Domingo 30 C 2013

 

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 Rezar Breve

Refiriéndose a algunos que confiaban en sí como si fueran justos y menospreciaban a los demás, dijo también esta parábola:

«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano.

El fariseo, de pie, oraba así:

«Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:

«¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se enaltece a sí mismo será humillado y el que se empequeñece a sí mismo será enaltecido» (Lc 18, 9-14).

Contemplación

“Que recemos sin desanimarnos”, ese era el deseo al que Jesús convirtió en la parábola de la viuda insistente. Hoy podríamos decir que la parábola del fariseo y el publicano Jesús la creó para expresar su deseo de que “salgamos de la oración enaltecidos”. Qué linda palabra “ser enaltecido”. Ojo que no dice “enaltecerse” sino ser enaltecido. No sirve enaltecerse uno mismo.

………..

Aquí abro un paréntesis y comparto cómo surgió lo que sigue. Luego de expresar que “no sirve enaltecerse a uno mismo” me vino la idea de que “tampoco sirve rebajarse uno mismo” y pensé que la indicación del Señor, más que por el lado de acusarse a uno mismo iba por el lado de “salir de sí”, de rezarle a Dios. Pero no me convencía. Una, porque los dos rezan diciendo “Dios mío”, y otra, porque el Señor habla explícitamente de que es “enaltecido” el que efectivamente se “empequeñece”. Acusando recibo de la dificultad miré de nuevo las dos oraciones y se me iluminó que una era extensa y la otra “breve”… Entonces seguí:

………………

Quizás la clave esté en “hablar poco”. Cuando uno discursea mucho termina justificándose. El publicano repetía una sola frase: “Dios mío, ten piedad de mi que soy un pecador”. Su misma oración era pequeña… Por tanto: ¡empequeñecer nuestra oración! Abreviarla.

La semana pasada hablamos de oraciones rápidas: de despegue -32 segundos bastan para subir a la altura crucero de la intimidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Ahora se trata de “brevedad”. Oraciones cortas. “Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador” tiene 46 caracteres. Es un mini twitter.

Empequeñecer nuestra oración es lo que a Dios le agrada, nos dice Jesús. No sean como los fariseos que piensan que por hablar mucho serán más escuchados.

Suele ser motivo de desánimo juzgar que “deberíamos rezar más”. Y si tomamos en serio la recomendación del Señor de ser breves, lo que parece negativo del ritmo de vida actual puede convertirse en una gracia. ¿Puede aceptar nuestra mentalidad perfeccionista que al Señor le guste que recemos cortito? Es algo clásico, por si alguno duda: Las jaculatorias son oraciones breves, encendidas de amor y de cariño, que dirigimos al Señor, a la Virgen y a los Santos, para mejor mantenernos en la presencia de Dios a lo largo del día. Hoy diríamos que son como “twitters a Dios”. Quizás el asunto esté en encontrar las palabras breves que nos enciendan hoy el corazón.

Les comparto algunas (quizás muy subjetivas pero no son para copiar sino para que cada uno descubra o invente las suyas) (y me encantaría que me las compartan!!!).

(A la Virgen): Señora, ¡meteme en la cancha!

Esta es cuando siento que tengo que realizar alguna tarea apostólica y me viene el pensamiento de no soy digno, sentimientos de culpa, de falla… Es como si me hubieran echado del partido por alguna falta o no hubiera asistido a los entrenamientos y entonces no me considero digno de entrar en juego. Allí la imagen es la de los jugadores de rugby que ni se fijan en los golpes que los tumbaron y tienen la mirada fija en meterse de nuevo en el scrum, mientras dejan los auxiliares les rocíen con aerosol el músculo golpeado. Así la siento a la Virgen, como que primero nos mete a todos en la cancha –así como nos recibe a todos como estamos en Lujan- y luego que estamos en juego, vendrá el arreglar cuentas con Jesús. Esta breve oración me ayuda a salir de mí mismo y a mirar la misión.

(A Jesús): Tu amigo está enfermo. Esta es del Padre Cullen (él incluso abreviaba y cuando uno le pedía “rezá por mí”, te decía: “mirá que yo rezo diciendole a Jesús: “ahí está este” y nada más). El que tú amas, te necesita. El que tu amas está sufriendo… Es para rezar intercediendo y ayuda a confiar en que Jesús ya sabe lo que tiene que hacer, como pasó con su amigo Lázaro.

