Aprende a discernir con Pedro, para que el mal espíritu no te aleje de tu cruz, esa que cuando la abrazas te hace quedar en las manos del Padre (22 A 2020)

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo diciendo: “Dios no lo permita, Señor. Eso no te sucederá a ti”.

Pero El, dándose vuelta dijo a Pedro: “Retírate! Ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí una piedra de escándalo, porque los pensamientos con los que juzgas no son de Dios sino de los hombres”.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su Cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿Y qué podrá dar a cambio el hombre para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo a sus obras” (Mt 16, 21-27).

Contemplación

Los discípulos nos ponen en contacto con un Jesús que quiere explicarles las cosas que están por pasar. No le resulta fácil. El Señor los ha ido preparando, especialmente después que le confirmara a Pedro que lo que había sentido en su interior era la voz del Padre. Pero no es fácil «explicar» la cruz. De hecho, la cruz no se explica, más bien el Señor nos enseña a aceptarla y/o a desearla. Esto último nos lo enseña con su ejemplo inolvidable cuando abraza la cruz que le cargan: su cruz. 

Me conmueve este esfuerzo de Jesús por explicar las cosas a sus discípulos. No es una cosa más. Cuando les diga que ellos no son siervos sino amigos, la señal de la amistad será esta: que entre amigos se explican las cosas. El siervo no sabe lo que piensa su señor, el amigo en cambio sí. Este deseo de explicar las cosas más íntimas revela que Jesús los siente de verdad sus amigos. Y amigos en torno a la misión, amigos que comparten no solo sentimientos lindos, ideas, vivencias personales, sino una misión grande en beneficio de toda la humanidad. Se trata de una amistad apostólica, de una amistad que mira el bien del pueblo de Dios. 

El deseo de explicar tiene que ver también con que Jesús quiere testigos de su vida y de su modo de obrar. De hecho después se lo dirá explícitamente: Ustedes son mis testigos. Su plan de salvación es algo que se hace en colaboración con otros. Es un plan de salvación que consiste no en sacarnos de un peligro para que cada uno después vuelva lo suyo, sino en salvarnos integrándonos a una vida de familia, en comunión con Dios – con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo-. La salvación no es individualista, va incorporando a la vida trinitaria a todos aquellos que son bautizados y, en esa pertenencia que nos iguala a todos como hijos, nos va enseñando a cada uno a cumplir lo que el Señor nos mandó. 

Dentro del grupo de los discípulos se destaca la enseñanza más detallada de Jesús a Pedro. Vemos cómo Jesús le enseña discernir. 

El primer paso del discernimiento es discernir la voz del Padre que nos dice que Jesús es su Hijo predilecto. Sentir, interpretar y dar testimonio de esta gracia es algo interior cuya dinámica se desarrolla así: Jesús hace una pregunta, el Padre habla en el interior, Pedro se juega y da testimonio, y Jesús lo confirmapúblicamente y lo consagra como Papa.

La confirmación del Señor es inmediata, abundante en consolación y en los dones que le comunica. Pero el momento de jugarse por lo que cree es solo de Pedro. 

Cuando usamos la expresión «la voz del Padre» nos situamos en el espacio de esa voz interior que resuena en cada hombre y que es el fundamento de todas las religiones, en el sentido deque es la voz que nos re-liga con aquel que nos creó. Jesús valora esta actitud religiosa diciendo que es «adorar a Dios en espíritu y en verdad». Toda la pedagogía de Jesús consistirá en despertar esa voz, en explicitarlaenseñar a interpretarlaconfirmarla, cada vez que alguien expresa su fe, y en hacer ver con su testimonio de amorque esa voz habla de Él como «el Hijo predilecto». Debemos advertir y notar que se trata de una voz doble: el Padre le hace sentir a Pedro que Jesús es su Hijo amado, el Mesías; y Jesús le confirma a su amigo que esa voz que siente es la voz del Padre. Está actuando aquí, aún sin hacerse ver, el espíritu Santo. Él es el que nos hace decir Abba – Padre – y Jesús es el Señor.

Tenemos así que el discernimiento espiritual que enseña Jesús no es el de la simple prudencia que discierne las cosas humanas, sino el discernimiento de las cosas de Dios. 

El paso siguiente del discernimiento que Jesús le enseña a Pedro tiene que ver con el misterio de la acción del maligno. Es un paso que se aprende solo por la experiencia de una oposición. Quizá por eso es que Jesús se apura a confirmar a Pedro en la gracia que ha recibido, porque sabe que casi inmediatamente a la gracia surgirá la tentación. 

Es importante ver la dinámica de lo que sucedió. Primero, Pedro tuvo una inspiración y Jesús lo confirmó en que esa era la voz del Padre; inmediatamente Pedro sintió otra inspiración y Jesús, con un fuerte gesto de rechazo lo llamó  Satanás y le enseñó que ese pensamiento no era del Padre, sino de los hombres. La enseñanza del Señor es vivencial: le hace experimentar a Pedro que hay pensamientos que lo ponen en comunión y cercanía con Él y otros en cambio que hacen que el Señor lo aparte de sí para poder ayudarlo a que tome conciencia. Esto se transforma en un criterio definitivo de discernimiento: distinguir, como absolutamente contrarias, las cosas que me acercan a Jesús de las cosas que me alejan de su amor.

