Hacer
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
– “¿Qué les parece a ustedes?:
Un hombre tenía dos hijos.
Acercándose al primero le dijo:
– ‘Hijo mío, ve hoy a trabajar en la viña’.
El, respondiendo, dijo:
– ‘No quiero’-,
Pero después, arrepentido, cambió de parecer y fue.
Acercándose al otro le habló de manera similar.
Este, respondiendo, dijo:
– ‘Voy, señor’-,
Pero no fue.
– ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?
– ‘El primero’-, respondieron.
Les dijo Jesús:
-‘En verdad les digo: los publicanos y las prostitutas se les adelantan a ustedes en el reino de los cielos. Vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia y no creyeron en él; los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; pero ustedes, aún viendo esto, no se han arrepentido ni han cambiado de parecer para creer en él (Mt 21, 28-32).
Contemplación
Para nuestra Jornada de Oración y Formación de este año en El Hogar, hicimos más de veinte reuniones por áreas en las que nos preguntamos cosas como: por qué elegimos trabajar en el Hogar; por qué seguimos; qué pensamos de la misión del Hogar; si sentimos adhesión personal a ella y si tenemos experiencias de haber sido consolados en esta tarea de “acoger al que está en situación de calle o extrema pobreza”, de “ayudar a cubrir” algunas de sus necesidades de supervivencia y de “brindar” oportunidades de inclusión y participación orientadas a la promoción También nos preguntamos si sentimos que nuestro pequeño aporte contribuye al logro de esa misión, si la conocemos cabalmente y cómo nos sostenemos frente a los conflictos.
Las preguntas dieron lugar a reuniones muy movilizantes, a profundos y conmovedores testimonios que nos hicieron mucho bien. Con todo el material que recopilamos me tomé el trabajo de hacer una nube de palabras y salieron cosas muy lindas.
Una tiene que ver con la parábola de hoy, con la pregunta de Jesús acerca de “quién hizo” la voluntad del Padre. Es la pregunta por nuestro “hacer”.
Jesús no pregunta por lo que somos (que es puro don) ni por lo que pensamos, sentimos o tenemos. A Jesús le interesa en primer lugar lo que hacemos, porque ahí se juega nuestra libertad y se vuelve real todo lo demás (lo que pensamos, sentimos y somos).
Pues bien: el verbo más usado por los Colaboradores y Colaboradoras del Hogar fue, precisamente, “hacer”: apareció 168 veces, seguido por “dar” (101) y complementado por “colaborar” (23); “Aportar” (18), “Ayudar” (13) y “Realizar” (5).
“Venir” apareció en tercer lugar (40) y “Estar” en cuarto (31). Rezar apareció 4 veces (vamos a tener que crecer en esto! aunque nuestro “hacer” como es el de las bienaventuranzas, es también un “rezar” con las manos abiertas: contemplación en la acción, diría Ignacio).
Este “hacer” se situó en la contundencia de la palabra “Hogar”, que fue la que más apareció en total (190 veces).
Un detalle interesante: la palabra “cosas”, que parecería el sustantivo compañero de ese verbo “hacer”, vino recién en 10 lugar (39 veces).
Es que antes de las cosas salieron las personas: los “usuarios”, (fue el segundo sustantivo y apareció 80 veces), complementados con “gente” (57), “personas” (48) y colaboradores (17).
Me gustó que la quinta palabra fuera “todos” (67 veces). Y que este “hacer apuntando a las personas” se viviera como una “misión” (el tercer sustantivo: 76 veces) y un “trabajo” (71).
La palabra “bien” (hacer bien el bien) apareció 45 veces (más que las cosas: 38).
Es lindo también leer las palabras que salieron emparejadas: “vida” y “social” aparecieron en el puesto 11, las dos juntas (36 veces). “Calle” y “Amor” vienen después (25 veces cada una). Luego “Humanidad” y “Promoción”, casi iguales (24 y 22). Y, fíjense en esto: “Alegría” y “Equipo” “Resolver conflictos” y “Colaboradores” “Familia”, “Programa social” y “Servicio” aparecieron todas juntas con 17/18 veces cada una). Uno puede poner juntas estas palabras de muchas maneras y son todo un programa de acción ¿no?
