Le pregunta Judas (no el Iscariote): Señor ¿qué pasa que vas a manifestarte a nosotros y no al mundo?
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará fielmente mi palabra, y mi Padre lo amará;
y vendremos a él y en él haremos morada.
En cambio el que no me ama no guarda a mis palabras.
La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les he dicho estas cosas mientras permanezco con ustedes;
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre,
Él les enseñará a ustedes todas las cosas
y les recordará todas las cosas que les dije.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo.
¡No se inquiete su corazón ni se acobarde!
Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes».
Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre,
porque el Padre es mayor que yo.
Les he dicho esto antes que suceda,
para que cuando se cumpla, ustedes crean».
Ya no hablaré muchas cosas con ustedes porque viene el príncipe del mundo. A mí no me hace nada, pero es necesario que el mundo conozca que amo al Padre y que hago las cosas tal como el Padre me las mandó. Levantémonos, vámonos de aquí (Jn 14, 22-31).
Contemplación
Nos centramos en la respuesta de Jesús a Judas Tadeo. Judas pregunta “qué pasa”, por qué decís que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo… Por la respuesta del Señor vemos que preguntó con inquietud, como quien no entiende y no está de acuerdo con algo que otro dice y lo interrumpe en un punto. Jesús aprovecha y hace una explicación sobre las actitudes que tenemos que tener con su Palabra.
Guardar fielmente la Palabra
La primera actitud es de cuidar la Palabra. Guardarla, protegerla, conservarla en el corazón: serle fiel.
La parábola de la semilla que cae en tierra buena nos muestra la actitud que el Señor quiere que cultivemos: el deseo de ser tierra buena, que acoge la Palabra y la deja echar raices profundas en el corazón.
La imagen contraria es la de los que no guardan la Palabra, sea porque su corazón es superficial como una calle, sea porque es pedregoso y tiene muchas ideas propias, sea porque hay en él yuyos de otras palabras que echaron raíces y le quitan alimento a la Palabra de Dios.
Guardarla por amor a Jesús
Guardar la Palabra y protegerla no es cuestión teórica sino que es cuestión de amor. En esto se confunden muchos que creen la Palabra se cuida con otras palabras. Y no es así. La Palabra se cuida con Amor. Por eso Jesús manda el Espíritu Santo, el Espíritu que es puro Amor. El Espíritu, como el Amor, no es nada si no hay dos que se aman. El Amor cuida la Palabra de Jesús. Que no es sólo suya, como dice, sino que es Palabra del Padre que lo envió. Esto es importante para nosotros. Porque la Palabra de Jesús a veces no es fácil de entender y menos facil aún es ponerla en práctica. Cuidarla y tener paciencia mientras crece, como una semilla, y se va volviendo clara a medida que da frutos en nuestra vida, es cuestión de amor. Si lo queremos a Jesús, si nos dejamos querer por nuestro Padre misericordioso, que no se cansa de perdonarnos, entonces podremos “guardar fielmente su Palabra”. Si no, es imposible.
Y ya sabemos lo que pasa con los que no cuidan la Palabra: o se vuelven sordos a todo lo que dice el Evangelio y no le hacen caso o, lo que es mucho peor, se vuelven celosos guardianes de “algunas palabras” que les vienen bien y que cuidan a su modo. Estos son los que se vuelven como los fariseos y los escribas. Distinguen hasta un mosquito cuando se trata, por ejemplo, de moral sexual y se tragan un camello cuando se trata de moral con el dinero o con la fama, como les decía el Señor en su época. No amaban a Jesús, no les agradaba su persona, su modo de ser… Se fijaban solamente en la literalidad de sus palabras, atentísimos a lo que decía, para entramparlo: “esta palabra que vos decís va contra esta otra que está en la Ley!” Su manera de cuidar la palabra era compararla con otras palabras. No veían los frutos que la Palabra de Jesús daba en el corazón del pueblo, los milagros de sanación que hacía, cómo perdonaba a la gente y la gente se volvía más buena, cómo los liberaba de sus malos espíritus y les enseñaba a amar a Dios en todas las cosas de su vida. La Palabra de Jesús es una Palabra viva, que hay que poner en contacto con la vida de la gente, no con las palabras de otros libros para que se quede guardada allí y no salga.
