Domingo 2 B Navidad 2015

Dios es Jesus

 Al principio existía la Palabra,

y  la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

 Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, 

y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la acogieron.

 La Palabra era la luz verdadera 

que ilumina a todo hombre 

viniendo a este mundo.

Ella estaba en el mundo, 

y el mundo fue hecho por medio de ella,

y el mundo no la conoció. 

Vino a los suyos y los suyos no la recibieron.

 Pero a todos los que la recibieron,

a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,

ni por obra de la carne,

ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

 Y la Palabra se hizo carne

y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él al declarar:

‘Este es Aquel del que yo dije: 

El que viene después de mí me ha precedido,

porque existía antes que yo’.

 De su plenitud todos nosotros hemos participado

y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la ley fue dada por medio de Moisés,

pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

 Nadie ha visto jamás a Dios;

el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno   

del Padre (Juan 1, 1-5. 9-18).

 

Contemplación

 

El 2 de Enero es la fiesta de los Santos Basilio y Gregorio, que vivieron en el siglo IV en la actual Turquía y, junto con el cuidado de los pobres, que es la nota permanente y distintiva en el Catolicismo en medio de las luchas de ideas que se van dando a lo largo de la historia, defendieron la fe contra el Arrianismo. 

Arrio fue muy popular durante siglos y su idea de que Jesús no era de «naturaleza» divina, sino que era una creatura, aunque muy especial, sirvió de humus para el islamismo que vino después y que también respeta a Jesús, pero no como Dios. Me llamaba poderosamente la atención cómo esa zona en la que los judios perseguidos se llamaron por primera vez cristianos, esa zona tan querida para Pablo y que fuera centro del cristianismo, nos resulte hoy tan lejana culturalmente. Cómo  puede cambiar la fe a un pueblo, cómo la fe puede hacernos cercanos a argentinos y chinos, por ejemplo, como compruebo con mis chinitos, y tan lejanos a otros, al punto de sentir que un mormón  pareciera que se aleja de la cultura argentina…

 

Esto viene a cuento por el Evangelio de hoy -el prólogo de Juan- que nos revela a Jesús como el Verbo del Padre, igual a Él, Palabra divina que nos precede y en la que todos estamos hechos. 

 

Esto se baja diciendo que somos «made in Jesús», que ese Nombre bendito es el núcleo de la Vida, el código genético de todos, la estructura básica de lo creado, la clave que nos conecta -gracias al Wi Fi santo del Espíritu- con el Padre Creador, el tipo del ser humano en solidaridad social inclusiva y no excluyente.

 

Arrio también suscribiría esto pero diciendo que Jesús no es igual al Padre, es decir, poniendo al Padre en un un lugar de trascendencia divina tan total, que terminó  por alejarlo de nosotros y de la vida cotidiana. E hizo que se perdiera, imperceptiblemente, todo lo bueno de Jesús. Cosa que puede volver a pasar… Y que dentro de quinientos años, el cariño a la Virgen, por ejemplo, haya emigrado a algún país asiático (ahora que china se quiere abrir a las religiones)  y nuestra patria esté en manos de algún nuevo fundamentalismo, que suele ser el reemplazo bajo apariencia de bien de los pueblos que se dejan robar la divinidad de Jesús.  

 

Hoy en día, creo, estamos dispuestos a aceptar a Jesús hombre (aunque sea como «invento cultural humano»). Umberto Eco dice que Jesús es el producto más puro de la humanidad y que si vinieran extraterrestres tendríamos que presentárselo como el ideal de lo que puede llegar a ser un ser humano. Y si no hubiera existido, agrega, habría que inventarlo, a Jesús. 

 

Vivimos una etapa de la historia en la que estamos dispuestos a aceptar a Jesús como «parte» de esta atmósfera humana que por ser virtual no deja de ser bien real y muy humana. La palabra «Jesús» aparece muchísimo en la Web, sus ideas y parábolas, cuando las ponen en práctica los santos, siempre tocan el corazón e influyen en la vida de la gente. 

Al estar los paises separados y algunos hasta aislados (como China) los personajes como Jesús parecían parte de una cultura solamente. Pero al universalizarse la cultura, vemos cómo emerge lentamente la figura de Jesús como más universal (católica) que la de otros personajes, que quedaron más ligados a su tiempo. 

