Las cosas que el rey necesita (Domingo de ramos C 2019)

El Señor iba adelante(de sus discípulos) subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: « Vayan al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontrarán un pollino atado, sobre el que no ha  montado todavía ningún hombre; desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: «¿Por qué lo desatan?», dirán esto: «Porque el Señor lo necesita.» » Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: « ¿Por qué desatan el pollino? » Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita. » Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron  a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: « Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas. » Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: « Maestro, reprende a tus discípulos. » Respondió: « Les digo que si éstos callan gritarán las piedras» (Lucas 19, 28-40).

Contemplación

Tres puntos, tres frases del evangelio de Lucas para entrar a nuestra Semana Santa -una entre las 54 semanas del año, acompañando al Señor, el humilde rey que va a la cruz para salvarnos de la autosuficiencia en la que el egoismo nos encierra

El Señor iba adelante. El Señor lo necesita. Si estos callan gritarán las piedras.

Las cosas que el Señor necesita… y que su pueblo le sabe dar.

            Betfagé y Betania eran pueblitos amigos. Jesús tenía a Lázaro, Marta y María en Betania y se ve que en el vecindario se sabía cuando iba y se habían creado lindas relaciones de amistad. Seguro que cuando iba a casa de Marta se cruzaba a más de uno por el camino, y luego la gente encontraba algún motivo para acercarse a verlo… El dueño del burrito o de la burra con su pollino, vivía a la entrada del pueblo y era pasaje obligado. El hecho es que Jesús actúa como un rey -rey humilde y buen amigo, pero Rey al fin- mandando a sus discípulos (que no eran tan conocidos) a que desataran el burro en la casa de esta familia. Como si hoy tomaran de tu garage las llaves de la camioneta! La relación que tenían con el Señor se puede ver en que basta que los discípulos digan la frase «Porque el Señor lo necesita» para que los dejen hacer. 

El Señor lo necesita! Hay cosas que Jesús «desea» – que seamos uno, que tengamos paz, que creamos y confiemos en Él…-, y otras que «necesita». Junto con el burrito, que necesita para entrar humildemente como Rey de Paz en la Ciudad Santa de Jerusalén, se me ocurren otras cosas, muy comunes. El Señor necesitaba un jarrito para tomar agua, porque no tenía, como le hizo notar la Samaritana; necesitó la barca de Simón y de su hermano para poder predicar, apartándose un poco de la orilla, ya que la gente lo apretujaba; necesitó que le llenaran las tinajas de agua para el milagro del vino en Caná; y que el pibe que vendía sangüiches le diera sus cinco pancitos para multiplicarlos…

Cosas que el Señor necesita… Y que la gente sencilla le sabe acercar. 

Contemplando el tipo de relación de Jesús con esta gente de la entrada del pueblo de Betfagé, se me ocurre que Jesús es rey de la gente sencilla. Que la gente lo reconoce y lo trata como a un verdadero rey es algo que se nota en el trato que le brinda a sus discípulos. Quizás en esto se pueda percibir la diferencia entre un rey y una autoridad de otra jerarquía: en cómo trata uno a sus enviados. Podemos decirnos a nosotros mismos: en cómo trato a los empleados, a la gente que trabaja y que sirve, se nota quién es mi rey. Esta sería la máxima. Viendo cómo tratas al colectivero, al que te lustra los zapatos, al mozo, al del kiosko, al del banco, a la maestra de tu hijo, al portero del trabajo…, se puede deducir quién es tu rey. En síntesis, están los que ni siquiera «ven» a los que cotidianamente nos sirven, y los que los tratan como a inferiores o directamente ‘tratan mal’, y esto es señal de que se tienen por reyes a sí mismos (o lo que es peor: al dinero); y están los que tratan bien, como a iguales e incluso como a superiores a los sirvientes, y esto quiere decir que tienen por rey a alguien más grande, a Alguien como Jesús. 

