La valentía del Padre quita el temor de los hijos (Domingo 12 A 2020)

No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad repítanlo a la luz (en pleno día); y lo que escuchen al oído proclámenlo desde los techos. 

No teman a los que matan el cuerpo pero no tienen poder para matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. 

¿Acaso no se vende un par de gorriones por unas monedas? Sin embargo ni uno solo de ellos cae en tierra sin el Padre de ustedes. Hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que se juega abiertamente por mí ante los hombres, Yo me jugaré por él ante mi Padre que está en el cielo. Pero Yo negaré ante mi Padre que está en el cielo a aquél que me niegue ante los hombres” (Mt 10, 26-33).

Contemplación

Cuatro veces aparece en el evangelio el término «miedo» (fobos), temor, y el Señor lo ahuyenta como Buen Pastor:con realismo y energía, usando ejemplos sencillos, como los de los pajaritos que están en las manos de nuestro Padre, el cual hasta los cabellos de la cabeza de sus hijos tiene contados. No teman, dice Jesús a su pequeño rebaño. No le tengan miedo a nada, fuera del Maligno, que los quiere apartar de mi amor y amistad. 

El temor es una de las cuatro pasiones principales con que «reaccionamos» ante un bien, presente o ausente: gozo/tristeza; esperanza/temor. El temor se opone a la esperanza porque -robándonos el gozo del bien presente- nos pone en actitud de fuga ante un mal futuro y arduo, difícil de evitar. 

San Juan que es quien mejor discierne los miedos y su remedio, afirma: «El amor (agape) expulsa el temor (fobos) (1 Jn 4, 18). Lo expulsa, porque el amor nos pone bajo la acción de un Bien presente, al alcance de la mano: el amor de nuestro Padre del Cielo -que habita en nuestro corazón-. El Padre nos cuida y nos protege contra todo mal, dice Jesús, poniéndose a sí mismo como ejemplo y testigo fiel. 

Este es el anuncio consolador que nos trae el Señor en el evangelio de hoy: No teman! porque ustedes están en las manos del Padre y si Él cuida hasta de los pajaritos, cuanto más los cuidará a ustedes! Confíen!

Gozar de este amor de nuestro Padre Dios despierta en nosotros la esperanza, que siempre está, pero que a veces la tenemos como de reserva. Gozar del amor de Dios despierta la esperanza de alcanzar más bienes -todos los bienes que el Señor promete: la alegría, la paz, la amistad con Él, la unidad entre nosotros, la vida eterna…-, y nos da el coraje para vencer todo tipo de temor, tanto el que nos paraliza (pereza) como el que nos llevan a huir de las situaciones difíciles (cobardía).

El Señor habla con ejemplos. Para ilustrar el primer «no teman» nos presenta situaciones que tienen que ver con la Palabra. Por un lado, con la palabra que dicen los demás. El Señor advierte que nos llamarán «endemoniados» como lo llamaron a Él que es el Maestro. Por otro lado, con la palabra que nosotros debemos anunciar y proclamar a la luz del día: la buena noticia, el evangelio, las bienaventuranzas. 

Jesús les quita a los apóstoles el miedo al «qué diran» recordando que «el discípulo no es más que su maestro»; si al Maestro lo llamaron Beelzebub, también de sus discípulos dirán lo mismo. No debemos temer ese tipo de reacciones agresivas que la predicación de la Palabra suscita en algunos y que, hoy, los medios multiplican. 

El otro ejemplo que da el Señor tiene que ver con lo oculto y lo público. En cada sociedad hay «códigos», cosas que se dicen y cosas que no se dicen o se dicen de un modo y no de otro. Pues bien, en el evangelio la única ley para administrar la verdad es la de la caridad. No hay otra. Y al final, nada habrá oculto, todo será revelado. Por tanto, no hay que temer. Solo discernir el momento en que se debe dar testimonio, teniendo en cuenta el bien de los demás. Aquí vale, por ejemplo, la regla de «no tirar perlas a los chanchos». Pero hay momentos, como cuando el Señor manifiesta ante el sanedrín que Él es verdaderamente el Hijo del Dios Bendito, en que hay que decir la verdad aunque cueste la vida (o el puesto, o una relación o lo que sea).