Este análisis lingüístico tiene mucho fundamento y sentido. Jesús ya lo dice en el Evangelio: “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc 6, 45). Deja un muy buen sabor esta nube de palabras lindas, que son cada una como una bendición.
Filosóficamente, el lenguaje es significativo del ser, de la realidad. Dice un autor que “la simple conversación, maravilla de maravillas, hace real la llamada que nos hace el prójimo y su escucha. La conversación se presenta en el origen de todo pensamiento objetivo”. Dicho en fácil: las cosas y las personas –la realidad- se hacen presentes en todo su sentido cuando hablamos de ellas. Fuera de nuestro intercambio interpersonal, las cosas y los otros (especialmente los excluidos) están como a la espera de que les prestemos atención y las hagamos participar de nuestro mundo humano.
Una comunidad como la del Hogar, conversando cordialmente, reunidos y aliados por una misma pasión –la de servir a los más necesitados-: recordando las maravillas que el Señor hizo con nosotros y programando todo lo que podemos hacer por nuestros hermanos más necesitados, es un acontecimiento único.
En jornadas intensas y bien planeadas, revivimos 30 años de historia comunitaria y personal, tomamos conciencia de la misión en la que estamos participando y se estableció una unión de corazones en la adhesión a la misión que nos hace sentir que, cuando decimos “hogar” 190 veces, el Hogar se inaugura y se recrea, padece y resucita, se recuerda y se proyecta, se rejuvenece y se dinamiza, abrazándonos a todos (abrazar: 67 veces).
Es muy gratificante reflexionar sobre nuestras palabras en un lugar donde la primera palabra es “hacer” por los demás. Y es la primera porque todo el Hogar ha sido y es un “hacer”: un hacer artesanal cada día y un hacer no solo cosas sino “hacer un Hogar”, que por algo tiene forma verbal, ya que no es la casa material solamente sino ésta con el espíritu y el dinamismo que la habita y las prácticas sociales que realizamos en ella.
San Alberto Hurtado decía que la Encarnación de Jesús le había dado valor absoluto a todo nuestro hacer. Decía: “Ser cocinero o fogonero no es menos noble que ser escritor, poeta o abogado. ¿De dónde viene la ‘excelencia’ de estas profesiones intelectuales? Del falso concepto platónico, pagano, de la mayor importancia de lo abstracto sobre lo concreto. Pero ese concepto lo echó por tierra la Encarnación, que es un hecho bien concreto, y da origen a una vida de hechos con las más humildes realidades”.
Una vida de hechos con las más humildes realidades. La pregunta del Señor: “¿Cuál de los dos hizo lo que quería el Padre?” me recordó la frase de Hurtado sobre lo concreto, sobre el hacer. La parábola del Señor habla de una “conversión al hacer”. La voluntad del Padre se realiza “yendo a trabajar hoy en la viña”.
El hacer siempre es humilde.
El hacer siempre es hoy, ahora.
El hacer siempre es concreto.
El hacer siempre es comunitario: cuando uno hace las cosas otros se benefician y otros colaboran.
Por eso nos lleva al encuentro con el amor de Dios, que es humilde, concreto, comunitario y se nos ofrece ahora, hoy.
Hay una satisfacción que es plena y justa, como tiene que ser, sin nada de más ni de menos, sin que le haga mella lo exterior –la crítica o el aplauso-: la obra bien hecha, por amor, se justifica sola y vale por sí sola. Uno siente que el premio es haber participado, haber contribuido a hacer con Él y con otros, la obra bien hecha. Este es el “hacer” del Hogar y lo compartimos con todos los que en tantas obras e instituciones de Iglesia están en la misma sintonía y buscan hacer lo que le agrada al Padre de la mano de Jesús.
Diego Fares sj