Simón Pedro y el Resucitado: cinco pasos de maduración en la amistad (Pascua 3 C 2022)

1 Poco después, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás «El Mellizo», Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 3 En esto dijo Pedro: –Voy a pescar. Los otros dijeron: –Vamos contigo. Salieron juntos y subieron a una barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. 4 Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago, pero los discípulos no lo reconocieron. 5 Jesús les dijo: –Muchachos, ¿han pescado algo? Ellos contestaron: –No. 6 El les dijo: –Echen la red al lado derecho de la barca y pescarán. Ellos la echaron, y la red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla. 7 Entonces, el discípulo a quien Jesús tanto quería le dijo a Pedro: –¡Es el Señor! Al oír Simón Pedro que era el Señor, se ciñó un vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al agua. 8 Los otros discípulos llegaron a la orilla en la barca, tirando de la red llena de peces, pues no era mucha la distancia que los separaba de tierra; tan sólo unos cien metros. 9 Al saltar a tierra, vieron unas brasas, con peces colocados sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo: –Traigan ahora algunos de los peces que han pescado. 11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo: –Vengan a comer. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntar: «¿Quién eres?», porque sabían muy bien que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan en sus manos y se lo repartió; y lo mismo hizo con los peces. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.
15 Después de comer, Jesús preguntó a Pedro: –Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos (agapás me pleon touton)? Pedro le contestó: –Sí, Señor, tú sabes que te quiero (filo se). Entonces Jesús le dijo: –Apacienta mis corderos.16 Jesús volvió a preguntarle: –Simón, hijo de Juan, ¿me amas (agapás me). Pedro respondió: –Sí, Señor, tú sabes que te quiero (filo se). Jesús le dijo:–Pastorea mis ovejas.17 Por tercera vez insistió Jesús: –Simón, hijo de Juan, ¿me quieres (fileis me)? Pedro se entristeció, porque Jesús le había preguntado por tercera vez si lo amaba, y le respondió: –Señor, Tú todo lo sabes, Tú conoces que te quiero (filo se). Entonces Jesús le dijo: –Apacienta mis ovejas.18 Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te ceñías el vestido e ibas adonde querías; mas, cuando seas viejo, extenderás los brazos y será otro quien te ceñirá y te conducirá adonde no quieras ir. 19 Jesús dijo esto para indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Después añadió: –Sígueme. (Jn 21,1-19).

Contemplación 

La resurrección entra en la vida cotidiana de la comunidad y se mezcla con ella. Con toda normalidad. Esa es la dinámica del pasaje de Juan: un Jesús que se mete en la pesca fallida y la vuelve a hacer pesca milagrosa, un Jesús resucitado que los espera a la orilla del lago, después de la noche de trabajo. Les ha preparado algo con sus panes y peces de resucitado, pero les pide que traigan de los de ellos. No hace falta que hagan teología (que le pregunten quién es); saben muy bien que es el Señor. 

Esta vez Él les da panes y peces y lo que se ve es una especie de comunión espiritual. Están en medio de una jornada de trabajo por todo lo que han pescado y no hay mucho tiempo para hacer una misa así que comulgan con panes y peces. Al fin y al cabo la Eucaristía es todo, toma el pan y el vino, sí, como materia, pero como fruto de la Encarnación que participa de toda nuestra materia, la Eucaristía y los panes y peces de Jesús Dios encarnado, muerto y resucitado por nosotros abarca y consagra todo el universo. Es como si Jesús les hiciera ver que lo importante es que lo vean y lo piensen y lo sientan y quieran como lo que es ahora: el resucitado. El Dios con llagas que está a la derecha del Padre y se mete en todo lo que hacemos intercediendo y bendiciendo. Un Dios muy “uno más”. El testimonio primero que tienen que dar ellos es este: que a Jesús lo mataron pero resucitó y estuvo con ellos: lo vieron, lo oyeron, lo abrazaron, comieron con Él. La fe en que anda por este universo un Jesús resucitado, que obra por su Espíritu, es una fe que te cambia la vida. Eso sí, hay que fijar los ojos allí: en Jesús resucitado tal como lo testimonian los testigos que eligió (que fueron todos los de su comunidad).

Una cosa que me llamaba la atención esta semana es que la liturgia ya empieza a poner textos de la vida pública de Jesús. No es que se le hayan acabado los de la resurrección. Juan dice que tenía un montón más para escribir, imagínense. Los libros, dice, llenarían el mundo. Pero la opción, cuando Jesús se va “al cielo” (en el que nos cuesta creer porque no tenemos imagen fuera de las de Stephen Hawking que mezcla cosas y dice cualquiera, la opción decía es volver a recordar todo lo que hizo Jesús en vida “común”. Pensemos que las cosas que habían pasado era de algunos añitos nomás (que se les deben haber pasado volando como a nosotros estos dos (para tres) de la pandemia). Así, todo el evangelio hay que leerlo como escrito después de la resurrección, con esa perspectiva, desde ese “paradigma”. Estaba todo fresco y recordar cosas entre todos (Juan vio todo con sus propios ojos; Lucas dice que se informó muy bien con los testigos…) debe haber sido un placer. Tanto como comenzar a leer el evangelio cada domingo en la misa. La Palabra fue estructurando la vida de la comunidad en torno a Jesús resucitado. 

El cuadro de Rupnik lo expresa (para mí) en ese compartir pescaditos entre Jesús y Pedro. La resurrección se testimonia en medio de una compartida en la que cada uno pone lo suyo y Jesús lo bendice, lo asume y lo reparte.

