La amistad social y el uso del dinero (29 A 2020)

(Después de escuchar la parábola de la invitación a las bodas) Se retiraron los fariseos para consultar cómo podrían entrampar a Jesús con sus propias palabras. Le enviaron a varios de sus discípulos con unos herodianos para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas fielmente el camino de Dios, que contigo no va el respeto humano, por que no te fijas en la categoría de las personas. Dinos, pues, a nosotros, (a la luz de la Ley) ¿qué te parece? ¿Es lícito dar el tributo al César o no?

Pero Jesús, conociendo su mala intención, les dijo: ¿Por qué me tienden una trampa, hipócritas? Muéstrenme la moneda del tributo.

Ellos le presentaron un denario. Y El les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción (“Emperador Tiberio, hijo adorable del dios adorable”)?

Le respondieron: Del César. Jesús les dijo: Devuelvan al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Sorprendidos al oír aquello, lo dejaron allí y se mandaron a mudar (Mt 22, 15-22).

Contemplación 

El evangelio dice que los fariseos se retiraron después de escuchar la parábola del Señor sobre el vestido de bodas, que se juntaron con los herodianos (que eran sus enemigos) para ver cómo le podían tender una trampa y que la trampa se la armaron en torno al dinero. 

Cómo vemos no es ninguna novedad que contra Jesús y los que anuncian el Evangelio se junten los fundamentalistas de la religión con los fundamentalistas del poder y que los que en otras cosas son enemigos entre si, encuentren un lenguaje común en torno al dios dinero. Por eso -porque la historia se repite- terminó siendo tan paradigmática esta escena en que el Señor, ni lerdo ni perezoso, les respondió de rebote y pasó como en el tenis, que cuando uno hace un saque muy fuerte, si el adversario lo agarra de pleno, el rebote vuelve con el doble de velocidad. Aprendiendo de los criterios de discernimiento del Evangelio, cuando uno escucha críticas al Papa y a la Iglesia puede ser interesante, para encontrar un punto de vista independiente de las manipulaciones mediáticas, examinar no sólo el tema en discusión, sino la relación con el dinero qué tienen los que atacan.

Hoy sólo quiero detenerme en una cuestión de lenguaje. En esto de que después de escuchar una parábola, que es como decir después de escuchar una invitación linda a entrar en la dinámica del Reino del Dios, que es la dinámica del amor gratuito, los fariseos inventan una trampa. 

Las trampas tienen algo de paradoja . Uno «cae en una trampa» cuando se deja llevar por un razonamiento lógico que le resulta familiar y termina cayendo en un pozo. Sucede al revés con las parábolas de Jesús. En ellas, uno entra en una situación que le resulta familiar, como es la del rey que con gran ilusión invita las bodas de su hijo, y termina cayendo en la cuenta de que es uno el que ha sido invitado no por méritos sino por misericordia y que debe ponerse el vestido de bodas que le regalan para estar a la altura de una fiesta tan gloriosa. 

Podríamos decir que tanto las invitaciones de Jesús como las trampas del maligno nos hacen pisar el palito de alguna paradoja, pero con intenciones distintas: Jesús para hacernos caer en las manos misericordiosas del Padre y en el compromiso fraternal con los hombres; el maligno, para hacernos caer en sus engaños asesinos.

Ahora, el detalle evangélico de hoy está en que los fariseos y herodianos quisieron usar el dinero para entrampar a Jesús. El lenguaje del dinero es particularmente peligroso porque tiene la dinámica de las anti-parábolas: sus pa-radojas son malignas. Como cuando se dice que “el tiempo es dinero”. La frase parece positiva, en cuanto que impulsa a trabajar más, pero se absolutiza de modo tal que uno termina vendiendo su tiempo para ganar un dinero que luego no puede usar.

El dinero es un dios, el dios infinito cuantitativo, y tiene su liturgia y su (anti) evangelio, cuyo lenguaje es siempre la antítesis del lenguaje de las parábolas de Jesús. 

Tono de burla

Es la antítesis de las parábolas de Jesús, primero que nada, por el tono (que refleja la intención): los que hablan en lenguaje de dinero se ríen y se burlan sarcásticamente de los que hablan el lenguaje evangélico -que es poético y religioso- de las parábolas. En el pasaje evangélico de hoy, el sarcasmo se puede notar en la frase: «Maestro! tú que no haces acepción de personas…, dinos si es lícito o no pagar el tributo al César». 

La dinámica de las parábolas de Jesús es siempre de salvación: ayudan a que el que escucha descubra la verdad por sí mismo y reciba una gracia. La dinámica de las parábolas del dinero, en cambio, es de perdición: son para engañar y confundir al otro y hacer que se hunda.