La enseñanza de fondo, aprovechando esta inspiración mundana y tentada de Pedro, es que el discernimiento se hace entre mociones contrapuestas, en lucha a muerte entre sí. Como nos recuerda Francisco en Gaudete et exsultate: «La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida» (GE 158 ). 

Y así como es misterioso que uno escuche la voz del Padre en su corazón, también es un misterio que surja esta voz contraria, la del mal espíritu que aprovecha las frágiles voces propias y los criterios mundanos para «hablarnos» con sus falacias y mentiras que hacen mal. En este caso a Pedro lo tienta aprovechándose de su amor a Jesús y del sentimiento espontáneo que le vino  de  que no era bueno que alguien sufriera así, tan injustamente. Aprovechando esto, el maligno  le hizo decir un «no» a ese plan del Padre, que misteriosamente incluye cruz y resurrección. 

Primer paso entonces, inspiración y consolación de la palabra del Padre. Segundo paso, conciencia de que esa palabra buena y veraz suscita lucha espiritual. 

La Palabra de Dios discierne esas palabras contrarias que están anidadas y dormidas en nuestro interior. El Señor dirá a los discípulos que cuando lo ven resucitado junto con la alegría sienten dudas: ¿de donde surgen esos pensamientos cargados de afectividad que les hacen dudar en su corazón? La Palabra de Dios discierne; es como una espada de doble filo que separa los sentimientos buenos de los malos en lo profundo del corazón. Es lo que el anciano Simeón le dijo a Nuestra Señora: que Jesús sería una bandera discutida y que haría que se revelaran los pensamiento que cada uno tiene en su interior.

El tercer paso del discernimiento será resolver esta lucha, entre la inspiración de nuestro Padre y los pensamientos del mal espíritu, con el único criterio que no es ambiguo ni puede ser falsificado que es la Cruz. Como no puede tergiversarla, el demonio trata de hacer que la evitemos. En la cruz siempre está Jesús. Jesús la consagró como instrumento de salvación, la ungió al abrazarla, ungió toda cruz de una vez para siempre. Poe eso todo el que abraza la cruz, la propia y la de alguien que sufre, discierne bien:empieza a pensar con claridad y es librado de todo engaño del mal. Por eso el mal espíritu hace lo imposible para que no abracemos la cruz, para que la dejemos, la cuestionemos o la rechacemos. Porque sabe que cuando un abraza su propia cruz queda inmediatamente en las manos del Padre. Jesús al ponerse Él en las manos del Padre en su cruz, nos puso a todos. Fue testigo el buen ladrón, que obtuvo la promesa de salvación de Jesús sin ningún otro requisito que el de haber estado allí con Él en su cruz, sin lamentarse, sino bendiciendo al que sufría sin culpa su misma suerte y pidiéndole ayuda.

Siempre que abrazamos la cruz nos ponemos en las manos del Padre. Lo cual equivale a «conformar» nuestra vida con la de Jesús, que todo lo recibía del Padre y a Él lo orientaba. La cruz recapitula toda la vida de Cristo. San Ignacio la pone ya en el nacimiento: tanto caminar y trabajar y padecer para después encima morir en cruz. Toda la vida de Jesús está signada por el abrazo a la cruz. Es decir, por abrazar aquello que no se puede resolver «desde afuera», técnicamente, sin involucrarse. El Señor abraza a los enfermos, a los pecadores, abraza los conflictos, los abraza metiéndose en ellos: esto es lo que significa la cruz. Por eso, ante la cruz final, el Señor dirá después que “nadie le quita la vida, sino que Él la da”. 

El discernimiento nos enseña a cargar con nuestra cruz, a abrazar -pidiendo misericordia- nuestros pecados, nuestras fragilidades y los conflictos que vivimos, y así cargados, seguir a Jesús. El discernimiento es perder la vida para recibirla de las manos del señor. Con esto reafirmamos que nuestra vida básicamente es un Don y que recibir vida eterna es recibir un nuevo Don. 

En este tiempo de cruz y de feroces posturas contrapuestas le pedimos al Señor y  a Pedro su amigo que nos den la gracia de discernir la voz del Padre que siempre nos conforta de esas otras voces que nos hacen escandalizarnos de la cruz de Cristo. Les pedimos también la gracia de abrazar la cruz que nos toca -la de todos y cada uno- para quedar así, enteramente, en las manos de nuestro Padre, que es el único lugar seguro en esta situación de pandemia que estamos viviendo.

Diego Fares sj

Encaminar la segunda parte del año (13 C 2019)

            Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su Ascensión al cielo, Jesús se encaminó decididamente (puso rostro firme) hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos se pusieron en camino y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque iba a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se marcharon a otro pueblo. Mientras iban marchando por el camino, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!» Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.» Y dijo a otro: «Sígueme.» El respondió: «Permíteme que primero vaya a enterrar a mi padre.» Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ponte en marcha, anuncia el Reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero primero permíteme ir a despedirme de los míos.» Jesús le respondió: «Uno que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios» (Lc 9, 51-62).

Contemplación

            Retomamos el tiempo ordinario y el dibujo de Fano representa bien el año como un camino en subida y en espiral (no solo lineal o en círculo, como se suele representar el tiempo). 

