En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Pero nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mc 3, 20-35).
Contemplación
Este evangelio de Marcos aparece pocas veces en la liturgia dominical ya que el tiempo ordinario suele comenzar por el domingo 11, 12 o 13. De hecho, nunca me ha tocado hacer esta contemplación (desde el 2001 en que comencé a enviar las contemplacciones a algunos amigos que participaban en el Taller de Ejercicios de Regina).
Es un evangelio importante para retomar el ciclo litúrgico ordinario, luego de la Pascua y las fiestas grandes -Pentecostés, Trinidad, Corpus y Sagrado Corazón-. Importante porque comienza directamente, como hace San Ignacio, planteando la lucha entre Jesús y Satanás.
Acerca de esta lucha, decía nuestro Maestro, el Padre Miguel Ángel Fiorito, allá por el año 1956, en un artículo que tituló «La opción personal de San Ignacio: Cristo o Satanás» y que marcó el comienzo de su misión de formar a los jesuitas argentinos (dos años después, en 1958, entraría Bergoglio al Noviciado): «Yo por mi parte confieso que hace tiempo vengo pensando en la espiritualidad ignaciana. Por lo menos, desde que hice mis primeros Ejercicios espirituales en serio sintiendo en mí un vaivén de espíritus contrarios, que poco a poco se iban personalizandoen dos términos de una opción personal» entre el Buen espíritu y el mal espíritu, entre Jesús y el Maligno, del cual pedimos al Padre que nos libre, cada vez que rezamos el Padrenuestro.
Marcos presenta a Jesús en tres lugares:
* primero en torno al lagode Galilea. El lago es el lugar de la predicación y de la misericordia. En torno al lago el Señor ha curado a tantos enfermos (el primer milagro fue curar a un endemoniado, ya que para Marcos es esencial la lucha del Señor contra el Maligno y contra todo tipo de mal);
* luego la Montaña, donde llama e instituye a los doce para que «estuvieran con Él y para enviarlos a predicar». La montaña es lugar de contemplación y de trato íntimo con el Señor en la oración-;
* y por fin la casa, el lugar de las elecciones y los problemas de la vida cotidiana.
Curiosamente, la lucha contra el Maligno se infiltra en la vida familiar. No se da sólo «en la calle». Los «teólogos» del tiempo -los escribas- hacen campaña contra Jesús haciendo correr la voz -de modo que le llegue a sus parientes- de que Jesús está «sacado». «Tranquilícenlo porque está fuera de sí», «háganlo entrar en razón ustedes que son sus familiares»… Ese es el mensaje…
Al mismo tiempo, lanzan públicamente -en medio del pueblo de Dios- la acusación terrible de que está endemoniado. «Expulsa a los demonios con el poder del Jefe de los demonios!»
Esta acusación, violenta en una sociedad teocrática, revela de entrada lo que ya han concebido en su corazón: demonizar a Jesús es instalar la idea de que hay que matarlo, exterminarlo, no queda otra.
Reconocen su autoridad para expulsar demonios porque no pueden negar los hechos, pero tergiversan totalmente su significado. Tres años después, cuando muevan la cabeza frente al Señor crucificado, recordarán que ya lo habían dicho: uno que no puede salvarse a sí mismo es uno que todo lo que hacía lo hacía con el poder de Belzebú. Esa es su «teología»: la de un Dios que si no se salva a sí mismo, no es Dios».
Cuando hablamos del Maligno, de Satanás, del Demonio o Diablo, tenemos que esta atentos a una «operación mediática» que el Padre de la Mentira, como también lo llama Jesús, realiza en cada época. La operación consiste en promover una imagen desactualizada de sí mismo, de modo que uno le pierda el miedo y eso lo lleve «a bajar la guardia, a descuidarnos y quedar expuestos» a sus engaños (EG 161), como bien nos advierte el Papa Francisco.
El mal es algo muy real en nuestra vida: la inseguridad, el que te puedan robar y matar, los bombardeos y los atentados terroristas que se cobran vidas inocentes, los millones de personas -tantos niños- que sufren hambre, que tiene que huir de su tierra. Y también el mal que se mete entre los que nos queremos: las peleas en familia, la infidelidad entre los que se prometieron amor…
Tanto mal no es algo «natural». La naturaleza no odia ni miente. El mal que más nos destruye es el que tiene detrás una intención personal de hacer daño. Esa intención sufre dos tentaciones: una la de que nadie se haga cargo. La otra, la de hacernos cargo nosotros o hacer cargo a otra persona de la totalidad del mal. Es verdad que somos «cómplices». Pero no hay persona humana individual que sea culpable de todo el mal.
