Domingo de Pascua 4 B 2009

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La paz y el don de sí

 

Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas. El que es asalariado, en cambio, y no pastor, como no le son propias las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa- porque es mercenario y no le importan nada las ovejas.

 

Yo soy el Pastor hermoso; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,

como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.

 

Por eso me ama el Padre, porque Yo entrego mi vida, para tomarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy por mí mismo. Tengo poder para darla y poder para tomarla de nuevo; esa es el mandamiento que he recibido de mi Padre» 

                                                                                                          (Jn 10, 11-18).

 

Contemplación

El párroco de la calle de la muerte, Jorge Fernández Díaz , LA NACION, Jueves 23 de abril de 2009…

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“Con voz pausada, suave, serena, el padre ‘Pepe’ anunció que no piensa salir de la Villa 21.

‘Nos dicen padres, no así nomás, no por el cuello que usamos, sino porque algo nos distingue: somos padres de una familia que es el barrio. Por eso, a pesar de la amenaza, los vecinos son mi familia. Voy a seguir en la villa porque no puedo más que ayudar. Somos un equipo de curas que trabajamos acá y vivimos acá. Nos levantamos y atendemos la necesidad de la gente, la capilla, los comedores, la escuelita de oficios que tenemos… Es estar en contacto diario con la gente, que se acerca con su drama. Todo el día se nos va en eso’, relató.

Por otra parte, reiteró su preocupación por la difusión, casi total, del paco en los asentamientos.

‘Contemplamos el suicidio lento que los chicos pueden ir realizando en los barrios (…) Aunque es verdad que la droga está en todos lados, nosotros hacemos lo que nos compete: defender a la gente de nuestro barrio’, afirmó. ‘Nos ocupamos -continúa el sacerdote- de que los habitantes del barrio estén bien y de que los niños crezcan sanamente. Yo siento un gran cariño por la villa 21. Este no es un trabajo en el que se cambia de oficina’.

 

De entre los reportajes al padre Pepe fui entresacando frases. Y más que frases eso que pescó un periodista (y que se escuchaba por las radios):

el tono de voz: pausada, suave, serena.

Es el tono que regala el Buen Pastor a los que cuidan sus ovejitas.

El evangelio está vivo en nuestro presente, metido en lo ordinario de la vida cotidiana –bien metido dentro del barrio obrero de la Villa 21- y de vez en cuando tenemos la gracia de escuchar la Voz del Buen Pastor –que suena bajito y suave solo para sus ovejas-, de escucharla, digo, en los Medios.

De vez en cuando es noticia.

Y si bien la noticia es de cruz, de amenaza de muerte,

el tono de voz es de buena noticia:

la Buena noticia de que el Buen Pastor tiene un equipo de pastores que “trabajan acá y viven acá”,

la Buena noticia de que el Buen Pastor tiene un equipo de pastores que “sienten un gran cariño por su familia”,

la Buena Noticia de que el Buen Pastor tiene un equipo de pastores que “hacen lo que les compete: defender a la gente de su barrio”.

la Buena Nueva de que el Buen Pastor “no cambia de oficina”.

 

Si uno afina el oído, es la misma la Voz y son las mismas las frases que dijo Jesús un día en el evangelio del Buen Pastor, del Pastor Hermoso…

Son frases sencillas, que salen como agüita de manantial, naturalmente, en medio del reportaje, revestidas de nuestro lenguaje cotidiano.

Cuando al equipo de pastores “el día se les va en eso…: –Nos levantamos y atendemos la necesidad de la gente, la capilla, los comedores, la escuelita de oficios que tenemos… Es estar en contacto diario con la gente, que se acerca con su drama. Todo el día se nos va en eso -, al Buen Pastor también se le va su día eterno en estar con los que le cuidan a sus ovejas. Y les regala su tono de voz: ese que las ovejas reconocen.

 

También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.

