Jesús dijo a sus discípulos:
«Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque permanece a su lado y con ustedes está. No los dejaré huérfanos, vuelvo a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán. Aquel día (cuando venga el Espíritu) comprenderán que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y Yo estoy en ustedes. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado de mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
Le dice Judas – no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa que vas a manifestarte a nosotros y no al mundo?»
Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escuchan no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Les he dicho estas cosas estando entre ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho» (Jn 14, 15-26).
Contemplación
Al igual que Judas Tadeo, nosotros también preguntamos: “¿Por qué Jesús no se manifiesta a todo el mundo, de una sola vez, para que todos crean?
El Señor no corrige la pregunta de Judas Tadeo (como había hecho con las de Tomás y Felipe) sino que vuelve a repetir lo que había dicho antes. Es como si le dijera: escuchen bien lo que les dije.
Primero dijo: “El que me ama será amado de mi Padre”.
Ahora agrega: “Si uno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará”.
Es como si dijera: “A una persona, no hay que mostrarle al Padre, hay que ayudarle a que se sienta amada por Él”.
Y esto requiere un proceso, un camino…
Jesús es el Camino. Cuando lo seguimos, comenzamos a sentirnos amados por el Padre. Experimentamos la predilección del Padre: que estamos en sus brazos como un hijo amado.
Este amor es un Don.
O mejor: es “la mitad de un Don”.
El Espíritu Santo es este “Don por la mitad”.
El amor, si solo ama uno, aunque ese uno sea un Dios, se apaga.
El amor necesita que yo también lo demuestre.
Cuando cumplo (cumplimos) los mandamientos de Jesús, siento (sentimos) el Amor de Dios completo.
Y esto se nota en que siento (sentimos) paz y alegría en el corazón.
Esto hay que entenderlo bien: la condición que pone Jesús -de “cumplir sus mandamientos y de guardar su palabra” -no es una exigencia moral.
Es el Amor que necesita ser amado.
Es como si Jesús nos dijera: por favor, (hagan) lo que lee digo, que solo así sentirán mi amor entero en su corazón.
Y esto es posible gracias a la ayuda del Espíritu Santo.
El Espíritu es nuestro Compañero interior, nuestro Maestro y nuestro Defensor.
El nos enseña modos concretos para “poner en práctica el mandamiento del amor a Jesús”, es el que hace que sea transitable el dificil camino del amor.
El discernimiento, del que habla Francisco es: encontrar el modo concreto de hacer el bien en cada situación única y personal.
Y aquí respondemos a la pregunta: El Señor se manifiesta primero a sus amigos porque necesita de nuestro amor para poder mostrar al mundo un amor completo.
Se nos manifestó a un “nosotros” que al recibirlo a Él se volvería abierto al mundo… El Señor, para manifestarse como Don, necesita de este “rebañito” que es la Iglesia, que lo acoge con su respuesta. En el seno de los que guardan la Palabra y cumplen el mandamiento de amar a Jesús, como María, se crea ese espacio de misericordia y de alegría, abierto e inclusivo, para que todo el que quiera pueda entrar a experimentar y a gustar lo lindo que es ser amado del Padre.
Diego Fares sj