Luego está la charla con Simón Pedro, que se suele robar la escena que, como vimos, es muy rica en lo que a Resurrección que se mete en la vida cotidiana se refiere. En el diálogo entre Jesús y su amigo también se mezcla la resurrección. Ahora no con el trabajo y la comida sino con la amistad, con el amor. Creo que Jesús le acerca su amor a Pedro, que lo tiene en muy alta consideración y se emociona todo cuando Jesús le va preguntando. Si me amas más, si de verdad simplemente me amas… son preguntas que conmocionan a Simón Pedro y le hacen brotar todos sus sentimientos para con Jesús: su culpa, sobre todo, sale; sale su ser un pobre pecador y un pobre pescador… Uno que hasta en la comunidad es criticado (se discutía siempre sobre quién era el más grande y él no quería ser el más grande…). Jesús le pacifica el corazón y -como resucitado (es decir como uno que sanciona y da ley para adelante) se lo fija en la amistad. Ya se todo lo que sos, que te tentás, que me negaste, que me amás “más” (o así lo piensan los que nos ven con ojos aún no del todo iluminados por la fe, que ven cuantitativamente y no cualitativamente las cosas), pero lo que yo te pregunto es si me querés como amigo. Señor Tú lo sabes todo, tu conoces que te quiero como amigo. Apacienta mis ovejas, entonces. Es decir: entre nosotros, todo en paz, no hace falta darle vueltas a si sos mi amigo, y los ojos, de ahora en más en la misión: apacentar a las ovejas. Apacentarlas, no inquietarlas como hacen tantos malos pastores que a la primer idea de moda inquietan el rebaño con cosas raras, que no son la fe y la caridad.

Jesús le da a su amigo el modo de tratarlo a Él y de tratar a las ovejas. A Él, quererlo como amigo; a las ovejas, apacentarlas. Apacentarlas para que pueda obrar el Espíritu, que trabaja cuando lo dejamos que trabaje en paz en nuestra oración y en la comunidad. 

Un poquito de contemplación (o contempl-acción, como le digo yo)

“Visualizamos la escena”: podemos imaginar al grupo -atareado-, luego de la pesca milagrosa y del desayuno que les preparó Jesús. Es el momento en que los otros van a ocuparse de los pescados y las redes y dejan un rato a solas a Jesús con Pedro. 

Los imagino sentados, apoyados en una roca, mirando el lago… Pedro con algún palito en la mano… Un poco a la defensiva, quizás. A ver qué quiere ahora el Maestro. A la tercera pregunta Juan dice que “se entristeció”. No podemos verlos pero de las palabras podemos ir dejando que el Espíritu nos haga “sentir” lo que ellos sienten. La cuestión es que se entristeció Pedro. Es decir, le salió lo que tenía más adentro, la síntesis de todo lo que había vivido con Jesús, le dejaba como saldo tristeza. Pienso que se trata de una tristeza nueva, del Espíritu. Pablo habla de ella a los Corintios, cuando les dice: “Ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra” (2 Cor 7, 9). El Espíritu está obrando decididamente en Simón Pedro, que se tira al agua cuando Juan, su amigo, le dice que ”es el Señor”; es un Simón Pedro que se baja la red llena de peces y los cuenta -eran 153 peces grandes-; es un Simón que charla a solas con Jesús… y se entristece. Todas estas “cosas” que Pedro siente y hace, que parecen un poco impulsivas, son cosas que hace “de corazón”, impulsado por el Espíritu, al que “ama sin haberlo visto” y del que “va sintiendo los efectos de su presencia activa en su corazón. Esta tristeza es también del Espíritu. Es una tristeza de no ser “solo de Jesús”, de no tener a Jesús “por único tesoro”. Y el amor no basta. El amor común y aún el que el Espíritu ha derramado en nuestros corazones, no basta, sino tiene este plus, diríamos, de la amistad. Esa amistad que lo empareja todo, que lo aclara todo, que lo resuelve todo. Y a ese amor de amistad apunta Jesús: ¿me quieres como amigo? Es lo que Simón Pedro le ha estado diciendo cada vez. Pero Simón lo decía un poco como rebajando. Jesús lo dice enalteciendo este tipo de amor. Allí se siente cómodo el Señor y ese “molde” (como ama un amigo a otro amigo) nos lo da para que discernamos. Con la ayuda del Espíritu, por supuesto, pero se ve que para Jesús -que vivió con ellos todos esos años- basta. Y no vamos a describir más el amor de amistad ya que es muy personal y cada uno lo tiene que rezar. No queda otra: es algo para rezar mucho y de lo que hay que hablar poco. El efecto de esta oración se verá en el pastoreo de las ovejas, que se la otra cosa que le preocupa a Jesús. Que “el más grande y el más amigo sea pastoreador”.  A Jesús le interesa si el amor de Pedro ha madurado para las ovejas. Lo más lindo es cómo Jesús cosecha algo nuevo, hace que salga a la luz algo que sembró al comienzo en el corazón de Pedro, que fue haciendo crecer durante los años de vida compartida y que ahora da su fruto. Es esa síntesis única de amistad personal y  de compromiso comunitario (institucional), que es la roca en la que se funda la Iglesia. Esta síntesis es cuestión de corazón, no de conceptos abstractos ni de votos voluntarios sino de corazón. Recordemos algunos pasos en los que va cuajando esta síntesis que Jesús fue trabajando en su amigo:

Pasos para madurar en la amistad con Jesús:

1 Que te cambie el nombre (o te agregue otro, el de tu carisma para los demás)

El primer paso fue el cambio de nombre: Vos sos Simón, te llamarás Pedro. Cambiarle el nombre de entrada fue toda una jugada de Jesús. Fue como decirle: para que yo te enseñe y te forme, vos tenés que  cambiar toda tu manera de sentir: de ahora en más tendrá que sentir el peso y la densidad de ser Roca para los demás. Igual recordemos que Jesús lo sigue llamando Simón, Simón Pedro. Una síntesis con dos nombres. Desde esta perspectiva que vamos siguiendo, los dos nombres sirven para ir creciendo en el amor de amistad. Vieron lo que pasa cuando a algún amigo le dan un cargo político importante y nos juntamos a charlar? Ahí se ve el grado de maduración en la amistad que tiene. Está el que nos incluye y el que nos hace sentir “ni se te ocurra pedirme guita”. Bueno, por aquí va lo de los dos nombres. 