            Me llamó la atención que retomáramos el tiempo ordinario con este evangelio de la última subida del Señor a Jerusalén. Es que el evangelio de Lucas que seguimos en el ciclo C, organiza todo lo que vive el Señor, desde el llamamiento a los Doce – a los que inmediatamente hace el primer anuncio de la pasión (Lc 9,22) – hasta la entrada en la ciudad Santa (Lc 19, 28), desde la perspectiva de la ida del Señor a la Pasión o “La subida a Jerusalén” (Lc 9 -19, 28). El Señor le “puso rostro” a la pasión, como se dice. 

            Entre las apps que ayudan a organizar el trabajo, hay una que recomienda dar “prioridad 1” a la tarea más importante, y para ello nos invita a ponerle un título que resulta entre simpático y repulsivo: “tragarse el sapo”. Poner primero la tarea más difícil y empeñativa y concentrarse en ella, ayuda a que el resto se ordene por su propio peso. 

            Pues bien, Lucas muestra este modo que tiene Jesús de priorizar la Cruz en su misión. Tenía que “tragarse el sapo” y se encaminó decididamente a realizarlo.

            A mí esta actitud decidida del Señor me ayuda a discernir que la Cruz no es lo importante en sí, sino que es lo que hay que “pasar” para que lo importante vaya adelante. 

            No hay que confundirse en esto. Hay cosas, situaciones, problemas, trabajos, defectos…, pecados incluso, que son un nudo, un cuello de botella, una decisión ineludible a tomar. Hay problemas de los que alguien se tiene que hacer cargo para que todo lo demás pueda proceder para bien. Son esas “cruces” que no se pueden “resolver”, sino que hay que abrazar, cargar y atravesar; y cuanto antes lo hagamos, mejor para todo lo demás. 

            Esta actitud es todo lo contrario del masoquismo que tiñe de tristeza la manera sana de enfrentar el problema principal y termina logrando que esa cruz no abrazada entristezca toda la vida. El masoquismo de la cruz mal entendida es lo que, como no se soporta que esté en todo, hace que se intente eliminar la cruz de la vida, ya sea pasando de largo ante las cruces, que quedan tiradas allí, al borde del camino, ya sea anestesiándose para no sentirla cuando no se la puede evitar. Estas actitudes evitativas son todo lo contrario del cargar la cruz principal, de abrazarla, llevarla y morir en ella, con la esperanza puesta sólo en Dios que resucita a los muertos. Esta actitud es tanto para la cruz de cada día como para la definitiva.

            Contemplamos en el evangelio de hoy el efecto positivo que tiene la actitud decidida y generosa del Señor. Es un efecto sobre su juicio, sobre su discernimiento acerca de varias cosas distractivas que le plantean los que lo siguen. 

            Haberse decidido a ir a Jerusalén, donde sabe que lo espera la pasión a la que tiene que atravesar, sí o sí, hace, en primer lugar, que el Señor no pierda tiempo peleando contra los samaritanos que no lo quieren recibir. Los discípulos le preguntan si quiere fulminarlos haciendo bajar fuego del cielo. El Señor los reta y sigue su camino, se va a otro pueblo, se va donde lo reciban bien. Esta es la primera lección de la Cruz bien asumida, el signo de que uno se “ha tragado el sapo” principal y no les hace asco a los sapitos. La lección es no perderse en contradicciones secundarias; no andar hurgando para buscar problemas -que siempre se encuentran-; no perder tiempo discutiendo y peleando con cualquiera que se nos cruza por el camino… Estos son los frutos buenos de haberse decidido a cargar la propia cruz. 

            Las otras tres situaciones que discierne el Señor tienen que ver con los distintos modos que tienen estos hombres de esquivar la cruz, retardando la decisión de enfrentarla o poniéndole condiciones. 

            El primero, es uno que parece muy determinado y desprendido con su frase: “te seguiré adonde vayas”. Pero en ese “adonde” se esconde un reclamo: decime bien a dónde vas. Hoy podríamos calificar esta tentación como la que se esconde en el “paradigma tecnocrático”, del que habla el Papa. Es un modo de pensar que viene de la técnica y que contagia nuestra manera de pensar, de sentir y de aplicar el plan de Dios. Para seguir a alguien le exigimos que planifique y explique todo, pero con el plan de Dios las cosas no funcionan así. El Espíritu sopla donde quiere y no sabemos de donde viene ni a dónde va. El Señor lo único que sí tiene claro es la Cruz, y que, si pasa por ella, el Padre lo resucitará. Todo lo demás no es “planificable” ni “previsible”. No hay “proyecto” donde descansar la cabeza.

            El segundo, es uno a quien el Señor llama en persona. No sucedo así con los otros dos, que son ellos los que piden seguirlo y lo hacen desde su idea de Jesús y poniendo condiciones. A este, al que se le había muerto el padre, o lo estaba cuidando en su última etapa, el Señor lo llama a que lo siga al instante. Se nota entonces que los tiempos no coinciden. El tiempo del Señor ya tiene fecha de vencimiento. No volverá a pasar de nuevo por ese pueblo. El tiempo del otro está en un momento importante para su familia. Él está está haciendo una obra buena al cumplir con el mandamiento de honrar a su padre. Por eso, su pedido de esperar un poco es comprensible y razonable. Sin embargo, el Señor se muestra intransigente:  “Deja que los muertos entierren a sus muertos, le dice. En el diálogo se nota un juego de palabras: déjame, dice el hombre; deja tú, replica el Señor. Con los otros dos, las respuestas del Señor son respuestas de principio, los hace corregir sus ideas y expectativas proponiéndoles parábolas que los hagan reflexionar la de la zorra que tiene su madriguera y la del que está arando y mira para atrás. Con éste, en cambio, la interpelación es personal. 

