercicios).

Hay muchos modos de «poner en práctica» la verdad, pero dos son como los movimientos de las manos: uno el que las junta o las alza para rezar; el otro, el que dinamiza los mil gestos que hacemos para dar y para servir al prójimo.

A nuestra oración le puede ayudar el nombre que los griegos daban a la verdad: «aletheia», que quiere decir «des-olvidar». Al hacer oración de contemplación leemos serenamente el evangelio, dejamos que nuestra imaginación se empape con las escenas evangélicas y sentimos cómo «arde» en nuestro corazón la Palabra del Señor. Una experiencia común es que a nuestra mente se le vuelve claro algo que siempre supimos, pero se vuelve claro con una intensidad especial, que hace sentir que es el Señor el que está imprimiendo en nosotros esa claridad, esa evidencia de la verdad. Es como si algo estuviera velado y de golpe se abre el telón.

Y luego se vuelve a velar… Aquí es donde viene el segundo modo de «poner en práctica» la verdad, que es el servicio. Las verdades del Evangelio no son como las verdades matemáticas, que una vez que uno aprendió la tabla del 5 no se la olvida más. Las verdades del Evangelio, se conservan en la memoria activa solo en la medida en que las practicamos. Si no, se van al fondo de nuestro ser, a la espera de un mejor momento.           Aquí puede ayudar el nombre hebreo de la verdad que es «emeth» y significa fidelidad. La verdad que encarnamos en algún servicio concreto (también el breviario y la misa son «servicio sacerdotal» que hace todo el pueblo de Dios con sus ministros), requiere que ese servicio sea fiel, constante. Retomado una y otra vez, volviendo a empezar si nos damos cuenta de que nos olvidamos o flaqueamos.

Ahora bien, en el evangelio hay muchas verdades, infinitas verdades de vida, una para cada persona, para cada situación… Hay frases del evangelio que definieron de una vez para siempre todo un carisma, y legiones de mujeres y hombres practican esa palabra «especial» a lo largo del tiempo.

Al padre Hurtado se le reveló la verdad de que «el pobre es Cristo». De allí nació el deseo incontenible de hacer de todo para hospedarlo.

A la madre Teresa le bastó sentirle decir al Señor «Tengo sed», sed de que conozcan mi amor los mas pobres. De esa verdad de lo que siente el Señor nació todo su cariño por aliviar la sed de amor de los pobres.

El cura Brochero y la Mama Antula, experimentaron que los Ejercicios Espirituales ayudan de verdad cuando uno desea servir a Dios y no sabe cómo. De allí nació su entusiasmo para llevar a todos a hacer Ejercicios.

En el evangelio vemos a la gente que se acerca con fe sincera a Jesús, cómo el Señor le revela alguna verdad que queda ligada a esa persona. El evangelio está lleno de estas «verdades-persona». Verdades no solo puestas en práctica como quien hace un trabajo externo sino verdades encarnadas y vividas de manera personal y que se pueden compartir.

A María se le revela la verdad de que «para Dios nada es imposible» y de allí brota su «Sí» a Dios, para que la Palabra -y todas sus palabras- se hagan carne en ella, la servidora. Se le revela también que Dios mira con bondad su pequeñez y todas las maravillas que hace con sus pequeños en la historia.

A San José se le revela que él tiene que ponerle el Nombre a Jesús y comprende que esa Verdad se custodia con el silencio y el trabajo paterno de toda una vida.

A Simón Pedro se le revela la verdad de que a Jesús le interesa si lo ama como amigo. Y la verdad de esa amistad hace que Pedro acepte todo lo demás: ser pecador perdonado, ser roca sostenida de la mano, ser cabeza abierta al discernimiento del Espíritu…

A Juan Bautista se le revela la verdad de que él tiene que disminuir y Jesús crecer. De allí brota su alegría interior y su aceptación del martirio.

A María Magdalena se le revela la verdad de su nombre -María- que pronunciado por su Maestro le lleva a reconocerlo resucitado y convertirse en anunciadora de la resurrección.

Y junto con estas grandes «verdades-personalizadas», junto con estas «verdades en las que la misión y el carisma es la persona misma», está la muchedumbre incontable de los pequeños, que viven y encarnan como un solo pueblo y personalmente «pequeñas verdades» que contienen toda la Revelación (porque el Padre se complace en hacer brillar toda la verdad en pequeñas verdades).

El pueblo fiel, en el evangelio, encarna las grandes verdades: la que dice que hay que acercar a Jesús a los niños para que los bendiga, a los enfermos para que los sane y a los adictos a algún actitud o sustancia demoníaca para que el Señor los libere. Encarna también el pueblo fiel la verdad que dice que hay que «marchar» siguiendo a Jesús, como lo seguían las multitudes; y que hay que «escuchar largamente a Jesús» y «recibir su pan y sus peces«; también encarna el pueblo fiel la verdad que dice que hay que alegrarse de que Jesús obre con autoridad y expresarlo con sonrisas y carteles y comentándolo en familia.     Dentro del pueblo fiel, hay personajes representativos que encarnan los deseos de toda la gente.

Zaqueo encarna esa verdad que dice que «la conversión verdadera llega al bolsillo«: vemos cómo suelta y reparte la plata que antes había amarrocado.