2 Que no te la creas. (punto).

Un segundo paso fue el de darle la misión apenas se confiesa los pecados: “Soy un hombre pecador”. “Seguime y yo haré de vos un pescador de hombres”. Es la síntesis del “no te la creas”. Mirá que vos estás aquí porque sos amigo mío, no por mérito propio. Pedro, esto siempre lo tuvo claro. Quizás demasiado.

3. Que tu fe en Él sea capaz de hacerte «ir a pérdida»

Otro paso de maduración en la amistad es el de la fe: la fe humana, diríamos, que hace que Pedro se juegue siempre por Jesús (Señor ¿a quien iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”). La fe, la que es fruto del cariño y de la amistad, no la que viene de las especulaciones teóricas, es la clave en Simón Pedro. Vieron esa fe que tenemos en que los amigos “harán las cosas bien de alguna manera” y que si no pueden, “iremos a pérdida con ellos”? Bueno, esa fe fue madurando, madurando y cuajó en la resurrección, cuajó en Pentecostés, cuajó cuando hubo que abrirse a los paganos, en cada crisis, en cada paso de la comunidad, Pedro “apacentó” a la Iglesia en la Fe, en su fe, luego compartida por el que quiere seguir al Papa en la Iglesia católica. Sin despreciar.

4 Que hagas Ejercicios Espirituales (son Ejercicios del corazón y hacen mucho bien a la lucha espiritual que toca)

Y un cuarto paso es el de la ejercitación del corazón a través de la lucha espiritual, a través de las consolaciones (transfiguración) y desolaciones (el zarandeo de sentimientos ante la Cruz): el que más conoce a Jesús (en la consolación), niega que lo conoce (en la desolación). A este hombre que ha experimentado ante Jesús todos los entusiasmos y todas las desilusiones, Jesús lo quiere fortalecer y consolida su corazón de manera definitiva. Por tres veces, a manera de una alianza, Jesús le indica a Simón por donde tiene que entrar al trabajo pastoral de cuidar las ovejas. El corazón de Jesús -su amigo- es la puerta por donde se entra al corral de las ovejas. “¿Me amas? ¿Estas dentro de mi corazón? Pues allí adentro están las ovejas: son el centro de mis cuidados y de mi amor. Apacentalas, cuidalas”. 

Aquí entra el amor mayor que se requiere para cuidar a los “corderitos”, a los más pequeños: a los chicos, a los viejitos, a los que sufren, a los que están solos… Los que están en el lugar preferido del corazón del Señor. Para ellos Jesús tiene una misericordia especial, una paciencia inagotable, una alegría dulce y creativa. Para apacentar a los pequeños se requiere entrar en el lugar del amor mayor, y hacerlo de corazón, como hacemos en nuestros apostolados, los que elegimos sin que nadie nos obligue.

Vieron qué fácil resulta hacernos amigos de nuestros “patroncitos”? Bueno, esto es por una gracia especial del Espíritu que une sus corazones y los nuestros en un amor al que no hay con qué darle. Amor de amistad.

5 Que rece, reces y reces

El quinto paso es este diálogo, en el que como dijimos, cuajó el sentido pastoral del amor de amistad. Aquí hay mucho para rezar. 

Diego Fares sj

Los cinco pasos… (II) (Pascua 2 c 2022)

Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: – (1)La paz esté con ustedes. (2)Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: –La paz esté con ustedes.

Y añadió: (3)–Como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes. Sopló sobre ellos y les dijo: –Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá.

Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús. Le dijeron, pues, los demás discípulos: –Hemos visto al Señor. Tomás les contestó: –Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré. Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: –La paz esté con ustedes. Después dijo a Tomás: –(4)Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.Tomás contestó: –¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: (5)–¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto. 

Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengan en él vida eterna (Jn 20,19-31).

INTRODUCCIÓN

Profundizamos espiritualmente en los cinco pasos de cercanía con Jesús resucitado.

Corazone simples

Todos los y las testigos a los que el Señor elige salir al encuentro tienen una cualidad simple: son capaces de anunciar con corazón entero, sin temor, sin consideraciones teológicas, sin respeto humano, que “¡Jesús ha resucitado!” . Son capaces de dar testimonio claro y contundente: Nosotras/os “hemos visto al Señor!”. Para alguien que no tiene un lugar especial de autoridad en un grupo de pertenencia, dar este testimonio es algo fuerte, que provoca a los demás y los compromete a ellos/as.

Corazones pequeños

El Señor resucitado elige a los más pequeños dentro de la misma comunidad -las mujeres, los de Emaús, Tomás…- para ponerse en contacto con ellos, confrontarse y entrar en un diálogo inédito con estos discípulos, con los afectos, las emociones, las preguntas y alabanzas que nacen de lo más hondo del corazón de los que convivieron con Él sin tener un rol especial en la comunidad. 

¿Por qué no va directamente a Simón Pedro o a Santiago? – nos podemos preguntar.  Creo que, si nuestra respuesta la buscamos por el lado del corazón nos encaminamos bien. Las personas más simples -las que acompañaban a Jesús y lo servían, por ej.- se ve que tienen el corazón más íntegro. No tienen dividido lo que sienten de lo que piensan y deciden hacer. Por eso anuncian bien y el primer anuncio les tocó a ellas, a las discípulas.

Quedarse a adorar/salir a evangelizar

Un detalle. Mientras Jesús resucitado va realizando su tarea de evangelizar a todo su rebaño, comenzando por los más pequeños, que son tan testigos como los demás, se van armando una gran comunidad (3.000 personas luego de la primera salida de Pedro a predicar; luego 5.000). 

Y se notan como dos puntos fuertes en la organización de la vida: 

uno es el deseo de adorar al resucitado (irresistible) centrando todo el AT (especialmente los Salmos) en torno a Jesús resucitado. Este trabajo se ve en las oraciones que van estructurando la vida de una comunidad que se volvió grande de repente. 