            Debemos estar atentos a discernir bien entre cosas que son ideas nuestras, buenas en sí, pero nuestras, y los llamados directos del Señor. En esto no hay regla general y cuando el Señor llama directamente cada uno debe responder también directamente, no con excusas generales, ni siquiera de “mandamientos” y misiones dadas anteriormente. 

Un ejemplo de estos llamados directos es el que el Señor hizo a santa Margarita María de Alacoque y a san Claudio de La Colombiere para que anunciaran la “buena noticia” de la devoción al Corazón de Jesús. Buena noticia que no excluyen ninunga otra sino que las incluye a todas. 

Se trató de un llamado que el Señor preparó y llevó adelante insistiendo y haciendo superar mil dificultades a sus dos amigos. En el modo de dirigirse a Santa Margarita María, que solía expresarle esas dificultades que provienen de mirar las propias fuerzas, se percibe  el mismo tono que usa el Señor para con esta persona que nos presenta el evangelio.  Cuenta la santa: «No quería la Bondad Divina que yo recibiese consolación alguna sin costarme muchas humillaciones. La comunicación (que tenía con el padre La Colombiere) me las atrajo en gran número, y aun el mismo padre tuvo mucho que sufrir por mi causa, porque se hablaba de que yo quería engañarle con mis ilusiones e inducirle a error como había pasado con otros confesores. Ninguna pena le causaba esto al padre y no dejó de prestarme continuos socorros en el poco tiempo que permaneció en este pueblo, y siempre. Mil veces me he admirado de que no me abandonase también como los demás… Un día que vino a decir Misa en nuestra iglesia, le hizo Nuestro Señor, y a mí también, grandísimos favores. Al aproximarme a recibir la Sagrada Comunión, Jesús me mostró Su Sagrado Corazón como un Horno ardiente, y otros dos corazones que iban a unirse y abismarse en él, diciéndome: «Así es como une para siempre Mi Puro Amor estos tres corazones.» Y después me dio a conocer que esta unión era exclusivamente para la gloria de Su Sagrado Corazón, cuyos tesoros quería descubriese yo al Padre, para que él los diera a conocer y publicara todo su precio y utilidad. Con este objeto quería que fuésemos, como hermano y hermana, igualmente participantes en los bienes espirituales; y representándole yo acerca de esta misión mi pobreza y la desigualdad que había entre un hombre de tan elevada virtud y mérito y una pobre miserable pecadora como yo me dijo: «Las riquezas infinitas de mi Corazón suplirán e igualarán todo: háblale sin temor.» (Autobiografía, 43).

La santa le presenta al Señor la dificultad que siente al mirar su pobreza y la desigualdad que se nota si se compara con La Colombiere, pero el Señor le responde insistiendo que “le hable sin temor”, que le cuente todo como a un padre espiritual y que confíe en que el Corazón del Señor “suple e iguala todo” con sus riquezas. 

Ponemos el acento en lo personal del diálogo. Está bien que la santa (y el del evangelio) digan todo lo que sienten y que, luego, escuchen lo que el Señor personalmente les responde. Cuando hay una apelación personal no hay que hacerse el tonto y responder como si fueran cosas generales!

            El tercer ejemplo es el del que dice que sí pero posterga la cosa. No mucho, porque solo será despedirse de los suyos, pero posterga. Procrastinar se le llama a esto y es una tentación muy actual, dada la cantidad de posibilidades que nos ofrece la técnica para hacerlo. Dice el diccionario que significa “posponer o aplazar tareas, deberes y responsabilidades por otras actividades que nos resultan más gratificantes pero que son irrelevantes. Procrastinar es una forma de evadir, usando otras actividades como refugio para no enfrentar una responsabilidad, una acción o una decisión que debemos tomar”.

El Señor le responde con un ejemplo de su vida y de su actividad misma: «Uno que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios». El reino siempre es “para adelante”. El pasado queda en manos del Señor y no puede servir de excusa para no ir para adelante. 

            Si miramos bien, estas actitudes evangélicas tienen su analogía en las cosas de la vida, en el trabajo y en la gestión -no perder tiempo, mirar para adelante, centrarse en la tarea principal-, pero son, ante todo, actitudes que suponen poner todo el corazón. Cuando uno pone todo el corazón, sale solo ir a abrazar la dificultad principal, acudir a curar la herida más grande, ir cuanto antes a la misión, no posponer ni un segundo las cosas buenas que hay que dar y realizar.

El Señor, al mostrarnos su corazón, no solo como imagen pintada, sino haciéndonos sentir por qué late y se apasiona, actúa así con nosotros: no descansa hasta encontrarnos si nos hemos perdido; no antepone otras cosas si se trata de pasar un momento con nosotros, no mira nuestro pasado sino lo que podemos hacer junto a Él de ahora en adelante.