Las metáforas inmanentes del dinero

El lenguaje del dinero es una antítesis peligrosa de las parábolas porque también usa metáforas que seducen, cómo esa de Manolito: «Lo bonito de los dólares es ese ‹verde-coima› tan seductor». Lo que sucede es que, en el fondo, la dinámica de las metáforas del dinero no es trascendente: el dinero no trasciende, sólo busca más dinero. 

En cambio el lenguaje del Evangelio tiene una dinámica que nos hace salir hacia el Otro -hacia Dios y hacia el prójimo -, una dinámica que trasciende, que hace crecer. 

El dinero se alimenta a sí mismo. Da la ilusión de que nos permite comprar cosas y desarrollarnos, pero la realidad es que lo que se compra con dinero son cosas que se consumen y nos consumen con ellas. 

En cambio, el lenguaje evangélico cuando te conecta con la gracia te la da entera. Y la gracia no sólo es un tesoro que no se consume, sino que hace que se dilate en el amor nuestro corazón: nos hace crecer como personas. 

El dinero aunque te da un producto es un producto marcado por el dinero mismo, de esos que apenas los compraste ya quedaron caducos, y te están como exigiendo que desees comprar el siguiente, que será más sofisticado. 

Jesús sabe que el dinero es necesario y por eso dice que se le de al dueño del dinero lo que es suyo. Pero que no se mezcle con darle a Dios lo que es suyo: nuestro corazón, nuestro tiempo, nuestra vida, nuestro amor.

Al dinero hay que darle lo suyo que es su carácter de medio para relacionarnos entre nosotros. De ninguna manera hay que convertirlo en fin, pero hay que saber que como es el medio universal que aceptan los de todas la religiones e ideas políticas, es difícil no endiosarlo en la práctica. El dinero es el ídolo perfecto, el ídolo por antonomasia. A los que lo poseen en gran cantidad les hace real la ilusión de que sean ellos los dioses. Lastimosamente terminan dejándoselo íntegro a otros a quienes esa masa de dinero anónima pasará a darles la misma ilusión y se los devorará como se devoró al primero. 

…..

Meditaba en estas cosas en la clínica «Salvator mundi» mientras esperábamos las dos horas que tardaron en hacer el informe de la «TAC total Body con contraste» (que entre otras cosas reveló que ‹no tenía nada en el cerebelo›, como dijo el radiólogo. Cosa que ya sabíamos). Como los médicos que me operarán en el riñón necesitaban tenerla «ya», esta la tuvimos que pagar, porque si no había que ir a hacerla a Nápoles y demoraríamos mucho. Hay momentos, como me decía Paolo, el enfermero amigo que me gestiona y acompaña en todos los análisis, en que se justifica pagar, si uno puede. Mi tumor al riñón es de los que no dan señales. Creció muy lentamente hacia fuera del riñón que por eso seguía cumpliendo bien con su función y no daba señales, el muy traidor. Pero estos tumores en cierto momento comienzan a esparcir metástasis por todos lados y ahí es donde es vital apurarse a sacarlo. 

Yo pensaba que nosotros, jesuitas, con la organización que tenemos, estamos reasegurados. Papá siempre decía que los jesuitas teníamos la comida, la salud y los medios para trabajar asegurados, cosa que el 99,90 % de los mortales no tiene y vive «en la inseguridad». Experimentando estos privilegios de manera particular en el momento en que las papas queman, la reflexión no se me fue para el lado de la justicia, sino para el lado de la amistad. Es tan grande el abismo que nos separa de los más pobres, que no hay justicia humana que pueda salvarlo. Y aunque lográramos tener un mundo justo hoy, no llegaríamos a darle una mano a los que en este momento están siendo los más pobres, especialmente los niños que ya nacieron físicamente pobres, desnutridos. Cuando hablamos de «ser pobres» y de hacer «una opción por los pobres», a mi ese lenguaje me queda grande en la boca y siento que no puedo usarlo sin sentir vergüenza interior y tratar de que al menos el tono que uso al hablar no sea el de quien se siente muy contento de lo que debe decir. 

Pero en medio de estos razonamientos, quizá demasiado humanos, me consoló y muy mucho pensar en mis amigos más pobres tanto del Argentina como de Roma con los que en estos días me he comunicado tanto. Y se me juntó con un sentimiento de agradecimiento muy grande a la inspiración que ha tenido el Papa Francisco al hablar de la amistad social como la clave de todos los desafíos que nos presenta el mundo actual. 

Si queremos una justicia que nos vaya igualando, la igualdad básica no puede ser otra que la más alta: la de la amistad. La dinámica de la amistad es lo más igualador que existe entre los seres humanos. Siempre encuentra caminos y allí donde no los hay, los crea. Allí donde el dinero divide irremediablemente, la amistad une indisolublemente. 

Sólo siendo amigos con los pobres y con Dios es posible establecer una relación con el dinero que no caiga en sus razonamientos tramposos ni en una idolatría práctica. «Hacerse amigo de los pobres con el dinero inicuo» sigue siendo el consejo sabio del Señor.

Diego Fares sj

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