Domingo 34 A 2014 Cristo Rey

Algunos agradecimientos más…

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Vengan ustedes, benditos de mi Padre; a heredar el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron.» Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Entonces también éstos contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?» Y él replicará: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicieron conmigo.» Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna» (Mt 25,31-46).

Contemplación

Bajé de mi oficinita, en la planta alta del Hogar, para ir a la Casa de la Bondad a despedir a Julita, que falleció hoy (y que me dice Celina que no tenía a nadie nadie y que apenas pudimos conocer, ya que llegó hace dos semanas y enseguida se puso mal) y al volver al Hogar, viendo las dos mesas en el patio con los que participan del Taller de Dibujo, se me ocurrió que Jesús podía muy bien agregar algunos agradecimientos más a los que nos cuenta Mateo 25.

Es que vi a dos de los más pibes (18 o 19 años) dibujando con la alegría y la concentración de los chicos casi de jardín. Uno me mostró un corazón inmenso al que estaba llenando de colores y me lo mostraba como hacen los chicos, orgullosos de su monigote. Y a mí me partió el corazón, porque sentí que tenían hambre de dibujar, que como sociedad les habíamos robado esa etapa, porque que los chicos no vayan a la escuela es una cuestión de estado, no solo de la familia.

Fue un instante nomás: me mostró el dibujo y por mirarlo ni le vi la cara a él, que se concentró en seguir con lo suyo. Pero ahora que escribo me doy cuenta de que percibí eso tan humano ante lo que muchas veces paso de largo. Y se me ocurre ahora que Jesús nos diría a la comunidad del Hogar: porque estaba sin hacer nada con mis manos y ustedes me dieron lápices de colores y papel canson para dibujar. No sabía que tenía hambre de hacer un dibujito para mostrárselo a mi mamá y la seño de Dibujo me lo apreció y lo puso en la cartelera para adornar las paredes del patio.

Me viene ahora otro, unos años mayor, que después del cine del jueves, en que vieron Caballos salvajes, no se quedó al debate y bajó llevando una silla. Yo miraba desde arriba para que no se metieran en las piezas y salieran en orden y vi que este volvía. “¿No tiene el chocolate…?”, me decía subiendo y yo al principio no entendí y le dije que no había más. Pregunté al equipo de Cine debate y Luis me mostró que se habían comido todo, pero el muchacho entró y en su silla había una barrita de cereal. Se la había dejado. La agarró y se fue sin decir más. Y lo que me quedó fue también la sensación de un hambre de niñez, de ver una peli y que te regalen golosinas y agarrar de más para llevarte.

A medida que escribo me convenzo que lo del Señor “tuve hambre y me diste de comer” no se trata sólo del plato de comida del Hogar. Esa barrita de cereal nos habla de una comida que no fue dada a su tiempo. Igual que el dibujo. Hay chicos que con sus manitos sucias revuelven basura y aspiran bolsitas en vez de estar coloreando dibujos. Tuve hambre y me diste de comer es la materia básica del juicio. No es una buena intención ni un sentimiento, ni siquiera habla el Señor de amor. Se trata simplemente de acciones, de dar de comer, empezando por los bebés y terminando por los ancianos. Dar de comer quiere decir fuiste a trabajar para ganarnos el pan para comer y trataste de formar una familia en la que se sirviera la leche a su tiempo…

Después me acordé del Taller de música del lunes, que llovió y en el último comedor cantaban igual, y pensé que Jesús diría: andaba callado y triste y me invitaste a cantar. Y pese a que no estaba para música, canté y fue como un agua fresca. Pensaba en la profesora de música y en que es más difícil ir un lunes de lluvia a cantar que hacerlos dibujar o servir el mate con leche. Después de un rato, el canto te lleva y por unos instantes la música nos envuelve a todos y nos arropa… pero ¡hay que remarla para comenzar a cantar en el Comedor!

Y ya me entusiasmé con esto del juicio y pensé que habría un segundo juicio, ya para hilar más fino, para ver quién va con quiénes, porque dentro de la igualdad de los benditos del Padre también hay predilecciones, y me puse a meditar en los del Taller de Artesanías. Jesús diría: me miraba los dedos torpes y pensaba que nunca podría hacer algo tan fino y me enseñaste a hacer no sólo los cuadros en piedra y las cajas, sino esas Arcas de Noé con todos los animalitos de porcelana fría, las sillitas de Jacques y los pesebritos de Soruco. Esta actividad básica por la que seremos juzgados tiene que ver con el vestido, que no sirve solo para abrigo sino como adorno.

Y luego el Señor agradece las visitas: a los enfermos y a los presos. No habla aquí de sanación ni de liberación sino sólo de visita. Y pensaba en el Taller de sentido de la vida, en la biblioteca y el cine. Me viniste a visitar y hablamos de películas, de novelas que me gustaron. Hacía rato que nadie me preguntaba nada profundo y en el taller de sentido de la vida me ayudaste a que me soltara y contara lo que tenía por dentro. Porque la actividad de visitar requiere todo un arte. Para ser visita linda y no visita molesta. Visitar es una actitud. Hay que saber visitar y saber recibir visitas. No sólo los enfermos y los presos necesitan ser visitados… O quizás, mejor, los enfermos y los presos son como la imagen más fuerte de cuándo y dónde necesitamos ser visitados todos. Qué bien que hace, cuando alguien “nos alivia” por su modo de preguntarnos por algo que nos hace sentir frágiles (débiles, in-firmus). Qué bien que nos hace cuando otro, con delicadeza, nos saca de algún encierro, mental o emocional…

Y así, el Señor nos irá diciendo a la Comunidad del Hogar: andaba sin trabajo y pensaba cómo sería poder mandar un curriculum por internet y me enseñaste a crear una dirección de mail y a mandar mis datos a una agencia…, me invitaste a la Cooperativa, me pediste que te diera una mano con las mesas.

La contemplación fue por este lado: contemplar cuidadosamente todas estas “pequeñas acciones” que hacemos en el Hogar y que se pueden sumar a las que dice Jesús que le importan.

Creo que se puede porque él llega a hablar hasta de un vasito de agua dado en su nombre a sus pequeños. Cuánto más estas que más que acciones buenas son “co-acciones”, oportunidades de que los más pobres se organicen, luchen, se expresen, creen cosas y trabajen con sus manos, como le decía el Papa a los Participantes en el Encuentro de Movimientos Populares:

Pese a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.