El samaritano leproso encarna la verdad que dice que «la relación con Dios tiene que ser personal y no formal«: vemos cómo deja la formalidad de ir a los sacerdotes y vuelve para dar gracias a Jesús, cosa que el Señor aprecia.

El paralítico al que sus amigos bajan por el techo encarna la verdad de que «nada ni nadie nos puede impedir que nos la ingeniemos para salir de nuestras parálisis y acercarnos a la vida que nos da Jesús».

La hemorroisa encarna la verdad que dice que «a Jesús le basta con que le toquemos la punta del manto con un deseo hondo del corazón» en medio de la multitud y de las cosas del día. El se da cuenta de todo, conoce todo.

La viuda de las dos moneditas encarna la verdad que dice felices los pobres porque «cuanto más pobre es uno más fácil es ser generoso». Esta es una verdad «intraevangélica», no es una verdad sociológica. Es, pienso yo, lo qe habrá pensado Zaqueo cuando leyó en el evangelio del domingo que la joven mujer viuda había dado todo lo que tenía para vivir ese día mientras que la buena noticia suya decía que él había dado la mitad. Claro, para él era más difícil porque había acumulado tanto y tenía tantos compromisos que resolver.

Y así, todos: cada uno encarna una verdad y yo puedo encontrar la mía, para que esa «verdad-misión» me forje la personalidad. Y en vez de que la gente diga «qué personaje», puedan decir: la vida de esta familia o de esta persona nos ayuda a comprender una verdad del evangelio.

Me quedó Bartimeo. Qué verdad encarna nuestro ciego de nacimiento, el hijo de don Timeo? Ahora veo que Bartimeo es el ícono de todo este evangelio: el ícono de la verdad puesta en práctica. Lucas nos hace ver cómo puede ver la verdad un ciego. Bartimeo encarna la verdad de que «ver (la verdad) es primero un deseo interior y antes que una evidencia que viene de afuera«. Él, que no veía, sintió que pasaba Jesús y cuando éste le preguntó que quería que hiciera por él, le dijo: «Señor, que vea!». Deseaba tanto que sus ojos pudieran adecuarse a las cosas gracias a la luz! Y ahí nomas, nos dice Lucas, se puso a seguir a Jesús por el camino. Puso en práctica la Verdad básica, que es la luz de Jesús que sirve para ver las cosas de Jesús, antes que ponerse a ver (aunque también las veía), no se… la cara de sus familiares, el color del cielo y las plantas del camino…

La verdad más grande que existe es que Dios ha amado tanto al mundo -a cada uno de nosotros- que nos dio a Jesús, su Hijo amado. Y Bartimeo nos enseña a usar toda la luz de todas las verdades para seguir a Jesús por el camino, confrontando todo con su Palabra.

Ante cada situación, ponemos en práctica el criterio de ir a mirar «que verdad» – que pasaje, qué parábola, qué personaje del evangelio-, ilumina lo que vivo.

Así, la verdad que alguien en el evangelio supo poner en práctica, nos ilumina nuestra práctica de hoy. Esa práctica que consiste en hacer sentir a los demás como «amados por Dios». De modo tal que nadie se sienta excluido ni lejos del Amor de Dios que Jesús trajo al mundo.

Padre Diego

El templo de su Cuerpo y nuestros nombres (3 B cuaresma 2018)

  

Se acercaba la Pascua de los judíos.

Jesús subió a Jerusalén

y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas

y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo,

junto con sus ovejas y sus bueyes;

desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas

y dijo a los vendedores de palomas:

«Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre un mercado (emporio).»

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura:

“El celo por tu Casa me fagocitará” (Sal 69, 10).

Entonces los judíos le preguntaron:

«¿Qué signo nos das para obrar así?»

Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo levanto.»

Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo,

¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua,

muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba.

Pero Jesús no se confiaba a ellos, porque él conocía a todos

y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie:

él sabía lo que hay en el interior de cada uno (Juan 2, 13-25).

 

Contemplación

El templo de su cuerpo. La frase de Juan para hablar del cuerpo de Jesús me inspiró para sumarme al diálogo sobre la ley de la Interrupción legal del embarazo (ILE) como se llama, que pone en juego no solo un tema de salud y de derecho a decidir de la mujer embarazada, sino que concentra y desafía a cada persona y a la sociedad entera ya que, cuando se pone en juego la vida humana, el modo como se actúa con la vida de cada persona afecta a toda la sociedad y a la humanidad entera. Cuando digo «la vida humana de cada persona» lo que trato de decir es que no existe algo así como «la vida humana en general, en abstracto». Existimos personas concretas, cada una con su nombre y número. La reflexión de hoy irá principalmente a este punto.

Cada uno con nombre y número único

El nombre nos lo da otro. La primera que le da vueltas a nuestro nombre en su corazón y piensa cómo le gustaría llamarnos es nuestra madre. Cuando hay un padre presente, lo terminan de elegir juntos, en algún momento de la gestación o al nacer. Una vez nacidos, el Estado inscribe el nombre que nos dan nuestros padres y nos da un Número que no elegimos, nuestro DNI. (También podremos obtener un número de «pasaporte» que nos permite solicitar un número en otras naciones, pero el número del país de origen es el decisivo, como me hizo entender un carabinieri al que le mostraba mi permesso di soggiorno y él me pedía el pasaporte también: tiene que presentar los dos, me decía, pero el «suyo» es el pasaporte!).