Diego Fares sj

La lógica de la Cruz: Hoy no basta «pensar» ni «mirar bien» la realidad. Solo el peso de la propia cruz cargada aviva el sentido del discernimiento (24 B 2018)

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino los interrogaba preguntándoles:

« ¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le respondieron:

«Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?»

Pedro respondió:

«Tú eres el Mesías.»

Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.

Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:

« ¡Sal! ve detrás de mí, Satanás! Porque no disciernes según los criterios de Dios, sino con los criterios de los hombres.»

Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo:

«El que quiera venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará» (Mc 8, 27-35).

 

Contemplación

Cuando se arma confusión en el corazón de Simón, escandalizado porque Jesús les enseñaba que sería rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, el Señor llama a todos, al pueblo junto con los discípulos, y aclara bien que su lógica es la lógica de la Cruz.

El Papa Francisco nos lo recuerda cuando afirma que la lógica del discernimiento es la lógica de la Cruz. Como dice San Buenaventura refiriéndose a la Cruz: «Esta es nuestra lógica» (GE 174)».

La aclaración del Señor a todos viene justo para este momento en el que muchos se sienten confundidos al ver las descalificaciones que sufre el Papa de parte de gente «seria» -de «ancianos, sumos sacerdotes y escribas» que es como decir de obispos, cardenales, teólogos y vaticanistas. No hay que equivocarse, la fidelidad a Jesús se la juega cada uno personalmente en la opción entre cargar la propia cruz o cargársela a otros, buscando chivos emisarios. Más que a las palabras que dicen los distintos grupos ideológicos y personajes, a lo que hay que estar atentos es a la cruz, a la lógica de la Cruz.

Qué significa esta frase? Qué quiere decir el Papa con esta expresión «lógica de la cruz»?

Lógica quiere decir una sucesión coherente de pasos, en los que una cosa lleva a otra. Las cosas tienen su lógica, decimos. Si no fuera así, no solo no discutiríamos sino que ni siquiera pensaríamos.

Hoy en día es común decir que hay que aceptar que haya distintas lógicas. Pero si le pensamos a fondo, lo que queremos decir con esto es que hay que respetar a las personas más allá de la lógica que sigan sus razonamientos. Es decir: hay muchas lógicas de ideas, pero una sola lógica profunda: la de las personas. La realidad de cada persona concreta es superior a las ideas.

La lógica de la Cruz de la que habla Jesús es una lógica que mira a su Persona: «el que quiera seguirme, dice Jesús, que se niegue a sí mismo, cargue su cruz y me siga». Es la lógica de ponerlo a Él como Persona por encima de todo, incluso de nuestras cruces. Por eso dice que la cruz hay que cargarla, no hay que quedarse aplastado por ella (ni mucho menos encajársela a otro), sino que hay que cargarla -abrazarla- y seguirlo a Él. Esto es lo importante. Esto es lo lógico ya que Él es el que más nos ama, el que nos viene a buscar si andamos perdidos, el que nos carga sobre sus hombros si estamos cansados, el que nos lava los pies y nos venda las heridas, el que nos perdona los pecados y nos enseña la voluntad del Padre. El es, en definitiva, nuestro Salvador. Cómo no va a ser lógico seguirlo, dejarlo todo por andar en su compañía!

La lógica de la cruz es la lógica del que sabe perder: del que saber perder lo menos importante para ganar lo más valioso. Es la lógica del comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, vende todo lo que tiene y la compra.

La lógica de la cruz es la lógica del que da los pasos que hacen falta para hacerse cargo de las cosas. Es la lógica del padre y la madre que cargan con el peso que no pueden cargar los hijos porque pesa en ellos más el amor que las cosas.

La lógica de la cruz es la lógica del que da siempre un pasito más: no del más cuantitativo sino del más de la entrega más bella: con sonrisa más linda, con el ánimo más limpio, con la armonía y la paz en cada gesto. No hay que dejar de soñar con una entrega de sí más bella, dice el Papa Francisco.

La lógica de la cruz es la lógica del que encuentra siempre el paso justo  para permanecer -clavado- en su lugar misión. Del que se deja contener por el encargo que le fue encomendado y lo lleva adelante con fidelidad, sin mirar a los demás.

La lógica de la cruz es la lógica del que da los pasos necesarios para repartir y compartir. De la persona generosa y solidaria que sabe que cuando reparte el Señor lo multiplica.

Hoy en día, en que los discursos lógicos parten de supuestos distintos y te terminan llevando a donde no querrías, no basta con mirar a las personas (y no solo a las ideas abstractas). No basta con mirar la película y no quedarse con la foto. No basta mirar! Para pensar bien cada uno tiene que armarse cargando su cruz. El peso de la propia cruz será el que le de la clave para ver bien la realidad. No hay otra. Si uno se sienta como espectador terminará confundido, por más que recabe toda la información y escudriñe los ojos de los demás y trate de estar bien atento a su tono de voz. Solo el peso de la propia cruz activa el sentido del discernimiento.

