Es básico que como cristianos estemos disponibles en todo momento a cambiar de mentalidad para dar lugar al Espíritu (Cuaresma 3 C 2022)

En aquel momento llegaron unos a contarle lo de aquellos galileos, a quienes Pilato había hecho matar, mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les dijo: –¿Ustedes creen que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás? Les digo que no; más aún, si no se convierten y cambian de mentalidad, también ustedes perecerán de manera similar. Y aquellos dieciocho que murieron al desplomarse sobre ellos la torre de Siloé, ¿creen que eran más deudores que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si no se convierten y cambian de mentalidad, todos perecerán de manera similar. 

Y Jesús les propuso esta parábola:
Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo encontró. Entonces dijo al viñador: «Hace ya tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. ¡Córtala! ¿Por qué ha de ocupar terreno inútilmente?» El viñador le respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo la cavaré y le echaré abono, a ver si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortarás» (Lc 13,1-9).

Contemplación

Cambiemos de mentalidad

Cambiemos de mentalidad. Pasemos de una mentalidad que busca chivos expiatorios a una mentalidad que asume la culpa comunitariamente (y comparte las pérdidas).

En una reflexión sobre la Pasión del Señor decía un predicador que se ve claro que “ninguno de los grupos ni de las personas que intervinieron en el arresto y juicio a Jesús lo hubiera crucificado por sí solo. Fue la suma de las acciones y omisiones de todos – desde la traición de Judas, pasando por la sentencia de Anás, hasta el lanzazo del soldado que le abrió el corazón – lo que llevó al Señor a la Cruz. Fueron los pecados de todos -los de los sumos sacerdotes que lo vendieron a Pilatos y los del servidor que le pegó una cachetada-. Por eso es que desde lo más íntimo y personal debemos pedir perdón por todos, incluyéndose cada uno a sí mismo cada vez que comete un pecado y pidiendo misericordia para todos cuando se arrepiente.

Cambiá de mentalidad. Tenés que pasar de una mentalidad que promueve paradigmas físicos y filosóficos descentrados y no unificados, en los que no se sabe “si se puede agradecer a Alguien por la vida” ni “quien tiene la culpa” de lo que está mal en el universo a un paradigma en el que se ha redoblado nuestra condición de creaturas y podemos agradecer y pedir perdón a Dios desde un nivel muy pero muy humilde. Digo que se ha redoblado nuestra condición de creaturas porque no solo no nos hemos dado la vida a nosotros mismos sino que tampoco podemos dar explicación de cómo funciona todo. Convengamos en que el paradigma teocéntrico fue favorable a la aceptación cultural del Evangelio y que estos paradigmas “descentrados” -por decirlo de alguna manera-, pareciera que no contribuyen mucho, sino que por el contrario, extrapolados al campo económico y/o político terminan por justificar toda inequidad como un fruto de leyes indeterminadas que nos superan. Y esto no es verdad: a nivel social y personal la vida depende de decisiones que tienen responsables concretos y se pueden cambiar, que es de lo que trata el evangelio de hoy, de la “metanoia” o cambio de mentalidad.

Disponibilidad a cambiar de mentalidad como actitud permanente cristiana

Pero más que cambiar de mentalidad en este o aquel “sector”, en primer lugar de lo que se trata es de la “disponibilidad misma a cambiar”. Esta actitud es la verdaderamente cristiana desde el momento en que el Señor les “respiró-insufló” su Espíritu (Jn 20, 22) a los discípulos, poniéndolo en acción y dándole el protagonismo en la conducción de la historia. Si el Espíritu está actuando, la actitud del cristiano es estar disponible para escuchar su voz y seguirla “respirándolo”. Aquí está todo. El Espíritu ha sido “derramado”, dice el libro de los Hechos (Hech 2, 17), usando una expresión que habla de “desborde”, de algo que se da sin medida, como cuando se rompen los odres y se derrama el vino (cfr Mt 9, 17) o cuando el Señor consagra el vino y usa la expresión “Sangre derramada” (Mt 26, 28). En el libro de los Hechos se va viendo cómo el Espíritu toma la delantera en el salir de la Iglesia naciente. En el pasaje de Cornelio, no siempre suficientemente destacado, se da un “giro” epocal, por decirlo con palabras que desean expresar la importancia de lo que sucedió para el “cambio de mentalidad”. El Espíritu cayó sobre los gentiles abrazándolos (Hech 10, 44), como se le echó al cuello el padre misericordioso al hijo pródigo (Cfr. Lc 15, 20).

El Espíritu va avanzando teniendo en cuenta como dos cosas, una, el deseo de ser evangelizados de muchos en cada lugar, como es el caso de Cornelio y lo será el de los que irá encontrando Felipe y luego Pablo en su camino; el otro hecho son los pobres: la primera misión a la que es enviado Pablo es a llevar ayuda a la Iglesia Judea que padece necesidad (Hech 11, 27-30).

