Jueves Santo A 2014

Hagan como Yo he hecho con ustedes

Papa-Francisco-misa-jueves-santo      Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

Llega a Simón Pedro; éste le dice: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?”

Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.”

Le dice Pedro: “No me lavarás los pies jamás.”

Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo.“

Le dice Simón Pedro:”Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.”

Jesús le dice: “El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.” Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: ‘No están limpios todos.’

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. En verdad, en verdad les digo: no es más el servidor que su patrón, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, serán dichosos si lo hacen (Jn 13, 1 ss.).

 

Contemplación

 

“Hagan”. El cristianismo que Jesús nos encomienda –su seguimiento- es acción.

No sólo “reciban” –la eucaristía, el lavado de pies, el perdón del Espíritu Santo- sino “hagan”. Hagan la Eucaristía, laven los pies, perdonen los pecados.

 

Ser amigos de Jesús, ser sus discípulos no es cuestión, en primer lugar, de sentimientos y de doctrina sino de acción. Pero no de cualquier activismo sino de realizar las acciones de Jesús, de hacer como él hizo por nosotros.

 

Por eso nuestras obras de caridad ayudan a la fe, porque en ellas “hacemos” lo que Jesús haría hoy, lo que de hecho hace gracias a nuestras manos: dar de comer al que tiene hambre, hospedar al que está en la calle, visitar y cuidar al que está enfermo, vestir al que anda con ropa vieja, dar de beber al que tiene sed, visitar al que cayó en la cárcel…

 

Las obras de misericordia son eso “obras”. No es que las obras vayan contra los sentimientos y las palabras. Todo lo contrario: haciendo esas obras los sentimientos se ordenan y salen las palabras justas. “No el que me dice Señor Señor entrará en el reino de los cielos sino el que hace la voluntad de mi Padre”. Hurtado lo decía en criollo cuando hablaba de “escuchar al que hace” y no perder tiempo con los opinadores, con los criticones y diletantes. El que más trabaja y el que mejor sirve es el que va teniendo más y mejores razones.

 

Si cada uno mira el trabajo que hace con más gusto y con más amor, verá cómo allí ha integrado su cruz y su alegría, su grado de humildad y el poder que puede ejercer bien, lo que sabe y lo que tiene que preguntar a otro. Es que el trabajo manda.

 

Hoy en día esto es especialmente consolador. Es como un bálsamo que Jesús nos diga: no necesito que me digas nada sino que hagas algo. No quiero examinarte en la doctrina ni saber qué sentís. Lo primero es si querés darme una mano, venir conmigo y hacer lo que yo hago. ¿Querés ayudarme a lavar los pies? Después charlamos de lo que pensás y sentís.

 

Entramos en la Pasión haciendo profundo silencio a ver, a contemplar –a bebernos con los ojos, ojos que escuchan- todo lo que Jesús hizo por nosotros.

Besamos el crucifijo y decimos “por mí”, como nos dijo Francisco. Lo besamos y decimos, “gracias Jesús, lo hiciste por mí”.

 

Ignacio, en uno de los coloquios de la primera semana, nos hace hablar con Jesús “como un amigo habla con su amigo” haciendo así: “Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio; cómo de Creador ha venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirándome a mí mismo, lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; y así viéndole tal, y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere” (EE 53).

 

Como vemos todo se centra en el “hacer”: lo que Jesús ha hecho por mí y lo que yo he hecho, hago y debo hacer por él. En los últimos ejercicios que hicimos los jesuitas, el predicador decía que era consolador esto de “hacer” porque nos permitía reivindicar ante el Señor cosas que hemos hecho por él. No nos preguntaba con qué sentimientos las habíamos hecho ni cuánta generosidad habíamos tenido sino simplemente si las habíamos hecho

 

¿Qué he hecho yo por Él y por sus pequeñitos?

¡Cuántas cosas puede decir una mamá que ha hecho en su vida por sus hijos! Y un padre, ¡cuánto ha trabajado! Un sacerdote ¡cuántas Eucaristías “hechas en memoria suya”, cuantos pecados perdonados, cuántos bautismos, cuántas visitas a los enfermos y limosnas a los pobres…!

 

¿Y qué ha hecho Jesús por mí?

Jesús ha hecho todo y todo lo ha hecho bien. La clave de nuestra vida es ir descubriendo cómo Jesús lo ha planeado todo para mi bien, para ganarme el corazón, para quitarme los miedos, para perdonarme y ponerme de pie, para enseñarme, para ir haciéndome más comunitario, más integrado al bien común que él hace con los demás…

En la oración puedo descubrir, maravillado, de cuántos males me salvó el Señor, cuántas cosas que dañé las reparó, cuántas oportunidades me brindó de nuevo, cada vez que desperdicié una y cómo me invita cada día a comenzar de nuevo, a dar un pasito adelante en su seguimiento.

 

Una anécdota, como siempre:

 

Ayer, viniendo de dar clase en un subte atestado quedé cerca de una pareja de menos de cuarenta años, creo, que venía charlando amigablemente ya desde antes de subir. Yo estaba de espalda y venía pensando en Francisco que me acababa de llamar por teléfono hacía dos horas y escuché con sorpresa la frase del que reconocí como el marido porque le había escuchado la voz antes de subir: “¿te imaginás al papa en el subte?”. Estábamos a medio metro pero en esa situación de subte lleno en el que vas como flotando en un mar de cabezas mientras los cuerpos se abren paso a pequeños empujones y forcejeos y me sorprendió la coincidencia de pensamientos. Como bajamos ahí nomás en Pueyrredón los seguí y les dije que los había escuchado y les pregunté los nombres y si eran amigos de Jorge. Con mucha sencillez me dijeron que: “no, pero emociona sentirlo tan cercano”. “A mí, me emociona todo lo que hace, cada vez que lo escucho, me hace llorar”, dijo la esposa. Seguimos charlando mientras subíamos por la escalera mecánica y nos despedimos con una sonrisa al salir a la calle.

Ese “me emociona todo lo que hace” me quedó resonando. Y si él que es el papa… hace estas cosa, también nosotros seremos dichosos si las hacemos, como dice el Señor.

 

Diego Fares sj

 

 

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