Antes de este nombre y de este número hay otros dos que nos vienen dados: uno nos lo da la naturaleza, es nuestro ADN, que combina los números de nuestros padres y ancestros de manera única. El otro, es el nombre que nos da Dios nuestro Creador y viene junto con la Vida misma, con nuestro ser «tal persona». El Apocalipsis nos habla de un «nombre nuevo» escrito en una piedrita blanca que el Espíritu da (Ap 2, 17).

Quizás esto me venga de que aquí, en Italia, tengo que renovar mis documentos una vez al año y eso me hace ver la importancia de ser «reconocido para siempre en mi país de nacimiento». Me imaginaba la pesadilla de tener que renovar mi nombre propio cada año y esperar a que mi familia me diera el: Ok Diego. Podés seguir usando nuestro apellido por este año».

Toda esta «preocupación» de todos -madre, padre, estados- por dar a cada uno un nombre y apellido y un número únicos, proviene de la imperiosa necesidad de ser justos reconociendo nuestra dignidad de seres únicos: cada ser humano es único de una manera absoluta. No somos dos personas ni media persona. Recuerdo la angustia de una persona del Hogar de San José a la que le habíamos ayudado a sacar su DNI para cobrar una pensión cuando se le bloqueó todo porque había otro con el mismo DNI en otra provincia. También me viene el ejemplo de los refugiados que tienen solo papeles provisorios de los que «requieren asilo humanitario» y sin un documento más firme no pueden trabajar: no se sienten «a medias» sino que sienten que «no son nadie». Así de absoluto es no tener DNI.

Un misterio muy grande que contiene todo nombre puede verse en estos dos hechos: por un lado hasta los gemelos que tienen todo igual son distintos. No se puede clonar la personalidad de nadie. Por otro, cada órgano humano es trasplantable y puede servir a otros, podemos trasfundir nuestra sangre y comunicar nuestros sentimientos y pensamientos más hondos y secretos con todos los demás. Todo lo humano es único y común. La persona y la comunidad se constituyen al mismo tiempo. En cada paso de la gestación y de la historia la madre se va haciendo madre y el hijo hijo y en la historia de cada familia, la sociedad se va haciendo sociedad.

ADN y DNI

Estas imágenes y reflexiones que bucean en el misterio común de nuestro nombre y nuestro número apuntan a no separar así nomás nuestro ADN (natural), nuestro Nombre propio (familiar) y nuestro DNI (social).

Se nos dan en tiempos distintos, siguiendo ritmos distintos. Pero cada uno está presente desde el comienzo hasta el final y hay que mantenerlos unidos sin confundirlos ni dividirlos.

Algunos ejemplos: a los hijos de los así llamados subversivos, sus apropiadores ilegítimos les dieron un DNI y un nombre nuevos con el que pretendieron borrar su identidad biológica y familiar. Con el tiempo, las abuelas, gracias al número que traemos por naturaleza, nuestro ADN, van pudiendo reconstruir la historia y ofrecer la posibilidad a esos nietos de restablecer su relación con su familia de origen. Por eso digo que es peligroso separar el ADN del DNI. El hecho de que se nos de un DNI en un momento posterior a nuestro nacimiento, no significa que comience a valer desde ahí. Si fuera así, el DNI que se nos da a pedido, por ejemplo, de un apropiador ilegítimo, pasaría a tener valor absoluto. Vemos que esto es ridículo. El DNI vale en referencia al ADN, que es un número más de fábrica, digamos.

Pongamos otro caso, esta vez de ciencia ficción. Si uno hubiera sido abortado y, por esas cosas de la ciencia, hubiera sobrevivido, con algunos daños físicos, por supuesto. Podría reclamar luego la herencia a su madre biológica rica que, por ir a una clínica de alta sofisticación, ocurrió que su feto en vez de terminar ahí hubiera seguido adelante? Estos problemas legales están surgiendo ahora a raíz de los embriones congelados.

Esto último es para contrastar con proyectos de ley que quieren solucionar las cosas con tres frases: aborto seguro, legal e irrestricto hasta la semana 14. Fundamentos: el derecho absoluto de la madre a decidir sobre su cuerpo y la obligación del Estado a brindarle asistencia para su salud, no solo física sino psicológica y social. (Aquí hay que agregar: salud trascendental, ya que si uno va contra la belleza, la verdad o el bien, el alma se enferma «trascendentalmente» y uno no sabe qué le pasa, porque los síntomas parecen raros, pero si uno les pone nombre son clarísimos: hiciste algo feo y te sentís horrible; hiciste algo falso, y te sentís inauténtico; hiciste algo malo y te sentís mal. Una sociedad que legisla de manera superficial o defendiendo intereses espúreos, se degrada a sí misma y vive en un malestar social, en un clima feo. Uno no se enferma solo de cáncer o de depresión, también se enferma de fealdad, de mentira, de maldad y, más grave aún, de verdades a medias, de bienes menores y bellezas pasajeras).

No se puede tratar de manera simplista algo que, siendo simple es bien complejo,  como cada uno de nosotros.