El otro punto fuerte es el de salir evangelizar. Adorar, sí, pero caminando, saliendo a anunciar. El papa Francisco nos insiste en que, sin dejar la adoración, es clave que la Iglesia salga. Nos invita a encontrar, a ver el rastro de Jesús en la gente, nos impulsa a salir a las otras culturas y a los otros pueblos para allí hacer experiencia de encontrarnos con el resucitado. Para el Papa, la experiencia de Jesús resucitado se da de manera privilegiada cuando leemos contemplativamente el Evangelio, dándole tiempo a la narración. ¿Un paso de cercanía con Jesús? Sentir y gustar su evangelio, dejando que alguna frase nos toque el corazón, para de ahí “conversar con el Señor” (rezar, rezar…. el quinto punto).

Cuando trabajamos por mejorar el culto de adoración y estudiamos el evangelio haciendo “teología” es como si estuviéramos más protegidos que cuando salimos. Sin embargo, cuando salimos a anunciar a Cristo resucitado el Espíritu nos cuida y nos dice lo que tenemos que decir; por tanto, podemos estar abiertos atodas las sorpresas, que seguramente vendrán, sin temor alguno.

El Jesús que se nos acerca por el camino o se presenta en nuestras reuniones (sinodales) nos hace arder el corazón. Este Señor invita al encuentro en medio de la misión, a hacer experiencia de lo que es Él, resucitadoe interactuando con su pueblo, en esa mezcla rara y linda que produce la Escritura cuando iluminamos con ella nuestra vida y la vida de la gente. El Espíritu que el Señor “efundió” ya está actuando en todos los pueblos; obra en ellos, en sus cultos y modos de expresar la fe, en la solidaridad de la gente buena.

PASOS

I. Dejarnos alegrar por su alegría (gesto lindo de amistad con Él)

El gesto más lindo para con el Señor resucitado es dejarnos alegrar por Él. Podemos decir al Padre en su Nombre: 

Padre, danos la gracia de alegrarnos de tanta alegría y gozo de Jesús resucitado. 

Le podemos pedir de corazón

“Padre, danos tener los mismos sentimientos de Jesús: los que son propios de su “oficio de consolar” a sus amigos (EE )”.

Consolar a sus amigos, como dice Ignacio en los EE, es importante para entrar de lleno en el terreno de la amistad con Jesús y poder centrarnos en su Palabra con estos sentimientos de consolación y gozo porque Él -Jesús- está consolado y lleno del gozo de la resurrección y de la Gloria del Padre. Alegrarnos por la alegría de un amigo y vivirla como propia es algo que se da en el amor de amistad. 

También puede ser algo lindo alegrarnos por la alegría de la gente, del pueblo de Dios. Contarle al Señor alguna alegría que hayamos visto en los ojos de su gente, esto es algo que le alegra a Jesús, porque forma parte de su oficio y le hace sentir que lo compartimos.

El primer paso de cercanía al Señor, como vemos debe ser narrativo no abstracto (reflexión teológica) o meramente cultual. Hay que contarle alguna cosa, al Señor (me gusta esta frase, tento esta duda…), hay que escuchar al Señor o a los testigos que dialogan en el evangelio o en el libro de los Hechos. Esto permite que en medio de la narración se haga presente el Señor resucitado a quien primero no habíamos notado. Suele hacerlo humildemente, con alguna lucecita que ilumina una situación o una frase que conmueve y nos lleva a realizar alguna obra de misericordia.

II. Ver las llagas (¡pero verlas!) (lo esencial)

Ir a lo esencial. En este evangelio de hoy, lo esencial son las llagas que el Señor se quiso llevar consigo para siempre. Mostrar las llagas va junto con el gesto de dar la paz. Es esencial a un discípulo misionero ser una persona pacificada. Uno consolado que sale a consolar y a pacificar. Donde no nos reciben, sacudimos el polvo de la sandalia y nos vamos a otro lado donde sí nos reciban. No andamos buscando conflictos porque sí. 

A los discípulos los pacifica ver las llagas porque confirman que el que tienen delante es el mismo Jesús que convivió con ellos y que fue crucificado. Es un misterio desde e punto de vista de la ciencia cómo es la realidad del cuerpo del Señor resucitado. Pero sí estamos cieros de sus llagas: por ellas fuimos curados, en ellas se expresa que nos amó hasta el extremo, en ellas está la indicación a ir a busca a los otros llagados.

III. Salir a perdonar

El tercer paso aquí es el envío. El Señor quiere que salgamos, que vayamos a perdonar guiados por el Espíritu Santo. El Señor lo centra todo en “perdonar/retener los pecados. No es que sea “lo único que hace el Espíritu”, sino que ese perdón abre la fuente del amor en el corazón y así, sintiéndose perdonada, la persona se convierte en perdonadora.

Buscar las llagas del Señor en sus pueblos, esa es la tarea a la que nos envía el resucitado. 

IV.  Discernir la ideología de Tomás (el enemigo principal)

El “saduce”, el enemigo y la tentación principal tienen aquí, en Tomás, al protagonista (otras veces el tentado será Pedro o alguno de los otros discípulos). Su tentación está en no creer en el anuncio de la resurrección tal como se lo testimonia la comunidad. El tiene su paradigma mental y solo dentro de esas ideas puede “ver” a Jesús. Si no no sabe lo que ve o o que siente. La tentación de protagonizar él (demasiado) sin embargo, no lo aleja de Jesús que le acepta la condición ya que precisamente a eso ha venido él: a mostrar sus llagas. Todo el esquema mental de Tomás se disuelve con la sola presencia del Señor que lo mira a los ojos. 

V. Rezar sin ver, desde la síntesis del corazón

Rezar, rezar, rezar. En la oración se hace efectiva la bienaventuranza: Dichosos los que creen sin haber visto. Esta bienaventuranza es una clave para rezar. Tenemos que rezar sin pretender “verlo” al Señor. Esto nos lleva a nuestro corazón como lugar de síntesis, capaz de poner en comunicación de amor a dos personas sin necesidad de pruebas o experimentos. Solo el corazón es capaz de “hacer un acto de confianza sin haber visto”. Nuestra mente y nuestros sentidos están atados a su objeto y “necesitan” ver, tocar… Pero al resucitado no se lo “capta” así, sino con esa síntesis perceptiva de la que solo es capaz el corazón. 