La lógica de la cruz, el primer paso que nos invita a dar, es el de cargar la propia cruz. Y si por ahí uno no tiene clara cuál sea, se puede muy bien comenzar por darle la mano a alguien más pequeñito que tengamos al lado y ayudarlo a llevar su cruz. Estos dos pasos se equilibran mutuamente y a ellos se suma sin pensarlo dos veces el mismo Jesús, que a todo el que empieza a caminar cargando su cruz y ayudando a otro, le pone el hombro. Con estos paso, se aclara el panorama y uno empieza a distinguir -existencialmente- quiénes son los demás que llevan su propia cruz y quiénes los que disimulan, quiénes son los que están abocados a «sacarle provecho a esta vida» y quiénes los que intentan aprender cómo pueden cumplir mejor la misión que se les ha confiado en el bautismo, como dice el Papa.

Diego Fares sj

 

Contemplación de la Pasión según san Marcos en clave de discernimiento espiritual (Domingo de Ramos B 2018)

 

El presupuesto es que todo el Evangelio, cada escena, cada frase, cada parábola y bienaventuranza, es fruto de un discernimiento del Señor y la Pasión lo es en grado sumo. En qué sentido decimos que son «discernimiento»? En el sentido de que son «Palabras vivas». Las palabras del Señor no son abstracciones, no son conceptos que toman rasgos generales de la vida dejando de lado lo que hace de cada situación algo único. Por el contrario, las palabras del Señor, como Él es el Único, el Predilecto, el Ungido, expresan el torrente de Vida que se abrió paso con su entrada en nuestra historia -entrada mansa y humilde como la del que viene montado sobre un burrito-. Las suyas son palabras discernidas en el sentido de que cada acción y cada gesto de Jesús, el Señor, significa una elección de la vida y un rechazo de la muerte. Todo en Él -sus miradas, su paso, los gestos de sus manos, su cercanía, su predicación, sus milagros… todo- es afirmar y abrazar la vida y combatir el mal, despojándolo de todo poder sobre el corazón humano. La Pasión es «el discernimiento» definitivo que el Señor hace con su vida misma y que dice así:

Quiero y elijo ofrecer mi vida;

resisto interiormente todo mal

pero no rechazo la cruz, sino que la abrazo,

y en el mayor abandono,

con toda confianza,

me pongo en las manos de mi Padre.

La contemplación de la Pasión del Señor ayuda a asimilar este discernimiento de fondo, gustándolo en cada paso del Vía Crucis, en cada personaje, en cada situación límite que vive el Señor. 

Jesús entra en nuestra vida con medios humildes: sobre un manso burrito

Jesús les dijo: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un burrito atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado hasta ahora. Desántenlo y traiganmelo. Entonces le llevaron el burrito a Jesús,  le echaron encima sus mantos y Jesús se sentó en él» (Mc 11, 1-10).

Jesús entra en la Pasión perfumado por los que lo aman

Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús».

Jesús prepara la Eucaristía en medio de la vida cotidiana: sigan al hombre que va con un cántaro de agua

«Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: «¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?» El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»

Jesús es traicionado por uno de sus amigos antes que puedan hacerle daño sus enemigos: por uno que se sirve de la misma fuente que yo

Uno de ustedes me va a entregar. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: «¿Seré yo?»  El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo».

Jesús se nos ofrece en cuerpo y sangre «antes de la Pasión», indicando su elección libre de dar la vida

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo.» Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos»

Discirnamos que no es bueno «sentirse muy seguro de sí mismo», como le pasó a Pedro

Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.» Jesús le respondió:  «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces.»

Los amigos se duermen cuando Jesús necesita que recen con Él ante el Padre

Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»

Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:  «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando

Y decía: «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:  «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?

Hay quienes consideran que Jesús (y los cristianos y nuestros valores) deben ser eliminados  

El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?» El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?» Jesús respondió: «Yo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.» El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: «Ha blasfemado».

En el Señor «que lo sabe todo» de nuestras agachadas podemos encontrar la mirada que nos hace llorar amargamente y recibir perdón

Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.» El lo negó, (Y volvió a negarlo dos veces más) En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.» Y se puso a llorar.

Hay quienes, como Pilato, saben la verdad pero se lavan las manos

Pilato sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo: «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo

Los poderosos no se ensucian las manos, dejan que sus sirvientes se ensañen cobardemente con Jesús

Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo: «Salud, rey de los judíos!» Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.

Hay gente humilde que, como el Cirineo, se ve obligada a llevar la cruz de Jesús y le es imputado a su favor: la Cruz siempre es «a favor», si uno la carga, sea como sea que la lleve

Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo.»

También los dos ladrones tuvieron que discernir: uno pedirá salvación a Jesús, el otro eligió morir burlándose

Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Jesús siente el abando del Padre y precisamente allí se pone en sus manos

Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá sabactani.» Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.

Hay gente fiel, como las discípulas, que contemplan, con la cercanía que da el amor, la Pasión de su Señor

         Había también allí algunas mujeres que contemplaban a distancia. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.

Hay gente como José de Arimatea, el discípulo oculto, que al fin se anima a pedir el cuerpo de Cristo

Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Están las discípulas que custodian el sepulcro y esperan la resurrección

María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto” (Marcos 14, 1 – 15, 47).