También se puede expresar con la imagen del reino: en qué reino vives? En el reino que baila al son de la flauta del dólar o en el reino donde cotizan los valores del evangelio? Tener por rey a Jesús es algo que se juega en el mundo concreto de las cosas que el Señor necesita y que van unidas, por su voluntad expresa, a las cosas que necesitan sus discípulos, sus amigos, los pobres, los pequeños. Tuve hambre y me diste de comer. Necesitaba un abrigo y me lo regalaste. Necesitaba consejo y me pusiste la oreja. Necesitaba compañía y me viniste a ver y te quedaste a mi lado. 

La gente de Jesús tiene esta natural predisposición a servir donde se la necesita. Es gente de su reino, desinteresada, servicial, trabajadora. Es la mayoría silenciosa que habita el planeta. Quizás no todos conozcan directamente al Señor o, si son cristianos, quizás no «vayan a misa» todos los domingos, pero «son practicantes», en el sentido que «practican las obras de misericordia» comunes, en su vida y trabajo de todos los días. Son gente atenta a lo que «el Señor necesita». Dependen, sí, como todos, del dinero. Pero no lo sirven. No es su rey. Esto se ve fácilmente, se nota, en cómo tratan a los empleados, en cómo tratan a los clientes.

Si estos callan, gritarán las piedras

            El reino de Dios se juega en el servicio y también en el anuncio. Por eso a lo anterior se le suma la cuestión de la publicidad, de las noticias que «se gritan» públicamente.

Podemos decir así: por las noticias que consumes y más aún, por las noticias que compartes y que difundes, se puede ver quién es tu rey. 

Hoy pesa mucho la cantidad, lo que se vuelve «viral». Es un fenómeno nuevo. Antes, la realidad era más maciza: se distinguía fácilmente entre un «hecho» y una «opinión». Hoy se juntan unos cuantos miles de opiniones y adquieren la consistencia de un «hecho». Hay gente que cuantifica el «humor de la gente» (el malhumor, más bien) y como sabe que es decisivo a la hora de «votar», por ejemplo, o de quitar apoyo a alguien, transforma esto tan volatil en un hecho, más real e inmediato que el voto en papeleta que se hace una vez cada cuatro años. 

Pues bien, Jesús fue el primero que «consagró» esta volatil expresión de las multitudes e hizo notar que también se puede tomar como un «hecho» -y profético- este entusiasmo de los niños de Israel que lo alababan y le cantaban llenos de alegría: «Santo, Santo, Osanah el Rey de Israel, bendito el que viene en nombre del Señor!» 

El Espíritu Santo crea también estas ondas de alegría y de entusiasmo comunitario capaces de unificar en una gran consolación a todo el pueblo fiel de Dios y hacerlo cantar las alabanzas al Señor su único Dios. 

Los medios que sirven al dios dinero, cuando se encuentran con una expresión popular así, que peregrina a Lujan o que se junta para defender un valor como la vida, por ejemplo, tienden a minimizarlo. Tratan de acallar estas voces como los fariseos trataban de que Jesús hiciera callar a sus fans. 

También hay personas de buena voluntad que no aprecian estas consolaciones y, acostumbrados a interpretar las cosas con mentalidad mundana, no ven sino expresiones superficiales de  un entusiasmo pasajero de la gente. 

Exteriormente pueden ser iguales una peregrinación a Luján y una maratón, e incluso puede pasar que la segunda convoque más cantidad de gente. Pero espiritualmente no pesan igual. Las consolaciones del Espíritu, los actos de fe, las oraciones de alabanza y adoración, los deseos alegres de pertenecer enteramente a Dios, los actos de servicialidad, pesan en el alma y cotizan en el reino con el peso del amor, que no solo inclina el corazón y lo hace adherirse al Bien -al Bueno, a Jesús nuestro Rey eterno-, sino que lo recrean, lo hacen un corazón nuevo. 