Recordemos que nuestro corazón “no está del todo hecho”, no es como la vista, que tiene su objeto -formas y colores- desde el primer momento. Nuestro corazón se va haciendo en la medida en que “elige” amar su objeto (que siempre es personal). Se va dilatando o achicando según elijamos bien o mal, hasta alcanzar su medida. En Jesús nuestro corazón encuentra “su objeto propio”. Decimos objeto, pero se trata de una Persona, que viene a habitar en nuestro corazón y lo hace consolidarse, unificando carisma y personalidad. Con ese corazón “de carne nueva, espiritual” podemos escuchar a Jesús, como nos manda el Padre, y seguirlo, guiados por el Espíritu.

Diego Fares sj

Cinco pasos de cercanía con Jesús en esta Pascua 2022

El primer paso de cercanía: encontrar a Jesús teniendo algún gesto lindo para con Él

Esto se le quedó grabado a Juan, que de amistad con Jesús sabe:
“Se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido (Jn 13, 1 ss.).

El primer paso de esa cercanía que le gusta al Señor es que encontremos la manera de tener algún gesto lindo que sea nuestro. Nada de empezar a acercarse a Jesús con dudas, por deber, con culpa… Algo lindo, un gesto gratuito, de amigo Es lo que hizo Él en la última cena: eligió el peor momento, para que, desde allí, se pudiera ir haciendo creíble su amor en todos los otros momentos y situaciones por las que nos tocaría pasar. Fue así, nuestro amigo Jesús realizó el lavatorio de los pies en el momento más dramático de la historia, eligió la hora de la traición, la hora de la confusión. Lo lógico es que esa hubiera sido la hora de los reproches, en la que cada amigo se va por su lado. Y sin embargo, gracias a su gesto, fue la hora de la unidad, la hora en la que todos quedamos amigados por la humildad de Jesús.
Hacer esto, por tanto , como lo hizo Él. De hecho nos lo dejo como bienaventuranza: serán felices si actúan así. Buscar, entonces, para acercarme a Él antes de empezar a rezar o a tener participación en cualquier ceremonia, esa cercanía linda que tiene una amistad sin reproches, sin tener que dar cuentas ni justificar nada, la gracia de gozar de su presencia encarnada en medio de nosotros, de la comunidad como Amigo fiel.

Segundo Paso de cercanía con Jesús: ir a lo esencial

Lo esencial como dice Ignacio el fundamento de nuestra vida es “alabar hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor”. El segundo paso para acercarme a Jesús que está cerquita del primero será alabarlo, adorarlo hacerle un gesto de reverencia amorosa y buscar servirlo como un esclavito indigno en el pesebre o junto a la cruz.
Alabanza no significa adulación, Es como cuando uno se junta con un amigo y le hace notar algo lindo que el otro hizo o dijo y que nos gustó y nos hizo bien. Esa es la alabanza sencillita, sin incienso, de la amistad. Lo mismo con la reverencia. Hay una reverencia creatural que es de postración total: mostrándole a Dios que Él es todo y nosotros nada. Pero hay otra reverencia de amistad con Jesús que más bien es estar disponible sin necesidad de muchas palabras ni gestos especiales. Es reverencia y disponibilidad de corazón Y se transmite y comunica con los ojos, con la mirada.

Tercer paso de cercanía con Jesús: discernir al enemigo principal


El tercer paso es discernir al enemigo principal. Bajo distintas formas, desde la de una persona a la de una idea clara, desde la de una ideología hasta la de un paradigma, el enemigo será siempre el mismo: un saduceo. Es decir, un enemigo de la resurrección. Será uno que quiere quitarle a Cristo el oficio de consolar que es el oficio que tiene como resucitado.
Este enemigo se combate de manera práctica no teórica, es decir, lo combato dejándome consolar por Jesús así como Pedro tuvo que dejarse lavar los pies.

Cuarto paso de cercanía con Jesús en Pascua: salir con Él, seguirlo


Adonde va el señor que tengo que hacer al seguirlo? El señor va a evangelizar y quiere que nosotros salgamos con el a lo mismo. Le decían los jesuitas Malteses al papa que la Iglesia disminuyó el número y el Papa decía que lo importante no es si somos muchos o poco, sino si la iglesia evangeliza. Para estar cerca de Jesús hay que salir evangelizar. Lo encontraremos siempre anunciando la buena noticia a quien la quiera oír , predicando las bienaventuranzas, enseñando el Padre Nuestro, contándonos las parábolas del reino, que nos cuentan de manera fascinante, cómo es que nuestro padre misericordioso nunca se cansa de Perdonar.

Quinto paso de cercanía con Jesús en Pascua: Rezar rezar y rezar.

Rezar dice Ignacio es charlar como un amigo charla con otro amigo. Por eso la cercanía con Jesús consiste en esta charla que es oración de amistad: rezar, rezar y no cansarnos de rezar. Contarle todo para que nos discierna, dejar que nos mire para que nos limpie, Pedirle que por favor no nos suelte de su mano , especialmente en el momento de la enfermedad y del dolor.
Cinco pasos para estar cerca de Jesús en esta Pascua: acercarnos con algún gesto gratuito de amistad; ir al esencial: una alabanza y reverencia a la criolla; discernir al enemigo Principal, que nos quiere robar la consolación del Señor; salir a evangelizar para encontrárnoslo en la calle; rezar y rezar y no cansarnos de rezar. Vienen bien estos pasos para la pascua pero valen, creo, en todo momento.


Diego Fares sj

Diez criterios que emanan de la sabiduría de la Cruz  (Domingo de Ramos C 2022)

Pasión

I.          “Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías.»  Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?» «Tú lo dices» – le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:  «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.» Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.»  Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén. 

            Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos. 

             Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.» Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!» A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!» Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.» Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

II.         Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. 

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?» 

Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»  

Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. 

III.        El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!» Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos.» 

            Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.» El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.» 

IV.       Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.» Y diciendo esto, expiró. 

            Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo.» 

Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. 

Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido (Lc 22, 14 – 23, 56).

