Domingo 26 C 2013

Ayudar a Lázaro

Jesús dijo a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día banqueteaba espléndidamente.

En cambio un pobre de nombre Lázaro yacía a su puerta lleno de llagas y ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; pero hasta los perros venían y lamían sus úlceras.

Sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Murió también el rico y fue sepultado.

En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y viode lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó:

«Padre Abraham, apiádate de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan

«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran caos (abismo). De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí

El rico contestó:

«Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento

Abraham respondió:

«Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen«.

«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán

Pero Abraham respondió:

«Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán.»» (Lc 16, 19-31).

 

Contemplación

Esta contemplación es una de las que me gusta repetir, releyendo las de años pasados. Una porque me viene el recuerdo de personas queridas y otra porque son parte de la única meditación esencial, como decía Hurtado, que es la que nos lleva a profundizar en “el sentido del pobre”. El pobre es Cristo y por eso “ver al pobre” es ver a Cristo, ganar como amigo a Lázaro es ganar como amigo a Cristo, ayudar a Lázaro es ayudar a Cristo.

Ver a Lázaro (2004)

Ver a Lázaro es una gracia.

Y una gracia doble: porque el que logra ver a Lázaro, ve también a Jesús.

Ver a Lázaro es más que “ver a los pobres” o “sensibilizarse ante la miseria”. Incluso diría que es algo más que «ver a Cristo en los pobres». No sé si se puede ver a Alguien verdaderamente así en general, en «los» pobres.

La gracia es ver a Lázaro. Al Lázaro con nombre propio que me sale al encuentro en distintos momentos de la vida.

Jesús dejó escondida la gracia de verlo a él. La escondió en el mejor lugar, en el que está más a la vista (y, quizás por eso mismo, más oculto) y al alcance de la mano.

En nuestro tiempo –como en todos- tenemos gente santa que ha descubierto a Lázaro, a su Lázaro, e inmediatamente en torno a esta gracia se les han dado todas las demás. Porque, como decimos, junto con Lázaro viene Jesús.

La Madre Teresa vio a Lázaro que yacía cubierto de llagas en una calle de Calcuta. Lo alzó y, mientras que lo cuidaba, nos iba enseñando a verlo.

Ella dice que es al mirarlo a los ojos cuando se produce el milagro: los ojos atraen más de lo que repelen las llagas. Los ojos pueden más que el olor.

El Padre Hurtado vio a Lázaro temblando de frío y mojado por la lluvia al salir de una conferencia en Santiago de Chile. Y después que se sacó su sobretodo fino y se lo dio, se dio cuenta de que había visto a Jesús. Desde entonces nos enseña que «el» pobre es Cristo. No los pobres en general. El pobre. Lázaro.

Jean Vanier creó comunidades para poder ver a un Lázaro especial. Un Lázaro que no se ve sino luego de una larga paciencia llena de cariño. Las historias que nos cuenta no son sobre «discapacitados» en general. Sus historias siempre tienen nombre. Jean Vanier nos enseñó a ver en los ojos de los pobres el alimento que más ansía nuestro corazón.

Cada uno puede ejercitarse en ver a Lázaro, a su Lázaro de cada día.

Solo una sugerencia: a Lázaro se lo ve cuando uno le mira los ojos.

A mí, en mi reflexión personal me ayuda pensar en el Hogar de San José.

Para poder ver a un Lázaro que se puede recuperar nos dimos cuenta que hace falta aprender mucho, incorporar conocimiento, como dice desde hace tanto nuestra coordinadora. Cómo nos ha costado ver esto que parece tan sencillo! Hay gente que quizás hasta se burle un poco: “¿nos va a decir que en el Hogar (o en nuestras obras de caridad dentro de la Iglesia) no vemos al pobre?”.

(El Papa Francisco retomó esto en el video para San Cayetano: “si no le tocaste la mano, si le soltaste la moneda, no lo viste. Si no lo miraste a los ojos no te encontraste con tu hermano”.)