Creo que es lindo pensar que Jesús nos dirá: “y por la oportunidad que le brindaron a los más pequeños de poder crear cosas lindas con “la artesanalidad que les dio Dios”, muchas gracias. Muchas gracias por brindar a los pequeños la posibilidad de hacer poesía!

En las lecturas de hoy, también se habla de enemigos. Pablo dice que “el último enemigo aniquilado será la muerte”. Mirando a Julita, mientras rezábamos en coro con ocho voluntarias, pensaba que en la Casa de la Bondad el Señor logra la primera victoria ante la muerte: nos quita el miedo, nos hace recibir la muerte y tratar con ella en paz. Le hemos hecho una Casa para que la gente más solita muera rodeada de Bondad.

Me decía una amiga que había acompañado a su esposo hasta en la ambulancia, indignada porque la funeraria de renombre lo había trasladado envuelto en una bolsa raída, que “a los muertos se los trata mal” y es verdad: hay una falta de respeto que nada tiene que ver con esa obra de piedad evangélica que es enterrar dignamente a los muertos. También pienso que Jesús nos podrá decir: porque estuve muerto y me trataste con bondad.

Y también pensaba, volviendo al Hogar, que hay muchos otros enemigos que no son la muerte misma pero sí sus adláteres y sus avanzadas. Son enemigos que el Señor quiere poner bajo el estrado de sus pies. Y se me ocurrían tantos enemigos contra los que el Hogar lucha cada día: la indiferencia, la exclusión, el no mirar al otro como igual, los prejuicios, la dureza, las excusas… En realidad son todas “faltas de compasión”. Porque seremos juzgados por la compasión que es igual a decir vida, porque la compasión es lo que hace latir el corazón humano. Y el que no se compadece, el que no practica la misericordia no es que incumple con un deber, es que está muerto. Porque la vida es pasión y la primera pasión es la compasión.

Nuestro corazón realiza 70 veces por minuto –apasionadamente- esa obra de creatividad y misericordia que es enviar sangre fresca a las periferias de nuestra carne para recibirla de regreso, sucia y cansada, y darle un hospedaje transitorio en su cavidad, para que se purifique y vuelva a salir, a dar vida. El Señor nos dice que nos juzgará por esta actividad que no pertenece a ninguna creencia ni religión sino que es propia de todos los hombres y mujeres y que podemos “aprender a mejorar” sin que nadie nos lo enseñe desde afuera, porque es expresión de lo que somos.

Un último agradecimiento que me gusta imaginar: el Señor me dirá “estaba sin buenas noticias y me mandaste una contemplación”. La verdad es que esta actividad fue un regalo que nació de un no saber bien cómo rezar y probar a escribir una contemplación con el evangelio del Domingo que fuera para compartir. Se la envío a los que la reciben pero no sólo a cada uno sino al Jesús que está ustedes y que se alegra de que “le comenten su propio Evangelio”, como cuando los hizo hablar a los de Emaús y les pidió que le contaran lo que había pasado, haciéndose un poco el tonto. Esta acción tiene algo de dar de comer a los hambrientos de toda palabra que sale de la boca de Dios. Tiene algo de dar de beber a los que como la Samaritana anhelan y desean: Dame de esa Agua viva para que no tenga que venir a buscarla al pozo. Tiene algo de vestido, en el sentido de buscar palabras lindas y narraciones que alegran y le dan un tono lindo al día. Tiene algo de visita que llega por mail e invita a charlar un rato de las cosas de Jesús. El Señor me la agradece desde ahora, sin esperar al juicio y no le importa tanto si alguna sale medio media, si es como esas visitas que por ahí se hacen laaargas o resultan un poquito incómodas. El sabe escribir derecho con contemplaciones torcidas. Y como tienen la gracia de la “levedad virtual”, que con un click desaparecen o se mandan a guardar, mal no hacen.  Esta, por ejemplo, pesa menos de 40 Kbytes.

Diego Fares sj

Domingo 33 A 2014

Domingo 33 A 2014

 

Humor angélico vs ironía satánica

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas. Llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió un talento, hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor: Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’. El Señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación».

Contemplación

«Porque has sido fiel en lo poco…»

Se ve que el hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas era muy rico ya que consideraba que los 35 kg de oro, que le dio al servidor perezoso, o los 175 kg de oro que le dio al de mayor confianza, eran «cosa de poco valor». Quizás podemos interpretar que el dinero es algo de poco valor y que «las cosas de mucho valor» que le confía a los servidores buenos y fieles son de otro orden. Pero ¿qué puede haber que sea de más valor que muchos kilos de Oro? En otras versiones de la parábola se indica que las «cosas de mucho valor» tienen que ver con personas. El servidor bueno y fiel, cuyo ícono es nuestro padre San José, es el que cuida del personal y distribuye a cada uno su tarea y su ración a su tiempo y no maltrata a los servidores.

Curiosamente, pareciera que hay alguna conexión entre el oro y los afectos, entre la manera de ganar plata y de ganar amigos…

Como la parábola es bien comparativa: con el Reino sucede como con un hombre que, a los que le fueron fiel en las cosas de poco valor (talentos) les confió cosas de mucho valor (personas), podemos ampliar la comparación y hablar de «talentos» de cualquier tipo, no solo dinero) y de «relaciones personales».

La dinámica de los dos primeros colaboradores es la de «dar fruto» con los talentos confiados y devolver el doble a su Señor.

Notemos que ni siquiera se preocupan de guardarse algo para sí. Su alegría está en haber ganado el doble para su Señor. Me confiaste cinco, aquí tienes otros cinco.

Y al hombre que se fue de viaje se ve que le gusta esta actitud proactiva y desinteresada. Lo vemos porque los premia a los trabajadores y al que enterró su talento le reprocha su pereza: ni siquiera dejaste que ese talento me diera intereses, como diciendo, con sólo ponerlo en el banco algo hubiera dado ya que el dinero vale por sí mismo (y hoy en día más).

¿A qué apunto?

Voy a dar un pequeño rodeo. Ayer me escribe un cura amigo que está de misionero, junto con un equipo de gente muy capaz, y me hizo reír mucho con un comentario. Dice: «Con el equipo de los padres, vamos caminando, hablamos y compartimos lo que más podemos, y cuando sale la oportunidad, seguimos viendo como crecer, tratamos de ver lo que Dios nos va diciendo como equipo…, cosa que no es sencilla, pareciera que Dios nos habla a cada uno por separado y nos dice cosas diferentes a los cuatro jajaja…, pero vamos viendo».

