
Le dice Juan: Maestro, vimos a uno que no anda con nosotros, expulsando demonios en tu Nombre, y se lo prohibimos.
Pero Jesús dijo: No se lo prohiban, porque no habrá nadie que obre un milagro en mi Nombre y pueda enseguida hablar mal de mí.
Porque el que no está contra nosotros está con nosotros.
El que les dé de beber un vaso de agua en Nombre de que son de Cristo, en verdad les digo que no quedará sin recompensa.
Y al que escandalice a uno de estos pequeñitos que creen en mi Nombre, sería mejor para él que le colgaran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es motivo de escándalo, córtala; más te vale entrar manco en la vida que no con las dos manos irte a la gehena, al fuego inextinguible.
Y si tu pie te hace tropezar, córtalo; más te vale entrar rengo en la vida que no con los dos pies ser arrojado a la gehena, donde su gusano no muere y su fuego no se extingue.
Y si tu ojo te escandaliza, sácalo; más te vale con un ojo entrar en el reino de Dios que no con los dos ojos ser arrojado a la gehena, donde su gusano no muere y su fuego no se extingue(Mc 9, 38-48).
Contemplación
En torno a la cuestión del Nombre de Jesús, que Juan siente que algunos están utilizando sin derecho porque «no son de los nuestros», dice, resulta conmovedor ver cómo el Señor no tiene miedo a ser mal utilizado. Al contrario, expresa que «si uno hace un milagro usando su Nombre, después no podrá «hablar mal de Él». Es decir que Jesús confía en el poder sanador de su Nombre cuando uno lo usa para hacer el bien: predicar en su Nombre, expulsar un mal espíritu, hacer una obra de misericordia -dar un vaso de agua a un pobre en Nombre de Jesús-.
Jesús es «nombrable». Podemos ponerle nombre a sus sentimientos, a sus pensamientos, a las acciones que realiza… Podemos poner Nombre a todas sus cosas en el sentido de que se pueden concretizar y comunicar claramente. No hay nada encriptado en la vida del Señor, nada que no se pueda narrar para compartir. El es «imagen del Dios invisible», rostro humano de Dios, revelación del Padre.
Me gusta expresarlo diciendo que todo lo de Jesús es «evangelio»: se puede anunciar y es buena noticia que ilumina los ojos y hace bien al corazón (todo lo contrario de los discursos que en vez de ser evangelio son escándalo, piedra de tropiezo, que enturbian la mirada y amargan el corazón).
Cuando alguien como San Alberto Hurtado se pregunta «Qué haría Cristo en mi lugar», las respuestas que obtiene esta pregunta, sea cual sea la situación en que se formula, son claras y precisas, están todas en el evangelio: cada parábola del Señor, cada paso de su vida, son respuestas concretas para cada situación actual que nos toca vivir a cada uno.
Hacer las cosas en Nombre de Jesús comienza siempre siendo un buen deseo, que luego se convierte, en medio de la acción, en criterio para ir rectificando y mejorando lo que hacemos. Eso es lo que quiere decir que «después no podemos hablar mal de Él». Cuando ponemos en práctica el mandato evangélico de dar de beber al sediento, cuando, en algún momento de nuestra acción, ponemos la intención deliberada y voluntaria de hacerlo en Nombre de Jesús, haciendo sentir al otro que hay Alguien más que nos ama, a él y a nosotros, el «sello» que imprime invocar a Jesús en algo que hacemos, perfecciona, nuestra acción, la completa, en el sentido de que, aún con imperfecciones, es una acción abierta a una bendición especial. Las obras hechas en Nombre de Jesús son perfectas porque el Señor se hace cargo de ellas.
Ahora bien, hay algo más grande aún que esta bendición sobre las acciones hechas en su Nombre y es el hecho de que el Señor nos permita, más aún, nos aliente, a hacer cosas en su Nombre. Nos invita a que nos juntemos a rezar -dos o más- en su Nombre, nos anima a perdonar en su Nombre, nos manda a realizar obras de Misericordia en su Nombre. Este es el punto. Digamos que Jesús no es celoso de su marca, no elige gente especial para que obre en su Nombre sino más bien lo contrario, elige a los pequeños de este mundo. Y además de elegir a los que no contamos socialmente, no prohibe que otros que ni siquiera conoce, usen su Nombre.
Es la práctica misma la que justifica que se utilice su Nombre. Y justifica a posteriori, por los frutos. Comercialmente sería algo así como lo que hacen los que fabrican programas de computación con codigo abierto e incorporan las mejoras que hacen los mismos usuarios, cosa que tiene su lógica comercial. Pero el Señor comparte también los beneficios! No utiliza su marca como una aspiradora de mejoras para provecho propio, sino que todo lo que se hace en su Nombre fructifica para los demás, tiende a convertirse en puro don, en un don que llega siempre a más personas.