Ver a Lázaro implica llegar a ver ese lugar donde un corazón sigue sensible y atento a si se lo trata con dignidad o no. Y esto no lo ve el que solo da cosas, lo ve el que espera algo del otro:

el que capaz de sostener, por ejemplo, un tratamiento psicosocial con la persona,

el que es capaz incorporarlo, por ejemplo, como par en un trabajo, como hace la Cooperativa Padre Hurtado…,

los que se animan a formar una comunidad en la que Lázaro es uno de los hermanos.

¡Qué lindo que es ver entonces cómo, cuando se siente mirado como persona, cada Lázaro comienza a recuperar las ganas de ser persona y de incluirse junto con los demás en la sociedad!

Ganar amigos (2007)

En la hermosa y conmovedora charla que compartió con los colaboradores de la Casa de la Bondad la Hna. Cristina, nos decía, citando a K. Rahner, que el cielo es “la plenitud de las relaciones”. Ese será el bien que “ganaremos” en el cielo. Se nos regalará una plenitud de relaciones, como plenitud sin techo, siempre creciente, pero que necesita un piso: el piso de las relaciones que hayamos podido crear y cultivar en esta vida.

Podemos preguntarnos:

¿De qué podrá charlar el rico en el cielo, entre gente que vive en la plenitud de sus relaciones recordando sus vivencias de amor gratuito y de amistad, entre gente que comparte con lágrimas de agradecimiento la misericordia que experimentaron del Señor y de sus amigos, entre gente que se alegra recordando los trabajos que hicieron en comunidad en bien de los otros, de cómo ganaron hermanos para Cristo, de los sufrimientos que compartieron en la vida terrena y de cómo todo eso consolidó su amor y los llevó a vivir en plenitud. ¿De qué hablará el rico cuyos temas de conversación siempre fueron la bolsa, las inversiones, los viajes y los autos, las joyas y las fiestas, las casas y los cuadros…? Imaginemos pasar una eternidad sin poder charlar de nada que les interese a los otros y sintiendo que, de lo que a ellos les interesa, uno no tiene nada para compartir?

Nombrar a Lázaro (2010)

Lo que más me conmovió del evangelio de hoy es que Jesús le pone nombre a Lázaro. Estuve rezando estos días con lo del nombre y esta mañana, recién, caí en la cuenta de que el de Lázaro es el único nombre propio de todas las parábolas de Jesús.

¡Los nombres! El nombre de las personas que duermen en los umbrales de los edificios, en la calle. Su nombre es Lázaro –Dios lo ayudó-. Sólo Lázaro, que es nombre y apellido: Ayudado de Dios, sólo por Dios. En el Hogar es prácticamente imposible recordar los nombres de todos. Con las fotos digitales ahora se pueden ver todas juntas sin tener que ir a cada ficha, pero ya son más de 600 las fotos y aunque las repaso cada tanto, los nombres se escapan de la memoria, desaparecen como desapareció Pedrito… A Pedrito Báez (el que me daba la bendición con el pulgar) le conocíamos el nombre y el apellido y hasta el documento, y sin embargo no lo hemos podido encontrar ni con el COP (el centro de orientación de las personas de la Federal), ni en el Hospital Ramos Mejía. Nuestros Lázaros entran en las guardias como NN y desaparecen. No bastó revisar todos los NN de los últimos dos meses ni recorrer las salas de Clínica Médica. Lo mismo que pasó con Juancito y con tantos otros… Cuando tenemos el nombre desaparecen las personas.

Y de los que están siempre y recuerdo bien los ojos y el tono de voz porque nos hicimos más amigos –cada uno tenemos un puñadito de Lázaros con los que establecemos un vínculo más cercano, por simpatía, por oportunidades de charlar que se dan…-, de esos cuyo nombre se me quedó grabado, se me escapa su historia…

Por eso es tan lindo el evangelio de hoy.

Porque no hace sentir que nuestro Dios es un Dios que nos nombra por nuestro nombre. Para eso lo necesitamos, para que nos ponga Nombre, no para otras cosas. Y nos consuela saber que hay Alguien que conoce por su nombre a todos, especialmente a los NN.