La invitación a contemplar la Pasión es invitación a ir recorriendo las escenas, las situaciones y personajes y a poner nuestros propios títulos, dejando que la Pasión del Señor nos discierna el corazón, nos lo abra y nos lo atraviece, como la lanza que atravezó el Corazón de Jesús, y haga salir lo mejor que tenemos, lo más fiel, lo más compasivo, y nos saque toda malicia, toda cobardía, toda dureza que no permiten que nos dejemos amar por Él, que vino a dar con tanto amor y nobleza su vida por nosotros.

Diego Fares sj

Jesús también discernía «el momento». No es que «las tuviera todas claras»

5 B Cuaresma 2018

             Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta,

había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús.»

Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.

El les respondió:

(1) «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.

Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,

queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

(2) Mi alma está ahora turbada.

(3) ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora»? ¡Si para eso he llegado a esta hora!

(4) ¡Padre, glorifica tu Nombre!»

Entonces se oyó una voz del cielo:

(5) «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar.»

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían:  «Le ha hablado un ángel.»

Jesús respondió:

(6) «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.

(7) Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 20-33).

Contemplación

En el evangelio de hoy podemos encontrar una de las fuentes de lo que en Ejercicios se llama un “proceso de discernimiento”. El Señor nos enseña a estar atentos a los acontecimientos, a dejarnos tocar por ellos, sintiendo también los movimientos de la tentación. Jesús nos enseña a razonar con criterios evangélicos, a «elegir de corazón lo que amamos», a estar atentos a la confirmación del Padre, a su consolación. Y a hacernos cargo de que amar de veras implica resistir al maligno, lo cual siempre nos pone en alguna Cruz.

Podemos aprender de Jesús, Maestro de oración: cómo “discernía” la voluntad del Padre en su corazón.

Lo que me conmueve es que Jesús «discierne». No es que «la tenía clara, como superficialmente tendemos a dar por supuesto. El discernimiento no consiste en «tener ideas claras». Como dice el Papa: las ideas se discuten, lo que se discierne es la situación»; el momento en que me encuentro y los sentimientos que van y vienen… y tengo que optar en un momento que si  no, se pasa.

Jesús discernía. Sus parábola, por ejemplo, son fruto de un discernimiento, son la respuesta a un problema humano en un momento preciso en el que los personajes tienen que optar: arrancar la cizaña o esperar, cuidando el trigo?; retar al hijo pródigo o correr a abrazarlo? salir a dialogar con el mayor o dejar que se desenoje solo? Salir a buscar la ovejita perdida o quedarse con las 99? Acercarse al herido o pasar de largo? Cada gesto del Señor, cada momento de su vida, es un discernimiento que une -en ese preciso momento- lo que le agrada al Padre y lo mejor para alguna persona concreta. Discernir y ser protagonista de mi vida o vivir una vida «en general», una vida estándar, haciendo y pensando «lo que piensan todos» -o al menos, los de mi partido. Esa es la opción: discernir o ser espectador.

Los mini-discernimientos introducen «cortes dramáticos» en la trama de mi vida haciendo que me adueñe de lo que me pasa, que decida y abrace y lleve adelante algo mío, que deje mi huella y no cargue simplemente con lo que me ponen encima y me obligan a hacer.

Pasos del discernimiento de Jesús

El primer paso: «Ha llegado la hora», dice Jesús, y responde al aviso de que «lo quieren ver» con una serie de reflexiones que se ve que venía haciendo en su corazón. Lo importante es que el discernimiento es estar atentos a la hora, al momento que se vive. Esto es normal allí donde uno tiene una misión. La misión de llevar adelante una familia hace que los padres estén siempre «atentos a la hora». Es hora de ir al colegio, es hora de ir a trabajar, hay que salir corriendo al médico porque uno se enfermó, hay que decidir el colegio al que irá un hijo el año próximo…

El Señor tiene la misión de salvar a la humanidad y se ve que el hecho de que unos paganos quisieran verlo fue para Él la señal de que su mensaje, puesto en palabras, había alcanzado su meta. Ahora comenzaba otra etapa: la de dar testimonio con su vida. Por eso las reflexiones del grano de trigo, de perder la vida y seguirlo a la cruz.

Así sucede en nuestra vida. La vida está tejida con dos hilos, uno de textura ordinaria, que corre unido a todos los demás  hilos y se reconstituye cada vez que se anuda o se corta ─ la vida sigue ─; el otro  hilo es totalmente personal y único: es el hilo primordial, que tensiona todo el tejido de la vida común, y cuyos «tironcitos» provienen de las manos bondadosas de nuestro Padre. (Lo del Hilo primordial es del cuento de Menapace que el que no se acuerde puede buscar en internet ya que ayuda a ver que para discernir «las cosas comunes de la vida» cada uno tiene que conectarse con ese hilo primordial que lo une con Dios y con la misión y el carisma único para el que nos creó).

Pues bien, en este hecho que para Felipe tal vez fuera una cosa más -tantas personas le decían que «querían una entrada para poder saludar personalmente al Maestro-, para Jesús fue un hecho especial. Sintió el tironcito hacia lo Alto de su Hilo primordial, el que le marcaba la hora del Padre, la hora de la salvación.

Segundo paso: «Mi alma esta ahora turbada». El anuncio de que se acaba el tiempo normal, de que se viene la pasión, le causa turbación al Señor. Se conmueve. Como decíamos, puede ser que el Señor tuviera más claras las cosas que el común de la gente. Las tenía claras porque rezaba. Pero con claridad y todo, las tuvo que vivir, las tuvo que «pasar».