Contemplación

I           Jesús termina siendo condenado por el griterío de los que gritan más fuerte. Las autoridades tenían clara su ley, según la cual Jesús “se hacía Dios” y por esa blasfemia merecía la muerte. Habían preparado todo cuidadosamente ya que para lograr una condena por parte de los romanos tenían que acusar a Jesús de otra cosa, algo que a ellos les afectara, por eso fueron a Pilato con la acusación de que sublevaba al pueblo. Cuando se dieron cuenta de que Pilato quería aprovechar la tradición de liberar a un preso por la pascua le pidieron que soltara a Barrabás. Y a Jesús -gritaban- que lo crucificara y listo. Pilato terminó dejando en libertad a uno que de verdad había sido encarcelado por sedición y homicidio. Y a Jesús se los dejó a su arbitrio, dice Lucas.

Un motivo de tentación contra la salvación que trae Jesús nuestro Señor es para mi la una idea que se mete y que insinúa algo así como que “tengo que asumir algo que culturalmente no hace a mi identidad (o solo en parte), como es la ley y todos los ritos y promesas al pueblo de Israel, para poder participar de la salvación que trae el Señor”. Un poco como lo que les pasaba a los paganos a los que algunos judaizantes querían hacer circuncidar primero antes de recibir las gracias de la libertad evangélica. Pablo luchó para que este criterio no se impusiera y hacía pasar a los paganos directamente a la libertad evangélica. 

Esta tentación, de tener que asumir costumbres culturales y/o religiosas de otros para recibir la Buena Noticia, se disuelve leyendo el evangelio mismo, viendo cómo Jesús se encuentra ya situado en un cruce de culturas y de discusiones religiosas y nos hace sentir que su predicación del Evangelio pone en cuestión “toda cultura” y toda “religión”, la judía, la romana… y las actuales. La Encarnación y el poder salvífico de la Cruz son más hondos y universales que todo planteo humano. Eso sí, tenemos que encontrar “de qué nos salva el Señor” y “qué nuevo modo de vida” nos propone.

Simón de Cirene.

II         Apenas “salimos” del ámbito jurídico de Herodes, Pilato y los Fariseos, nos encontramos con Simón de Cirene, a quien directamente “le cargan la Cruz” del Señor, lo obligan a que lo ayude. Es una cruz sin explicaciones, desnuda y dura: la cruz de un desconocido para el Cirineo, la cruz de uno cualquiera. 

Participan también de la cruz las santas mujeres. Lo hacen con sus lágrimas. Y los dos ladrones, que son crucificados al lado del Señor. 

Jesús resume la situación con esa frase: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. La gente buena se las ingenia para “participar” de la cruz aportando los propios dolores e injusticias sufridas. Hay una intuición en el pueblo de Dios que lo lleva a ver en la Cruz del Señor el lugar de salvación para todos. “Atraeré a todos hacia mí”, dirá el Señor.

Es allí que se sortean sus vestiduras y el Señor queda “desnudo”, digamos así, de todo condicionamiento cultural. Su Cruz es una pura Cruz.

Esto tiene sentido porque no es que el Señor venga a nosotros con una Cruz ya “cargada de interpretaciones religiosas”. El está cargando la suya, la cual es la de todos porque Él hace suya la que le toca, con sus circunstancias particulares que “valen porque Jesús las asume”, pero podrían haber sido otras. Jesús carga su cruz y yo la mía. La cruz pesa existencialmente, no es solo simbólica dentro de cada cultura. 

Aquí tendríamos una primera “aclaración” acerca de qué es aquello de lo que nos salva Jesús. Jesús se nos pone en el camino cargando una cruz que no tendría que ser suya, ya que Él es el Inocente, y se deja ayudar por el Cireneo. Los otros obligan al Cireneo a cargar esa cruz – particular para él universal para nosotros -; Jesús no lo obliga, pero le acepta la ayuda. Cargar la cruz es ponerme del lado de los inocentes (comenzando por los que conozco y me han ayudado en la vida. Hacerlo por ellos y con ellos, gracias a Jesús, que da un valor de gracia universal a su acción de abrazar nuestras cruces.

III        Los fariseos le citan la Escritura y quieren meterlo de nuevo en su problema religioso, pero con la discusión entre los dos ladrones vemos que Jesús ya está más allá de estas cuestiones culturales. La Cruz, dice el buen ladrón, nosotros nos la merecemos, pagamos nuestras culpas, pero Él “no ha hecho nada malo”. 

Vemos aquí la capacidad del ladrón de reconocer no solo la Cruz como “castigo”, con todo lo que tiene esto de misterio (el misterio del mal en el mundo), sino de reconocer “al Inocente”. El problema son los inocentes que cargan la cruz del mundo y a ellos se les une el Señor. Por ahí va la gracia de abrazar la cruz y de seguirlo, acompañando a los inocentes y crucificados de nuestra historia. Todos conocemos a algunos, a muchos… 

Las explicaciones fruto de la reflexión teológica ayudan si se van haciendo con ayuda y a lo largo del tiempo, mientras tanto la cruz está, el Señor la carga, y acepta que la carguemos con Él y que lo sigamos. Aquí vale para todos y más allá de cualquier esquema religioso eso tan simplemente humano: “Que cada uno cargue su cruz y me siga”.

IV        La muerte del Señor afecta universalmente a todos: se rasga el velo del templo, el centurión romano lo reconoce como justo, el pueblo, que estaba “de espectador”, ahora  se golpea el pecho y sus amigos y los que lo habían “acompañado” permanecen contemplando. La pasión no termina allí, ellos quedan a la espera de algo más, que contiene la muerte misma del Señor y lo que vendrá con su resurrección.