Esto de que nos conozcan por el nombre es otra manera de decir que tenemos Padre.

Y entonces, cuando nos encontramos con que Jesús ya había previsto esto, nuestra angustia al sentir que vivimos rodeados de gente anónima, nuestra limitación de transitar por un mundo de personas valiosísimas de las que no sabemos casi nada, la nostalgia al entrever la riqueza de cada historia que se nos escapa, al sentir, digo, que Jesús previó esto, tan humano -nuestra sed de nombres, de nombrar y ser nombrados-, experimentamos la alegría de que ya salvó la cosa, revelándonos con este simple detalle del nombre de Lázaro –único en todo el Evangelio-, que en el corazón de Dios todos, y especialmente los más desamparados, tenemos Nombre propio.

Yo no sé hebreo, pero me gustó una etimología que dice que Lázaro viene de Eleazar y significa  “Dios lo ayudó”. Me gustó  porque es un nombre que entra en comunión con el de Jesús, que significa “Dios salva”.

Es como si dijéramos que el pobre se llama “Salvado” y Jesús “Salvador”.

¡Es lindo tener un nombre hecho a medida para el nombre de otro que nos ama!

Ayudar a Lázaro (2013)

Retomo aquí. Ayudar a Lázaro es hacer un poquito de Dios, es “ser un Jesús para el que necesita”, un Salvador. La frase la repiten mucho los pobres –con emoción y abrazo- cuando una ayudita les cae justo: “me salvó, padre”.

No podemos imitar a Jesús en muchas cosas. La pureza y altura moral de sus sentimientos nos parecen inalcanzables. Él lo sabe y por eso puso tanto el acento en acciones concretas que redundan en bien del otro en las que sí lo podemos imitar. El ejemplo del vasito de agua dado en su nombre, lo de que seremos juzgados por el pan que dimos y la ropa, por el hospedaje y la visita, si se miran bien son una mano grande como una casa. El Señor no tendrá en cuenta mis pensamientos hipercríticos ni mis sentimientos egoístas sino que pesará sólo mis acciones concretas. Es como para salir corriendo a buscar a quién darle limosna ¿no?

 Diego Fares sj

Domingo 25 C 2013

 

La dinámica de rebajar las deudas

 

Jesús decía a los discípulos:

«Había un hombre rico que tenía un mayordomo

al cual difamaron de que malgastaba sus haberes.

Lo llamó y le dijo: «¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás administrar más.»

El mayordomo pensó entonces para sí:

«¿Qué voy a hacer ahora que mi señor saca la administración de mi responsabilidad? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar la administración de la casa de mi señor, haya quienes me reciban en su casa!»

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero:

«¿Cuánto debes a mi señor?»

«Veinte barriles de aceite», le respondió.

El administrador le dijo:

«Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez.»

Después preguntó a otro:

«Y tú, ¿cuánto debes?».

«Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió.

El administrador le dijo:

«Toma tu recibo y anota trescientos.»

Y el Señor alabó a este mayordomo infiel, porque obró sagazmente.

* Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.

* El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

* Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.» (Lc 16, 1-13).

 

Contemplación

Jesús contaba parábolas para hacer pensar a la gente por sí misma. El lenguaje narrativo hace que uno mire un caso, opine y, al reflexionar sobre lo que le llamó la atención, descubra –sorprendido y con gusto- algo nuevo de sí mismo. La parábola, con su genialidad y picardía, nos pone del mismo lado, nos fascina y nos apasiona y, releyéndola, vamos descubriendo su riqueza inagotable. Todo refrán, todo cuento clásico, tiene una veta de riqueza inagotable porque comulga con la vida, que es infinitamente rica y sorprendente, y las parábolas de Jesús mucho más. La parábola contada y releída en común, contrastada con cada nueva situación, despliega toda su fuerza metafórica y nos “lleva más allá”, nos hace pensar.

