5 B Cuaresma 2018
Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta,
había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió:
(1) «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
(2) Mi alma está ahora turbada.
(3) ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora»? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
(4) ¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo:
(5) «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar.»
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
Jesús respondió:
(6) «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
(7) Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 20-33).
Contemplación
En el evangelio de hoy podemos encontrar una de las fuentes de lo que en Ejercicios se llama un “proceso de discernimiento”. El Señor nos enseña a estar atentos a los acontecimientos, a dejarnos tocar por ellos, sintiendo también los movimientos de la tentación. Jesús nos enseña a razonar con criterios evangélicos, a «elegir de corazón lo que amamos», a estar atentos a la confirmación del Padre, a su consolación. Y a hacernos cargo de que amar de veras implica resistir al maligno, lo cual siempre nos pone en alguna Cruz.
Podemos aprender de Jesús, Maestro de oración: cómo “discernía” la voluntad del Padre en su corazón.
Lo que me conmueve es que Jesús «discierne». No es que «la tenía clara, como superficialmente tendemos a dar por supuesto. El discernimiento no consiste en «tener ideas claras». Como dice el Papa: las ideas se discuten, lo que se discierne es la situación»; el momento en que me encuentro y los sentimientos que van y vienen… y tengo que optar en un momento que si no, se pasa.
Jesús discernía. Sus parábola, por ejemplo, son fruto de un discernimiento, son la respuesta a un problema humano en un momento preciso en el que los personajes tienen que optar: arrancar la cizaña o esperar, cuidando el trigo?; retar al hijo pródigo o correr a abrazarlo? salir a dialogar con el mayor o dejar que se desenoje solo? Salir a buscar la ovejita perdida o quedarse con las 99? Acercarse al herido o pasar de largo? Cada gesto del Señor, cada momento de su vida, es un discernimiento que une -en ese preciso momento- lo que le agrada al Padre y lo mejor para alguna persona concreta. Discernir y ser protagonista de mi vida o vivir una vida «en general», una vida estándar, haciendo y pensando «lo que piensan todos» -o al menos, los de mi partido. Esa es la opción: discernir o ser espectador.
Los mini-discernimientos introducen «cortes dramáticos» en la trama de mi vida haciendo que me adueñe de lo que me pasa, que decida y abrace y lleve adelante algo mío, que deje mi huella y no cargue simplemente con lo que me ponen encima y me obligan a hacer.
Pasos del discernimiento de Jesús
El primer paso: «Ha llegado la hora», dice Jesús, y responde al aviso de que «lo quieren ver» con una serie de reflexiones que se ve que venía haciendo en su corazón. Lo importante es que el discernimiento es estar atentos a la hora, al momento que se vive. Esto es normal allí donde uno tiene una misión. La misión de llevar adelante una familia hace que los padres estén siempre «atentos a la hora». Es hora de ir al colegio, es hora de ir a trabajar, hay que salir corriendo al médico porque uno se enfermó, hay que decidir el colegio al que irá un hijo el año próximo…
El Señor tiene la misión de salvar a la humanidad y se ve que el hecho de que unos paganos quisieran verlo fue para Él la señal de que su mensaje, puesto en palabras, había alcanzado su meta. Ahora comenzaba otra etapa: la de dar testimonio con su vida. Por eso las reflexiones del grano de trigo, de perder la vida y seguirlo a la cruz.
Así sucede en nuestra vida. La vida está tejida con dos hilos, uno de textura ordinaria, que corre unido a todos los demás hilos y se reconstituye cada vez que se anuda o se corta ─ la vida sigue ─; el otro hilo es totalmente personal y único: es el hilo primordial, que tensiona todo el tejido de la vida común, y cuyos «tironcitos» provienen de las manos bondadosas de nuestro Padre. (Lo del Hilo primordial es del cuento de Menapace que el que no se acuerde puede buscar en internet ya que ayuda a ver que para discernir «las cosas comunes de la vida» cada uno tiene que conectarse con ese hilo primordial que lo une con Dios y con la misión y el carisma único para el que nos creó).
Pues bien, en este hecho que para Felipe tal vez fuera una cosa más -tantas personas le decían que «querían una entrada para poder saludar personalmente al Maestro-, para Jesús fue un hecho especial. Sintió el tironcito hacia lo Alto de su Hilo primordial, el que le marcaba la hora del Padre, la hora de la salvación.
Segundo paso: «Mi alma esta ahora turbada». El anuncio de que se acaba el tiempo normal, de que se viene la pasión, le causa turbación al Señor. Se conmueve. Como decíamos, puede ser que el Señor tuviera más claras las cosas que el común de la gente. Las tenía claras porque rezaba. Pero con claridad y todo, las tuvo que vivir, las tuvo que «pasar».