En esto debemos ser cuidadosos los cristianos. No somos los «controladores de aduana» ni los «dueños de la patente».
Más bien la actitud es la contraria: debemos aprender de todos los que, por inspiración del Espíritu Santo, hacen mejor que nosotros «obras cristianas». El discernimiento no consiste solo en «optar» nosotros, sino también en «canonizar» lo que otros han optado y lleva el sello de lo enseñado por Jesús.
En ese sentido «no prohibir» hacer cosas buenas en Nombre de Jesús es la cara opuesta de «hacer tropezar o paralizar (escandalizar) a los más pequeños». Hoy estamos llenos de noticias sobre escándalos sexuales y viene bien el evangelio de hoy acerca de que sería mejor para él el castigo humano más severo -el atarle al abusador una piedra de molino y tirarlo al mar-. Sería mejor que lo que le espera ante la justicia de Dios.
Es fuerte esto que dice Jesús! Está hablando de que nuestro Padre misericordioso y Él mismo, que es capaz de dar la vida por los pecadores, van a ser más severos que la justicia humana más dura! Dice que cuando nuestro pecado escandaliza a los más pequeños, la misericordia consiste en que nosotros mismos no seamos misericordiosos con aquello nuestro que daña a los demás y que lo mejor que nos puede pasar es que nos condene nuestra comunidad y la justicia, aunque sea un castigo terrible como el de la piedra de molino, y no que nos lo dejen pasar, porque será peor para nosotros caer en las manos del Dios vivo.
Actualmente interpreto esto como un poner las cosas en manos de la justicia civil -además de la eclesiástica-. Esto contra una idea que se fue apoderando del imaginario (no solo cristiano, sino en muchas culturas) de que como «la policía y la justicia civil tienen sus propias fallas, es mejor no hacerlas intervenir». El evangelio de hoy iría por el lado contrario: mejor que te agarre la policía!
La imagen de la justicia humana como despreciable suele ir junta con una mala idealización de la misericordia divina: tiene como trasfondo también la idea de una misericordia divina «individualista» y «puntual», una imagen que no tiene en cuenta las incidencias sociales y temporales de la miseria y de la misericordia.
Contra esto que está tan instalado, el evangelio nos orienta para otro lado. Queda clara la imagen de que el bien no tiene dueño humano: el Nombre de Jesús «recapitula» todo bien que se hace en esta tierra, no importa quién lo haga, no importa qué títulos tenga ni si tiene todos los papeles en regla.
La otra imagen es la del mal que escandaliza a los pequeños, el mal con efecto de rebote, que afecta la fe y la vida de los más sencillos: este mal escandaloso es digno del infierno si no se castiga en esta vida.
En el mismo pasaje San Mateo agrega una frase del Señor que invita a la reflexión: es inevitable que haya escándalos. Pero hoy en día no solo hay hechos escandalosos sino que los escándalos han subido de nivel y nos encontramos sumergidos en algo análogo a lo que sucede con el dinero en el mundo de las finanzas. Así como la especulación financiera gana dinero haciendo trabajar el dinero que otros ganaron con su trabajo, así también hay algunos que mediatizan los escándalos y hacen escándalo con los escándalos. Utilizan de manera escandalosa los escándalos.
En un primer momento, puede parecer que el destapar ollas es un servicio a la verdad, pero luego de un tiempo (a veces no necesariamente corto) se ve que una cosa es destapar una olla y otra volcar ollas hirvientes de escándalos y prender el ventilador para enmierdarlo todo. Esto es otra manera de «tapar escándalos reales» y de no querer solucionarlos.
Cómo discernir? No se puede discernir «en abstracto», comparando noticias con noticias.
Sigue siendo el criterio «el Nombre».
Jesús acepta con gusto que se use su Nombre para obras de misericordia concretas, para sanar heridas concretas) y rechaza a los que usan su Nombre para otras cosas. Rechaza a los que lo usan para llenarse la boca diciendo Señor Señor sin amarlo de corazón y con obras. Rechaza más duramente a los que usan su Nombre para hablar mal del prójimo y rechaza mucho más a los que, con el uso que dan a su Nombre, escandalizan al pueblo fiel de Dios. Arrancarse una mano, dice Jesús. Morderse la lengua, dice el Papa… Cerrar los oídos a lo que te envenena el corazón, dice la gente sencilla. Si uno gusta el Nombre de Jesús y comulga con Él y lo invoca cotidianamente, el Espíritu le hará sentir inmediatamente y si lugar a dudas, si una acción o una palabra o un sentimiento es digno de llevar ese Nombre bendito o, por el contrario, lo rechaza.
Diego Fares sj