Para cada uno es importante todo: su identidad genética, su identidad cultural, su historia, sus decisiones, sus cambios y opciones. No se puede decir ni que estamos totalmente «hechos» ni que «nos hacemos completamente». El lenguaje lo muestra: usamos palabras y lenguas que nos enseñan otros y que tienen palabras que inventaron otros, y nos expresamos de manera totalmente personal.

Otro ejemplo sobre el DNI. Cuándo nos lo tiene que dar un Estado? Cuándo hay que «registrar» una nueva vida?  A los tantos días de nacido, dice la ley. De hecho queda registrada en la memoria y en el corazón de cada madre. Algunas dicen que si abortaron una vez, al tener otro hijo, el registro del que no tuvieron, se vuelve más neto. Es que las cosas valiosas se registran. Nuestra mente y nuestro corazón son máquinas de discernir lo que es valioso y de descartar lo que no lo es. Hoy en día, todo se registra. Entrás en internet y de una huella tuya, se puede reconstruir casi tu vida entera. Pronto los celulares que te reconocen facialmente y sienten tu pulso, podrán registrar si una mujer está embarazada al fotografiar su ojo o al sentir el latido de otro corazón (un estudio reciente dice que el primer latido puede darse a los 16 días).

Habría que darle un DNI provisorio a este nuevo corazón? Desde un punto de vista , podría ser una intromisión en la privacidad (cosa que por otra parte ya se realiza de manera exhaustiva para vendernos cosas). Desde el punto de vista de la salud preventiva podría ser un indicador para ofrecer todo tipo de ayuda y asistencia a esa madre. Pienso en las madres pobres que desean con toda el alma tener su bebé y que si recibieran ayuda económica para nutrirse bien y cuidados para que su bebé se desarrollara sanito serían las mujeres más felices del mundo. Protección integral del niño desde el momento 0! Madres protegidas, futuros ciudadanos sanos! Son slogans que suenan un poco extraños porque las palabras se usan para otras cosas. Pero si hay slogans que dicen «Aborto seguro» por qué no también «Embarazo seguro». Si se defiende el derecho a recibir gratuitamente toda la atención hospitalaria para interrumpir un embarazo, con lo que cuesta, por qué no defender también el derecho de las madres pobres a recibir gratuitamente toda la atención que requiere gestar y criar a un hijo de modo digno y seguro. Seguramente esto último cuesta más. Pero dado que no hay presupuesto para todo, como dicen los funcionarios públicos, se podría distribuir más equitativamente el dinero que se usa y dar más ayuda económica a la madre cuya salud está en riesgo y quiere tener un hijo que a la que no quiere tenerlo. No es mi lógica, pero sí la de los empresarios que siguen el ojo por ojo y podrían decir: madre con hijo por madre con hijo. Y aquí hay que luchar por una legislación positiva  que promueva al vida en todos sus estadios y no solo contra una legislación que facilite el aborto.

Por supuesto que esto requiere una legislación detallada que contemple, pese y mida, tantos casos e implemente todo un mundo de organizaciones intermedias que puedan intervenir y ayudar especialmente a las madres más frágiles y pobres. Dejarlas solas en medio de un mundo hostil, que no te dará nada gratis para criar a un hijo y, en medio de esa oscuridad y de esa selva, poner una sola puerta gratis que diga «aborto seguro», no es un tipo de coacción social?

Resumiendo, lo que me gustaría que quede para reflexionar es:

Que la cuestión de que uno es persona entera, desde el primer momento y a lo largo de toda su vida, no es solo una cuestión «teológica», «filosófica» o de «creencia religiosa».

Si uno parte de la práctica, del ADN, del nombre de familia y del DNI , surge la misma verdad: somos personas «haciéndonos cargo de todos nuestros nombres y números».

Y la sociedad, de hecho, nos reconoce este derecho fundamental. Cuando uno reclama, lo reconoce. Por tanto hay que legislar cuidando que la actuación con respecto a cada uno de estos nombres y números, que se van manifestando en distintos momentos, no lesione a los otros.

Que por salvarnos el ADN nos cambien el DNI, como hicieron los jueces que permitieron una apropiación ilegítima.

Que porque una madre no pueda o no desee darnos un nombre propio, el estado trate nuestro número de ADN como material descartable o congelable, sin profundizar en todos los problemas que trae no legislar o legislar parcialmente.

Que por no poder darnos un DNI hasta que hayamos nacido, el Estado se desentienda de nosotros, reduciendo el problema a «que decida otra» y poniendo recursos económicos a disposición de alguien que elimina a un posible ciudadano a la vez que no invierte en otras personas que también están en riesgo y que quieren contribuir a la vida común haciéndose cargo de esos «futuros ciudadanos» sin ayuda social.

Dejo aquí por hoy. Espero que las reflexiones hayan salido con buen espíritu. Sin herir a nadie. Con la convicción de que ampliar el tema -centrándolo en el punto de lo que es una persona- no es para mal de nadie sino para el bien de todos. Porque lo que se hace con cada uno de los más pequeños y frágiles -madres e hijos- se hace con el Cuerpo del Señor, que es un Templo en cuyo sagrario estamos todos, ya que hemos sido creados a imagen suya y más profundo aún que nuestro ADN, cada persona lleva escrito en su ser el Nombre de Jesús (somos «made in Jesús, como se había tatuado uno). Él adopta todos nuestros nombres y le da su nombre a todos, especialmente a los que otros no se lo quieren dar, a los más pobres de los pobres.

