El presupuesto es que todo el Evangelio, cada escena, cada frase, cada parábola y bienaventuranza, es fruto de un discernimiento del Señor y la Pasión lo es en grado sumo. En qué sentido decimos que son «discernimiento»? En el sentido de que son «Palabras vivas». Las palabras del Señor no son abstracciones, no son conceptos que toman rasgos generales de la vida dejando de lado lo que hace de cada situación algo único. Por el contrario, las palabras del Señor, como Él es el Único, el Predilecto, el Ungido, expresan el torrente de Vida que se abrió paso con su entrada en nuestra historia -entrada mansa y humilde como la del que viene montado sobre un burrito-. Las suyas son palabras discernidas en el sentido de que cada acción y cada gesto de Jesús, el Señor, significa una elección de la vida y un rechazo de la muerte. Todo en Él -sus miradas, su paso, los gestos de sus manos, su cercanía, su predicación, sus milagros… todo- es afirmar y abrazar la vida y combatir el mal, despojándolo de todo poder sobre el corazón humano. La Pasión es «el discernimiento» definitivo que el Señor hace con su vida misma y que dice así:
Quiero y elijo ofrecer mi vida;
resisto interiormente todo mal
pero no rechazo la cruz, sino que la abrazo,
y en el mayor abandono,
con toda confianza,
me pongo en las manos de mi Padre.
La contemplación de la Pasión del Señor ayuda a asimilar este discernimiento de fondo, gustándolo en cada paso del Vía Crucis, en cada personaje, en cada situación límite que vive el Señor.
Jesús entra en nuestra vida con medios humildes: sobre un manso burrito
Jesús les dijo: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un burrito atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado hasta ahora. Desántenlo y traiganmelo. Entonces le llevaron el burrito a Jesús, le echaron encima sus mantos y Jesús se sentó en él» (Mc 11, 1-10).
Jesús entra en la Pasión perfumado por los que lo aman
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús».
Jesús prepara la Eucaristía en medio de la vida cotidiana: sigan al hombre que va con un cántaro de agua
«Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: «¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?» El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»
Jesús es traicionado por uno de sus amigos antes que puedan hacerle daño sus enemigos: por uno que se sirve de la misma fuente que yo
Uno de ustedes me va a entregar. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: «¿Seré yo?» El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo».
Jesús se nos ofrece en cuerpo y sangre «antes de la Pasión», indicando su elección libre de dar la vida
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo.» Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos»
Discirnamos que no es bueno «sentirse muy seguro de sí mismo», como le pasó a Pedro
Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.» Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces.»
Los amigos se duermen cuando Jesús necesita que recen con Él ante el Padre
Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando.»
Y decía: «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Hay quienes consideran que Jesús (y los cristianos y nuestros valores) deben ser eliminados
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?» El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?» Jesús respondió: «Yo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.» El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: «Ha blasfemado».
En el Señor «que lo sabe todo» de nuestras agachadas podemos encontrar la mirada que nos hace llorar amargamente y recibir perdón
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.» El lo negó, (Y volvió a negarlo dos veces más) En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.» Y se puso a llorar.
Hay quienes, como Pilato, saben la verdad pero se lavan las manos
Pilato sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo: «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo!»
Los poderosos no se ensucian las manos, dejan que sus sirvientes se ensañen cobardemente con Jesús
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo: «Salud, rey de los judíos!» Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Hay gente humilde que, como el Cirineo, se ve obligada a llevar la cruz de Jesús y le es imputado a su favor: la Cruz siempre es «a favor», si uno la carga, sea como sea que la lleve
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo.»
También los dos ladrones tuvieron que discernir: uno pedirá salvación a Jesús, el otro eligió morir burlándose
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús siente el abando del Padre y precisamente allí se pone en sus manos
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá sabactani.» Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
Hay gente fiel, como las discípulas, que contemplan, con la cercanía que da el amor, la Pasión de su Señor
Había también allí algunas mujeres que contemplaban a distancia. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Hay gente como José de Arimatea, el discípulo oculto, que al fin se anima a pedir el cuerpo de Cristo
Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Están las discípulas que custodian el sepulcro y esperan la resurrección
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto” (Marcos 14, 1 – 15, 47).
La invitación a contemplar la Pasión es invitación a ir recorriendo las escenas, las situaciones y personajes y a poner nuestros propios títulos, dejando que la Pasión del Señor nos discierna el corazón, nos lo abra y nos lo atraviece, como la lanza que atravezó el Corazón de Jesús, y haga salir lo mejor que tenemos, lo más fiel, lo más compasivo, y nos saque toda malicia, toda cobardía, toda dureza que no permiten que nos dejemos amar por Él, que vino a dar con tanto amor y nobleza su vida por nosotros.
Diego Fares sj