En el lenguaje de los ejercicios esta agitación interior o turbación se llama “movimiento de espíritus”. Es algo bueno. Buenísimo! Al punto de que si no se da, si uno no siente ese vaivén de alegrías y miedos, de esperanzas y negatividad…, es que no está  «rezando realmente», no está haciendo bien sus ejercicios, dice San Ignacio.

La turbación, la ansiedad y el ponerse en movimiento las ideas, las previsiones, los afectos, surge cuando uno tiene que tomar -sí o sí- una decisión. Tener que decidir genera lucha espiritual. Animarse a sentir, darle tiempo a cada sentimiento contrario, ponerle nombre y confrontarlo…, son parte esencial de un proceso de discernimiento.

Jesús expresa su aguda agitación espiritual: “Mi alma ahora está turbada”.

Viene entonces un tercer paso que consiste en juzgar (deliberando) esos sentimientos y mociones contrarias.

Gandhi decía que “cuando uno se encuentra en el dilema de elegir, la cobardía dice ¿será esto seguro?.

La política dice: ¿será rentable?.

La vanidad dice: ¿quedará bien mi imagen?

Y la conciencia moral dice: ¿es lo correcto?”.

Cristianamente podemos agregar otra pregunta, muy personal: le agrada a mi Padre?

Jesús expresa este proceso del juicio mediante un diálogo interior, preguntándose a sí mismo: ─ “¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora»?”

A lo cual se responde con claridad de juicio: ─ “¡Si para eso he llegado a esta hora!

«Padre glorifica tu nombre”. Es el cuarto paso del discernimiento. Hay que verlo bien porque es muy inmediato al anterior pero es distinto. «Para esto he venido» es una conclusión lógica, un juicio que se realiza en la mente; «Glorifica tu nombre» es una decisión, un deseo y un pedido que brotan del corazón.

Una cosa es pensar con lógica, otra es elegir llevar adelante el deseo que nace de una verdad clara.

Glorifica tu Nombre quiere decir «hágase tu voluntad (y no la mía que en este momento siente temor a la cruz).

Glorifica tu Nombre es lo que uno dice cuando manifiesta pública y expresamente la decisión tomada como compromiso – consentimiento matrimonial, votos religiosos-.

Viene entonces el quinto paso del discernimiento, que es la confirmación. El Padre suele confirmar inmediatamente a sus hijos cada vez que formulan un deseo de que se haga su voluntad como el que expresó Jesús. Aquí se oye la voz del cielo que dice: ─ “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. No siempre habla el Padre con estos «truenos», pero siempre «habla en el corazón» del que se siente atraído por Jesús y decide seguirlo. «Mi Padre ama a los que me aman». Y los honra! -agrega Jesús.

El sexto paso es la confirmación en medio del pueblo de Dios, de los pequeños que ven que el Padre ama a Jesús. El Padre revela las cosas de Jesús a los pequeños que se alegran de él, lo escuchan y lo siguen. Por eso Jesús aclara que la voz del Padre confirmándolo a Él como predilecto es “para nosotros”.

Un séptimo paso consiste en «derrocar» al maligno, resistirlo y echarlo de nuestra vida. Rechazar el mal es la otra cara de elegir el bien.

Lo que trae paz a la hora de elegir es esta adhesión íntegra como la de Jesús a querer lo que Dios más quiera, del modo que quiera y en el momento en que quiera y sea cuales fueren las consecuencias que tenga.

Terminamos recordando lo que cuenta Ribadeneyra acerca del modo de rezar de Ignacio cuando tenía que discernir para tomar alguna decisión importante.

“Siempre la consultaba primero en la oración con nuestro Señor,

y la manera de consultarla era esta:

Se despojaba (se desnudaba, dice Ribadeneyra) primero de cualquier pasión y afecto, de esas cosas que suelen ofuscar el juicio y oscurecerlo, de manera que no pueda tan fácilmente descubrir el rayo y luz de la verdad.

Para despojarse, Ignacio se ponía como una materia prima en las manos de Dios nuestro Señor, como algo que no tiene ni inclinación ni forma alguna.

Después, con gran vehemencia, le pedía gracia para conocer y para abrazar lo mejor.

Luego (de este ejercicio afectivo, que puede ser de «deseo de deseo», de desear ser como una materia prima y de desear desear lo que sea mejor) Ignacio consideraba muy atentamente, y pesaba las razones que se le ofrecían por una parte y por otra; y la fuerza de cada una de ellas, y las cotejaba entre sí.

Al cabo volvía a Nuestro Señor con lo que había pensado y hallado

y lo ponía todo delante de su divino acatamiento,

suplicándole que le diese luz para escoger lo que le había de resultar más agradable a El”.

Muchas veces esta oración de discernimiento la hacía Ignacio junto con la misa (digo esto porque a veces alguno dice «que se aburre en misa», para que vea que no tiene por qué ir como espectador. Puede llevar sus decisiones a la Eucaristía y allí rezar con estas ayudas, que no son pocas ni fáciles, pero que uno puede «desear tener deseos de seguirlas»).

Diego Fares sj