Domingo 32 C 2013

 

Con la lógica de la Vida y no con la lógica de la muerte

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Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les respondió:

«En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; pues todos viven para él. Al oír esto la gente se maravillaba de su doctrina. Pero los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo…» (Lc 20, 27-38).

Contemplación

Siempre impresiona el espíritu sarcástico de los Saduceos. Inventar una “anti-parábola” para poner en aprietos a Jesús. Se ve que escuchaban las parábolas que Jesús creaba y a alguno se le ocurrió este ejemplo con cierto grado de elaboración, cuyo objetivo es “burlarse del cielo”. Las parábolas del Señor hablan del Reino de los Cielos para hacernos más buenos ya en esta tierra. Este habla de algo muy terrenal, como lo es la desgracia de la viuda, para burlarse de las cosas celestiales.

Este espíritu sigue vigente en nuestra cultura y hay gente que “elabora” contenidos anti-reino de los cielos. Hay que recordar que la secta de los Saduceos, fue  muy activa en digitar la causa de Jesús y en la persona de Caifás tuvo que ver con la sentencia a muerte. Lo que quiero decir es que no se quedaban en campañas de desprestigio moral.

…………

Von Balthasar interpreta este pasaje desde una perspectiva nueva para mí. Dice que los “transfigurados en Dios tendrán una forma de fecundidad totalmente diversa”. No será cuestión de “posesión” – de quién será esposa la que lo fue de siete maridos-.

¿Qué quiere decir con esto de que hay otra manera de ser fecundos?

La fecundidad es inherente a nuestro ser humano. En eso somos imágenes de Dios que, al crearnos, nos mandó crecer y multiplicarnos. Ahora bien, hay un aspecto de la fecundidad biológica que tiene que ver con la muerte: todo ser viviente, en cuanto “parte de su especie”, vive dando vida a otro individuo y dejándole el lugar. Si no fuera así, cada especie “invadiría” de individuos el espacio habitable.

Una vez, preguntando a los chicos de catecismo en la misa ¿qué pasaría si los grandes no muriéramos? Uno dijo, con implacable lucidez: “no habría lugar para nosotros”.

Hay criterios que tenemos muy incorporados, casi inconscientemente aceptados, y hay que ser conscientes en que tienen que ver con la muerte. Esperar que alguien muera para heredar, que alguien se jubile, para ocupar su cargo, que alguien pase para ocupar nosotros el espacio. Esta lógica  “evidente” se nos mete en los criterios y hace que un “lugar” como el cielo (si puede llamarse lugar) parezca algo extraño, fuera de esa lógica que tiene que ver con una vida de la cual la muerte es parte necesaria e inseparable. Pero lo espiritual “no ocupa lugar”. Por eso no es necesaria la muerte del individuo para que permanezca la especie. En el cielo, dice Jesús, no habrá muerte y la fecundidad no tendrá que ver con dejar el lugar a otro o tomar el puesto del que muere.

Jesús apunta a eso, precisamente: a abrir nuestra mente a un nivel más profundo. A no extrapolar un paradigma biológico para pensar lo espiritual. A nivel espiritual las reglas de la fecundidad no son las mismas que a nivel biológico.

Que existan infinita cantidad de ángeles no hace que se molesten entre sí ni le quita gloria a Dios.

Pero pensemos a nivel humano: que un Mozart pudiera seguir produciendo música si tuviera vida eterna, no le afectaría en nada a Los Beatles o a Piazzola o a Mercedes Sosa. En cuestiones de arte no “hay sucesión de puestos” como en un cargo público o en una fábrica. Lo espiritual no ocupa lugar ni despierta envidia (salvo que uno mire muy torcido) porque es algo enteramente único y singular. La posibilidad de ser fecundos espiritualmente no le quita nada a nadie, al contrario, inspira y estimula a cada uno a buscar su propio don, el talento negociando al cual uno es fecundo.

Lo mismo podemos decir del Amor: en una fiesta grande –de casamiento o una fiesta popular- cuanto más gente participa mejor. Uno “ensancha la lista de invitados todo lo que puede”. No dice, invitemos a tres así comemos más y bailamos más cómodos.

Hay una fecundidad que es propia del “Dios de vivientes” y pasa por el lado de lo que expresaba Teresita, cuando hablaban de un Cielo en el que uno se la pasa “haciendo el bien a los demás”, intercediendo por los que están en esta vida. Y, pienso que luego, cuando ya no haya que interceder, igual se podrá comunicar de manera creciente y única lo que Dios le regala a cada uno.

No me imagino un Dios como si fuera una pantalla de TV a la que todos contemplaríamos, cada uno en su mundo, sin tener contacto con los de al lado. Cuando se habla de “la visión de Dios” esta imagen de espectáculo televisivo es la que se nos cuela. Y creo que el Señor apunta a otro tipo de visión (con las parábolas de la Fiesta de Bodas, por ejemplo), más del tipo que uno puede tener “desde dentro de la cancha”, jugando con todos, o desde dentro de una orquesta, tocando música con los demás, o la visión que uno tiene de los otros mientras juega. Una visión en la acción, una visión creativa y compartida, dinámica.

Para nosotros, las carencias son tan grandes y la lucha por llenarlas nos ocupa tanto tiempo, que no concebimos que pueda haber “trabajo” o “compartir” si no hay “necesidades”. Pero en el amor, en el arte, en la alegría, los bienes que se comparten no van por el lado de la necesidad sino de lo gratuito. Y es lindo “crecer en lo gratuito”, aunque uno no esté muy acostumbrado. Crecer en sabiduría, por ejemplo, en estudiar los misterios de la vida, del universo, de las personas y del mismo Dios. El que ama aprender nunca se cansa de investigar, de leer y de compartir lo que sabe.

De todas maneras, esta visión de un “deseo” infinitamente colmado e infinitamente capaz de crecer, nos asusta un poco y nos parece “desmedido”. Por algo Pablo le dice a los Corintios:

“Mi palabra y mi predicación no tienen nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que son demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basen su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (…)  Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo (…) Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que ni ojo vio ni oído oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.  Nosotros hemos recibido el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado. Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu. Nosotros tenemos el pensamiento de Cristo” (1 Cor 2, 5 ss.).

Este largo pasaje nos hace ver que es necesario alimentarse de la Escritura para ir experimentando “el poder de Dios”. Hay que escuchar a Jesús para ir “teniendo sus pensamientos”. Antes de banalizar la Palabra de Dios hay que tocar el límite del pensamiento humano y desde allí abrirse con verdadero deseo de la revelación, a una Palabra como la que predica Pablo.

Esto para “no pensar las cosas de Dios con criterios humanos” tipo “lo que yo no entiendo o aquello de lo que alguno se burla, mejor no pensarlo. Jesús les dice a los Saduceos “ustedes están muy equivocados”.

Lo que queda claro es que las cosas del Cielo y de la Resurrección hay que pensarlas siguiendo la lógica de la vida y no la de la muerte (que está más metida de lo que creemos).

Además, es lindo “pensar el cielo como los pobres”, es decir: pensarlo como limosna. No como “algo que se nos debe” y “vamos a ver cómo se las arregla Dios para resucitar a los muertos”. Es más lindo pensar que esta vida es ya en sí misma un don tan grande que no nos basta para agradecerla como se debe. Y entonces, el Señor tendrá la delicadeza de hacerla eterna para que, libres de todo condicionamiento, se la podamos agradecer como corresponde, alabándolo y dándole la Gloria que merece.

Diego Fares sj