Roma, 24 de diciembre, 2021

Queridas Hermanas del Niño Jesús,
La Pascua de nuestra querida Juliana a la casa del Padre me mueve el corazón compartir con ustedes algunas cosas lindas que hemos vivido con ella en este momento tan especial y que Juli deseaba con verdadera Fe: encontrarse con el Padre, con el Espíritu Santo, de la mano de Jesús y la Virgen, San José y su querido San Juan Bautista. Sabemos que ella ya deseaba partir, aunque vivía contenta su misión aquí, en las cosas de la amada tierra. Quedé contento de lo que me ha dicho Elisa, que partió en santa paz y rodeada de la oración de de todas ustedes, de todas las hermanas que acudieron su lado cuando vieron que estaba mal.
Me imagino su entrada al Cielo llena de exclamaciones al ver a tantos amigos que le habrán salido al encuentro, comenzando por sus familiares y por toda la gente de El Hogar de San José y del Comedor. También me la imagino encarando para el lado de la cocina, para ponerse a ayudarle al Señor con el banquete celestial.
Lo primero que me nace del corazón después de haber acompañado espiritualmente a Juliana durante muchos años – casi desde que nos conocimos allá por el 95 -, ya que ella o ella venía charlar conmigo o iba yo a charlar con ella – y siempre hemos mantenido mantenido un contacto espiritual fuerte.
MUJER DE ORACIÓN
Lo primero, decía, es mi testimonio de que Juliana era y es una mujer de oración.
Cuando Juliana decía “unidos en la oración”, acá en esta tierra y ahora con ella desde el cielo, no era una frase hecha sino algo que ella vivía con mucha intensidad. Juliana reza hablando con y de las personas “como si presentes se hallasen” como dice Ignacio. Verdaderamente se unía a los que quería rezando, rezaba con rostros y nombres de personas concretas y de situaciones también concretas por las que había que agradecer o pedir o discernir.
Su oración era y seguirá siendo una oración metida en la vida. La Juli rezaba con las cosas universales de la Iglesia y las nuestras de cada día en una charla muy familiar con el Señor. Estaba mucho ante el santísimo donde iba a presentarle al Señor su agradecimiento, sus quejas y lamentaciones, todo con mucha frescura y sinceridad. Señor me pasa esto, Señor, por qué aquello. Una oración metida en la realidad.
Me acuerdo una vez me que me contaba su diálogo con uno que le había venido a arreglar la caldera, porque hacia días que estaba rota. El hombre, muy piadoso, empezó ha hablarle de la Trinidad y a preguntarle. Ella le respondió con cosas del catecismo, pero como el buen hombre seguía, ella le salió con : “Bueno, ya charlamos, ahora menos Trinidad más calderta, que yo la necesito caldera porque se me se me enfrían las pensionistas.
«Menos Trinidad y más calefón”. Por ahí iban sus oraciones de contemplativa en la acción. Yo siempre me reía porque ella decía que tendría que haber sido contemplativa. Yo le decía que “estaba a tiempo” y nos reíamos porque ella agregaba que no habría aguantado dos minutos encerrada. Juliana era una contemplativa en la acción, veía a Dios en todas las cosas; era una mujer de oración de alabanza y unión con Dios pero sobre todo una oración de discernimiento. Se animaba a plantearle al Señor todo lo que pasaba y buscaba la voluntad de Dios. Juliana rezaba “como era ella”, con virtudes y defectos. No se ponía el hábito de otras espiritualidades para rezar como si la oración fuera una “parte” de su vida, sino que su oración era “toda su vida y su persona”. Charlaba con nuestro Padre y con el Espíritu Santo (a la madrugada, al abrir la puerta de Hipólito Yrigoyen decía que el airecito de la mañana era el Espíritu Santo y ya con ese respiro tenía aliento para el trabajo de todo el día. “El vientito del Espíritu Santo que sopla por la calle Hipólito Irigoyen! Nada menos.