Yo le comentaba que su buen humor es una gracia y que tenía que publicar la frase (cosa que estoy haciendo ahora). Está muy bueno esto de gente con mucho talento a la que, a la hora de trabajar en equipo, pareciera que «Dios le habla a cada uno por separado y le dice cosas diferentes a los cuatro jajaja».

No dejemos de notar el jajaja, que es lo más valioso, porque, como dice Marechal al comienzo del Adan Buenosayres, hay un humor angélico que hace bien, da una superioridad sobre los problemas y las tonterías humanas que permite resolver las contradicciones con altura  (contra lo que decía Baudelaire: que el humor y la ironía eran algo diabólico, porque implicaban hacer sentir al otro la propia superioridad al ironizar).

Es verdad que hay un humor y una ironía o sarcasmo que le hace el juego al poder (que suele ser diabólico) y hay otro humor, como el de Jesús, que apunta al servicio, que humilla sin denigrar, como cuando le dice a Nicodemo: «qué cosa que vos siendo maestro en Israel no sepas que hay que nacer de nuevo», o como cuando le pregunta a los discípulos haciéndose el tonto «¿y de qué estaban hablando por el camino?».

La ironía de mi amigo cura es de las de buen espíritu, porque agarra a cada uno por lo mejor que tiene (que es que le hable Dios y le de buenas ideas e intenciones) y hace ver que no puede ser que el mismo Señor le diga cosas diferentes a los cuatro. O, en todo, caso, si se las dice, es para que se las ingenien en ponerse de acuerdo con la riqueza de las diferencias y no para distanciarse, como diría Francisco.

Desde esta óptica de la ironía diabólica y del buen humor angélico, caigo en la cuenta de que en la respuesta del servidor que enterró el talento hay una ironía amarga de fondo.

Escuchemos de nuevo la frase. ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

Es una frase fea ¿no? El que la dice es un pobre tipo, es cierto, pero uno que con su ironía destruye la imagen del patrón y rebaja la actitud de sus compañeros fieles. Si no estuvieran los otros, uno podría coincidir, como tantas veces que alguien nos larga una frase así, triste, sobre una autoridad y uno muerde el anzuelo y asiente. Me lo imagino haciendo comentarios, después de haber enterrado su talento., diciendo cosas como: «qué tipo exigente, nuestro patrón ¿no? Qué querrá con esto de darnos talentos…? A mí me dio uno solo, pero se ve que a otros les dio más. Creo que a aquel le dio cinco, date cuenta. Mirá como anda agrandado haciendo negocios. Se ve que se le subieron los humos. Yo pienso que aquí mejor no arriesgarse mucho, porque después metés la pata y te la cobran…».

Estas frases dichas a otros me las imagino yo. Pero las que los servidores le dijeron a su jefe, están claritas y es el mismo Señor el que eligió las palabras para que se entienda bien qué es lo que le gusta y qué es lo que condena.

El patrón no era para nada un tipo duro y exigente. Era un buen tipo de esos que le confían sus bienes a su gente con la esperanza de poder confiarles cosas más grandes. Cómo va a venir éste a hacerle un análisis sicológico y decirle: “Ya sé como es Ud. Ud. es tan exigente! Lo digo en el buen sentido, no crea. Pero a mí me dio miedo… así que aquí tiene «lo suyo».

El Patrón no era para nada uno que quiere cosechar donde no sembró. ¿Se dan cuenta lo que es decirle a alguien: «vos querés cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado? Es como decirle: vos te apropiás de los talentos que ganaron los otros, los hiciste laburar y ahora te quedás con todo. Sos uno que busca fama. Te querés quedar con todo. Pero a mí no me agarrás. Aquí te devuelvo lo tuyo y listo. Mi trabajo me lo hago yo para mí y no para que lo aproveche otro…

Es una lógica muy pero muy diabólica que atenta contra el Bien y contra el que es Bueno y lo hace de manera camuflada, bajo la apariencia de un pobre tipo que tenía un solo talento y lo escondió, allá él. Pero no, porque este tipo rebaja todo: hace aparecer como duro al que es Ternura, como muy exigente al que se deja entusiasmar por el trabajo y el dar frutos, como un aprovechador y vanidoso, al que es pura generosidad y cuya gloria es que los otros crezcan y vivan bien.

Por eso la condena del patrón es tan dura. No es un simple: dame lo mío, quedamos a mano y andate en paz. La condena es llamarlo primero malo, segundo perezoso y tercero necio, lo cual se ve en que lo condena usando sus propios argumentos.

La condena es también reduplicar su apuesta dándole más al que más había negociado los talentos con alegría y desinterés. Lo cual equivale a decir que el patrón se da cuenta de que este servidor malo, perezoso y necio, no sólo lo rebajaba a él sino también al que era más fiel.

Y además lo manda al reino de las tinieblas, que es el reino del chusmerío, de las lamentaciones y del rechinar de dientes, el reino de los envidiosos, de los detractores, de los que ni hacen ni dejan hacer, de los que se creen vivos, de los que tienen enterrado su talento en vez de ponerlo alegremente a disposición de los demás, de los que se ríen de los que son fieles.

El Papa Francisco suele hablar muy fuerte acerca de las distintas formas de “rebajar a los demás” con ese humor satánico que es una forma solapada de buscar poder.

En la misa del 18 de Mayo de 2013 decía:

El chisme y la envidia hacen mucho daño a la comunidad cristiana. No se puede «decir solo la mitad que nos conviene».

Hay dos modalidades de entrometerse mal en la vida y la misión de los otros. En primer lugar, la «comparación«, el «compararse con los demás». Cuando existe esta comparación, dijo, «terminamos en la amargura y hasta en la envidia, y la envidia arruina la comunidad cristiana», “le hace mucho daño», y «el diablo quiere eso».

La segunda forma de esta tentación, agregó, son los chismes. Se empieza de una manera “muy educada”, pero luego terminamos «despellejando al prójimo»: «¡Cuánto se chusmea en la Iglesia! ¡Cuánto chusmeamos nosotros los cristianos! El chisme es despellejarse, ¿no? Es maltratarse el uno al otro. Como si se quisiera disminuir al otro, no? En lugar de crecer yo, hago que el otro sea rebajado y me siento muy bien. ¡Esto no va! Parece agradable chusmear… No sé por qué, pero se siente bien. Como un caramelo de miel, ¿verdad? Te comes uno -¡Ah, qué bien! -Y luego otro, otro, otro, y al final tienes dolor de estómago. ¿Y por qué? El chisme es así: es dulce al principio y luego te arruina, ¡te arruina el alma! Los chismes son destructivos en la Iglesia, son destructivos… Es un poco como el espíritu de Caín: matar al hermano, con la lengua; ¡matar a su hermano!».