Guardar la Palabra como quien hospeda a un amigo
El amor con que se cuida la Palabra es como el amor con que uno hospeda a un amigo. Por eso el Señor dice que el Padre amará al que lo ama a Él y que los dos vendrán y se hospedarán en su casa. Y estando ellos dos así como en su casa, el Espíritu del Amor que se tienen, tomará a su cargo ir enseñando todo lo que la Palabra quiere decirnos. El Espíritu lo hará paso a paso, como cuando uno charla con un amigo y le deja todo el tiempo que necesite y tenga ganas para contar sus cosas y explicarlas detalladamente, a fondo. Esta es la característica de la amistad: que uno sabe que tiene todo el tiempo que quiera para charlar con un amigo. Que puede pedirle charlar en cualquier momento que necesite y el otro deja todo. Que puede contar esos detalles que otro no escucha porque le dice que eso ya lo dijo. Cuando un amigo cuenta sus cosas puede repetir lo que quiera y extenderse todo lo que quiera, porque uno sabe que no es cuestión de palabras, no es cuestión de entender qué quiere decir. No es una “cosa” lo que quiere decir. Está abriendo su corazón a través de las palabras que dice… Así es con la Palabra de Jesús: conservarla, no es ponerla en la biblioteca ni menos en el freezer, para descongelarla cuando haga falta. Conservarla es hospedarlo a Él para que Él mismo la conserve y nosotros tener el oído atento para “ponerle la oreja” –para escucharlo- cuando quiera hablar.
Guardar la Palabra como la de alguien que se jugó por mí
El amor con que se cuida la Palabra es el amor eternamente agradecido que uno tiene con una persona que, en su momento, se jugó por nosotros. Si alguien nos habla mal o nos dice que dijo algo que no corresponde, antes de pregunta qué dijo uno ya lo está defendiendo. Fijémonos que Jesús hizo eso antes de la Pasión. Él ya le había hablado al Padre bien de su amigo Simón, sabiendo que lo iba a traicionar, para que después, cuando se recuperase, volviera bien, para que no perdiera la fe. Y a los discípulos, Jesús les adelanta todo lo que va a pasar para que no se escandalicen cuando lo vean acusado como blasfemo y crucificado en una Cruz.
El Señor nos cuida a nosotros de nuestras propias palabras, aunque sean de negación a Él, como fue en el caso de Pedro.
Cómo no vamos a cuidar las suyas, las del que jamás nos traiciona, las Palabras del que siempre nos es fiel.
…….
Tengo un amigo que en este momento no puede pronunciar palabras. Las escribe en una pizarra, lo cual, dada su simpática locuacidad natural, es un límite considerable. No por eso ha perdido su humor, según me dicen y sus “discusiones con la nutricionista” en pocos renglones dejan traslucir que se está recuperando raudamente del problema que lo dejó sin habla.
Transcribo (dando espacio a la narración) el mail de su hija que cuenta los Whatsapp de su hermano menor donde va mensajeando en tiempo real la desigual discusión entre la nutricionista parlanchina y mi amigo con su pizarra en mano.
Whatsapp del hijo menor:
[29/4 09:09] Discusión entre Papá y la nutricionista:
– Nutricionista: (con voz de cariño profesional, imagino yo) “Le voy a mandar un Ensure y con un Espesan que le dejo, lo llevan a la consistencia de un yogurt. Si?».
– Papá: (en la pizarra) «Y si directamente me traés un yogurt y nos dejamos de joder?”
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Whatsapp del hijo:
[29/4 09:11]:
“La nutricionista palideció”.
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Otro Whatsapp del hijo:
[29/4 09:22]
“Ahora papá le está escribiendo una nota al doctor y si no le dan de comer algo más sólido pronto va a morder a la nutricionista”.
……
Jacques es el que prepara los almuerzos de los domingos en la Casa de la Bondad. Los prepara como los de “La fiesta de Babette”, que dicho sea de paso, es la imagen que usa el Papa para expresar, en una sóla parábola, lo que quiere decir con toda su Exhortación Apostólica “La alegría del amor en las familias”. Cómo Jacques me ha dicho que desde que comenzó su enfermedad se va sintiendo menos voluntario de la Casa y más Patroncito, me tomo la libertad de transcribir esta escena ya que lo muestra de cuerpo entero como uno de los patroncitos cuando no les gusta la comida que les proponen. Así como él, con infinita paciencia y creatividad, le va pescando el gusto a cada uno y de a poquito logra preparar el banquete que se adapta a su gusto y a su estado de ánimo espero que la nutricionista logre aprender de este paciente tan especial que tiene a cargo y que ha ejercido esta tarea de “nutricionista-Chef” con los enfermos en estado terminal de la Casa de la Bondad.
Pero lo que más me interesa compartir es cómo los hijos “guardan las palabras de su padre”.
Diego Fares sj