Jesús, que discierne perfectamente una alabanza interesada de una suscitada por el Espíritu y por el Padre que «atrae a todos hacia Él», defiende este publicidad y este voto popular masivo contra toda hipocresía e interés propio de los escribas y fariseos, y dice que si los pequeños callan el Espíritu hará gritar de júbilo a las piedras.

La lección que saco como provecho de la contemplación de este pasaje, en el que Jesús defiende una alegría que se volvió viral por un momento y la consagra como algo santo, de peso, como algo del Espíritu que renace en cada generación ante la presencia de Jesús que entra humildemente en Jerusalen para dar la vida por los hombres, es una lección de marketing: hay noticias que hay que gritarlas, cantarlas, compartirlas y viralizarlas. Y otras a las que no hay que darles bola, como se dice vulgarmente. Esta difusión es un acto no solo religioso sino también ciudadano, que cada uno debe cumplir todos los días en la intimidad de su celular, en los whatsapp y los tweets que lee y que comparte. Es un ejercicio de discernimiento mediático en el que hay que dar el like a lo que es del buen espíritu y el buhh a lo que es del malo.

El Señor iba adelante

            Uno esto con la imagen del Papa besando los pies de los políticos sudaneses. Hace unos días en una charla en Milán, un periodista me preguntaba acerca de «cuando darán fruto estos gestos que el Papa siembra» porque – notaba –  «hay muchas cosas suyas que crean malhumor en mucha gente». Yo le decía que el Papa es uno que va adelante, que los malos humores recaen sobre el que los tiene, y no sobre él, que es uno que está concentrado ciento por ciento en cumplir con su misión y, cada día como si fuera el primero, «le mete para adelante». 

Por eso, quizás, me tocó el pasaje de Lucas en este evangelio del Domingo de Ramos donde  que dice que Jesús se adelantaba, iba decididamente a Jerusalén a cumplir con su misión. 

A la cuestión de los frutos, le decía yo al periodista, se les puede aplicar lo de la parábola de la semilla. En los pobres y en la gente de buena voluntad, la semilla da el ciento por uno. Una misionera comboniana que trabaja en Sud Sudán decía que los sudaneses estaban conmovidos por el gesto del Papa besando los pies de sus políticos. E invirtiendo la pregunta, más que preguntarse por el valor de la semilla, lo que se puede juzgar por los frutos es la calidad del terreno. Hay gente en la que la semilla da un fruto pobre y otros a los que se las roban las aves del cielo apenas cae en ellos, y esto es porque unos tienen corazón superficial y otros porque tienen el corazón duro como una ruta asfaltada. 

Una cosa me llamó la atención. El papa besó los pies a cuatro dirigentes, pero no encontré el nombre del cuarto por ningún lado. Quizás como son sudaneses, no interesa. Sí se mencionan los nombres del presidente de la República de Sudán del Sur, Salva Kiir, y del jefe rebelde de la oposición Riek Machar, ex-enemigo, y de la vicepresidente electa Rebecca Nyandeng De Mabio, que se ve emocionada hasta las lágrimas. A uno ni lo mencionan, pero el Papa le besó los pies igual. Lo más importante fueron las palabras que Francisco selló luego con un gesto de tal magnitud, que algún diario tituló: «primera vez que un papa besa los pies a dirigentes políticos»: les dijo que si se dan la mano «serán padres de pueblos». 

Los pueblos necesitan, desean, líderes así: reyes que sean verdaderos padres de pueblos, que los sirvan y los ayuden a vivir en paz y con dignidad.

Nosotros pedimos tres gracias: una, la de saber reconocer y seguir al Rey en los «que van para adelante»; la segunda, la de ser como los de Betfagé y Betania, gente que está pendiente de lo que el Rey necesita, en la persona de sus enviados y pequeños; la tercera, la de saber discernir y difundir las noticias de los que saben cantar y alabar al Rey verdadero.

Diego Fares sj