El sínodo de la familia o “Darle a los medios lo que es de los medios y a Dios lo que es de Dios”
(Después de escuchar la parábola de la invitación a las bodas) Se retiraron los fariseos para consultar cómo podrían entrampar a Jesús con sus propias palabras. Enviaron a varios de sus discípulos con unos herodianos para decirle:
– Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas fielmente el camino de Dios, que contigo no va el respeto humano, porque no te fijas en la categoría de las personas. Dinos, pues, a nosotros, ¿qué te parece?: (a la luz de la Ley) ¿Es lícito dar tributo al César o no?
Pero Jesús, conociendo su mala intención, les dijo:
– ¿Por qué me tienden una trampa, hipócritas? Muéstrenme la moneda del tributo”.
Ellos le presentaron un denario.
Y El les preguntó:
– ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Le respondieron:
– Del César.
Jesús les dijo:
– Devuelvan al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Sorprendidos al oír aquello, lo dejaron allí y se mandaron a mudar (Mt 22, 15-16).
Contemplación
Ponemos la contemplación en el contexto del Sínodo de la Familia (y sus repercusiones en los medios). Viene justo el evangelio. Primero por la paz con que Jesús resuelve un clima de tensión creado por los que querían entramparlo. Jesús no cae en ninguna trampa que consista en discusiones de palabras. La imagen de Francisco escuchando en silencio atento y con buen humor a los padres sinodales tiene mucho de esta sabiduría.
El “Relato luego del debate” (Relatio post disceptacionem) tiene, por supuesto, un valor provisorio. La iglesia se toma sus tiempos para decir su palabra y eso hace bien en un mundo que titula espectacularmente para olvidar al día siguiente. El Relato es provisorio pero hay que valorar muchísimo que el Sínodo publique no sólo los documentos terminados y pasados por los filtros correspondientes, sino que se anime a relatarnos lo que hablaron “libremente”, como les pidió Francisco, y “escucharon con humildad”. Mostrar los diálogos y las discusiones es una señal de apertura y de humildad.
Esto de participar a la sociedad los documentos “en estado de elaboración” ya se hizo en Aparecida y la verdad es que, en un primer momento, pareció que era como “tirar perlas a los chanchos”, porque mucha gente “despedazó el documento”. Pero, paradójicamente, calmó los ánimos y evitó los trascendidos –que fulano dijo esto y mengano aquello-. La Iglesia hace oficial también lo provisorio y se puede ver lo que se dijo en el tono con que se dijo y dentro de un esquema general.
Dicho esto, fíjense cómo comienza el Relato. Ponen una homilía-oración del Papa que trasmite una paz hermosa:
En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco ha evocado de manera simple y concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la noche sobre nuestra asamblea. Es la hora en la cual gustoso se regresa a casa para reunirse en la misma mesa, en espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que calientan el corazón y lo hacen crecer, del vino bueno que anticipa en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora más pesada para quien se encuentra a ‘tú a tú’ con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de los sueños y de los proyectos rotos: cuantas personas arrastran sus jornadas en el callejón sin salida de la resignación, del abandono, también del rencor; en cuantas casas se ha terminado el vino de la alegría y, por consiguiente, el sabor – la sabiduría misma – de la vida […] De unos y de otros esta noche somos sus voces con nuestra oración, una oración para todos».
Este es el lenguaje que están intentando hablar los padres que “caminan juntos” (sínodo) en este encuentro. Francisco nos habla imaginándonos en el regreso a casa por la tarde, luego del trabajo. Nos iguala a todos los hombres del planeta en esa experiencia de familia –gustada, extrañada o sufrida- que todos revivimos al caer la tarde y recogernos en algún lugar (palacio, casa o fueguito de ranchada). Y nos hace rezar una oración para todos. La oración de Francisco tiene clima de Emaús –el regreso a casa- y el sabor a fiesta de Caná – el vino bueno- y el sabor amargo del hijo pródigo –que se encuentra “tú a tú” con la propia soledad-.
Que los relatores hayan comenzado así, es un consuelo.
Contrastemos, si es que hace falta más, este tono con el de los medios al reflejar las declaraciones de algunos personajes que hablan de decretos, de los “esto no se puede de ninguna manera”, del “vaya a saber qué querrá decir tanta imprecisión…” y de los “no vaya a ser que ahora todos los…”.
Lo que hay que olfatear (discernir) es la trampa detrás de toda declaración airada, amarga, amenazante…, por parte de unos y de toda declaración reivindicativa, burlona, caricaturesca…, por parte de otros. Aquí sirve leer en el evangelio cómo se pusieron de acuerdo fariseos y herodianos, que es como decir lefevristas y agnósticos para entrampar a Jesús, para obligarlo a definirse por alguno de sus bandos.
El segundo punto de la introducción consiste en corroborar que el deseo de familia sigue vivo:
No obstante las diversas señales de crisis de la institución familiar en los diversos contextos de la «aldea global», el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva la necesidad de que la Iglesia anuncie sin descanso y con profunda convicción el «Evangelio de la familia» que le ha sido confiado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo.
El tercer punto es de nuevo una cita de Francisco, sobre el valor que tiene dialogar sinodalmente: «Ya el “convenire in unum” alrededor del Obispo de Roma es un evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral»: así el Papa Francisco ha descrito la experiencia sinodal, indicando las tareas en la doble escucha de los signos de Dios y de la historia de los hombres y en la consiguiente y única fidelidad que sigue.
El cuarto punto nos muestra un método antiguo y nuevo, formulado –al menos para mis oídos- de manera original. Dicen así los padres: (Primero) la escucha, para mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y de sus sombras; la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo cuanto la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia; el encuentro con el Señor Jesús para discernir los caminos con los cuales renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia.