Tenemos así que la Cruz no es un problema “cultural-religioso” ni tampoco meramente “existencial” (todos sufrimos y a eso le llamamos “la cruz”). La Cruz es la que abrazó Jesús y es algo de lo que sólo con Él tiene sentido hablar y profundizar. De Pablo podemos sacar 10 verdades con respecto a la Cruz que nos pueden fortalecer e iluminar, desarmando toda falsa argumentación y tentación

  1. La Cruz es algo con lo que “no sabemos qué hacer”

En este resumen de Lucas, la Cruz es algo con lo que “no sabemos qué hacer” y que Jesús, en cambio, sí sabe. En ella nos perdona los pecados y se pone en las manos del Padre. La Cruz es, en primer lugar, algo entre Jesús y el Padre: el lugar y la situación en la que nos muestran su amor. San Pablo es quien mejor aclara lo que significa la cruz: el no vino a “bautizar”, es decir, a hacernos entrar en una mentalidad cultural, sino a anunciar la Buena Noticia del amor de Dios. Por eso predica sin recurrir a la elocuencia humana,

  • El mensaje de la cruz, puro y duro, es fuerza de Dios para el que lo abraza

“Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia. El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios” (1 Cor 1, 17-18). Agrega Pablo: “Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado”

  • La Cruz no nos puede confundir: nos da los criterios de Cristo

“Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. […] Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo (sus criterios: la cruz)” (1 Cor 1, 2).

  • La cruz, estar crucificado con Cristo, en la misión que cada uno tiene al servicio del pueblo de Dios, hace que Cristo viva en nosotros

“En virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto inútilmente.” (Gal 2, 15-21).

  • Todo lo que “borra o escamotea la cruz” es fascinación y vanidad: triunfalismo, diría Francisco

Pablo les reprocha a los Gálatas el haber consentido a esta mundanidad espiritual de un cristianismo sin cruz: “Gálatas insensatos, ¿quién los ha seducido a ustedes, ante quienes fue presentada la imagen de Jesucristo crucificado? Una sola cosa quiero saber: ¿ustedes recibieron el Espíritu por las obras de la Ley o por haber creído en la predicación? ¿Han sido tan insensatos que llegaron al extremo de comenzar por el Espíritu, para acabar ahora en la carne?” (Gal 3) Pablo sabe que:  “Si yo predicara todavía la circuncisión, no me perseguirían. ¡Pero entonces, habría terminado el escándalo de la cruz!” (Gal 5, 11).

  • ¡Lo único de que cada uno puede gloriarse es de la cruz que lleva 

No se trata de una cuestión religiosa, que entonces era la circuncisión y hoy puede ser algo litúrgico o moral. Pablo les abre los ojos a los Gálatas: “Porque tampoco aquellos que se hacen circuncidar observan la Ley; sólo pretenden que ustedes se circunciden para gloriarse de eso. Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo. Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios. Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús” (Gal 6, 13-17).

  • En la cruz, todos tenemos acceso al Padre

“Ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo. […] Cristo los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu” (Ef. 2, 13-18).

  •  Se nos invita a tener los sentimientos de Jesús, que se humilló para servir

“Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,  tomando la condición de servidor  y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre”(Fil 2, 4-9).

  • La cruz es lo único que pacifica todo

“Jesús es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo,porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo,  restableciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col 1, 20). 

Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él.

Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros.Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo” (2 Tim 2, 11).

Diego Fares sj

Icono de la buena cercanía entre el Señor y la pecadora (5 C Cuaresma 2022)

Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana temprano volvió al templo y toda la gente se reunió en torno a él. Jesús se sentó y les enseñaba. En esto, los maestros de la ley y los fariseos se presentaron con una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos y preguntaron a Jesús: –Maestro, esta mujer ha sido sorprendida cometiendo adulterio. En la ley de Moisés se manda que tales mujeres sean apedreadas. ¿Tú qué dices? Esto lo decían tentándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús inclinándose hacia el suelo escribía con el dedo en la tierra. Y como ellos persistían con la pregunta, se levantó y les dijo: –El que esté sin pecado de ustedes, que sea el primero en tirarle a ella una piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Al oír esto, uno por uno, empezaron a retirarse, comenzando por los más viejos, y permaneció sólo, con la mujer allí en medio, parada. Levantando la cabeza Jesús le dijo: – Mujer ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella dijo: – Nadie, Señor. Dijo entonces Jesús: –Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante ya no peques más (Jn 8, 1-11).

Meditación

Los exegetas dicen que esta escena está interpolada y parece más de Lucas que de Juan. Por supuesto que nadie niega que es inspirada y parte del evangelio. Es como si una hoja de los apuntes de Lucas se hubiera traspapelado entre los escritos de Juan cuando alguien estaba transcribiendo y rezando con el pasaje anterior –en que Nicodemo le dice al Sanedrín “¿Acaso nuestra ley condena al reo si primero no oye su declaración  y viene en conocimiento de lo que hizo?”  (Jn 7, 51)- y el pasaje siguiente, en el que Jesús les dice a los Fariseos: “Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie. Y aún cuando juzgue, mi juicio es conforme a la verdad; porque no soy solo, sino Yo y el Padre que me envió” (Jn 8, 15-16). 

Pongo esto porque nos anima a la “meditación”, que consiste en buscar el valor principal del texto y relacionarlo con otras escenas del evangelio. Esta “extrapolación” dentro del evangelio mismo como que autoriza a rezar usando este modo: trayendo a colación cosas de otros evangelios que nos ayudan a comprender mejor el mensaje único del Señor. En este caso se trata de un Señor que no juzga. Y que cuando tiene que juzgar – porque de hecho todo lo que uno hace o calla sienta una posición personal – lo hace según la verdad y junto con el Padre.

CONTEMPLACIÓN

Nos fijamos en los movimientos del Señor que dan su ritmo a la acción en esta escena evangélica. El pasaje mismo hace énfasis en la importancia del lenguaje corporal de todos, de Jesús, de la mujer, de los que la acusan y de los espectadores.

A Él lo vemos primero sentado, enseñando a la gente y suponemos que cuando irrumpieron los fariseos arrastrando a la mujer, se puso de pie. Allí comienzan los movimientos del Señor de inclinarse y levantarse. La palabra que usa Juan es “kypto” que quiere decir “inclinado para mirar”,  y le agrega ”katá” –hacia abajo- y “aná” –hacia arriba-. Jesús “katakypsas” –se inclinó- y “anakypsas” –se irguió- dos veces.

