… Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. La generación de Jesucristo aconteció de esta manera:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Estando él en estos pensamientos, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.»
Al despertar José del sueño, hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado:
y recibió en su casa a su mujer, y sin que hubieran hecho vida en común,
ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús (Mateo 1, 18-25).
Contemplación
Mateo sitúa a San José y a María al final de 42 generaciones de abuelos y abuelas que vivieron esperando que naciera el Mesías.
2.000 años han pasado desde que Abraham “se regocijó pensando en ver el día de Jesús; lo vio y se alegró” (Jn 8, 56).
1.500 desde que Moisés le diera al pueblo el maná, a la espera del verdadero “Pan del cielo” (Jn 6, 32).
1.000 años han pasado desde el Rey David (Mc 12, 35 ss.).
700 años han pasado desde que Isaías profetizó que “la Virgen daría a luz al Emmanuel” (Mt 1, 23);
Y desde el Nacimiento del Señor en Belen han pasado 2015 años para nosotros.
Podríamos marcar hitos de cumplimiento de promesa desde Jesús hasta ahora?
1600 años desde que San Agustín escribió “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,. tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera. Y por fuera te buscaba.
800 años desde que san Francisco nos enseñó a amar a todas las criaturas y a alabar a Dios en pobreza y fraternidad con todos los hombres. Laudato si mi Señor.
500 años desde que San Ignacio nos dejó su cuadernillo de Ejercicios Espirituales para aprender a amar a Dios en todas las cosas y a discernir cuál es nuestro lugar preciso de servicio en esta vida donde podemos en todo amar y servir.
65 años desde que San Alberto Hurtado nos enseñó que el pobre es Cristo y que podemos andar contentos con nuestro Señor en todas las ocasiones (aunque no siempre estemos contentos con la situación o con nosotros mismos, con él sí).
25 años desde que madre Teresa nos enseñó que la paz comienza con una sonrisa y que se puede trabajar más por los pobres si uno deja que Jesús lo consuele más en la contemplación.
3 años desde que Francisco sonrió en el balcón de San Pedro y dijo “Queridos hermanos y hermanas, Buonasera”, y realizó los dos movimientos que cambiaron el aire entristecido de la Iglesia por un bocanada de aire fresco: un movimiento de abajamiento, cuando inclinó la cabeza para pedirnos como pueblo la bendición, y un movimiento de salida, cuando comenzó a recorrer la plaza saludando a todos y a salir a las periferias más pobres con su sonrisa y benevolencia.
16 días desde que comenzó este año santo de la misericordia.
Hoy, en que celebramos la Nochebuena, le pedimos al Niño que ilumine nuestra noche con su lucecita, la de sus ojos buenos y su sonrisa, esa que la sonrisa de su madre le enseña a dibujar.
Si las maravillas de Dios antes de la venida de Jesucito fueron muchas, las que ha hecho en medio de nosotros, todos los días, en estos dos mil años, son incontables.
Uno comienza a dar gracias por los santos y encuentra más y más.
Cada persona puede mirar su vida y encontrar en cada etapa –de niñez, de jóvenes, de adultos y mayores- gracia sobre gracia, como dice Juan.
Cada amistad en el Señor, cada misión que nos dio, cada obra de misericordia que realizamos junto con otros colaboradores…
Cada confesión, cada Eucaristía, cada retiro espiritual…
…….. (Nos quedamos rellenando…)
Que este año de la Misericordia, al pasar cada uno muchas puertas santas, por sí mismo y por sus seres queridos, para ganar indulgencia para ellos, sea para nosotros la oportunidad de dejar huella, para que la vida “después de la venida de Jesús” se llene de gestos y de obras de misericordia, de manera tal que cumplamos lo que vio María mientras cantaba su Magnificat:
que los pobres son colmados de bienes y los ricos se quedan con las manos vacías (no por castigo sino para que, siendo ellos pobres puedan recibir los bienes de Jesús);
que los humildes son aplaudidos y exaltados y los poderosos derribados de sus tronos (no por maldad de tirar a alguien abajo sino para que humillado pueda recibir la caricia y la felicitación de Dios);
que Dios se acuerda de su pacto de Misericordia con nosotros, lo cual quiere decir que se acuerda de tenernos misericordia siempre y que se acuerda de cada pequeña obra que hacemos misericordiosamente, de cada pequeño gesto que realizamos con mucho amor, porque nuestro Dios, como dice el Papa, es un Dios que se ha enamorado de nuestra pequeñez.
Diego Fares sj