En este camino, dijo, «¡nos convertimos en cristianos de buenas costumbres y malos hábitos!» Pero ¿cómo se presenta el chisme? Normalmente, ha distinguido el papa Francisco, «hacemos tres cosas»:

 «Desinformamos: decir solo la mitad que nos conviene y no la otra mitad; la otra mitad no la decimos porque no es conveniente para nosotros.

En segundo lugar está la difamación: Cuando una persona realmente tiene un defecto, y ha errado, entonces contarlo, «hacer del periodista»… ¡Y la fama de esta persona está arruinada!

Y la tercera es la calumnia: decir cosas que no son ciertas. ¡Eso es también matar a su hermano! Todas estas tres –la desinformación, la difamación y la calumnia– ¡son pecado! ¡Este es el pecado! Esto es darle una bofetada a Jesús en la persona de sus hijos, de sus hermanos».

Durante su homilía, Francisco recordó también un episodio de la vida de Santa Teresita que se preguntaba por qué Jesús dio tanto a uno y poco a otro. La hermana mayor, tomó un dedal y un vaso y los llenó con agua, y luego le preguntó a Teresita cuál de los dos estaba más lleno. «Ambos están llenos», dijo la futura santa. Jesús, dijo el papa, hace «así con nosotros», «no le importa si eres grande, si eres pequeño». Él está interesado en que «estés lleno del amor de Jesús».

 

Diego Fares sj

Domingo 31 A 2014 Todos los Santos

8Comunión de los santos

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Al ver a la gente, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.»  (Mt 4,25.5, 1-12).

 

Contemplación

Releo la homilía radial de von Balthasar para la fiesta de todos los Santos y encuentro a George Bernanos, con sus imágenes tan poderosas sobre la comunión de los santos.

Antes de transcribirlas me detengo un momento y busco en Google si hay alguien más a quien le haya conmovido eso que dice: que “Jesús ha venido no como vencedor sino como uno que implora protección” –como un pobrecito del Hogar-,  y “Él está en mí como un prófugo que se ampara bajo mi protección”. Busco y lo primero que encuentro –y me maravilla- es una cita de la contemplación del 2009, el día que inauguramos la Casa de la Bondad y elegimos con Rossi celebrar esta misa de Todos los Santos.

Dos sentimientos vienen juntos, uno profundo y otro más superficial –cierta molestia de “cómo puede ser que no me acuerde de que ya había escrito sobre esta frase”-.

El sentimiento profundo es de alegría por esta “comunión con el propio deseo de santidad”. Es lindo reencontrarse con ese deseo de santidad que el Señor sembró en nuestro corazón desde pequeños y que sale a la luz cada vez que cavamos un poco, cada vez que regresamos al cuarto secreto del corazón, luego de andar de aquí para allá por la superficie de la vida. La comunión con los santos no es sólo con los que están en el cielo, es también comunión con el amor que vivieron muchos en esta tierra, con el niño que fuimos, con los que comparten la fe en otras culturas, y esperanza de comunión con los que vendrán.

 

Vuelvo a Bernanos para poner un círculo de protección definitiva a este amor de Jesús prófugo que se ampara bajo nuestra protección y establece así la comunión de sus santos protectores. Dice Bernanos que “el diablo, que puede tantas cosas, no llegará a fundar jamás su iglesia, una iglesia que ponga en común el pecado y los (de)méritos del infierno. De aquí hasta el fin del mundo será necesario que el pecador peque solo, siempre solo”.

Esta es la anti-imagen necesaria para que la comunión de los santos –en su humildad y pequeñez aparente- nos llene de consolación. Es verdad lo que decimos que en los medios, el mal aparece por todos lados, creando “una sensación de inseguridad”  (aquí me animo a decir que algunos del gobierno profetizan, quizás como Caifás cuando dijo que uno tenía que morir por el pueblo, pero profetizan: lo de la “sensación de inseguridad” es –teológicamente- una gran verdad. Porque de última: “nada ni nadie podrá separarnos (de la seguridad) del amor de Cristo”).  El mal, aunque parezca devastador, omnipresente y todopoderoso, no puede “crear comunión”. Es verdad que como nos ametralla incesantemente parece que todos los males del mundo se confabulan y tienen consistencia, pero no es así: lo que tiene consistencia es la vida, que renace y por eso, en su fragilidad renovada, ofrece al mal un lugar donde actuar destructivamente. Pero comunión, sólo la hay de los santos. Sólo el amor –los actos de amor más ocultos y pequeños, decididos en el secreto del corazón y llevados a cabo en silencio y ocultamente- tiene capacidad de crear vínculos, de establecer alianza, de entrar en comunión.

….

Estas cosas no las dice sólo Bernanos o von Balthasar. Tampoco son sólo de Pablo. Ni siquiera el Señor se reserva para sí la exclusiva. La comunión de los santos es una gracia “gratis data” –dada gratuitamente-, por el Señor de una vez para siempre, gracia que constituye el tejido tierno e irrompible que teje la trama de nuestra vida y la afirman con gestos y palabras –cotidianamente- todos los pequeños que viven el amor de Cristo como un aire que se respira.

Un ejemplo lindo: lo que me dijo Gladys con una hermosa sonrisa en la recepción del Hospital Español el sábado pasado, yendo a visitar a una enferma. Justo cuando llego a recepción salía una señora “a comprar algo a la ferretería” –dijo- y la recepcionista, cuando le digo que soy sacerdote para que me deje pasar aunque no es horario de visita, se ilumina y me dice “esa señora está buscando un sacerdote para que le bautice a su nietito”. Los dos miramos y la otra ya se había ido. Quedamos en que iba a mi enferma y luego volvía para que me avisara cómo se llamaba el nieto. La cuestión es que, luego de unas cuantas vueltas, encontré a la mamá, lo bauticé a Enzo Osvaldo, quedé en volver…,  y al salir le cuento a Gladys y me dice, mirándome a los ojos, emocionada: “en este lugar uno ve cómo Dios hace bien todas las cosas y tiene todo organizado y previsto”. Que lo dijera en ese lugar, precisamente, que podía ser el de la queja con todo derecho de “lo mal que anda este país y el mundo entero”, dado el despelote que es ese hospital, me conectó con la esperanza y con esto que llamamos “la comunión de los santos”, una comunión gestionada por gente como Gladys, de recepción, atenta al corazón de las abuelas que quieren bautizar a sus nietitos y a los curas que van a visitar enfermos, en medio de los problemas sanitarios de la Capital.