 

Esta del “mayordomo que cambia de amo” o del “administrador de  injusticia”, nos viene como anillo al dedo porque, en nuestra cultura argentina, la “viveza criolla” es un valor que cultivamos hasta el defecto. Con esto quiero decir que es algo arraigado en nosotros. Cuando hay un robo o una malversación, antes que el juicio moral condenatorio nos sale espontánea la valoración de la viveza, de la sagacidad. ¡Qué hdp! Exclamamos, para hacer ver que pescamos la astucia del tipo. Bueno. Esto es precisamente lo que alaba este hombre rico de su mayordomo infiel: su viveza para generar un nuevo empleo en la casa de sus competidores.

 

Lo habían acusado de malgastar el dinero de su amo en beneficio propio y aquí vuelve a malversar, pero esta vez la jugada beneficia a corto plazo a los otros. Para él es un doble riesgo y una jugada a largo plazo. Es verdad que no le quedaba otra: él mismo lo expresa: cavar, no puedo; mendigar, me avergüenza. Pero en la desesperación fue lúcido y la hizo bien. El tipo a uno le rebajó el 50% de los barriles de aceite de oliva (50 barriles de 37 litros c/u serían unos $100.000 actuales) y al otro un 20% de los koros de trigo (20 koros de 370 kg c/u).

Las moralejas pueden ser variadas. Hoy a mí la parábola me lleva a reflexionar acerca de la limosna. “Gánense amigos con el dinero inicuo”, dice Jesús, como una de las conclusiones posibles. Inicuo no tanto moralmente cuanto “no equitativamente distribuido”, más allá de por culpa de quién sea. Una manera de mirar este dinero distribuido así como está, es mirarlo como posible limosna que nos gane amigos. Ganar amigos haciendo limosna. Esa es la propuesta linda, posible y cotidiana, que nos hace el Señor.

 

Es una propuesta muy concreta. La parábola del Pastor que sale a buscar a la ovejita perdida o la del papá que corre a darle un abrazo a su hijo que regresa, nos hablan de tiempo largo, de procesos complejos. La del mayordomo infiel es instantánea. Y eso lo permite el dinero, los números: el mayordomo dice tomá el recibo y anotá “50 barriles de aceite”. ¿Qué sucede con los números, con la suma de dinero? Sucede que al demonio el número concreto lo pone nervioso porque siente que cuando uno concreta y firma el cheque o mete la mano en el bolsillo y elige el billete de 100 o saca los dólares del colchón, el acto de caridad se vuelve imborrable.

La suma de la limosna es anotada prolijamente por nuestro Ángel de la guarda en el haber de nuestro Libro de Vida y nadie la podrá borrar. Los sentimientos van y vienen y el abrazo que di con lágrimas a las dos semanas por ahí se convierte en una palmada sin tanto entusiasmo, pero la limosna dada al pobre se transforma en beneficio inmediato para su vida, en comida para el almuerzo o un hotelito para pasar la noche o en unos pañalitos para el bebé. Esa limosna es “caridad concreta” y borra multitud de pecados, como dice San León Magno.

 

Escuchemos juntas las palabras de la Escritura sobre la limosna. El libro de Tobías es el que trata el tema con amplitud:

 

“La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado” (Tobías 12, 9).

 

“Comparte tu pan con los que tienen hambre y tus vestidos con los que están desnudos. Da limosna de todo lo que te sobra y no lo hagas de mala gana” (Tobías 4, 16).

 

“Tú sé indulgente con el humilde y no le hagas esperar tu limosna” (Ec 29, 8).

 

Jesús la consagra definitivamente, al ponerla junto con la oración y la penitencia:

 

Que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 4).

 

“Jesús miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre” (Mc 12, 42).”

 

“Den como limosna lo que tienen y todo será puro” (Lc 11, 41).

 

“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.  Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla” (Lc 12, 32-33).

 

El Santo Cura de Ars, en su famoso Sermón sobre la limosna decía: “¿Podemos decir que nuestra salvación depende de la limosna?  En efecto, Jesucristo, al anunciar el juicio a que nos habrá de someter, habla únicamente de la limosna, y de que dirá a los buenos: “Tuve hambre, y me disteis de comer”.

