El papa Francisco y los jóvenes. Entrevista de Lucia Capuzzi (Julio 2016)

Captura de pantalla 2016-07-30 a las 19.31.33.jpg

 A pesar de ser un hombre de 79 años, el Papa Francisco consigue comunicar muy bien con los jóvenes. Claro que es muy simpático, pero no es solo esto. Según usted cual parte de su mensaje fascina tanto a los jóvenes?

Espontáneamente, para responder qué es lo que fascina tanto a los jóvenes del Papa Francisco, me vino la imagen de una joven amiga, muy conmovida por un encuentro que tuvo con Francisco que me escribía: “Francisco nos miró a los ojos! Eso es encuentro. Fue conmovedor al extremo!!! Profundo, de absoluta entrega y escucha, se ‘conectó’ con nosotros… ese casi minuto con él fue eterno en encuentro y bendición. Me he sentido la persona más bendecida del mundo”.

Esta capacidad del Papa de mirar a los ojos a las personas y conectarse con cada uno como si fuera único en el mundo, es algo que todos apreciamos, pero creo que los jóvenes lo aprecian más. La capacidad de enamorarse tiene que ver con esta mirada y en la juventud la sed de esta mirada es absoluta.

También diría, compartiendo otros testimonios, que los jóvenes captan que Francisco no representa un papel, que es sincero. No es demagogo como muchos viejos son con los jóvenes. Se gana su simpatía porque es cercano de verdad. Es alguien que simplifica las cosas, que no se asusta de nada, no tiene miedo a morir ni a exponerse, no le tiene miedo a los abrazos ni a las selfies, aunque se note que es más bien tímido o reservado. Te acepta como sos y te invita a dar un pasito adelante. Te anima a ser libre, no te impone nada. Te escucha con verdadero interés. No se la cree. Se juega por los pobres. Es desacartonado. Sorprende y ama la sorpresa. Vive con radicalidad evangélica, lo cual es un signo de juventud espiritual. Bueno, estas son cosas que he escuchado que dicen los jóvenes y creo que responden a la pregunta.

Usted lo conoció cuando era un joven jesuita. Que le impactó más?

En el año 74 conocí a Bergoglio primero por sus “efectos” en los buenos jesuitas que mandó a Mendoza, mi provincia, y que lo valoraban como un “Provincial que sabía mandar, con coraje y lucidez”. Al año siguiente, en setiembre del 75 lo conocí personalmente, en la Casa Provincial en el Barrio de Flores, cuando pedí ser admitido a la Compañía. Me impactó que siendo Provincial y viviendo en esa gran casa, el tuviera su piecita en la terraza, en el cuartito donde se guardaban las escobas.

Pero me impactó sobre todo la amistad que tenía con los otros jesuitas jóvenes que eran sus pares y serían nuestros formadores. Se notaba que habían optado por los jóvenes y que nos dedicaban todo su tiempo. Nos daban lo mejor que tenían. Provincial, Maestro de novicios, misioneros jóvenes, sacerdotes ancianos, profesores… convivían con nosotros (un grupito de 7 novicios que fue incrementándose hasta llegar a más de cien estudiantes en diez años) y creían en construir una Compañía al servicio de nuestro pueblo, de los más pobres, sin ideologías, con una formación seria y una espiritualidad muy linda. Bergoglio y nuestros formadores se dedicaban a nosotros –novicios y estudiantes- como lo más importante, sin descuidar por supuesto a los ancianos y a las tareas pastorales que la Compañía les confiaba además del la formación.

Como lograba comunicar con los jesuitas mas jóvenes?

Como decía más arriba mi amiga, también entonces: “Te miraba y te conocía”. Pero esto hay que entenderlo bien. No hablo de uno que te adivina el pensamiento. La sensación era más bien que conectaba con tus sueños, con lo mejor de tu vocación. Te miraba proyectado en lo que tenías ganas de ser y lo alentaba con su mirada y lo sabía encauzar con lo que te iba enseñando y confiando como tareas. Era capaz de mirar lejos en un alma y sembrar buenas semillas que darían fruto con el tiempo. En todo nuestro grupo de jesuitas jóvenes sembró lo mejor que Dios le había dado a él y lo cultivó pacientemente. Y mientras nos formaba nos hizo amigos entre nosotros. Nos enseñó a dialogar entre nosotros sin mentir ni buscar quedar bien. Nos puso en contacto con nuestro pueblo. Nos dio ejemplo de amar a los pobres y de aprender de ellos, caminar pacientemente con ellos. Nos libró de ideologías y de modas teológicas y se animó a reinventar nuestra formación con nosotros, a nuestro paso. Nos gustaba también que no tuviera miedo de nada ni de nadie cuando se trataba de servir al Señor.