Para ilustrar el segundo «no teman» el Señor pone ejemplos de persecución: habla de los que tienen «poder de matar». Aquí distingue claramente dos tipos de amenazas: una física, a la que no hay que temer, y la otra espiritual, a la que sí hay que temer. Establece, sin dejar lugar a dudas, que al único que tenemos que temer es al demonio, porque tiene poder de robarnos la vida eterna y, cuando no puede lograr esto, nos trata de robar algunos de sus frutos, o disminuirlos, o al menos «escupirnos el asado», en el sentido de causar algún disgusto. El Papa insiste siempre: «no se dejen robar la alegría del evangelio; no se dejen robar la esperanza, no se dejen robar la pertenencia al pueblo fiel… 

Para ilustrar el tercer «no teman» el Señor usa ejemplos que tienen que ver con la autoestima en la fe. Los ejemplos de los gorrioncitos y de los cabellos contados son para hacernos sentir lo mucho que valemos a los ojos de nuestro Padre. Él «está» junto a cada criatura suya, en su vida y en su muerte. Y contabiliza todo, hasta nuestros cabellos. En otro momento, Jesús dirá que el Padre sabe todo lo que le queremos pedir, todo lo que necesitamos. 

La oración del Padre nuestro nos la enseñará para que cada día nos pongamos totalmente en sus manos y gozando así de su amor y de su providencia, sea expulsado de nuestra vida todo temor y todo miedo. 

Lo contrario del temor es el coraje, en cuanto virtud del corazón. La valentía de corazón  se nutre de la esperanza y sale busca del bien con audacia, metiéndole para adelante. La valentía del corazón se alimenta también de la fortaleza y resiste el mal, aguanta y persevera en el bien sin rendirse jamás, levantándose, si cae, una y otra vez.

En las parábolas y ejemplos que Jesús nos da de nuestro Padre vemos estas cualidades y, como hijos suyos, podemos sentirnos animados a vivirlas en su Nombre, es decir para gloria suya. 

Si miramos la creación, y en especial nuestro planeta, no podemos menos de pensar que es fruto de Alguien audaz y creativo,  de un apasionado por la vida en todas sus formas. Viendo la creación no podemos imaginar que sea fruto de alguien temeroso y calculador, de alguien con una mentalidad utilitaria que haya calculado costos y beneficios como quien quiere producir cosas en serie. Por el contrario, la creación en su infinita riqueza y variedad da testimonio de ser obra de Alguien que no teme derrochar recursos y que se juega entero en su obra dando todo sin reservarse nada para sí. 

Su audacia para crear se muestra también en su apuesta a la colaboración de sus creaturas. Algo de esto podemos verlo expresado en la parábola de los talentos, donde el rey distribuye generosamente sus bienes y desea que se negocie y arriesgue con ellos para que den fruto abundante. 

Se proyecta luego este coraje en el aguante y la paciencia del corazón del Padre para sostener y mantener todo lo creado sin fijarse en costos ni en sacrificios, como vemos en la parábola del dueño de la finca, en la que Jesús nos muestra a su Padre apasionado por su viña, cómo sale a todas horas a buscar cosechadores y paga generosamente a todos, comenzando por los últimos. 

En las parábolas de la fiesta de bodas de su hijo, el coraje del corazón del Padre se pone de manifiesto en su decisión inclaudicable de hacer la fiesta, sí o sí. No acepta excusas y si los primeros invitados son indignos, dignificará a los pobres, a los enfermos y pecadores con el vestido de su misericordia que los haga esta a la altura de la celebración. 

La misericordia incondicional y a toda prueba es también una forma de valentía del corazón: el Padre no teme enviar a su Hijo a buscar a los que se habían perdido. En Jesús se encarna este coraje del Padre que es el que, como Hijo, lo hace «amar hasta el extremo» y lo lleva a dar la vida por sus hermanos. 

También es valentía el animarse a hacer fiesta por su hijo pródigo que regresa y apostar al diálogo con su hijo mayor. El Padre no se deja amedrentar por nada y ningún respeto humano lo aparta de su deseo de salvar a todos. 

En el día del padre pedimos esta gracia de la valentía del corazón para todos los padres, biológicos, adoptivos y espirituales. Gracia que se muestra, perfectamente reflejada, en el Corazón del Señor, imagen del Corazón invisible del Padre eterno.

Diego Fares sj

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