Es una formulación muy interesante: Escuchar (escucharse entre todos y escuchar al Señor) para “mirar la realidad”. No se trata de un “mirar la realidad” desde ninguna ciencia particular solamente, sino desde el diálogo atento a lo que dicen los demás. Segundo, “mirar fijamente a Cristo para poder repensar lo que nos dice el evangelio y la tradición con renovada frescura y entusiasmo. El aprecio por la revelación no está en duda, pero van más allá de los que creen que por tener la letra tienen el Espíritu. Los padres desean repensar mirando a Jesús vivo, considerando todo lo que nos reveló. Nada de “cambiar la doctrina”, como vemos. Algo mucho más desafiante: repensar su riqueza, reentusiasmarnos con su belleza. Esto contra los que creen que defender la doctrina es embalsamarla, que defender la positividad interior de una verdad viva es mantenerla en el molde de una definición marmolizada.
Por último, el encuentro con el Señor para discernir caminos. El discernimiento no es una tarea meramente intelectual sino que se hace en la cercanía y la calidez del encuentro con el Señor vivo y resucitado.
Como vemos, la introducción ya es toda una maravilla. En ese tono toda familia se puede sentir interpelada y atraída.
La Primera parte, la de la escucha, describe atenta y cariñosamente el contexto social y afectivo en que vive la familia hoy. Y el desafío pastoral es “dar una palabra de esperanza y sentido”. Los padres parten de la confianza en que el deseo de ser familia está vivo en medio de una sociedad con mucho egoísmo y hedonismo. Y sienten que el desafío es: “aceptar a las personas con su existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso de quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia”.
Creo que esto tiene que ver con el “devolver a Dios lo que es de Dios”. La existencia concreta de cada persona, sostenida e incluida eclesialmente, es de Dios. Y esto exige que las verdades reveladas vayan propuestas junto con la misericordia. Jesús formulaba las cosas así: la mayor exigencia junto con la mayor misericordia. Entre estos dos polos absolutos –de vida plena puesta como deseo irresistible y de misericordia entrañable regalada con gratuidad- se mueve toda “verdad” que nos enseña Jesús.
La Segunda parte, nos brinda un modo de mirar. Leamos el párrafo 13:
Desde el momento en que el orden de la creación es determinado por la orientación a Cristo, es necesario distinguir sin separar los diversos grados mediante los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En razón de la ley de la gradualidad (cf. Familiaris Consortio, 34), propia de la pedagogía divina, se trata de leer en términos de continuidad y novedad la alianza nupcial, en el orden de la creación y en el de la redención.
Lo sintetizan titulando: La mirada en Jesús y la gradualidad en la historia de la salvación. De nuevo me resuenan las palabras de Jesús: devolver al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Devolver al César su tributo, con su efigie y la inscripción que alababa su divinidad, era reconocer en su realidad socio-política, la situación en que se encontraba Israel, celoso por “servir sólo a Dios” y abominando toda idolatría, pero metido en las reglas de juego del Imperio Romano. Esta “situación” que los fariseos vivían como intolerable doctrinalmente y que los saduceos vivían “negociando”, Jesús la relativiza y nos hace mirar “lo que es de Dios”. Esto es lo que trata de hacer el sínodo. La familia es de Dios. No sólo como sueño ideal y futuro, sino en sus realizaciones cotidianas de todo tipo y grado de perfección y de heridas. Mirar fijamente a Jesús y desde sus ojos contemplar cada familia y cada paso que da y en cada grado de realización, es la tarea. De allí viene “El discernimiento de los valores presentes en las familias heridas y en las situaciones irregulares”. Y el desafío pastoral de tal mirada: De acuerdo a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y perdido, dándoles confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a aquellos que han perdido la dirección o se encuentran en medio de la tempestad.
La Tercera parte, que pone el acento en discernir desde el encuentro, utiliza los siguientes verbos:
Anunciar, acompañar, valorar, sanar, acoger… Son opuestos a dogmatizar, excluir, condenar, rechazar…
Los padres se concentran en mejorar sus propias actitudes de pastores antes de querer cambiar las de las familias.
La conclusión es muy clara acerca del valor que tiene este documento de trabajo:
Las reflexiones propuestas, fruto del diálogo sinodal llevado a cabo en gran libertad y en un estilo de escucha recíproca, buscan plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por las reflexiones de las Iglesias locales en el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos prevista para octubre de 2015. No se trata de decisiones tomadas, ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el camino colegial de los obispos y la implicación de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, podrán guiarnos para encontrar vías de verdad y de misericordia para todos. Es la esperanza que desde al comienzo de nuestros trabajos el Papa Francisco nos ha dirigido invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honesta de la verdad en la caridad.
Creo que puede hacernos bien darle un espacio a este “Relato” –que mañana será otra vez reelaborado- valorando algo que se nos suele escapar: teniendo la palabra misma, escuchamos “lo que dicen los medios”. Me hace acordar a cuando estaba en el Barrio de Guadalupe y hacíamos la Novena al Señor de Mailín. Como la novena la pasaban por la FM local, una abuela me preguntó al tercer día si íbamos a terminar un poquito antes porque ella “quería escucharla por la radio”. No la convenció mucho que le dijera que la trasmitían en vivo. La radio parece que le agregaba algo a lo que hacíamos en la capilla. Y puede ser. Pero creo que tenemos que tomar conciencia de que con Francisco “estamos viviendo la vida en vivo y en directo” y muchos medios hacen ruido porque pescan que hay alguien que puede establecer contacto directo con la gente y eso los reduce a ser “simples servidores” siendo que muchos medios se han “idolatrizado”.
Así que “a darle a los medios lo que es de los medios y a Dios lo que es de Dios”.
Diego Fares sj