Domingo 33 A 2014

Domingo 33 A 2014

 

Humor angélico vs ironía satánica

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas. Llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió un talento, hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor: Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’. El Señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación».

Contemplación

«Porque has sido fiel en lo poco…»

Se ve que el hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas era muy rico ya que consideraba que los 35 kg de oro, que le dio al servidor perezoso, o los 175 kg de oro que le dio al de mayor confianza, eran «cosa de poco valor». Quizás podemos interpretar que el dinero es algo de poco valor y que «las cosas de mucho valor» que le confía a los servidores buenos y fieles son de otro orden. Pero ¿qué puede haber que sea de más valor que muchos kilos de Oro? En otras versiones de la parábola se indica que las «cosas de mucho valor» tienen que ver con personas. El servidor bueno y fiel, cuyo ícono es nuestro padre San José, es el que cuida del personal y distribuye a cada uno su tarea y su ración a su tiempo y no maltrata a los servidores.

Curiosamente, pareciera que hay alguna conexión entre el oro y los afectos, entre la manera de ganar plata y de ganar amigos…

Como la parábola es bien comparativa: con el Reino sucede como con un hombre que, a los que le fueron fiel en las cosas de poco valor (talentos) les confió cosas de mucho valor (personas), podemos ampliar la comparación y hablar de «talentos» de cualquier tipo, no solo dinero) y de «relaciones personales».

La dinámica de los dos primeros colaboradores es la de «dar fruto» con los talentos confiados y devolver el doble a su Señor.

Notemos que ni siquiera se preocupan de guardarse algo para sí. Su alegría está en haber ganado el doble para su Señor. Me confiaste cinco, aquí tienes otros cinco.

Y al hombre que se fue de viaje se ve que le gusta esta actitud proactiva y desinteresada. Lo vemos porque los premia a los trabajadores y al que enterró su talento le reprocha su pereza: ni siquiera dejaste que ese talento me diera intereses, como diciendo, con sólo ponerlo en el banco algo hubiera dado ya que el dinero vale por sí mismo (y hoy en día más).

¿A qué apunto?

Voy a dar un pequeño rodeo. Ayer me escribe un cura amigo que está de misionero, junto con un equipo de gente muy capaz, y me hizo reír mucho con un comentario. Dice: «Con el equipo de los padres, vamos caminando, hablamos y compartimos lo que más podemos, y cuando sale la oportunidad, seguimos viendo como crecer, tratamos de ver lo que Dios nos va diciendo como equipo…, cosa que no es sencilla, pareciera que Dios nos habla a cada uno por separado y nos dice cosas diferentes a los cuatro jajaja…, pero vamos viendo».

Yo le comentaba que su buen humor es una gracia y que tenía que publicar la frase (cosa que estoy haciendo ahora). Está muy bueno esto de gente con mucho talento a la que, a la hora de trabajar en equipo, pareciera que «Dios le habla a cada uno por separado y le dice cosas diferentes a los cuatro jajaja».

No dejemos de notar el jajaja, que es lo más valioso, porque, como dice Marechal al comienzo del Adan Buenosayres, hay un humor angélico que hace bien, da una superioridad sobre los problemas y las tonterías humanas que permite resolver las contradicciones con altura  (contra lo que decía Baudelaire: que el humor y la ironía eran algo diabólico, porque implicaban hacer sentir al otro la propia superioridad al ironizar).

Es verdad que hay un humor y una ironía o sarcasmo que le hace el juego al poder (que suele ser diabólico) y hay otro humor, como el de Jesús, que apunta al servicio, que humilla sin denigrar, como cuando le dice a Nicodemo: «qué cosa que vos siendo maestro en Israel no sepas que hay que nacer de nuevo», o como cuando le pregunta a los discípulos haciéndose el tonto «¿y de qué estaban hablando por el camino?».

La ironía de mi amigo cura es de las de buen espíritu, porque agarra a cada uno por lo mejor que tiene (que es que le hable Dios y le de buenas ideas e intenciones) y hace ver que no puede ser que el mismo Señor le diga cosas diferentes a los cuatro. O, en todo, caso, si se las dice, es para que se las ingenien en ponerse de acuerdo con la riqueza de las diferencias y no para distanciarse, como diría Francisco.

Desde esta óptica de la ironía diabólica y del buen humor angélico, caigo en la cuenta de que en la respuesta del servidor que enterró el talento hay una ironía amarga de fondo.

Escuchemos de nuevo la frase. ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

Es una frase fea ¿no? El que la dice es un pobre tipo, es cierto, pero uno que con su ironía destruye la imagen del patrón y rebaja la actitud de sus compañeros fieles. Si no estuvieran los otros, uno podría coincidir, como tantas veces que alguien nos larga una frase así, triste, sobre una autoridad y uno muerde el anzuelo y asiente. Me lo imagino haciendo comentarios, después de haber enterrado su talento., diciendo cosas como: «qué tipo exigente, nuestro patrón ¿no? Qué querrá con esto de darnos talentos…? A mí me dio uno solo, pero se ve que a otros les dio más. Creo que a aquel le dio cinco, date cuenta. Mirá como anda agrandado haciendo negocios. Se ve que se le subieron los humos. Yo pienso que aquí mejor no arriesgarse mucho, porque después metés la pata y te la cobran…».

Estas frases dichas a otros me las imagino yo. Pero las que los servidores le dijeron a su jefe, están claritas y es el mismo Señor el que eligió las palabras para que se entienda bien qué es lo que le gusta y qué es lo que condena.