Se trata de un agacharse y levantarse que acompañan la acción de escribir y de mirar: Jesús inclina la cabeza y mira el suelo, en el que va escribiendo algo con el dedo. Luego alza la cabeza –no importa si se para o se queda en cuclillas- y mira a los fariseos y escribas. Luego vuelve a inclinar la cabeza para seguir escribiendo. Y cuando en un silencio impresionante termina por no quedar nadie, sino sólo él y la mujer, allí en medio, alza de nuevo la cabeza y le habla con infinito respeto. Notamos que no le dice “te perdono”, sino simplemente “Yo tampoco te condeno”. No mira para atrás. Junto con ella pactan mirar para adelante: “De ahora en adelante no peques más”.

Nos quedamos contemplando al Señor como se inclina, cómo agacha su cabeza, le da la espalda a los que acusan a la mujer y concentra en sí todas las miradas. ¿Qué hace? Está escribiendo con el dedo. El dedo del Señor va dibujando una palabra en la tierra. Alguno trata de pispear qué es lo que escribe. Siempre ha sido un misterio qué es lo que escribía. (Quizás lo más sencillo es pensar que escribía lo que luego dijo: “el que está sin pecado…” o “yo tampoco te condeno…”). Al ver que Jesús no los enfrenta los fariseos quedan, por un momento, desconcertados. Se miran entre ellos. Le han armado un caso. Han ido a buscar a una pecadora y se la han tirado en medio de la reunión, y Jesús se inclina y se pone a escribir sin mirarlos. Recordemos que estamos en un contexto legal duro (que apedrea) y discriminatorio (solo se ocupan de la mujer no del otro adúltero). La mujer tampoco dice palabra. Solloza en silencio, avergonzada. También ella mira a Jesús, de vez en cuando. Está con la cabeza baja. Pero ha dejado de ser el centro. Uno de los fariseos hace señas a otro de que insista. Y se renuevan las exigencias al Señor para que se defina, para que juzgue: “Contéstanos!”. El Señor sigue un instante con su tarea; cuando le parece alza la cabeza –quizá sin necesidad de ponerse de pie- y les responde serenamente y con voz clara: “El que está sin pecado de ustedes que sea el primero que le tire la piedra”. Y sin esperar su reacción, vuelve a escribir en el suelo. El resultado es impresionante: se fueron todos. Es verdad que comenzaron a irse los mas viejos, pero no quedó nadie, ni los discípulos. Debe haber pasado un rato en el que el silencio pesaba como plomo. En algún momento se habrán retirado todos los que quedaban, dándose cuenta de que el Señor quería quedarse solo con la mujer. Jesús escucha, sin mirar, cómo se van todos y cuando siente que están solos, alza de nuevo la cabeza y mira a la mujer.

Los miramos ahora a ellos dos, en este icono de la buena cercanía

La mujer está parada, frente a Jesús y, quizás, como en el icono, se haya arrodillado también ella.

Jesús alza los ojos y le habla. 

Me gusta imaginar que Jesús le habló desde abajo, que se quedó agachado. 

En los tribunales, los jueces se ponen más alto que el acusado y que los acusadores. 

Jesús se pone más abajo que ambos. 

En el reino que trae Jesús el lugar que elige para hablarnos de nuestro pecado es el más bajo y humilde. 

Desde allí nos habla con amor para decirnos que no nos condena y que, en adelante, no pequemos más. El detalle, en el mosaico del P. Marco Rupnik: la mano del Señor, que parece apartar todo lo que molesta para abrirse hacia adelante en este nuevo camino.

Todo esto el Señor lo dice y lo hace agachado.

Es el abajamiento de Dios. Es lo que hace que nos acerquemos a Él los pecadores. 

Y desde ese lugar humilde, desde ahí abajo, nos recrea como el Dios que hace nuevas todas las cosas. 

Reflexión para sacar provecho

Me acuerdo que leí (y a veces he puesto en práctica) que algunos monjes, cuando otro se confiesa, el confesor se pone de rodillas y el penitente permanece de pie o sentado. Recordando esta escena, es justa esa actitud (aunque habría que cambiar la estructura de nuestros confesionarios) ya que reproduce la postura de Jesús ante nuestros pecados. Consuela imaginar que cuando nos confesamos, Jesús se arrodilla junto a nosotros, y juntos, pedimos perdón al Padre. 

También señala la postura que podemos adoptar cuando nos damos cuenta de que estamos opinando sobre otros y juzgándolos: quizás ponernos un momento de rodillas –mientras fluyen las acusaciones-, sea la postura que nos ubique y atempere nuestra indignación. 

……

Dice Francisco: Para un cristiano progresar debe significar abajarse, servir a los demás, “En la Iglesia debe prevalecer la lógica del abajamiento. Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos. Si hay alguien grande en la Iglesia es Él, que se hizo el más pequeño y el siervo de todos”.

Decía Bergoglio allá por 1984:

Acercarse bien

“Este es, precisamente, el «acercarse bien» propio del cristiano. La manera de «acercarse bien» tiene algo de cualitativo que pone a todo acercamiento religioso (filial, fraternal y paternal) en una dimensión escatológica que lo realiza «de una vez para siempre». Por otra parte, es el mismo Señor quien nos justifica en nuestro «abajamiento». Los fariseos se auto justificaban («Vosotros, que buscáis la gloria unos de otros»: Jn 5,44). El justo solo busca la justificación de Dios, y por ello se «abaja», se acusa. Y así como la justificación nos fue dada por la cruz de Cristo, de manera universal e irrepetible, nuestro andar por el camino del Señor supone asumir también –análogamente– ese «abajamiento» de la cruz. Acusarse a sí mismo es asumir el papel de reo, como lo asumió el Señor cargado por nuestras culpas. El hombre se siente reo, merecedor. De ahí que san Ignacio sea tan cuidadoso en aconsejar «humillarse y abajarse» a quien está en consolación (cf. Regla 11 de discernimiento de espíritus, EE 324), no sea que el gusto por el consuelo lo lleve a alzarse con un mérito que no les es propio.

Diego Fares sj