 

El papa Francisco, en el video que filmó para San Cayetano, nos hablaba de cómo dar limosna bien, en el contexto de un verdadero encuentro con el otro, mirando a los ojos, tocando la mano, no “soltando la moneda”…

 

No hay alegría comparable a la de la limosna dada y recibida en secreto (en el sentido evangélico de no humillar al que la recibe sino todo lo contrario. Cuando uno da bien hace sentir al otro que su “situación” es de necesidad económica y que “hoy por vos y mañana por mí”).

 

La limosna establece una alianza en el amor, en la gratuidad y el agradecimiento, en la valoración humana, que no tienen igual.

 

Confieso que en la vida del Hogar, una de las cosas que más me iguala con mis hermanos más necesitados, es tener que pedir limosna. Aunque no sea estrictamente para mí, los sentimientos de tener que mendigar igualan.

Por un lado están las alegrías: la donación inesperada que cae en el momento justo, la suma que supera toda expectativa, la fidelidad del que ya sabemos que va a mandar su ayuda y nunca falla, el brillo en los ojos del que deja una contribución generosísima y encima se siente agradecido de poder ayudar, la limosna humilde de aquella persona que uno sabe que está dando con sacrificio real…. Estas alegrías que experimentamos en el Hogar uno sabe que son las mismas que siente la cieguita del subte que reconoce con las yemas agradecidas el billete más grande de lo habitual, el de la esquina que sabe a qué hora paso y pide su monedita “con todo respeto”, el que pesca que a mí también me alegra darle una mano…

 

También están las pruebas y los sinsabores. Esperar largos ratos en los organismos oficiales (como cuando yo hago esperar al que sé que viene a manguear), tener que volver a redactar tres veces los pedidos porque a algún funcionario se le mezclaron las fotocopias o no vio en el momento que algo faltaba (como cuando yo hago que me expliquen de nuevo qué es lo que necesitan), recibir la mitad de lo que pedimos (como cuando yo doy la mitad y le hago sentir al otro que pidió demasiado), sentirme examinado a ver si es verdad la necesidad que planteamos (como cuando yo no le creo al que me pide y pienso que me está verseando y se lo hago sentir), tener que esperar, a veces meses enteros, antes que te digan que no, que esa organización no da para lo que pedimos (como cuando yo explico que “para eso, no damos”)…

 

Tener que pedir limosna y tener que recibirla iguala mucho. Y eso es bueno. Cada vez que alguien me pide yo invierto automáticamente los roles y me imagino cómo me siento yo cuando estoy haciendo lo mismo para el Hogar. Esto ayuda a entrar en la dinámica del perdón y de la generosidad. Esta dinámica lleva a ser creativo para “bajar las deudas” al otro y no para cobrarle todo. Ese es el desafío: poner la imaginación a trabajar para ver cómo perdonamos deudas, cómo hacemos más vivible la vida de los demás, cómo rebajamos las multas.

Francisco va por este lado, el lado de una Iglesia misericordiosa, que rebaja las penas y trata de aumentar las alegrías. Una vez que se entra en esta dinámica, el resto viene solo. Se da por añadidura.

Diego Fares sj

 

 

 

 

 

 

 

Domingo 24 C 2013

 

Los impulsos del corazón del Padre o “Brochero, padre de la Patria”

 

Brochero en mula

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre acepta a los pecadores y come con ellos (tiene expectativas para con ellos).» Jesús les dijo entonces esta parábola:

«Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y sale a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, gozoso, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré mi oveja perdida.»

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que cambia su manera de pensar y sus propósitos, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.»

Y les dijo también:

«Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice:

«Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que había perdido.» Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que cambia su manera de pensar y sus propósitos.»

Jesús dijo también:

«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre:

«Padre, dame la parte de herencia que me corresponde.»

Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces entrando en sí recapacitó y dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.» Entonces partió y volvió a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba muy lejos lo vio su padre y se compadeció entrañablemente y corriendo hacia él se le echó al cuello y lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo:

«Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo.»

Pero el padre dijo a sus servidores:

«Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado

Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.