Las ideas religiosas que son «invento» del cerebro humano, van mostrando, por un lado, su necesidad (el hombre no puede dejar de inventar dioses), y por otro su límite cultural. En la antigüedad se tallaban estatuas que atraían a los fieles y centraban el culto a lo trascendente. Hoy, cada uno erige su «ídolo» privado, su fantasía o su proyecto de trascendencia y le rinde culto personal, de modo individual o grupal, cambiándolo cuando le apetece. 

Jesús sigue estando, en este sentido, un pasito más adelante: en su evangelio Jesús critica todo dios «autorreferencial» (como dice siempre Francisco) y nos interpela a dialogar con él desde nuestro corazón: «crees esto», «qué quieres que te haga», «seguime», «que les parece»… El evangelio hace pensar, libera de leyes e ídolos, abre al misterio y sitúa al hombre frente a un Dios que ha atado su destino al prójimo más pobre y humilde, a todos.

Y aquí viene el punto. Las ideas de Dios que lo «alejan» de la vida cotidiana tienen dos vertientes. 

Una es la de condensarlo como alguien absolutamente único y distinto a todo. La otra es diluyéndolo en una especie de energía cósmica indescifrable. Ambas tienen en común que lo vuelven «inalcanzable», imposible de imaginar y de llegar a saber lo que siente. Esto que puede parecer muy filosófico, desemboca en actitudes de vida bien concretas. Si Dios es inalcanzable y no se puede «mezclar» con nosotros, la política y la cultura queda totalmente en manos de la técnica (y la técnica, ya sabemos, la manejan los que tienen plata). 

 

Afirmar que Jesús es Dios -igual de naturaleza y distinto como Persona al Padre-, equivale a afirmar que Dios es cercano, que se puede charlar con él, que nos puede ir acompañando en la vida y revelándose en la historia según su plan, a la medida en que lo podemos ir entendiendo, como personas y como humanidad. 

 

Afirmar que Jesús es Dios equivale a destruir todos los ídolos manejados por los hombres: los que manipulan la lejanía o la incorporeidad de Dios, interpretando como se les ocurre las cosas sin que los sencillos puedan opinar. Jesús hace participar a los humildes, dice que su Padre se les revela a los pequeños y no a los sabios, da protagonismo a la gente con sus imágenes sencillas pero misteriosamente verdaderas acerca de cómo es el corazón de ese Padre tan misterioso, por un lado y tan familiar por otro. 

 

Jesús nos salva de la autorreferencialidad a la hora de imaginar al Padre, dándonos su verdadera imágen (que es Jesús mismo, encarnado, crucificado y resucitado).

 

Jesús nos salva de alejar tanto el misterio del Padre que nuestra sed de trascendencia quede a mano de los chantas y de los manipuladores.

 

Jesús nos salva de los gurúes y de los magos y falsos profetas al revelarnos un Dios del que se puede charlar en familia, entre todos, valorando la opinión de todos, mientras estamos ocupados en las obras concretas que ese Padre nos prepara, revelándose así como Padre de todos sus hijos y haciéndonos hermanos.

 

Lo que quiero es llamar la atención: cuando decimos que Jesús es Dios, no estamos diciendo que es un Ser Aislado en el Infinito ni una Energía Anónima, ni ninguna idea que cada uno se haya hecho de lo que es un Dios (ideas que solemos descartar porque nos damos cuenta de que algo así no puede ser real).

Cuando confesamos, humildemente y en actitud de respeto y de adoración, atentos a sus Palabras, que Jesús es Dios, estamos diciendo que «Dios es Jesús o no existe». Estamos sometiendo nuestras ideas de Dios a lo que diga Jesús, un Jesus vivido en la Iglesia, que nos lo da y nos lo interpreta. Nos estamos poniendo a la escucha atenta de su evangelio, para ver qué nos dice de su Padre, de lo que siente por nosotros, de cómo actúa con infinita misericordia…

 

Afirmar que Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios es decir algo sobre nosotros mismos como personas abiertas al Misterio que se revela en los más pobres y humildes de los hombres, concretado en el Niño Jesús en el Pesebre y en Jesús, nuestro Señor y hermano, clavado en la Cruz y caminando, resucitado, por el camino de Emaús que recorren todos los hombres desilusionados de su idea de Dios pero abiertos a ese forastero que dialoga de estas cosas y dispuestos a compartir con él el pan.

Diego Fares sj

 

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