Diego Fares sj

 

Al Padre la agrada la gente que adora… y que enseña a otros a adorar (3 A Cuaresma 2017)

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Jesús fatigado del camino se había sentado junto al pozo (de Jacob). Eran como las doce del mediodía. Llega una mujer samaritana a sacar agua y Jesús le dice: Dame de beber” (pues sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar algo para comer).

La samaritana le dice: ¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana?” (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos).

Jesús le respondió: Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te dice ‘dame de beber’ tú le habrías pedido a Él y te habría dado agua viva.

Le dice la mujer: “Señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo ¿de dónde sacas entonces agua viva? Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?

Le respondió Jesús: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él fuente de agua que brota para vida eterna.

Le dice la mujer: Señor, dame de esa Agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.

Jesús le dice: Ve, llama a tu marido y vuelve acá.

Respondió la mujer y dijo: No tengo marido.

Le dice Jesús: Dijiste bien que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no marido tuyo; en eso has dicho la verdad.

Le dice la mujer: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte y ustedes dicen que en Jerusalén es donde se lo debe adorar.

Le dice Jesús: Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre.

Ustedes adoran lo que no conocen. Nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que lo adoren. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en Espíritu y en verdad.

Le dice la mujer: Yo sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando él venga nos anunciará todo.

Le dice Jesús: Yo soy, el que habla contigo”.

En eso volvieron sus discípulos y quedaron sorprendidos de que estuviese conversando con una mujer, pero nadie le dijo “qué preguntas” o “qué hablas con ella”. La mujer dejando su cántaro, corrió a la ciudad, y dijo a la gente: Vengan a ver un hombre que me dijo todas las que hice. ¿No será éste el Cristo?” Y salieron de la ciudad y venían donde él.

Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que he hecho”. Así como llegaron a él los samaritanos le rogaban que se quedase con ellos. Y se quedó allí dos días. Y muchos más creyeron por la palabra de él. Y le decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has dicho pues por nosotros mismos hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4, 5-42).

Contemplación

Adelanto de Pentecostés

“Si conocieras el Don de Dios…”.

La Samaritana “adelantó” algo que el Señor tenía planeado para después de su ascensión al Cielo. Ella le pidió a Jesús el Don del Agua viva, al mismo tiempo que charlaba y le daba de beber. La Samaritana confesó su pecado y fue instruida por el Señor –el Cristo, como ella dice- en lo que respecta a la adoración en Espíritu y en verdad.

El evangelio nos dice que hubo un momento en el que se juntaron muchas cosas. Contemplemos la secuencia:

* Jesús apura la charla. Apenas ella le dice “Dame de esa Agua”, el Señor cambia de tema: le manda que se vaya, que llame a su marido y que regrese.

Es como hacer ver que la cosa puede ir para largo.

Pero la mujer confiesa directamente: “No tengo marido”.

Es una frase seca.

Como era ella, se ve que tenía la ocasión servida en bandeja para comenzar a dar vueltas y explicarle al Señor lo complicada que había sido su vida…

Sin embargo, le larga su verdad más honda con una sola frase: No tengo marido.

*Jesús se ve que se admira, porque cambia de nuevo la marcha.

Ya no le insiste en que vaya a buscar su marido, sino que con infinita delicadeza le habla siguiendo esa pedagogía del “dulce, salado, dulce”. La alienta con un dulce: “Bien has dicho”; mete la salada explicitación de los cinco maridos, que dejan clara una vida tumultuosa, no solo para la vida de un pequeño pueblo; y concluye con el dulce: “En eso has dicho la verdad”, que no solo es un elogio sino una invitación a decir la verdad en otras cosas profundas suyas, no solo en su pecado.

Y ella se anima y nos sorprende a todos sacando el tema de la adoración!

Debo decir que creo que es la primera persona que le saca este tema a Jesús.

* Y se ve que al Señor le encanta, porque no solo cambia de marcha, sino que acelera. Como hizo en Caná, motivado por ese diálogo con su Madre que lo llevó a adelantar su hora. Pero ante el alma abierta de la Samaritana, en la que siente el agrado del Padre, el Señor adelanta nada menos que Pentecostés.

Vemos como le empieza a decir que “llegará la hora” de un nuevo modo de adorar y de golpe –como si Él se diera cuenta de lo que está sucediendo, de lo que ha desencadenado la Samaritana- le dice: “ya estamos en esa hora, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad”.

Ella le ha dicho la verdad y el Señor le revela que al Padre le agradan las personas que lo adoran en la verdad. Que el Padre quiere personas como ella, como la Samaritana, eso es lo que le está diciendo.

* Y a continuación agrega el Señor la frase: “Dios es Espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en Espíritu y en verdad”.

Al decir esta frase, vemos que las cosas se precipitan: la mujer insinúa su confesión acerca del Mesías y Jesús, que a nadie le confesaba esto, sino que más bien pedía que se guardara el secreto, a ella se lo confiesa claramente: “Yo soy, el que habla contigo”.

* En ese instante llegan los discípulos y se corta el diálogo, porque todos quedan sorprendidos.  Mientras ellos miran a Jesús y de alguna manera le “hacen sentir” que algo no encaja, la samaritana aprovecha, deja su cántaro y sale corriendo a llamar a su pueblo.