Mujer de oración comprometida. Rezaba por la gente que le pedía y la gente sabía de esto y por eso le confiaba sus penas e iba a charlar con ella con cualquier excusa, porque sabía que no solo aconsejaba bien, sino que escuchaba mucho e intercedía por los que se lo pedíamos.
Un ejemplo lindo de eso sencillez y veracidad en la oración es una cartita que le mandó al Papa que la había llamado por el cumpleaños. Que sencilla y linda!
Al Obispo de Roma
Papa Francisco
Querido Padre:
Espero que estés bien, llego hasta usted para agradecerle su delicadeza a través del Padre Diego en el día de mi cumpleaños. ¡¡¡Gracias!!!
Muchas cosas quisiera decirle, pero lo hago a través del Señor en la oración. “Rece por mi”.
Un abrazo grandote y unión de oración
¡Muchas gracias!
Hermana Juliana
MUJER DE TRABAJO
Si hay algo que Juliana hizo todos los días su vida fue trabajar. Me acuerdo un día en que estábamos charlando no me acuerdo de qué y a ella como que le cayó la ficha de una revelación ( de esas en las que uno comprende algo muy hondo de su vida) y me dijo: Al fin y al cabo, la verdad es que yo he sido toda mi vida una empleada. Una consagrada empleada. Empleada de cocina.
Yo me admiré mucho por cómo lo decía, y le dije: ¡Como la Virgen! Y ella: “Sí, como la Virgen: la Servidora del Señor, la servidora de Isabel, la servidora en Caná. Me conmovió y me consoló esa alegría el que descubre que ha sido “un servidor que no ha hecho sino lo que tenía que hacer”.
Juliana se especializó, me gusta decir- en “dar de comer al hambriento” que sigue siendo una obra de misericordia. Sigue siento la primera en un mundo con hambre. Todavía hay gente que discute, no lo de dar de comer, sino el cómo” (como como). Si los comedores sí o los comedores no, si un turno o dos, si el “denles ustedes de comer” nos involucra a todos o a algunos… Es como con los refugiados: si no se llega a la integración, no sirve. Pero también es verdad que si no se acoge primero -y largo tiempo- no habrá integración. La obra de misericordia sigue siendo la definitiva, esa por la cual el Señor nos tomará examen: me diste de comer o no me diste de comer. Y mientras muchos discutían y lo siguen haciendo, Juliana dio de comer todos los días y noches a unos cuantos cientos de personas. La clave quizás está en algo que me contó. Resulta que alguien viéndola preparar la comida para el Hogar un domingo por la tarde, le dijo pero Hermana vos trabajás hasta los domingos y feriados. Tendrías que tener un día de descanso. Y la Juli le respondió: Y vos, comés también los domingos? Claro! Y algo un poco más rico! Bueno, los pobres también comen todos los días y los domingos les gusta comer un poco más rico.
“Los pobres comen todos los días”. La Juli tenía claro que los pobres también le gusta comer todos los días y si es algo rico, mejor!
MADRE
Entré por la oración y por el trabajo que han sido dos cualidades muy de ella, para entrar en su corazón de madre. Allí está el secreto de su oración comprometida y concreta y de su trabajo incansable en las obras de misericordia: todo nace de un corazón de madre. Juliana me confiaba que no sabía por qué la gente venia y le contaba sus cosas. Y yo le decía que era la sentíamos madre: las penas grandes y las alegrías las compartíamos con ella como con nuestra madre. Uno se decía “esto lo tengo que charlar con Juliana”. Me acuerdo como si fuera hoy el día en que eligieron papa a Jorge y yo estaba rezando en mi pieza. Sentí como que alguien me arrancó de la pieza y me hizo ir rápido a lo de Juliana. Celebramos misa los dos solos y en agradecimiento por el Papa. Teníamos que celebrarlo juntos. La gente de en situación de calle siempre ha sabido que en ella tenía una madre que se preocupaba por ellos y por eso acudían a ella.
