
Los apóstoles le dijeron al Señor:
– Auméntanos la fe.
El respondió:
-Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un granito de mostaza, dirían a esa morera que está ahí: Erradícate y trasplántate en el mar, y les obedecería.
¿Quién de ustedes si tiene un servidor para arar o cuidar el ganado, cuando este regresa del campo, le dice: Ven pronto y siéntate a la mesa?
¿No le dirá más bien: Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ordenó, digan: Somos servidores inútiles, sólo hemos hecho lo que debíamos hacer (Lc 17, 5- 10).
Contemplación
Los apóstoles piden al Señor “auméntanos la fe”, y el Señor les responde hablando no solo de la fe, sino también del servicio.
Hay una relación entre cuánto cree uno y cómo sirve a los demás; hay relación estrecha entre creer sin dudar, hasta el punto de hacer que se erradique una morera y se trasplante en el mar, y la imagen que uno tiene de sí mismo como un servidor inútil que solo hizo lo que tenía que hacer (cuando erradicó la morera en el Nombre de Cristo, por ejemplo).
A San Ignacio se le atribuye un aforismo sobre la fe y el servicio: «Fíate de Dios como si el suceso de las obras que vas a llevar a cabo dependiera totalmente de ti y en nada de Dios; sin embargo, pon las cosas por obra como si todo tuviera que ser hecho por Dios y nada por ti”. Esta es una traducción casera del latín (por si alguno sabe y me la traduce mejor): “Sic Deo fide, quasi rerum successus omnis a Te, nihil a Deo penderet; ita tamen iis operam omnem admove, quasi tu nihil, Deus omnia solus sit facturus».
Este tipo de aforismos suscita problemas de traducción a los mejores pensadores. Está formulado así a propósito, para hacer pensar. Yo me lo apropio a mi manera y lo que veo es que habla del fiarse en Dios como en tres tiempos: uno al rezar, otro al mirar algo ya realizado y otro, intermedio, mientras uno está actuando, metiendo manos a la obra.
Para iluminar estos tres momentos de la fe (y ayudar a que el Señor nos la aumente), más que los razonamientos ayudan las parábolas. Una parábola para cada frase.
Para la primera frase, “fíate de Dios así: como si todo el suceso de las cosas dependiera totalmente de ti y en nada de Dios”, ayuda la luz que brota de lo que dice Jesús acerca de tener una fe como un granito de mostaza, una fe que puede hacer que uno diga a una higuera “erradícate y trasplántate”, y ella nos obedezca. El Señor dice que ten la fe hay un momento en el que hay que creer y mandar sin dudar, como si uno fuera omnipotente.
La otra frase hay que desdoblarla en dos momentos. La parábola del servidor inútil ayuda a comprender la actitud de fe que hay que tener cuando una cosa ya ha sido realizada. La parábola lo expresa con la imagen del servidor que, luego de haber trabajado en el campo, se dispone a servir la cena a su patrón y encima dice al final: soy un servidor inútil, no hice más que lo que tenía que hacer. Esto significa que la fe, que al comenzar una acción debe ser omnipotente y mandar como si todo dependiera de uno, una vez realizado algo en nombre de Jesús, esa misma fe debe ser humilde y referir todo lo hecho a Dios: él es el que hizo todo, todo es para Gloria suya!
Para el tiempo intermedio, ese que se da mientras uno está actuando -mandando a la morera que se trasplante y viendo cómo obedece…- puede ayudar otra parábola o más bien un milagro de Jesús. Me refiero a lo que fue pasando en Caná cuando los servidores iban echando agua en los cántaros y el Señor lo transformaba en vino. Ellos estaban actuando en la fe, siguiendo la orden de Jesús de realizar una acción un poco extraña como era la de llenar de agua las vasijas de piedra, y Él actuaba misteriosamente junto con ellos transformando esa agua en vino. Trabajaban, como dice el aforismo, como si todo dependiera de ellos y confiando en que lo de fondo lo estaba haciendo Jesús. No sabían lo que iba a hacer pero confiaban en que algo bueno saldría. Se pusieron a cumplir la acción con fe absoluta, haciéndole caso a nuestra Señora, que les dijo que hicieran cualquier cosa que Jesús les dijera; y mientras lo hacían, trabajaban confiados en que era Jesús el que estaba haciendo algo a través de la acción de sus manos. Al finalizar habrán sentido con toda claridad que ellos habían sido servidores inútiles, que solo habían hecho lo mandado, ya que el milagro era enteramente del Señor. Pero a su vez, habrán sentido la satisfacción de haberle creído y de haber trabajado así, fiándose de Él.
Como reflexión para sacar provecho pienso que el Señor quiere hacernos sentir que, cuando rezamos, debemos hacerlo con una fe absoluta, confiando en que Dios nuestro Padre sabe lo que necesitamos y nos dará cosas buenas -su Espíritu Santo, sobre todo- porque somos sus hijos. El nos va a conceder todo lo que le pidamos en nombre de Jesús, como lo ha prometido el mismo Señor: Lo que pidan en mi Nombre, el Padre se los concederá. En la oración, como dice Francisco, hay que ser audaces. Pedir que se convierta el mundo entero, que se den vuelta las situaciones totalmente, como expresa la imagen del trasplante de la morera. En la oración la fe tiene que actuar sin dudar. Jesús mismo recomienda y manda que recemos así. Vemos cómo a la gente que se acerca a pedirle un milagro les dice: ten fe, basta que creas.
Vemos también cómo elogia la fe cuando es audaz: tu fe te ha salvado! Nunca vi tanta fe en Israel como en este pagano. Y cómo reprocha cuando ve poca fe: por qué dudaste! Hombre de poca fe.
Luego de haber actuado impulsados por esta fe, la actitud que recomienda el Señor es totalmente distinta. Cuando has obrado con fe y algo resultó bien, no digas “qué bueno que soy” o “cuánta fe tengo” sino di “soy un servidor inútil. No hice más que cumplir con mi deber”. Reconociendo que fue Dios el que lo hizo todo.
Estas dos actitudes o estos dos momentos de la fe redundan en bien mientras uno está actuando. En medio del baile, mientras actúo, la mezcla virtuosa de fe en Dios que me mueve y Gloria de Dios que me atrae, produce esa rara seguridad de que Dios mete la mano en lo que voy haciendo y lo hace él, como hizo en el milagro de Caná.
El Maestro Fiorito decía comentando esta frase: “Debemos guardar el equilibrio entre la naturaleza y la gracia. La colaboración entre una y otra es un misterio (Jer 15, 20): el equilibrio es difícil de expresar sin caer en cualquiera de los dos extremos que podrían ser el espiritualismo o el naturalismo; pero se lo puede lograr. ―De tal manera fíate de Dios, como si todo el suceso fuera a depender de ti y nada de Dios; pero de tal manera pon manos a la obra, como si nada fueras a hacer tú, sino solo Dios. Frase difícil de explicar, pero que puede querer decir que antes de obrar hay que pensar en todos los medios humanos posibles como si todo dependiera de mí y mientras se está obrando hay que confiar sólo en Dios.Fíate de Dios como si el éxito de tus trabajos dependiese en todo de ti y en nada de Dios; pero también, una vez realizado todo ese trabajo, como si tú no hubieses hecho nada y Dios solo todo”.
Diego Fares sj