(A San José): ¿Cómo se llama este Hogar? Esta es a San José y me sirve para todo, desde una canilla que se rompió y no hay nadie para arreglarla hasta cuando se arma algún lío grande de violencia o peleas o nos falta algún recurso. Le recuerdo que el Hogar es suyo –se llama “el Hogar de San José ¿no?”, digo- y ya siento que todo está en sus manos y que él lo va a arreglar como mejor le parezca y cuando quiera (cosa que suele suceder casi de inmediato).

También a San José está el “Por favor, por favor, por favor”. Los tres por favor se los copié a una amiga porque me encantó escucharlos un día que le salieron espontáneamente y son muy eficaces.

¡Los ojos de la Virgen…! Esta es una jaculatoria que me digo a mi mismo o le digo a otro apenas manifiesta que algo se perdió. “Rápido, rezale a los ojos de la Virgen”, digo y “visualizo” dónde puede estar lo perdido o quién es el que tiene que “abrir los ojos”. También es de eficacia instantánea o casi inmediata.

(Al Padre):  “Pater, eucaristó soi”, Padre, te doy gracias…: porque me escuchás, por el día, por tus gracias, por te revelás a los pequeños…”. Esta es en griego. Jesús la dice cuando va a resucitar a Lázaro y me gusta porque tiene “sabor a eucaristía” e incluye todo: te bendigo, de alabo, homologo lo que hacés, te adoro, te agradezco. Esta es la frase del Fariseo pero hay que decirla con el corazón del publicano.

Confieso que a medida que escribo van “saliendo” estas oracioncitas breves, las cuales no tenía agrupadas dentro de un mismo género ni valoraba mucho como “el tipo de oración que me viene bien hoy día”.

Unidas al “despegar” pueden ser la frase que concrete ese impulso de cielo cuando le hacemos caso. Contar hasta 32 y decir con todo nuestro amor una de estas oracioncitas breves que tanto le agradan a Dios y quedarnos un ratito repitiéndoselas.

Y profundizando un poco más en esto de abreviar: hacer oraciones que pueden resumirse en un gesto.

 

Golpearse el corazón.

El publicano… “se golpeaba el pecho”.

Golpearse el corazón como si fuera que se lo golpeamos a Jesús. No clavarle una lanza, como hicimos con el centurión… O quizás sí. Caer en la cuenta de que al pecar le clavamos una lanza en su Corazón. Y no sale amargura sino piedad. Misericordia infinita y mansa. Perdón.

Pero mejor “un golpecito como de niño en el Corazón de Jesús”: ten piedad de mí, ten piedad de mí.

Ha sido desprestigiado este gesto. Se dice de nosotros: los que se golpean el pecho en la Iglesia y luego son malos vecinos. Eso no quita que lo podamos recuperar en toda su autenticidad. Y pedir perdón golpeándonos el corazón cada vez que tomamos conciencia de que obramos mal.

Juntar las manos (como los orientales)

Celina es una chinita de 3 años que tiene su carácter. La bauticé hace dos años y medio y viene a la misa de los Domingos a la siesta con su mamá y su tía. A la entrada de Regina está nuestra Virgen Refugiada, la imagen de mármol blanco que quedó en nuestro atrio luego peregrinar por varias que no la recibieron, en la época de los incendios de las iglesias. Es una inmaculada muy hermosa y jovencita que tiene las manos juntas. La cuestión es que estaba en la puerta esperando a los chinos, como de costumbre, y veo que entra corriendo Celina. Me doy cuenta de que se le adelantó a su madre y solita y muy decidida avanza hacia la rampa de metal, que les encanta a los chicos, y a mitad camino entre el portón de rejas y el umbral, levanta la cabecita y al ver a la Virgen se para en seco, junta sus manitos e inclina la cabeza y luego sigue lo más campante. Es la manera tradicional que tienen los chinos de saludar pero me hizo mirar a nuestra Señora de otra forma que la habitual y ver –gracias a Celinita- que sus manos juntas no son sólo oración a Dios sino saludo chino a los que entran a la iglesia. ¡Nada como otra cultura para valorar con ojos nuevos un gesto! No diría que sonrió María en ese instante porque su rostro de mármol siempre está sonriendo, pero sí me animo a decir que esa sonrisa esculpida desde hace décadas, se iluminó al encontrar respuesta en el saludito de Celina.

Escribir un nombre en un papelito y ponerlo bajo la imagen de San José o en su bolsa.

…………

(espero aportes)

Diego Fares sj

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