 

Todo esto es para disipar esa telaraña que se extiende sobre nuestra realidad dando la impresión de que todo anda mal. Para nada es así. Basta que uno se decida a un pequeño gesto de amor para que se abra el Cielo y uno se sienta –como Gladys- “predilecto” y parte de ese plan “de cosas buenas preparadas por el Padre para los que aman”.

Eso sí, y hay que decirlo, el amor teje y crea vínculos que sólo sirven para el amor. En ese sentido, el amor es exigente y por eso a veces preferimos vínculos más cómodos, menos comprometidos.

………………..

Después de escribir esto caí en la cuenta de que no podía seguir si no lo volvía a ver a Enzito y me pegué una corrida al Hospital. De paso le llevé la comunión a Titina y en vez de hacer las visitas por la tarde las hice de mañana. No pude entrar porque estaban medicando en terapia, pero la enfermera me dijo que el bebé estaba bien, mejor. Hubo algunos amagues de acercamiento pero quedaron ahí. La otra recepcionista me dijo el apellido de Gladys y que entraba a las cinco. Un papá me comentó que no lo dejaban entrar todavía a ver a su hijito, que tenía un problema en el esófago, otras mamás que esperaban saludaron…, pero nada especial. Se ve que las cosas son parte y parte y uno encuentra lo que anda buscando y lo que no, le pasa cerquita. Esa abuela que quería el bautismo para su bebito, tanto como para comentarlo con una recepcionista, hizo que esta me conectara con su hija y el bebe unos segundos después que ella partió para la ferretería (todavía me pregunto qué iba a comprar en la ferretería y si escuché bien o dijo otra cosa).

 

Bueno, la moraleja de las pequeñas historias del amor de Jesús, que tiene la grandeza de asociarnos a su acción y de hacer pasar su amor por nuestras manos, no es una moraleja que se pueda escribir. Así como a mí me hizo volver al hospital, cada uno tiene que agarrar el tejido en el punto de amor en que lo dejó y retomar con las puntadas. Cada historia es una historia de amor, como dice Vanier y la tenemos que escribir con hechos cada día.

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Diego Fares sj

 

 

 

 

Domingo 30 A 2014

Las cinco luces que enfrían el amor

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Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la ley le preguntó con ánimo de probarlo:

‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?’

Jesús le respondió:

‘Amarás al Señor, tu Dios, con amor de gratuidad

con todo tu corazón (kardía)

con toda tu alma (psiché)

y con toda tu razón (dianoia).

Este es el más grande y el primer mandamiento.

El segundo es semejante al primero:

Amarás (agapeseis) a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos mandamientos penden la ley entera y los Profetas’” (Mt 22, 34-40).

 

Contemplación

Un autor de nombre difícil (para nosotros) –Erich Przywara sj-, muy apreciado por Francisco, tiene un tratadito del amor –el ágape- que es de lo mejor que he leído: trata de cómo el Amor es lo único esencial y digno de fe y, también, de cómo nos las arreglamos los hombres para contradecirlo o achicarlo o convertirlo en algo que él no es –solo amor- y, más hondo aun, de cómo el Señor se las arregla para que con todas estas contradicciones y “herejías contra el ágape”, éste Amor suyo siempre triunfe (cumpliendo esa ley misteriosa propia de todo lo de Jesús y que es que el amor se realice invisiblemente bajo la apariencia de su contrario, como sucedió en la Cruz, que parecía que le quitaban todo y en realidad Él se estaba dando entero, por amor).

 

En lo que me quedé enganchado para meditar y contemplar cuando se diera el momento (que es el del evangelio de hoy, en el que los que gestionaban una religión de 613 preceptos, le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más grande), es en que el padre Przywara dice que, muchas veces, nos quedamos con la visión del AT, en la que se da un doble mandamiento (Amar a Dios directamente, por sí mismo, y al prójimo como a nosotros mismos), cuando “el misterio único y el mandamiento único del ágape nupcial, del amor cristiano, proclamado por el Señor, suprime esa disociación entre Dios, prójimo y nosotros, y sólo sabe de la unión con Dios en el amor de las personas entre sí”.

 

Vamos a profundizar teológicamente en este amor. Sé que a algunos les gusta más cuando cuento las parábolas del Hogar y que hoy estamos cansados de eso que el Papa Francisco llama “una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada”. Pero confío en que, como dice Pablo: “el amor no hace mal al prójimo” (Rm 13, 10). Y también en lo que dice Ignacio: que “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” pero como “es comunicación”, hablar de él es esencial.

 

La caridad absoluta de la que habla el NT es “el amor de unos a otros como participación en el Amor de Dios al hombre” (…) Es el único mandamiento, la única ley, lo único que hemos de imitar, la única señal para reconocer a un cristiano. San Juan dice todo esto de modo inequívoco cuando afirma rotundamente que sólo en la caridad mutua permanece Dios en nosotros y nosotros en Él, porque Dios mismo es caridad”.

Y este amor de ágape que trae Jesús tiene un sello “matrimonial”, “nupcial”: es desposamiento, alianza, comunicación íntima de distintos, amor fecundo, que crece como familia, en un ritmo en que se combinan la unión y la distancia, ese espacio tan único de la buena familia que tiene momentos de intimidad exclusiva y momentos de apertura a los demás.

 

Dios no hace otra “alianza” que no sea esta del amor nupcial y la Eucaristía es el memorial y la actualización de este único ágape y alianza, en la que, como una familia, los distintos nos respetamos y amamos, sanamos nuestras heridas y nos perdonamos, nos animamos unos a otros a ser cada uno feliz realizando su carisma al servicio de los demás, sin celos, ni enojos ni impaciencias… Pablo lo expresa en el Himno a la Caridad: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene  en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13).

 

Este amor, dice Przywara, que el Señor ha donado y que el Espíritu mantiene encendido y fecundo en la Iglesia, sufre persecuciones y herejías internas, dentro de la Iglesia. De última, para entender lo que pasa en la Iglesia, hay que fijar la mirada en este amor nupcial de Jesús crucificado y resucitado y discernir, en nuestras discusiones y problemas, lo que nos aleja de este amor y lo que nos hace poder vivirlo.