Cuando era arzobispo de Buenos Aires, el Papa tenia mucho cariño para la peregrinación anual de los jóvenes a Lujan. Por que? Que representa esta iniciativa y por que tiene tanto impacto?

El amor a Luján viene de antes. La primera peregrinación juvenil fue en el 75, si no me equivoco. Antes solo se hacía una llamada “tradicional” y a esa se le agregó en primavera la de los jóvenes, aunque iba todo el mundo. Esta nació de una intuición del padre Tello, que sentía que a los jóvenes politizados nos haría bien entrar en contacto con la Virgen Madre y patrona de la Argentina. Bergoglio y nuestro maestro de Novicios nos mandaron a esa primera peregrinación. Para mí fue un descubrimiento experimentar al pueblo de Dios en marcha, caminando en la noche para llegar al Santuario. En mi provincia no había conocido expresiones de espiritualidad popular tan masivas. Fue una gracia que se mantiene intacta con los años: ir a Lujan significa rezar con todos y por todos. Es verdadera gracia de ser un mismo pueblo de Dios ante nuestra única Madre.

Había creado otras iniciativas especificas para los jóvenes en Buenos Aires?

Bergoglio siempre tuvo mucha entrada y cercanía con los niños y los jóvenes. En su trabajo en la Parroquia de San José, que inspiraba el trabajo en las parroquias vecinas a las que íbamos los jóvenes, el trabajo con niños y jóvenes fue para nosotros un verdadero milagro de alegría, de participación, de respuesta masiva y fiel de las familias que nos confiaban a sus hijos. Es verdad que nosotros, como estudiantes jesuitas, lo seguíamos a muerte en sus iniciativas. El Día del niño, por ejemplo, llegaba a juntar más de cinco mil niños en la parroquia y tenían un día entero para ellos, con juegos, cine, deportes, comida y regalos (salíamos a conseguir regalos por todo el gran Buenos Aires y cada niño tenía el suyo). Los campamentos de jóvenes juntaban cientos de ellos en Mar del Plata.

Cuando fue obispo todo esto se tradujo en aliento a la pastoral de la niñez y la juventud: las Misas del día del Niño en grandes estadios, luego de una procesión por la ciudad, el aliento a los jóvenes catequistas, a sus iniciativas, todo el aliento a los curas que trabajan en las Villas y a sus ayudas a los jóvenes con problemas…

Según usted que significa la expresión «hacer lío»?

De joven uno entiende lo que significa que un padre de permiso para “hacer lío”. Significa que confía en uno, que no le tiene miedo a la alegría, que se fía en que, aunque uno se pase un poco de la raya, hará las cosas bien. En general los adultos le dicen a los jóvenes que “no hagan lío”, que se porten bien, que no rompan. Y esa expresión es un poco egoísta, en el sentido de que puede significar: hacé lo que quieras pero no me molestes.

Hagan lío, en cambio, significa confesar que la sociedad no está bien, que necesita un cambio, y que lo tienen que hacer los jóvenes. Si para eso tienen que hacer lío y romper esquemas, no importa. Lo importante es que se mejore lo esencial: “Hagan lío y organícenlo bien –exhortó el Santo Padre–. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan”. Esto es porque un cura en broma le había dicho: ‘sí, usted siga aconsejándole a los jóvenes que hagan lío, siga, siga… pero después los líos que hacen los jóvenes los tenemos que arreglar nosotros’. ¡Hagan lío! pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Las dos cosas ¿eh?”

En sus viajes, el Papa habla mucho de sueños con los jóvenes. Siempre los invita a ser sonadores. Que tiene que ver el sueño con la fe?