El patrón no era para nada un tipo duro y exigente. Era un buen tipo de esos que le confían sus bienes a su gente con la esperanza de poder confiarles cosas más grandes. Cómo va a venir éste a hacerle un análisis sicológico y decirle: “Ya sé como es Ud. Ud. es tan exigente! Lo digo en el buen sentido, no crea. Pero a mí me dio miedo… así que aquí tiene «lo suyo».

El Patrón no era para nada uno que quiere cosechar donde no sembró. ¿Se dan cuenta lo que es decirle a alguien: «vos querés cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado? Es como decirle: vos te apropiás de los talentos que ganaron los otros, los hiciste laburar y ahora te quedás con todo. Sos uno que busca fama. Te querés quedar con todo. Pero a mí no me agarrás. Aquí te devuelvo lo tuyo y listo. Mi trabajo me lo hago yo para mí y no para que lo aproveche otro…

Es una lógica muy pero muy diabólica que atenta contra el Bien y contra el que es Bueno y lo hace de manera camuflada, bajo la apariencia de un pobre tipo que tenía un solo talento y lo escondió, allá él. Pero no, porque este tipo rebaja todo: hace aparecer como duro al que es Ternura, como muy exigente al que se deja entusiasmar por el trabajo y el dar frutos, como un aprovechador y vanidoso, al que es pura generosidad y cuya gloria es que los otros crezcan y vivan bien.

Por eso la condena del patrón es tan dura. No es un simple: dame lo mío, quedamos a mano y andate en paz. La condena es llamarlo primero malo, segundo perezoso y tercero necio, lo cual se ve en que lo condena usando sus propios argumentos.

La condena es también reduplicar su apuesta dándole más al que más había negociado los talentos con alegría y desinterés. Lo cual equivale a decir que el patrón se da cuenta de que este servidor malo, perezoso y necio, no sólo lo rebajaba a él sino también al que era más fiel.

Y además lo manda al reino de las tinieblas, que es el reino del chusmerío, de las lamentaciones y del rechinar de dientes, el reino de los envidiosos, de los detractores, de los que ni hacen ni dejan hacer, de los que se creen vivos, de los que tienen enterrado su talento en vez de ponerlo alegremente a disposición de los demás, de los que se ríen de los que son fieles.

El Papa Francisco suele hablar muy fuerte acerca de las distintas formas de “rebajar a los demás” con ese humor satánico que es una forma solapada de buscar poder.

En la misa del 18 de Mayo de 2013 decía:

El chisme y la envidia hacen mucho daño a la comunidad cristiana. No se puede «decir solo la mitad que nos conviene».

Hay dos modalidades de entrometerse mal en la vida y la misión de los otros. En primer lugar, la «comparación«, el «compararse con los demás». Cuando existe esta comparación, dijo, «terminamos en la amargura y hasta en la envidia, y la envidia arruina la comunidad cristiana», “le hace mucho daño», y «el diablo quiere eso».

La segunda forma de esta tentación, agregó, son los chismes. Se empieza de una manera “muy educada”, pero luego terminamos «despellejando al prójimo»: «¡Cuánto se chusmea en la Iglesia! ¡Cuánto chusmeamos nosotros los cristianos! El chisme es despellejarse, ¿no? Es maltratarse el uno al otro. Como si se quisiera disminuir al otro, no? En lugar de crecer yo, hago que el otro sea rebajado y me siento muy bien. ¡Esto no va! Parece agradable chusmear… No sé por qué, pero se siente bien. Como un caramelo de miel, ¿verdad? Te comes uno -¡Ah, qué bien! -Y luego otro, otro, otro, y al final tienes dolor de estómago. ¿Y por qué? El chisme es así: es dulce al principio y luego te arruina, ¡te arruina el alma! Los chismes son destructivos en la Iglesia, son destructivos… Es un poco como el espíritu de Caín: matar al hermano, con la lengua; ¡matar a su hermano!».

En este camino, dijo, «¡nos convertimos en cristianos de buenas costumbres y malos hábitos!» Pero ¿cómo se presenta el chisme? Normalmente, ha distinguido el papa Francisco, «hacemos tres cosas»:

 «Desinformamos: decir solo la mitad que nos conviene y no la otra mitad; la otra mitad no la decimos porque no es conveniente para nosotros.

En segundo lugar está la difamación: Cuando una persona realmente tiene un defecto, y ha errado, entonces contarlo, «hacer del periodista»… ¡Y la fama de esta persona está arruinada!

Y la tercera es la calumnia: decir cosas que no son ciertas. ¡Eso es también matar a su hermano! Todas estas tres –la desinformación, la difamación y la calumnia– ¡son pecado! ¡Este es el pecado! Esto es darle una bofetada a Jesús en la persona de sus hijos, de sus hermanos».

Durante su homilía, Francisco recordó también un episodio de la vida de Santa Teresita que se preguntaba por qué Jesús dio tanto a uno y poco a otro. La hermana mayor, tomó un dedal y un vaso y los llenó con agua, y luego le preguntó a Teresita cuál de los dos estaba más lleno. «Ambos están llenos», dijo la futura santa. Jesús, dijo el papa, hace «así con nosotros», «no le importa si eres grande, si eres pequeño». Él está interesado en que «estés lleno del amor de Jesús».

 

Diego Fares sj

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