 

Lo bajo ahora a la realidad (como en la reunión que hicimos la semana pasada con los huéspedes del Hogar. Tratábamos, a propuesta de ellos, el tema del bien y del mal; si se podía ser bueno estando tan condicionados por la sociedad actual, si era posible ser solidario estando cascoteado… Discurría el diálogo y cobraba altura hasta que uno dijo: “ya que lo tenemos entre nosotros, que hable el padre, a ver si baja esto a la realidad, porque estamos hablando muy en general”. Yo les pregunté si de verdad querían que lo bajara a la vida del Hogar y como dijeron que sí, les dije que “el mal, en el Hogar, era robar a un compañero. Aunque fuera una toalla. Robar en el Hogar era un pecado gravísimo y causaba un daño muy grande, porque dañaba la confianza para descansar en paz a gente que no tenía otro refugio donde estar”. Seguí sacudiendo con todo, diciendo que enojarse o discutir no estaba bien pero era comprensible: un estado de ánimo o cuestión de carácter, pero robar era algo planeado y deliberado y eso era muy malo… Bueno, el excurso es para ir a lo concreto).

 

Tentaciones contra el amor entre nosotros, amor en el que permanece (o perece) el Amor de Dios.

Yo me pregunto: ¿este servicio que presto es gratuito y amoroso de verdad, como los que brindo en mi familia, donde sé que “tendré que lavar los platos toda la vida…” o apenas lo brindo un tiempo ya pongo tantas condiciones y hago tantos reclamos que terminan estando los que quería ayudar al servicio mío?

Esta idea que tengo, ¿me lleva a dialogar con el otro con el deseo de unirme a él o la uso para cerrarme y atacar o apartarme con impaciencia?

Este juicio que hago sobre el otro, ¿es un juicio como los que hago con los de mi familia –misericordioso- o como los que hago sobre los políticos –burlón y despiadado?

 

Como ven, partimos del servicio que realmente brindamos, luego examinamos las ideas y por último los juicios.

Es el orden del amor, que se pone más en las obras que en las palabras (ideas y juicios).

Francisco decía que el Papa tiene la última palabra porque es “el servidor de los servidores” del pueblo fiel. En la Iglesia, el juicio más último lo tiene el que más sirve, no el que más “sabe”. Como en la familia.

 

Algunas herejías contra el amor familiar (cada uno busca la que más lo tienta)

 

La primera es la que Francisco llama “gnóstica”. Hablando en criollo es la de “sobrenaturalizar” tanto el amor que pareciera que el ideal es tratar con Dios directamente de espíritu a espíritu, prescindiendo de todo lo que es “carne y huesos”, situación social, vida cotidiana con el prójimo concreto con el que viajo, trabajo y convivo. Desde que Jesús se encarnó, el Amor ya no se puede desencarnar. Todo lo contrario, su dinámica es la de naturalizarse y cotidianizarse más y más.

 

La segunda forma de herejía interna contra el amor es la de “intelectualizarlo”. Esta herejía tiende a darse en los que defienden la primacía del entendimiento y de la ciencia por sobre el amor. Se ve en los que defienden “definiciones” que terminan siendo trampas para alejar a la gente de la misericordia y del amor incondicional de Dios.

 

La tercera forma de herejía interna contra el amor es la que le otorga la primacía a la obediencia formal, a la disciplina y al orden por el orden mismo. Es una caricatura de la lealtad de amigos y de la fidelidad matrimonial. Se ve en las instituciones de caridad que no ponen en el centro “al que está en situación de pobreza”, buscando lo que le hace bien a él, sino que ponen sus normas y leyes sin revisarlas ni confrontarlas.

 

La cuarta forma es la del “personalismo”. Es como la anterior, pero la obediencia no es a una ley, dogma o institución que se impone desde arriba, sino a una persona o líder carismático, libremente elegido desde abajo. Cada uno elige a los líderes que le caen bien y los obedece incondicionalmente. Con esta actitud se fragmenta necesariamente la unidad familiar de la Iglesia, una, santa y católica.

 

La quinta forma de tentación contra el amor es la colectivista, que elimina todo lo personal y pone el acento en las mayorías, en la gestión de las cosas, en los números, que pasan a ocupar el lugar del ágape.

 

Lo común a estas tentaciones contra el amor (aunque parezcan opuestas entre sí) es que son formas de querer “hacer visible y dominable” ya, totalmente, el amor de Cristo, que requiere la paciencia de la levadura y del grano de trigo que muere para fructificar.

 

Przywara muestra luego, magistralmente, cómo el Espíritu armoniza estas resistencias contra el amor y escribe derecho con líneas torcidas. En el fondo son faltas de fe, renuncias a “esperar” que el amor de fruto.

El espiritualismo es falta de fe en que Dios se ha hecho hombre de carne y huesos y camina con nosotros en nuestra historia.

El intelectualismo es falta de fe en la “locura de la Cruz” que es más sabia que la sabiduría de los intelectuales.

La obediencia formal es falta de fe en el diálogo y en la reciprocidad del amor.

El personalismo es falta de fe en que el amor no es sólo entre amigos sino también entre enemigos y adversarios.

El colectivismo es falta de fe en la fuerza del amor uno a uno, a la oveja perdida. Los números no cuentan por sí mismos.

 

Estas resistencias al amor, propias de cada cultura y de cada tipo humano, han sido vencidas por Cristo. “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” Nada ni nadie, dice Pablo.

Tampoco estas “tentaciones bajo especie de bien, disfrazadas de ángel de luz”:

Estas son las “cinco luces que pueden oscurecer el amor”:

la luz del ensimismamiento en dinámicas espiritualistas,

la luz del saber teológico,

la luz de la obediencia institucional,

la luz de la adhesión personal al líder libremente elegido,

la luz de la embriaguez del número y de la gestión.

 

Estas tentaciones contienen también –como las herejías externas- algo de verdad y hay que saber aprovecharla.

Es bueno desear estar “cara a cara” con Dios. Y esta esperanza hay que mantenerla viva animándonos a mirar cara a cara a Jesús en los pobres.

Es verdad que el amor da sabiduría y recta doctrina, y hay que animarse a que no todos acepten la verdad del amor y algunos la consideren “locura”, la locura de la cruz: “no quise saber otra cosa sino a Cristo crucificado”.

Es bueno obedecer la voluntad de Dios tal como la expresa la Iglesia jerárquica, siempre que esa obediencia sea “de corazón”, con libertad de espíritu y no algo formal.

Es verdad que el amor es adhesión a la Persona de Cristo y a las personas que él elige, y este amor personal hay que animarse a vivirlo sin ningún sectarismo.

Es bueno hacer números para que el amor llegue a todo el pueblo de Dios pero sin regodearse en los números como expresión de nuestra buena gestión.