Bergoglio siempre soñó en grande. Cuando nacen este tipo de personas, son una gracia que hay que saber aprovechar. Sobre todo cuando se trata, como en su caso, de un soñador de sueños comunes, uno que sabe hacer soñar a otros y sabe sumar sueños de muchos. Nuestra formación espiritual y pastoral, hoy puedo decirlo pero porque entonces lo viví así, tenía mucho de sus sueños. Soñábamos con tener vocaciones, soñábamos con trabajar en equipo, soñábamos con dar los ejercicios espirituales a muchos jóvenes, soñábamos con justicia social para nuestra patria, soñábamos con acompañar a nuestra gente en sus sueños, yendo a su paso, soñábamos con un lenguaje nuevo en la iglesia, soñábamos con ir más allá de esas posiciones escépticas e ilustradas que son un poco tristes y contagiar de alegría y fervor a muchos… Y eran sueños que se realizaban en el día a día y daban frutos, como la fe, que en unos da el 30, en otros el 60 y en otros el ciento por uno.

Que tipo de sueño necesita nuestro presente?

Nuestro tiempo necesita salir de un ensueño –el del confort- y animarse a los sueños verdaderos. El primer sueño creo que pasa por los niños: soñar un mundo en que los niños puedan soñar. Esto es constitutivo del ser humano. Si ese sueño se apaga, la vida está muerta, aunque por fuera se ve mucho progreso. Todos los logros están ensombrecidos por la esterilidad. La Encíclica Amoris Laetitia es un acto de fe del papa en la capacidad de soñar juntos el futuro, que define lo que es una familia.

El otro sueño que necesita nuestro tiempo es el de la política: soñar una política con otra música, como dice el Papa. Por eso él invita a Europa a salir del ensueño de un confort individualista y a soñar la política solidaria, la defensa de la dignidad humana a escala mundial.

El tercer sueño es planetario: el Papa invita al planeta a soñar una alabanza compartida, a salir de la pesadilla de la contaminación y de la destrucción de la humanidad y a soñar una tierra cuidada y cultivada con amor para glorificar al Creador.

Sus Encíclicas –caracterizadas por la alegría- pueden leerse como “sueños” y deseos del Papa. Francisco nos invita a soñar con la belleza del evangelio, a soñar con la belleza de la creación y a soñar con la belleza de la familia.

Borges decía que todas las palabras nacen de una metáfora, aún las más comunes. Y que para hablar un lenguaje abstracto hay que hacer morir esta metáfora de modo que quede un mínimo esencial, diríamos. Esto es todo lo contrario de los sueños, en los que se trata de lo máximo existencial, de lo afectivamente más rico, mejor y más bello. Un sueños de mínimos no tiene sentido. El lenguaje que sueña Francisco (porque lo sueña en la oración, en la que a veces confiesa que se adormenta como un hijo en brazos de su padre) no excluya para nada esos mínimos abstractos que algunos llaman tradición y doctrina. El invita a ir más allá.

La misericordia es el «arma cristiana» para revolucionar el mundo? 

La misericordia y la ternura. La misericordia es un sueño, es soñar que el mal y el pecado se pueden no solamente paliar mediante acciones y política de minimizar daños, sino curar radicalmente, desde adentro y para siempre. El abrazo del Padre Misericordioso al hijo pródigo, es el sueño que Jesús regaló –a costa de dar su vida- a la humanidad.

La ternura es otro sueño, el del Espíritu, cuya fuerza no es como la de la naturaleza inanimada, que se rige por la fuerza rígida, sino la de la vida, que se transmite por lo más frágil y del modo más inagresivo. La imagen del “arma” vale solo por contraposición absoluta, ya que la ternura y la misericordia comienzan por el gesto de desarmarse para no herir ni descartar sino para sanar y abrazar.

Estos sueños de Dios, el de la ternura de María y José con el Niño en el pesebre –que San Francisco supo legarnos como un sueño que cada familia recrea al hacer su pesebrito con los niños en Navidad-; el de Jesús desarmado totalmente en una Cruz, capaz de atraer la mirada de todos los que lo traspasamos; y el sueño del Padre que nos espera y nos abraza conmovido en sus entrañas de modo tal que nos vuelve a hacer sentir hijos, son sueños que estaban perdiendo fuerza. El del pesebre, reemplazado por el frenesí del consumo; el de la Cruz, reemplazado por la eficacia de otros medios de atracción y el de la misericordia del Padre por técnicas de introspección y autoayuda que no hacen referencia a Otro. El Papa nos devuelve estos sueños en su radicalidad, sin ningún matiz ni pero: la misericordia del Padre perdona todo y sana todo, la ternura de María es más potente que cualquier gestión y la Cruz de Jesús, haciéndonos morir de veras nos permite ser verdaderamente resucitados en carne y afectos reales.

Diego Fares sj

 

 

 

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.