Aquí es donde podemos dejar la cuestión «entre paréntesis» o escuchar a Jesús que nos dice que hay un Maligno, uno que instiga y cosecha todo mal.
Al escuchar esto, tenemos que estar atentos a que no nos juegue en contra «la imagen desactualizada» de la que hablaba. Porque si pensamos a este autor del odio y la mentira con cuernos y fuego y describimos su accionar con posesiones diabólicas y gente que se retuerce y habla idiomas extraños, entonces nuestra mente lo pondrá «entre paréntesis», se negará a creer que detrás de los males concretos esté alguien así.
El Papa interviene en este punto y expone las cosas de esta manera: «El Maligno no tiene necesidad de poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras reducimos las defensas (y nos negamos a ponerle nombre personal y a enfrentarlo como la persona que es y lo dejamos en el «anonimato») él aprovecha para destruir nuestra vida, la de nuestras familias y la de nuestras comunidades, porque «como león rugiente ronda buscando a quien devorar» » (1 Pe 5, 8)».
En el capítulo V de su Exhortación apostólica Alégrense y exultenFrancisco nos da una clave muy útil y concreta para desenmascarar al Demonio y hacernos ver su rostro real, actualizado! Dice el Papa: «La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida» (GE 159).
Nos detenemos en la conexión entre «tentaciones del diablo» y «anuncio del Evangelio».
Las tentaciones del Maligno van directamente contra la Alegría del Evangelio, contra el anuncio de las Bienaventuranzas, que son el corazón latiente del Evangelio y contra Mateo 25, que nos da el criterio para discernir si somos o no dignos del cielo y lo pone en las obras de misericordia -tuve hambre y me diste de comer…-.
Otras «tentaciones» y «acciones del Maligno», no son hoy algo que él se tome el trabajo de realizar personalmente. Decía un periodista que en la Italia actual, alguno podía estar tentado a pensar que la mafia ya no existe dado que han disminuido tanto los asesinatos personales. Aunque esto sea un dato estadístico no significa que haya desaparecido la mafia. Lo que sucede es que hoy la droga le da tanto dinero que no necesitan matar gente. La pueden comprar! Esta imagen puede ayudarnos a no ser ingenuos pensando que el Demonio no «actúa personalmente» tentándonos. Lo que sucede es que su campo de acción contra Jesucristo (no olvidemos que el Demonio se muestra «como persona» en relación a la Persona de Jesús. Nosotros no le interesamos realmente sino en cuanto «somos de Jesús») no es hoy el terreno de los vicios tradicionales, por decirlo de alguna manera. En ese terreno ya nos ha «comprado» y nos tentamos solos. En cambio sí se concentra en atacar «el anuncio del Evangelio» y a los que lo anuncian con alegría y dando testimonio con su vida.
En el pasaje de hoy vemos cómo la táctica de los secuaces del Maligno consiste en desacreditar a Jesús, publica y familiarmente, de modo tal que su Evangelio salvador, el que nos pone en contacto filial con el Padre de las Misericordias, pierda poder salvador al entrar en conflicto con estas dudas que siembran en la gente.
La mejor imagen del Maligno para nuestra actualidad es una aparentemente inofensiva: la que el Señor pone al comienzo de la parábola del Sembrador, cuando habla de una parte de la semilla que «cayó a lo largo del camino (y) vinieron las aves y se la comieron». El Señor explica así la parábola: «Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos» (Mc 4, 4-15). No por nada la parábola del Sembrador viene inmediatamente después de la parábola de Satanás que leemos en el evangelio de hoy.
La imagen parece inofensiva, porque pinta a Satanás como esas «aves del cielo» que se comen las semillitas que caen de la bolsa del Sembrador mientras va de camino. Sin embargo, este «robo» de las semillas antes de que tengan tiempo de ser ni siquiera sembradas, es la acción personal más destructiva y decidida del Demonio en el mundo actual. Nos roba la Palabra antes de que nos demos cuenta de que era una Palabra del Señor para nosotros. Este es el nombre y el rostro que le tenemos que poner a Satanás, al Maligno, al Mentiroso, en la actualidad: es el rostro de uno que está detrás de todo aquel o aquello que nos roba la Palabra de Jesús. La roba o la ensucia o la tergiversa o la reduce o desacredita al que nos la predica… Si algo se tira contra la humildad, la lindura, la transparencia y la ternura de toda Palabra de Jesús, es Alguien que tiene nombre propio: el Maligno.