 

Así, vemos que hay algo bueno y verdadero incluso en las “herejías” contra el ágape. Lo que hay que pedir es la gracia de discernir en cada caso y en cada actitud esta “perla” del amor y “saber vender –con buen humor- todo lo demás” o “cerrar un poco los ojos a esas “luces” que, si se absolutizan, enfrían el amor.

Diego Fares sj

 

 

 

Domingo 28 A 2014

Dios no está en crisis: sigue invitando

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Respondiendo Jesús les habló de nuevo en parábolas diciendo:

(Lo que acontece en) el reino de los cielos es semejante a (lo que le pasó a) un rey que preparó las bodas de su hijo;  envió a sus servidores a llamar a los que habían sido invitados a las bodas y no quisieron venir.

De nuevo envió otros servidores diciendo:

‘Digan a los invitados: mi banquete está preparado, mis toros y animales cebados han sido sacrificados y todo está a punto. Vengan a las bodas’.

Pero ellos no haciendo caso se fueron, uno a su propio campo, otro a sus negocios y los demás, echando mano a los servidores los ultrajaron y los maltrataron.

El rey se llenó de ira y enviando sus ejércitos, hizo perecer a aquellos homicidas e incendió su ciudad.

Entonces dice a sus servidores:

‘Las bodas están listas, pero los invitados no eran dignos, vayan pues a los cruces de los caminos y a cuantos encuentren invítenlos a las bodas’.

Y saliendo aquellos servidores a los caminos, reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.

Entrando el rey a ver a los que estaban a la mesa vio allí un hombre que no vestía el vestido de bodas y le dice:

‘Compañero, ¿cómo entraste acá, no teniendo el vestido de bodas’?

El no abrió la boca.

Entonces el rey dijo a los servidores:

‘Atenlo de pies y manos y arrójenlo a las tinieblas de allá afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’.

Porque muchos son los llamados pero pocos los elegidos” (Mt 22, 1-14).

 

Contemplación

Hoy tengo algo para escribir que me desborda y se me amontona, como la gente que quiere entrar al Hogar y se acerca –siempre se va acercando, por más que hagamos hacer fila y ordenemos…- por todos lados a la puerta. Quería comenzar diciendo que no sé cómo contarlo para que les llegue de verdad y salió ahí nomás esta imagen que es, precisamente la que quiero compartir. Pero no es tanto la imagen de nuestros hermanos que se amontonan todos los días a la puerta del Hogar sino la imagen de una extraña fila que se formó ayer a la tarde.

Lo que quiero anunciar es cortito y simple: quiero dar testimonio de que lo que Jesús cuenta en esta parábola pasó ayer –está pasando ahora porque más de veinte amigos en situación de calle están de retiro espiritual estos tres días.

¿Qué es lo que cuenta Jesús? Cuenta la parábola de los invitados a las Bodas, que entre todas sus riquezas y misterios tiene esta del misterio de la invitación que es de las cosas más iluminadoras de la vida. Nuestro Dios es como un rey que invita a las bodas de su Hijo y entre los hombres hay quienes aceptan su invitación y quienes, por diversos motivos, no la aceptan, no van.

Bueno, yo quiero contarles la emoción que sentíamos estos días en el Hogar con los que iban aceptando –en un número que nos parecía increíble y que aumentó con el paso de los días- la invitación al retiro que organizaban nuestros amigos del Movimiento Virgen Gaucha. Era una mezcla de emoción y miedo como el que producen las respuestas inesperadas, que otras veces no han tenido eco, y uno siente “no puede ser”, “algo raro pasa”. Y lo que pasa no es raro si se lee la realidad con la luz que da el Evangelio, que es “antorcha”, llama encendida que camina iluminando al que va a su lado.

Quiero decir que el evangelio te ilumina si vas a caminando tras la antorcha, no si te quedás parado viendo la tele (esta imagen de la antorcha es del jesuita Spadaro y la usó para decir en el Sínodo de la familia cómo es que tiene que iluminar la vida lo que digan los padres: como una antorcha, no sólo como un faro estático que ilumina todo de lejos y desde lo alto, sino como una antorcha que va junto con la gente iluminando el día a día). Por eso es que quería escribir “llevándolos” a tener la experiencia de lo que está pasando con los invitados a la fiesta del retiro (un jovencito que aceptó la invitación tiene tal grado de discapacidad –con sus bracitos siempre medio en alto como resguardándose de algo y el mentón hacia arriba, decía que pidió ir al retiro “para estar un rato tranquilo”-.

Es como que hay que ir iluminando lo que pasó de a poquito, cada rostro, cada palabra intercambiada…

Ayer mientras esperábamos el colectivo (fue una horita que estuve y fui porque tenía miedo que se armara lío en la puerta del Hogar; después me quedé porque era un gusto charlar de cosas espirituales con los que habitualmente charlamos de fútbol o de lo que el Hogar te puede dar y lo que no), mientras esperábamos y Olga iba llamando uno por uno para hacer las fichas, salieron muchas cosas.

Lo que más llamaba la atención desde adentro era la voz de un muchachón grandote que hablaba hasta por los codos; el tono me daba la impresión de que quería hacer bardo así que salí y les pedí que hicieran fila y, aunque el grandote estaba un poco denso, y dos jóvenes con piercings y capucha me parecían medio sospechosos, los demás se ordenaron y se me fueron individualizando (digo yo). Lo suele pasar con la gente en situación de calle es que en grupo despiertan imágenes de miedo pero cuando charlás cara a cara con cada uno aparece la persona y les digo que el interés que tienen en charlar aquellos con los que nadie charla es conmovedor. Apenas se ordenó la fila, saltó uno que no conocía y me dijo: “¿ya volvió de Roma?…. Ah! No se fue todavía. Así que se va con Francisco. Dele saludos eh!”. Otro me preguntó con tono bajito y una sonrisa mansa que si ya no oficiaba misa en el Hogar; que antes había más misas y que ahora hacía tiempo que no anunciábamos una misa… y que sí, que estaba lindo si hacíamos más misas, que a él le gustaba, así que bueno, sí, es verdad que habíamos tenido hacía dos meses, claro. Pero que estaba bueno que hubiera…” (me quedó reclaro!). Todos los diálogos eran con el grandote de fondo que hacía preguntas teológicas sobre si Roma quedaba en Jerusalén y que qué había pasado que ya no había soldados romanos como en las películas y que él hacía cinco meses que no consumía y si yo creía que ya estaba suficiente como para volver a pedir trabajo, que él era frenista y desarmaba los frenos de los camiones… Otro contó que ya había ido a otro retiro y que estaba bueno. Tranquilo. Que era el momento justo para pensar un poco en lo espiritual. Como a mí me dieron ganas de ir y comenté que me vendría muy bien porque ya se me había pasado el efecto del último, se rieron y preguntaron si nosotros hacíamos muchas veces por año y les dije que una sola y les conté un poco y uno dijo Ah! Claro, hacen ocho días.  Y otro comentó Y sí, es que el efecto se te va…

La cuestión es que cuando vi que estaba todo tan en paz, les dejé a los que habían organizado que gozaran del momento y me despedí pidiendo oraciones. Nuestra Coordinadora me llamó un rato después y me dijo que al final habían llenado el colectivo y que ella había rezado un Ave María antes de que partieran como hacemos siempre nosotros y que iban muy contentos.