En alguno de esos instantes, el Don de Dios –el Espíritu- descendió sobre ella en este Pentecostés interior.

Y nuestra querida Samaritana, convertida, perdonada e instruida en la fe, corrió a evangelizar a todo un pueblo y se lo trajo a Jesús.

* La gente recibió el Espíritu Santo. No recibieron sólo un anuncio previo… Le dicen: “Ahora nosotros mismos hemos oído y sabemos que Jesús es verdaderamente el Salvador del mundo”. Tiempo después, en su carta, Juan dirá: “En esto nos damos cuenta de que estamos en Él y Él en nosotros: en que nos ha hecho Don de su Espíritu” (1 Jn 4, 13).

Decíamos que la palabra Don es el mejor nombre para esta Tercera Persona que Jesús y el Padre nos anuncian que nos donarán. En el pasaje de la Samaritana lo vemos como Don en acción. No como una cosa que se nos regala sino en el acto de donarse. Y lo vemos porque la Samaritana se transforma en una persona que se dona. Es decir, se convierte en una persona espiritual, lo cual no quiere decir en una persona que pone cara de devota o es muy compuesta y nos mira desde arriba, sino en una persona que se dona entera. Que sale corriendo a anunciar el evangelio y arrastra con su entusiasmo a la gente hasta ponerla con Jesús.

Don es el mejor nombre para nombrar la Persona del Espíritu Santo 

“Qué debemos hacer, hermanos” -preguntaba la gente con el corazón compungido a los apóstoles, cuando salieron a predicar luego de Pentecostés. “-Conviértanse… y recibirán el Don del Espíritu Santo”-, les dijo Pedro (Hc 2, 38).

Don, por tanto, pero no como una cosa que se nos pone en las manos, sino como “don de sí”. El Espíritu es el que, donándosenos Él mismo, nos hace comprender que Dios es el Padre que nos donó la vida y que Jesús es Pan que se nos dona y Hermano que nos enseña a vivir donándonos a los demás. Esto, que Dios es Don, nos lo enseña y comunica el Espíritu dándosenos personalmente.

A nosotros nos resulta difícil imaginar a una persona que sea “puro don”. Nosotros tenemos necesidad de “guardarnos” algo, por así decirlo. Si nos donáramos enteros, desapareceríamos. Nosotros necesitamos recibir, no podemos ser “puro don”.

Quizás por eso es que el Espíritu “se nos escapa”. No lo podemos imaginar como ese tú tan humano, que es Jesús: uno que se sienta a hablar con la Samaritana y le pide “dame de beber”.

En ese sentido, el Espíritu es lo “menos humano” y lo “más Dios” de Dios. No quiero decir que sea “inhumano”. Todo lo contrario. El Espíritu es el que nos humaniza, enseñándonos a ser para los demás. Pero ser Espíritu es lo más propio de Dios y en este sentido es lo más misterioso: no lo podemos “cosificar”. Es puro viento-fuego-agua; pura pasividad y pura acción, puro amor.

No quiere decir que no tenga rostro: pero es más bien “todos los rostros”, es el rostro del pueblo de Dios en marcha, el rostro que, para poder tener los rasgos de todos los rostros, no se dibuja de modo particular.

Se nos escapa, pero no es porque sea como esas amas de casa que nos invitan a comer y no paran de servir, de modo que en cierto momento uno les dice: “Sentate un poco. Vení a charlar”. No es que el Espíritu no tenga tiempo para sentarse a charlar de “sus cosas”.

Lo que pasa es que no “tiene cosas suyas”, no tiene cosas para decirnos que no sean las de Jesús. Una, porque en Jesús el Padre nos dijo todo. Otra, porque bastante trabajo tiene con hacer que cada cosa sea comprensible y eficaz en cada momento, en cada situación y para cada persona.

Nosotros no entendemos a Alguien que diga que “no tiene algo propio para decir”. Porque en toda conversación, si no tenemos algo nuestro para decir o no nos dejan decirlo, perdemos interés. Pero en el Espíritu se ve que esto funciona diferente: él estuvo en el origen de todo lo que dijo y reveló Jesús y es el que está en el origen de que nosotros lo entendamos. Es como un buen maestro que no nos cuenta su vida, sino que nos enseña las materias; y nos enseña también el modo de aprender y a leer, a escribir y a  pronunciar… Y no por eso es menos un tú, aunque acalle lo suyo personal y se haga a nosotros, para enseñarnos lo que necesitamos aprender.

Cuántos maestros y maestras en los que no pensamos todo el tiempo, pero que apenas hacemos memoria, vemos dibujarse su rostro o escuchamos su voz. Rostros y voces que están indisolublemente mezcladas con las materias y las técnicas que nos enseñaron.

Al Padre le agrada la gente que adora

El Espíritu nos enseña a creer, y a Jesús le encanta la gente que confía en Él. El Espíritu nos enseña a donarnos, en el servicio y en la adoración. Y al Padre le agrada la gente que sirve a sus pequeñitos y que adora.

Le agrada especialmente la gente que se siente pequeñita y poca cosa, y por eso lo adora a Él como un hijito pequeño adora a su mamá y a su papá.