Una amiga y compañera de camino de trabajo y de misión
Siempre sentido a Juliana una amiga. Trabajamos codo a codo por más de veinte años en todo lo que era compras y comida y doy testimonio de que sin el trabajo de Juliana y de todo el apoyo de las Hermanas del Niño Jesús, no hubiera podido existir el programa social que se fue desarrollando en el Hogar. Hemos sido amigos, hemos compartido una visión también de las cosas, que no siempre se comparten, y la más importante es el deseo de institucionalizar el Hogar y nuestro trabajo en interparroquial e intercongregacional. Juliana y yo queríamos que la congregación y la compañía adoptaran el Hogar como institución propia. Siempre costó. La verdad es que a en nuestras órdenes y congregaciones religiosas hay obras que antes de tener digamos así una (1) persona a la que ayudan, ya tienen oficina, escritorio, compu, página web y cuenta en el banco. El hogar, en cambio, nació al revés: nació dando de comer en Regina cuando no tenía ni tablones para que la gente se sentara a la mesa. Y fue creciendo de acuerdo a la necesidad de la gente convirtiéndose en Hogar, en Cooperativa, en talleres de tantas en tantas cosas lindas que se hacen. Pero, como digo, cuesta institucionalizar. Como que a los pobres siempre los tenemos y como que está es obra tuya. Y no es así, no es así, Juliana siempre fue mujer institucional, eso no significa que cuando había que meter mano y tomar la iniciativa porque que otros no se movían, ella decidía y actuaba. Pero no por cortarse sola sino por el bien de los pobres, el bien de cada día. Y el que cuida del pan de cada día cuenta con la bendición del Padre.
Pero fue siempre una mujer de institución, de congregación, digamos así, hasta el final. Esto lo digo aquí porque me da pena que muchos se pierdan lo más lindo que hay: que no es solo “dar de comer al pobre en la puerta” sino integrarlo en la propia institución, con título de ciudadanía.
Mujer de iglesia
Y siempre tuvo un cariño y un respeto especial por los sacerdotes. Juliana siempre ha sido madre de nosotros los curas con especial dedicación. Y como buena madre, sabía decir las cosas también cuando había que dar un tirón de orejas o una buena patada en el trasero. Mujer de iglesia y con el papa Francisco doblemente alegre ya que su devoción y cariño para el papa era por un papa amigo que la quería mucho, un papa cercano. Que así escribía de ella – de su ternura laboriosa- , con motivo de los 10 años de El Hogar de San José:
Rvdo Padre DIEGO J. FARES s.j.
Sarandí 65 – 1081 –Buenos Aires
Querido Diego:
El próximo día 27 el Hogar de San José cumplirá 10 años. Aquella noche durmieron allí, por primera vez, un grupo de hombres. Desde entonces, todos los días, se repite esa historia de projimidad, de amor.
Muchos se han acercado para ayudar en el trabajo y han aprendido a servir a esos hermanos nuestros, a contemplar en sus rostros el rostro del Señor. Se ha formado una comunidad que ha logrado superar el mundano esquema de «asistentes-asistidos» optando siempre por reconocerse ambos en la persona de Cristo, por incluirse todos en la marcha del pueblo fiel de Dios, proclamando el amor y la ternura del Padre. Y, hablando de ternura, no quiero dejar de mencionar la ternura laboriosa de la Hermana Juliana, quien merece ser llamada «la madre» del Hogar de San José.
A vos y a todos los que forman esa Comunidad de amor y ternura les hago llegar mis felicitaciones por este nuevo anirversario; les agradezco todo el bien que hacen en la Arquidiócesis y –por favor- les pido que recen y hagan rezar por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Afectuosamente,
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
Arzobispo de Buenos Aires
Algunas de las fotos más significativas (entre otras cien)