Quería compartir lo de la invitación. Hace un mes, en la reunión del Equipo de dirección y coordinación (que somos dos nomás) salió que hacía mucho que no invitábamos para los retiros. Susana se ofreció a invitar y para los “Retiros Populares Porres” inesperadamente se inscribieron como diez y fueron más de la mitad. Por eso, cuando me llamaron para invitar a este otro, me pareció que era amontonar invitaciones. De todas maneras se lo encargué a Susana que fue invitando comedor por comedor y, contra toda expectativa, se inscribieron 17 y a la semana siguiente más. Terminaron yendo más de veinte! Uno decía: es que hace bien que te hablen de cosas lindas. Hay tantas cosas malas…

Bueno. No sé si logro transmitir lo lindo que es compartir las idas y venidas de estas “invitaciones al banquete de bodas”.

En la hermosa reflexión del Obispo de San Isidro sobre sus encuentros con el Papa, contaba lo que le dijo Francisco acerca de esto de la “invitación”. Fijensé si no ilumina lo que les vengo contando. Le decía el Papa:

“El evangelizador es como aquel que sale a buscar empleados para su viña y sale a cualquier hora y sale muchas veces. Por eso yo quiero una iglesia en salida, esa que esté siempre dispuesta a salir, para invitar, para llamar. Hay uno que es invitado y nadie lo había llamado. Llamarlo es hacerlo sentir digno de la familia de los hijos de Dios. Cuando somos llamados, recuperamos la dignidad. Hay alguien que me llama. Hay alguien que se interesa por mí. Soy útil. Soy valioso. Puedo participar de esta familia. Qué importante es encontrar el camino para poder realizar ese llamado en nombre de Jesús. La invitación a participar de la gran familia de los hijos de Dios”.

Ahora, como dice Ignacio, reflexionamos para sacar provecho.

Una primera reflexión va por el lado de la agenda: Si uno invita para un retiro “la semana que viene”, sólo entre los que están en la calle logra que vaya un colectivo lleno. La agenda del resto está ya tomada. Moraleja: hay que hacer “un lugar en la agenda para invitaciones inesperadas”, porque muchas se nos deban haber pasado sin que ni nos diéramos cuenta, y resulta que por ahí eran a la fiesta de bodas del Hijo.

Otra reflexión va por el lado de que “la fiesta se hace igual”. Me llamó la atención una frase del padre Pagola que dice que “La religión está en crisis. Pero Dios no está en crisis. Él sigue en contacto con cada persona”. Eso sentía cuando iba yendo y viniendo por la fila y buscando los ojos de cada uno para intercambiar alguna palabra: de afuera estarán en situación de calle, pero la conciencia de cada uno de su relación con Dios está intacta y siempre activa. Uno no tiene idea de lo que el Espíritu obra en cada corazón mientras por fuera la vida corre como un río de noticias que cuentan sólo “lo que pasa en la superficie de la historia”.

La última reflexión va por el lado de “la alegría del evangelio”. Esta alegría está tanto en el invitar como en el ser invitado. Sentía que en El Hogar, todo lo que hacemos tiene el carácter de la invitación. Carácter en sentido fuerte, como el que imprimen los sacramentos. El Hogar mismo es –con todas sus reglas- una invitación abierta a ser comensales de una comida. Los que pasan por la calle y ven a la gente haciendo cola piensan cosas como “pobre gente, tienen que pedir para comer” o “vagos de m…, y encima les dan pollo”…, lo que no saben es que son los protagonistas principales de una parábola de Jesús, que están invitados a una comida que les despierta “ganas de eucaristía” como al amigo que me reclamaba que oficiara más misas, y “ganas de hacer un retiro en el que estar tranquilos y escuchar cosas lindas”.

Lo que muchos no pescamos (y eso es lo que quería compartir con esta contemplación) es que esa imagen de la gente haciendo fila (para el comedor o, como ayer, la extraña fila para el retiro) es un espejo y cada uno tiene que mirar para ver si “está allí”, si estoy en mi fila de invitado a la fiesta, si estoy escuchando las invitaciones, si las estoy recibiendo, si hay lugar en mi agenda para las invitaciones inesperadas, si soy de los que dicen que sí y de los que andan también invitando…

(Termino con una del grandote: Se fijo en unas pibas que se habían sentado al lado de la casa de la Bondad y tomaban cerveza y se besaban entre ellas. El gordo no lo podía creer y reflexionó que era una tentación para los que iban de retiro y dijo con tono de pastor evangelista que satanás pervertía a la gente con encendida lascivia. Faa! Gordo –le dije- qué vocabulario bíblico! Y me respondió sonriendo: “Y eso que todavía no fui al retiro!”).

La verdad es que en esa horita en la calle Moreno pasó de todo: desde un pelado loco que vive en los departamentos vecinos (a ese ya lo conocemos, padre, siempre nos grita) y que se la agarró con un pobre gaucho de los del retiro porque sin querer lo había empujado un poco al salir del quiosco (estaba tan sacado el pelado que tuve que hacer como que llamaba al patrullero para que se fuera callando porque gritaba como los endemoniados del evangelio), hasta las pibas estas, que un cana hizo que “circularan”, pasando por los coches que entraban y salían de a dos (¡!) en el hotel alojamiento del frente.

… ¡Y los nuestros, invitados a hacer fila para ir a un Retiro Espiritual!

Cuando los pobres son evangelizados, el mal espíritu se inquieta y los ángeles cantan “paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”. Ese era el clima. Y la paz, les aseguro, que ganaba. La paz y las sonrisas y el clima amigable que nos cobijó a todos.

 

Diego Fares sj