 

-“Me intriga cómo hace para vivir y luchar contra esta legión de problemas el párroco de la calle Osvaldo Cruz. Cuando entro en la sombra de un edificio humilde, con una iglesia y un patio techado y un aula donde varias mujeres hacen un taller de cerámica, me recibe un arcángel desgreñado. Es un hombre curtido de pocos dientes y de una dulzura inexplicable, un ayudante de Dios. ‘Tiene que esperarlo un rato’, me aclara. Hago fila con damas taciturnas, y siento que lentamente me vuelve al alma al cuerpo. Imagino afuera a los ‘muertos vivos’ esperándome, pero ahora siento que no se atreverán a pisar tierra santa. Es un pensamiento irracional, que de nuevo me avergüenza, pero no puedo evitarlo. Pasan algunos minutos y aparece un chico corpulento vestido con una remera y tocado por una gorra puesta al revés. Trae cara de pocos amigos, y aunque le cedo amablemente mi lugar no me lo agradece. Tiene la mirada dura. El padre Pepe sale de su despacho y le entrega una llave. ¡Lo estamos recuperando del paco -me explicará después a solas-. Está en plena lucha.’

Pepe parece más joven de lo que es. (…) La impresión personal le quita glamour: Pepe usa una modesta camisa azul de cura con clergyman y unos jeans gastados, tiene pelo largo y barba, y habla sin ego ni énfasis.

 

Yo soy el Buen Pastor, el Pastor hermoso. El buen pastor da la vida por las ovejas. El que es asalariado, en cambio, y no pastor, como no le son propias las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa- porque es mercenario y no le importan nada las ovejas.

 

«’Contemplamos el suicidio lento que los chicos pueden ir realizando en los barrios (…) Aunque es verdad que la droga está en todos lados, nosotros hacemos lo que nos compete: defender a la gente de nuestro barrio’, afirmó. ‘Nos ocupamos -continúa el sacerdote- de que los habitantes del barrio estén bien y de que los niños crezcan sanamente. Yo siento un gran cariño por la villa 21. Este no es un trabajo en el que se cambia de oficina’”.

 

Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,

como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

 

“’Nos dicen padres, no así nomás, no por el cuello que usamos, sino porque algo nos distingue: somos padres de una familia que es el barrio’”.

 

Por eso me ama el Padre, porque Yo entrego mi vida, para tomarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy por mí mismo. Tengo poder para darla y poder para tomarla de nuevo; esa es el mandamiento que he recibido de mi Padre»                                                                                                            

 

“’Voy a seguir en la villa porque no puedo más que ayudar. Somos un equipo de curas que trabajamos acá y vivimos acá. Nos levantamos y atendemos la necesidad de la gente, la capilla, los comedores, la escuelita de oficios que tenemos… Es estar en contacto diario con la gente, que se acerca con su drama. Todo el día se nos va en eso. Nosotros hacemos lo que nos compete’«.

Así, uno puede ir leyendo a dos voces.

Hay tiempos en los que el lenguaje cotidiano sabe a Evangelio

y el Evangelio tiene sabor a lenguaje cotidiano.

Son tiempos de gracia.

Vienen siempre con una Cruz, es cierto, pero abrazada entre todos se puede llevar. Y da paz. El don de sí trae la paz de Jesús al corazón.

 

Les agradecemos a Pepe y a su equipo de curas la paz que transmiten, esa paz un tanto asombrada al salir tanto en los medios durante estas semanas, contrapesada con el don de sí de todos estos años de trabajo pastoral silencioso y sin publicidad en las Villas.

 

Rezamos para que este buen tono se transmita a toda la sociedad. Porque a la violencia estridente y espasmódica de la droga, que te promete todo y te lo quita todo en poco tiempo, sólo se le gana con la paz del Don de sí, que va sumando cada día  amigos, papás, mamás, hermanos, familias, capillas, instituciones… que va sumando gente buena, mucha gente buena, equipos de pastores y pastoras, detrás de la Voz pausada, suave y serena, del Buen Pastor.

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Diego Fares sj