AMAR A DIOS COMO A UN HIJO (Navidad 2 C 2022)

ENCUENTRO CON EL SEÑOR

En la Anotación 3ª para ayudar a los que dan y hacen los Ejercicios Espirituales, San Ignacio dice así: 

“Advirtamos que, en los actos de la voluntad, cuando hablamos vocal o mentalmente con Dios nuestro Señor o con sus santos, se requiere de nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos el entendimiento entendiendo (y razonando sobre cosas)”.

Las contemplaciones no son un ejercicio meramente intelectual, en el que uno está pensando solo, sino un encuentro con el Señor,  en el que conversamos de corazón a corazón con Jesús y con los personajes del Evangelio. No se trata por tanto de “pensar cosas” sino de “dialogar con el Señor en persona”. Es verdad que pareciera que, en cierta manera, estas mis largas contemplaciones van a contramano de lo que debería ser la esencia del E-mail -comunicar las cosas sintética e instantáneamente a la mayor cantidad de personas de un modo que sea fácilmente “archivable”-, por decir algo. Paro la “trampita” está en que lo que les mando por este medio -el E-mail- es el Evangelio. Y el Evangelio es un tipo de Palabra especial (por decir lo menos) que actúa “mejorando” cualquier medio que use. El Evangelio que mando va más como un “programa” que como un “simple texto”.  Un programa de esos “ejecutable”. Y el que lo “ejecuta en cada persona” es el Espíritu Santo. Por eso al leer, es bueno recordar que la Palabra que va escrita en el mail y las sugerencias para la contemplación, son “la mitad” de una contemplación, o mejor, “la tercera parte de una contemplación”. Las otras dos terceras partes se reconstruyen con lo que cada uno siente y gusta según el Espíritu le da la gracia.

COMPOSICIÓN DEL LUGAR

La lectio divina que hace Juan en su prólogo sitúa la Encarnación en un contexto teológico universal, pero es fruto de una contemplación tan sencilla como la de mirar al Niño recostado en el pesebre, tal como lo presenta Lucas. Podemos hacer la lectura de esta página solemne del comienzo del Evangelio según Sn Juan teniendo algún Niño Jesús pequeñito en una mano, sintiendo que Nuestra Señora o San José me lo brindan y me permiten recibirlo y contemplarlo con adoración.

PETICIÓN

Padre, te pedimos la gracia de amar a Jesús como a un hijo.

Lectura y contemplación del Evangelio (teniendo delante la imagencita del Niño)

Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,

y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,

y las tinieblas no la percibieron.

La Palabra era la luz verdadera

que, al venir a este mundo,

ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,

y el mundo fue hecho por medio de ella,

y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,

y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,

a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

(Hijos que) no nacieron de la sangre,

ni por obra de la carne,

ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne

y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él al declarar:

‘Este es Aquel del que yo dije: 

El que viene después de mí me ha precedido,

porque existía antes que yo’.

De su plenitud todos nosotros hemos recibido

y gracia sobre gracia:

porque la ley fue dada por medio de Moisés,

pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios;

el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, 

que está en el seno del Padre (Juan 1, 1-5. 9-18).

MEDITACIÓN

Elegimos una frase para entrar en el misterio de la Encarnación:

La gracia y la verdad nos han venido por Jesucristo,

de su plenitud todos nosotros hemos recibido, y gracia sobre gracia.

¡La gracia y la verdad!

Estas dos palabras nos hacen bien a todos. 

Todo ser humano valora y anhela lo gratuito y lo auténtico.

Ahora bien, Juan nos habla de 

La gloria que recibe Jesús del Padre 

como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”.

No se trata de “algunas gracias particulares” ni de “una verdad dentro de los límites de nuestros paradigmas”. Juan nos habla de un Jesús que es la Vida y la Verdad. 

Esa vida llena de armonía y de un sentido misterioso que experimentamos en nuestro propio ser y en todo el universo. 