Al Padre le agrada la gente que lo adora al levantarse, besando el crucifijo y tocando con la frente el suelo.

Al Padre le agrada la gente que lo adora en medio del trabajo, que se para un instante y le muestra su rostro sonriente a Dios (como si uno se sacara una selfie sólo para que la vea el Padre en lo secreto, para que vea que su hijo o su hija están contentos con él).

Al Padre le agrada la gente que lo adora a la noche, dándole gracias por el día y poniéndose en sus manos.

Al Padre le agrada la gente que lo adora sirviendo a los demás, que trata a los demás como a hijos de Dios y los ayuda en todo. Especialmente le gusta la gente que enseña a otros a adorar. Como hizo la Samaritana, acerca a su pueblo a Jesús. Así hacemos nosotros cuando enseñamos a nuestros hijos a adorar a Dios.

Diego Fares sj

 

 

Domingo 15 B 2009

de-dos-en-dos1

El Reino se expande por presencia personal

“Jesús recorría los pueblos de los alrededores enseñando a la gente…
(Es en medio de esas “correrías apostólicas” que…)
… Llama junto a sí a los Doce
y comienza a enviarlos de dos en dos;
y les daba potestad sobre los espíritus impuros.
Les mandó que nada tomaran para el camino sino sólo un bastón;
ni pan, ni mochila, ni monedas en la faja; sino que se calzaran sandalias
y que no vistieran dos túnicas.
Les decía: ‘En cualquier lugar que entren en una casa
permanezcan allí hasta que salgan de ese lugar.
Y si se da que algún lugar no los acoge y la gente no los escucha,
al salir de allí, sacudan hasta el polvo de debajo de sus pies
como testimonio contra ellos’.
Entonces ellos salieron a predicar para que la gente se convirtiera;
expulsaban a muchos demonios y ungían con óleo a muchos enfermos,
y los curaban” (Mc 6, 7-13).

Contemplación

Antes que nada una pequeña historia de San Francisco de Asís, que es quien mejor comprendió la alegría y la fuerza de conversión que tiene el evangelio desnudo. La leí hace poco y me encantó. Se cuenta en las Florecillas que cuando Francisco convocó a todos los hermanos en una especie de primer capítulo Franciscano se juntaron en Santa María de los Ángeles más de cinco mil frailes. Francisco les predicaba y al llegar al tema de la pobreza les dijo que les mandaba por santa obediencia a todos que ninguno se preocupara ni anduviera ansioso por la comida o por las necesidades del cuerpo, sino que se ocuparan solamente de orar y alabar a Dios, que Dios cuidaría de ellos. Y todos recibieron este mandato con alegría y se entregaron a la oración. A Santo Domingo, que estaba presente, le pareció muy extraño este mandato y juzgó que era una indiscreción de Francisco juntar a tanta gente y no ocuparse para nada de la comida. Sin embargo, al mediodía, de todos los pueblitos cercanos, vinieron carretas y carretas con gente trayendo alimentos, platos y jarros y todo tipo de cosas útiles para los frailes y la gente misma les servía la comida. Con lo cual, muy conmovido, Santo Domingo, al comprobar en qué manera era verdad que la Providencia divina se ocupaba de ellos, confesó con humildad haber censurado falsamente de indiscreto el mandato de San Francisco, se arrodilló ante él diciendo humildemente su culpa y añadió: — No hay duda de que Dios tiene cuidado especial de estos santos pobrecillos, y yo no lo sabía. De ahora en adelante, prometo observar la santa pobreza evangélica”.

Esta confianza en la fuerza del evangelio, que hace que todo lo demás venga por añadidura, proviene de recomendaciones de Jesús como ésta, cuando envía a los Apóstoles de dos en dos, a predicar.

En la vida de los santos tenemos testimonios hermosísimos de todo tipo. Madre Teresa en nuestro tiempo es la mejor testigo de cómo a Jesús le gusta la gente que se confía totalmente en él a la hora de poner en práctica su evangelio, ya sea predicando o haciendo las obras de misericordia que él nos enseñó.
En la última entrevista que le hicieron dice:
“Personalmente no tenemos nada. Vivimos de la caridad y por la caridad.
La periodista agrega: Y de la Providencia…
Y Madre Teresa asiente: Tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas. Dios es infinitamente bueno. Siempre se preocupa de nosotras.”

El mundo de hoy es complicado y la tendencia del consumo es totalmente contraria a este espíritu evangélico.
El diagnóstico es el mismo que el de Madre Teresa: tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas.
El diagnóstico es el mismo pero la dinámica para afrontarlo es contraria.
La lógica consumista dice: entonces tenemos que tener dos de todo, por previsión.
En lo tecnológico sucede lo mismo: hay que tener siempre dos (o tres) sistemas de remplazo, dos backups, dos sistemas de seguridad, otro grupo electrógeno…
¿Se acuerdan del ejemplo de los megamillonarios? Esa nueva casta social de gente super rica, que, por dar un ejemplo, usan relojes diseñados por el suizo Franck Muller, de un valor de hasta 600.000 dólares. Pues bien, cuando se les preguntó a muchos de ellos cuánto dinero necesitarían para sentirse seguros, todos apuntaron a una cifra que era, casi inevitablemente, el doble de lo que ya tienen. Cien, mil o diez mil millones de dólares. Lo mismo da.