En el lenguaje de los ejercicios esta agitación interior o turbación se llama “movimiento de espíritus”. Es algo bueno. Buenísimo! Al punto de que si no se da, si uno no siente ese vaivén de alegrías y miedos, de esperanzas y negatividad…, es que no está «rezando realmente», no está haciendo bien sus ejercicios, dice San Ignacio.
La turbación, la ansiedad y el ponerse en movimiento las ideas, las previsiones, los afectos, surge cuando uno tiene que tomar -sí o sí- una decisión. Tener que decidir genera lucha espiritual. Animarse a sentir, darle tiempo a cada sentimiento contrario, ponerle nombre y confrontarlo…, son parte esencial de un proceso de discernimiento.
Jesús expresa su aguda agitación espiritual: “Mi alma ahora está turbada”.
Viene entonces un tercer paso que consiste en juzgar (deliberando) esos sentimientos y mociones contrarias.
Gandhi decía que “cuando uno se encuentra en el dilema de elegir, la cobardía dice ¿será esto seguro?.
La política dice: ¿será rentable?.
La vanidad dice: ¿quedará bien mi imagen?
Y la conciencia moral dice: ¿es lo correcto?”.
Cristianamente podemos agregar otra pregunta, muy personal: le agrada a mi Padre?
Jesús expresa este proceso del juicio mediante un diálogo interior, preguntándose a sí mismo: ─ “¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora»?”
A lo cual se responde con claridad de juicio: ─ “¡Si para eso he llegado a esta hora!
«Padre glorifica tu nombre”. Es el cuarto paso del discernimiento. Hay que verlo bien porque es muy inmediato al anterior pero es distinto. «Para esto he venido» es una conclusión lógica, un juicio que se realiza en la mente; «Glorifica tu nombre» es una decisión, un deseo y un pedido que brotan del corazón.
Una cosa es pensar con lógica, otra es elegir llevar adelante el deseo que nace de una verdad clara.
Glorifica tu Nombre quiere decir «hágase tu voluntad (y no la mía que en este momento siente temor a la cruz).
Glorifica tu Nombre es lo que uno dice cuando manifiesta pública y expresamente la decisión tomada como compromiso – consentimiento matrimonial, votos religiosos-.
Viene entonces el quinto paso del discernimiento, que es la confirmación. El Padre suele confirmar inmediatamente a sus hijos cada vez que formulan un deseo de que se haga su voluntad como el que expresó Jesús. Aquí se oye la voz del cielo que dice: ─ “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. No siempre habla el Padre con estos «truenos», pero siempre «habla en el corazón» del que se siente atraído por Jesús y decide seguirlo. «Mi Padre ama a los que me aman». Y los honra! -agrega Jesús.
El sexto paso es la confirmación en medio del pueblo de Dios, de los pequeños que ven que el Padre ama a Jesús. El Padre revela las cosas de Jesús a los pequeños que se alegran de él, lo escuchan y lo siguen. Por eso Jesús aclara que la voz del Padre confirmándolo a Él como predilecto es “para nosotros”.
Un séptimo paso consiste en «derrocar» al maligno, resistirlo y echarlo de nuestra vida. Rechazar el mal es la otra cara de elegir el bien.
Lo que trae paz a la hora de elegir es esta adhesión íntegra como la de Jesús a querer lo que Dios más quiera, del modo que quiera y en el momento en que quiera y sea cuales fueren las consecuencias que tenga.
Terminamos recordando lo que cuenta Ribadeneyra acerca del modo de rezar de Ignacio cuando tenía que discernir para tomar alguna decisión importante.
“Siempre la consultaba primero en la oración con nuestro Señor,
y la manera de consultarla era esta:
Se despojaba (se desnudaba, dice Ribadeneyra) primero de cualquier pasión y afecto, de esas cosas que suelen ofuscar el juicio y oscurecerlo, de manera que no pueda tan fácilmente descubrir el rayo y luz de la verdad.
Para despojarse, Ignacio se ponía como una materia prima en las manos de Dios nuestro Señor, como algo que no tiene ni inclinación ni forma alguna.
Después, con gran vehemencia, le pedía gracia para conocer y para abrazar lo mejor.
Luego (de este ejercicio afectivo, que puede ser de «deseo de deseo», de desear ser como una materia prima y de desear desear lo que sea mejor) Ignacio consideraba muy atentamente, y pesaba las razones que se le ofrecían por una parte y por otra; y la fuerza de cada una de ellas, y las cotejaba entre sí.
Al cabo volvía a Nuestro Señor con lo que había pensado y hallado
y lo ponía todo delante de su divino acatamiento,
suplicándole que le diese luz para escoger lo que le había de resultar más agradable a El”.
Muchas veces esta oración de discernimiento la hacía Ignacio junto con la misa (digo esto porque a veces alguno dice «que se aburre en misa», para que vea que no tiene por qué ir como espectador. Puede llevar sus decisiones a la Eucaristía y allí rezar con estas ayudas, que no son pocas ni fáciles, pero que uno puede «desear tener deseos de seguirlas»).
Diego Fares sj