Esa vida y esa verdad contra la cual, a veces, la muerte y el absurdo parecen jugar de igual a igual, pero que al final resultan vencidas, porque “mientras hay vida hay esperanza (verdad, sentido)”, decimos; y es la convicción más honda que nos lleva a vivir. 

El Evangelio nos dice que Jesús es la fuente de esa vida y de esa verdad de la que todos vamos recibiendo.

Pero la maravilla más grande no es tanto que esta verdad y esta gracia existan sino ¡que se hayan vuelto pequeñas, para que todos podamos recibirlas, para que crezcan junto con nosotros, a nuestra medida, haciéndose a nuestro paso!

¡La gracia y la verdad!

CONTEMPLACIÓN

¡Qué hermosas palabras para expresar lo que trae en las manos Jesucristo!

La gracia y la verdad es lo que recibe quien se acerca al pesebre lleno de ternura y deseo de adorar, y contempla las manos pequeñitas.

La gracia y la verdad es lo que recibe el que besa la Cruz, lleno de piedad, 

y contempla las manos traspasadas.

La gracia y la verdad es lo que recibe el que cree en el Resucitado y contempla las manos lastimadas.

La gracia y la verdad es lo que se nos pone en nuestras manos, unidas a manera de las tablas del pesebre, al recibir la Eucaristía.

La gracia es “amor gratuito”. Por tanto, es “el amor” y la verdad lo que nos trae en sus manitos el Niño.

La contemplación de este amor y esta verdad pequeñitos debe conmover nuestro corazón.

¿No nos damos cuenta del mensaje? 

¿No nos desarma que Dios quiera ser amado como un hijo?

El amor al Padre nos dirá luego Jesús, consiste en hacer su voluntad.

Pero todo comienza por el amor al Hijo.

De hecho, el amor al Padre está cuestionado desde hace mucho tiempo en nuestra cultura. Los más piadosos lo mantienen un poco formalmente, pero la actitud de fondo es “tener al Padre ahí”, a distancia, en una mezcla de actitud de hijo pródigo y de hijo mayor, que mantienen a distancia a su Padre, preocupados por la herencia.

Y resulta que ya desde que Jesús pronunció aquella hermosísima parábola, el Padre no quiere otra cosa que compartirlo todo con los hijos. 

Para eso fue que envió a su Hijo. 

Y el Hijo, antes de ser el Maestro que nos enseña a cumplir la ley en su plenitud, quiere ser amado como hijo nuestro.

¡Dios se anima a que comencemos a amarlo como a un hijo nuestro!

Es que él sabe que, aun siendo malos, sabemos dar cosas buenas a los chicos.

Que somos mejores como padres que como hijos.

Que cumplir los mandamientos del Padre se nos hace “culturalmente” difícil, pero que amarlo como a un hijo, quizás no tanto.

Es que uno ama gratuitamente a los hijos.

Lo da todo por ellos.

Las cosas más difíciles le salen como por instinto.

Un padre y una madre saben que tienen defectos, pero eso no impide que tengan la certeza de estar dando su amor más auténtico y más puro a sus hijos.

Un amor que se corrige solo, sin que nadie de afuera nos lo diga: uno sabe cuando fue egoísta o demasiado severo… uno sabe cuando se olvidó de algo… y no desea otra cosa que corregirse.

Este amor quiere Jesús. 

No otro.

De este amor quiere que brote todo:

            Nuestra oración, que comenzará con balbuceos, igual como comienza el diálogo con los bebés.

            Nuestro culto, que cultivará las ganas de tener al Señor, de besarlo y contemplarlo, aunque la casa esté con ese desorden que causan los chicos.

            Nuestra economía, que estará marcada por esa ausencia de cálculos a la hora de compartir y de darle a los hijos lo mejor.

            Nuestra justicia, que se ajustará a cada situación desde el peso decisivo del amor que inclina la balanza a favor del hijo.

            Nuestra política, que buscará ser estable en el rol de padres, sin ambiciones de “otros cargos”.

“Un niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado”.

Que el Señor nos de la gracia de recibir el año nuevo y de recibirlo a El como a un hijo recién nacido.

Diego Javier Fares sj

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