La lógica de Jesús parece que es al revés: en vez de dos túnicas, sólo una. En vez de dos pares de sandalias, sólo una. Y no llevar pan ni plata por las dudas…

Es bueno recordar aquí que este año, que fue de debacle económica a nivel global, fue el año en que más ayuda recibió una obra como la Casa de la Bondad. Sucedió algo semejante a las carretas cargadas de bienes que espontáneamente le llevaban a los frailes los vecinos.

Tampoco viene mal traer aquí a cuento que los que quieren tener dos de todo son los que caen en manos de personas como Bernard Madoff, que les da el doble a los de arriba de la pirámide a medida que les va sacando todo a los de la base.

Pero me parece que me voy del tema del evangelio, en el sentido de que estas “verdades” enfrían, porque pueden llevar a discusiones del tipo: “pero bueno, ¿qué quiere decir? ¿Qué todos tenemos que ser la Madre Teresa o San Francisco?
Me cuestionaba a mí mismo pensando que en el Hogar, si no hubiéramos comprado dos motores para armar el grupo electrógeno, nos hubiéramos quedado sin luz (y sin agua) un día, porque un motor no anduvo.

Si la contemplación se enfría, dejemos los números.
La lógica de Jesús, así como no es cuestión de letra sino de Espíritu, tampoco es cuestión de números.

¿Y entonces? ¿Qué es lo que el Señor quiere que resalte al enviar a los suyos de dos en dos y con pobreza de medios?

¡De dos en dos! ¡Qué maravilla! Vuelven a salir números, pero con otro espíritu. Porque son números de personas.
Y de dos que hacen uno, porque van con un solo corazón y una única misión.
Y de dos que a la vez son tres, porque donde dos o más se juntan en Nombre de Jesús allí está Él en medio de ellos.

Entonces comenzamos a entrever que lo que quiere resaltar Jesús es que el Reino se expande por presencia personal.
Los manda de dos en dos y con pocas cosas para que se note que Él va con ellos, que Él está presente en medio de ellos.
Los hace quedarse donde los acogen y los escuchan, para que formen familia, comunidad, centrando a cada pueblo en torno a la familia que mejor recibe a los enviados. Porque el que los recibe a ellos lo recibe a Jesús y el que recibe a Jesús recibe al Padre que lo envió.

La lógica de Jesús tiene muy en cuenta los números cuando se trata de personas: “Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron. Y en verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo» (Mt 25, 40 ss).

La pobreza de recursos es, pues, para que se incremente la riqueza personal, para que la gente sienta que recibe personas, no ideas; para que la gente sienta que es convocada a formar comunidades de vida, no a realizar servicios puntuales. En las cosas de Jesús cada uno tiene que sentir que lo importante es que se sume como persona: importa su presencia, su corazón y su rostro, junto con sus manos.

Nos detenemos ahora un momento y profundizamos en la dinámica del llamamiento.
Jesús “llama junto a sí” a los Doce.
Llama, en presente (porque sigue llamándote ahora), y llama haciendo hincapié en este “junto a sí”.

Quiere que estés con Él y al enviarte quiere que sientas que vas en su Compañía.
Y que los que te reciben sientan que en vos hay mucho lugar para Él porque si es así, sentirán que también hay lugar para ellos.

Ser evangelizados es que se nos abran los ojos para ver a la Persona de Jesús en el centro de este envío de dos en dos. El es el tercero que va con ellos.
El estilo despojado con que andan sus enviados hace que la atención de la gente se dirija a Jesús que va con ellos.
Evangelizar no es ir a repetir una doctrina que el Señor les enseñó o a multiplicar un trabajo que Jesús no alcanzaría a realizar Él sólo.
Recordemos que Él ya está “recorriendo aldeas y enseñando a la gente” y que los envía “a los lugares donde debía ir Él”. Desde el comienzo Jesús se ha situado en medio de su pueblo, dialogalmente. El envío tiene un doble movimiento: atrayendo junto a sí y luego yendo con ellos a donde los envía. Estando presente en medio de cada pareja de apóstoles entra en cada casa y en cada pueblo y se fija en si los acogen o no. La Persona de Jesús está en el centro del pueblo fiel, de los Doce, de cada grupo de dos y de los lugares a donde entran. Así como Jesús los “hizo Doce” para que estuvieran con Él, aquí los envía para que los reciban, para que ellos estén y permanezcan en la casa donde los acogen y escuchan.

Dejarse evangelizar es aceptar a los enviados en la propia casa y que lo propio pase a sumarse a la Comunidad. Ser evangelizado es dejarse “coaptar”, integrar, sumar…, para lo cual hay que permitirle a Jesús que nos sane de toda enfermedad que aísla y de todo mal espíritu que no nos permite permanecer en su amor.

Al fin y al cabo, a los discípulos se los reconocía por este “estar siempre con Jesús”, por andar en su compañía. Esta es la gracia que pidió Ignacio para él y para sus compañeros y para todos los que hacen los Ejercicios: la de formar una compañía de Jesús. Una compañía en la que la pobreza de medios haga resaltar la calidez, el gozo y el valor de las personas mismas, cuya amistad en el Señor es nuestra mayor riqueza.

Diego Fares sj