El Espíritu Santo manda directamente dónde tienen que ir

El Espíritu Santo interviene directamente diciendo (no sabemos a quién ni cómo, pero de manera tal que es claro para todos) que “le separen a Pablo y a Bernabé para la obra para la cual los ha llamado” (Hech 13, 2). Oran todos, ayunan, les imponen las manos y los envían a predicar a lo que serían las actuales regiones de Siria, Turquía, Chipre y Grecia: el Medio Oriente actual. La importancia del Espíritu que se derrama sobre los gentiles se ve en que en Hech 15 de nuevo es tratado el tema y en lo que se considera como un primer Concilio “los apóstoles y los ancianos y los hermanos”, les escriben el siguiente mensaje “a los hermanos de los Gentiles que están en Antioquía, y en Siria, y en Cilicia (…): Ha parecido bien al Espíritu Santo, y  a  nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: Que os abstengáis de cosas sacrificadas á ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hech 15, 23 ss). Más apertura y cambio de mentalidad, imposible.

El Espíritu les prohíbe predicar en una región

Es notable cómo en algunos lados el Espíritu no los deja predicar, directamente se los prohíbe sin que sepamos los motivos (“Y pasando á Phrygia y la provincia de Galacia, les fué prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.Y como vinieron á Misia, tentaron de ir á Bithynia; mas el Espíritu no les dejó” (Hech 16, 6-7).

También es notable cómo, en Hech 19, se nos muestra el modo de resolver cierto “desfasaje” en la marcha de la evangelización: algunos en Éfeso han sido bautizados con el bautismo de Juan y se llaman cristianos, pero no han recibido el Espíritu Santo ni oído hablar de Él. Pablo los bautiza en el nombre del Señor Jesús y les impone las manos para que reciban el Espíritu. Todo se va acomodando y la vida derramada va entrando en los casilleros humanos serenamente. La vida del Espíritu tiene la primacía. Y es lindo ir escuchando un lenguaje que nos resulta más familiar: “Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre” (Hech 20, 28). Se atenúa luego la acción tan directiva del Espíritu y es como que los apóstoles (Pablo en este caso) van tomando las riendas de la Iglesia. Así el libro de los Hechos que debería llamarse Los Hechos del Espíritu y los apóstoles.

Un cambio gigantesco

El ”cambio de mentalidad” que vive la Iglesia en los primeros tiempos es gigantesco. Es la única religión que no prohíbe ningún alimento, por ejemplo. La apertura a todos los pueblos, dejando de lado las costumbres judías como la de la circuncisión, fue para los judíos un cambio fuertísimo. Cuando vemos a algunos cristianos que no pueden cambiar su mentalidad con respecto a tomar la comunión con la mano o en la boca, podemos imaginar lo que les significó a aquellos primeros hermanos nuestros cambiar sus costumbres. Y cómo lo hicieron. Hasta dónde debe llegar nuestra disponibilidad y apertura a cambiar de mentalidad? Hasta que todo en la Iglesia sea misionero, sea “en salida”, abierto a más personas, a más situaciones difíciles, a más pueblos lejanos (para nosotros). 

El cambio de mentalidad es la actitud básica: cuando salimos a evangelizar, no salimos a hacer propaganda de una doctrina ya fija, sino que 

salimos a dejarnos sorprender por las novedades del Espíritu que ya viene trabajando secretamente en la vida de cada pueblo y que tiene mucho para darnos y enriquecernos. 

Nosotros vamos con poca cosa cultural y mucho Espíritu. 

Pocos preceptos y mandamientos y mucho servicio. 

Poca clase de teología y mucha vida espiritual, como la que nos enseñan a practicar los Ejercicios.

Pocas teorizaciones abstractas (que son propias de nuestra cultura occidental) y mucho testimonio concreto.

Cuentan entre los nuestros que estudian en Roma que luego de un largo período de estudios en Europa, donde sacó su doctorado en Teología, volvió el curita a su pueblo, una ciudad humilde y pequeña en el interior del país, y en la primera misa “partió en cuarta” diciendo: Hermanos y hermanas, vengo a predicarles a Uds. con hermenéutica teológica y bíblica, con exégesis, con teología dogmática y moral, con… Y lo interrumpió un viejito simpático que se había sentado a mitad de los bancos diciéndole muy aplomado y sonriente: no se preocupe padrecito, que cuando yo vine aquí, hace unos años, también traía un montón de achaques y se me curaron todos, porque el Aire aquí es muy bueno!” Ojalá que el Aire de nuestros pueblos nos disponga a cambiar de mentalidad cada vez que tengamos que adaptar la ley a la caridad para que el Espíritu pueda actuar en el corazón de cada persona y en la cultura de cada pueblo.

Diego Fares sj

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