San José 2014

El papa Francisco y San José: o la atención que brota de la bondad

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Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Jesucristo fue engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado (Mt 1, 16. 18-21. 24).

Contemplación

Se cumple hoy un año del comienzo del pontificado del Papa Francisco. Fue en esta fiesta de San José que llegó a la Plaza de San Pedro en el Jeep descapotable y todo el mundo sintió que se venía otro tipo de cercanía. En este año, ha tenido varias referencias a su querido San José, a quien nos enseñó a muchos a tenerle especial devoción y a confiarle todos nuestros asuntos, especialmente el cuidado de los pobres y todas nuestras preocupaciones materiales. Me quedé rezando con la virtud de la “atención”, que Francisco destaca como propia del Custodio: “la atención constante a Dios de San José, siempre abierto a sus signos, disponible a su proyecto y no tanto al propio”. En Adviento retomó el tema:  “Este Evangelio nos muestra toda la grandeza del alma de san José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida, pero Dios reservaba para él otro designio, una misión más grande. José era un hombre que siempre dejaba espacio para escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto querer, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto. No se obstinó en seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenase el alma, sino que estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante”. El papa desarrolla algunas virtudes que le ayudan a José a estar atento. Pone varias: “José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud”. Son las cualidades de la persona atenta: sabe escuchar, es sensible al otro, está disponible, actúa con prontitud… Pero lo que más destaca el Papa del estar atento de San José es su bondad: “Y aquí añado una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Francisco pidió esa gracia para sí: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños”. Es lo que ha hecho este año. San José le ha concedido esta gracia de manera eminente, sobreabundantemente. Todos nos sentimos recibidos en los brazos abiertos de Francisco.

En Adviento agregaba lo mismo: “San José era un hombre bueno. No odiaba, y no permitió que el rencor le envenenase el alma. ¡Cuántas veces a nosotros el odio, la antipatía, el rencor nos envenenan el alma! Y esto hace mal. No permitirlo jamás: él es un ejemplo de esto. Y así, José llegó a ser aún más libre y grande. Aceptándose según el designio del Señor, José se encuentra plenamente a sí mismo, más allá de sí mismo. Esta libertad de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de la propia existencia, y esta plena disponibilidad interior a la voluntad de Dios, nos interpelan y nos muestran el camino.  Esta es por tanto la enseñanza: para cuidar, para custodiar, hay que estar atentos. Y lo que nos vuelve atentos es la ternura, la bondad.

Pongámoslo al revés: el odio, la antipatía, el rencor nos vuelven “desatentos”. Aunque parezca que el rencoroso es bicho y está atento a la oportunidad para herir y hacer el mal –la astucia de los malos- en realidad no es así: el rencor nos hace “desatender” tantas cosas de la realidad y estar fijados sólo en algunas. El odio ciega y el que odia termina siendo un necio. De última, la falta de bondad nos hace perder de vista el plan de Dios, las cosas buenas que el preparó para los que lo aman.  Así, nos hace bien unir en San José atención y bondad. La bondad le clarifica la mente no sólo en los detalles de la vida cotidiana, para cuidar que Jesús crezca en edad, estatura y gracia, sino también en los dramas familiares (es su bondad la que lo lleva a “tomar consigo a María” fiándose de un sueño en el que le habló el Angel) y, además, su bondad lo hace lúcido para escapar de Herodes, del mal estructural, de la violencia social, y para sobrevivir en el destierro de Egipto. El papa dice que San José “sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas”. Es decir: es el hombre fuerte y prudente, que sabe llevar adelante su familia y, actualmente, la Iglesia.

A nadie le gusta “estar desatento”, ser burlado como distraído, perderse las cosas buenas… Pues bien, lo que hay que cultivar es la bondad, la ternura. Esa es la virtud que “despierta” la atención, la agudiza, la fija en lo importante, la clarifica. Pero la clave está en que no se trata de algo subjetivo solamente – si yo soy bueno me daré más cuenta de las cosas-, sino que la bondad hace que el otro se confíe, se abra, muestre lo mejor de sí. Por eso es fácil estar atentos entre los amigos y los que se quieren, porque ambas personas contribuyen a la mutua atención.

Es que el amor es la fuente, la raíz y el fin deseado de todas las cosas y la actitud de bondad sintoniza con eso profundo y hace que las personas se muestren y se pueda verlas mejor. Para bajarlo a nuestra vida podríamos formularlo así: decime cuán atento estás a una persona y te diré cuánto la amás, decime cuán atento estás a tus tareas y te diré cuánto las querés. Podemos poner a San José por patrono de nuestras “desatenciones” para que su bondad atenta nos despierte a la ternura y supla como buen padre lo que nos falta, comunicándonos el gusto por esa atención que se traduce en gestos de bondad.

Diego Fares sj

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