Me impresiona que en la explicación el Señor habla de «la Palabra sembrada en ellos». Es decir: la Palabra tiene fuerza como para crecer en cualquier terreno, también en el camino. Si en otros terrenos hay que protegerla contra las piedras y los yuyos, aquí hay que protegerla directamente del Maligno.
Puede ser una imagen de estar atentos a una acción personal que el Maligno desempeña en la vida pública, en los medios, allí donde hoy se juega casi la totalidad de nuestra vida que casi no tiene «terrenos protegidos» donde pueda crecer en paz una semilla, sino que todo es hoy «camino».
Qué nos dicen estas dos parábolas de Jesús, que anteceden a la del Sembrador y vienen a ser «las primeras parábolas del evangelio de Marcos» (esto lo digo sin ninguna autoridad «exegética», tomando pie solamente a que Marcos dice que Jesús: «llamándolos junto a sí (a estos escribas o «comentadores») les decía en parábolas…»).
Son dos parábolas muy difíciles de comprender si no les pescamos el punto justo. A mí me ayuda pensarlas al modo de San Ignacio que, cuando habla del mal espíritu, lo hace humildemente, sin pontificar ni hacer definiciones dogmáticas sino describiendo un modo de actuar que «comúnmente» tiene el enemigo de nuestra naturaleza humana.
Si pensamos así estas parábolas, lo que Jesús les responde a los escribas es que sería muy raro que el demonio actuara así, haciendo un bien para lograr un mal. No es lo que acostumbra: el demonio si te da un placer para que hagas el mal también te escupe el placer y te lo arruina, tarde o temprano. No es bueno ni siquiera con los otros demonios! mucho menos con sus cómplices humanos. El demonio es autodestructivo y malo hasta consigo mismo, cuánto más con los demás!
Jesús les dice que si el demonio sigue la lógica que ellos proponen, entonces está perdido. Si usa su poder contra sí mismo y el Jefe se la agarra contras los demonios menores, entonces es que ha llegado su fin.
La lógica de los escribas es aparentemente sutil y entradora: ellos tratan de hacer pensar a la gente que Jesús sigue el camino de los estafadores, que te regalan algo para robarte o la lógica del enemigo que te salva de un peligro menor para hacerte un mal mayor. Es la táctica más usada por el demonio que, cuando nos propone un placer agranda el beneficio y desestima el peligro que conlleva. Esta lógica no funciona para los casos de las personas concretas que el Señor ayuda. Para aquel que es liberado de un demonio o curado de una enfermedad concreta que lo atormenta, el bien que le hace Jesús es tan real y concreto que es blasfemo decirle que el Señor lo cura con la intención de hacerle luego un mal mayor! Este discurso de los escribas no va destinado a la persona curada (que como el ciego del evangelio de Juan, defenderá a Jesús contra todos los que opinan diciendo «lo que yo se es que era ciego y ahora veo»). Es un discurso que va «al público en general», tratando de dañar a otros y usando, ellos sí, al que Jesús sanó, para hacer un mal y sembrar la duda en los demás.
El Señor propone otra lógica más simple: si hay personas que realmente son libradas del mal y curadas, es señal de que «vino uno más fuerte» que el demonio.
Así de claro y simple.
Y luego contra ataca con la condena más fuerte de todo el Evangelio: decir que el bien concreto es «un medio para hacer un mal» es un pecado contra el Espíritu Santo, un pecado que no tiene perdón porque es como un ataque terrorista que destruye y se autodestruye. Si alguien me ataca en mi capacidad de reconocer el bien y el mal, ese es mi peor enemigo. Y a ese padre de la Mentira, a ese que ha destruido en sí mismo su capacidad de reconocer el bien y por eso se ha convertido en El Maligno, le digo: En Nombre de Jesucristo, aléjate de mí -de nosotros-. Y al Padre le ruego -le rogamos- líbranos del Maligno, que nos quiere robar la Palabra y pretende hacernos sentir separados del Amor de Cristo
Diego Fares sj