Él le respondió:

«Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.»

El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió:

«Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!».

Pero el padre le dijo: «Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado»» (Lc 15, 1-32).

 

Contemplación

 

“Salir a buscar”, “buscar con cuidado hasta encontrar”, “correr a abrazar” esos son los impulsos del corazón del Padre.

Dice von Balthasar que “la búsqueda de Dios de aquel que anda perdido no significa que Él no sepa dónde se encuentra este, significa que busca los caminos –si alguno de ellos será el camino justo- por los cuales el pecador puede encontrar su ‘camino del regreso’”.

Así es el corazón del Beato José Gabriel Brochero, cuya imagen tosca de “cura” de rostro  cortado a cuchillo y mula Malacara, se nos va transfigurando, es decir embelleciendo, con el photoshop no sólo virtual sino real de la glorificación o beatificación, que sin cambiar los rasgos de la persona, los reviste con otra luz, con la luz de la santidad.

Este rasgo, que más que pintura es un impulso y un latido del corazón que se refleja en el tirarse al río en creciente agarrado a la cola de la mula para ir a llevar una comunión, es el más propio del Corazón del Padre: ese impulso de salir a buscar al que lo necesita.

El Señor Brochero, como también lo llamaba su gente, se disponía – se dispuso desde jovencito- a dejarse arrastrar por este arranque que es el don más íntimo del Padre y que nos habita el corazón. Al fin y al cabo Dios hizo la creación en un arranque irresistible de misericordia y quizás precisamente por eso “no midió” las consecuencias, de tener unos hijos como nosotros, o sí las midió de esa manera misteriosa para nosotros que tiene el Padre de medir las cosas mirando a su Hijo, como sabiendo que si nos perdíamos contaba con Él totalmente para salir a buscarnos.

Estoy por dar unos ejercicios a los curas de Lomas y pensaba comenzar con una pregunta que me ronda siempre (y que ayer la Hna. Juliana, sin saber que yo me la hacía me contó que ella se preguntaba lo mismo) y es: ¿Cómo se le ocurrió darle los Ejercicios a su gente?

A todos nos impresiona el impulso sostenido de Brochero desde la primera tanda que organizó llevando a su gente a Córdoba, hasta la construcción de la Casa de Ejercicios para poder darlos en su misma parroquia.

¿Qué es lo que vio en los Ejercicios?

El padre Merediz sj cuenta que el viejo Padre Aznar sj, a quien conoció en su Noviciado, uno de los grandes recopiladores de los testimonios vivos de la gente de Traslasierra, después de la muerte de Brochero, contaba que “el estilo pastoral del Cura Brochero estaba particularmente marcado por aquella anotación Ignaciana: “que el mismo creador y Señor se comunique al alma devota abrazándola en su amor y alabanza y así disponiéndola por el camino que mejor pueda servirle en adelante”.

Me confirmó en esto de que Dios es El buscador del mejor camino para cada uno. Y no hay persona a quien uno le agradezca más que aquella que nos ayudó a encontrar nuestro camino propio.

El mejor camino no sólo para que vuelva el pecador sino también para que salga el misionero.

Brochero adoptó con fuerza el método de los Ejercicios porque vio que en ellos encontraba su gente el camino.

El dice que vio que los Ejercicios “andaban con su gente”.

 

No es una anécdota que la beatificación le caiga con mula y todo, como “en camino”.

Los Ejercicios tienen mucho de tranco de mula, el más propio para subir sierras. Una vez que uno los ha probado, no quiere “subir” en otra cosa. Prefiere la mula a esas dinámicas que por ahí te desbarrancan.

 

No son anécdotas, tampoco, ni trabajo social como actividad complementaria sino trabajo social integral, ese que busca “el verdadero bien de cada persona” como nos puso el Papa Francisco en la Bendición Papal que mandó al Hogar,  que en el haber de Brochero se encuentren tantos caminos abiertos, construidos y planeados -¡esa obsesión suya porque llegara el tren a Traslasierra!-.

Es la misma pasión la del camino que nos conecta con Dios, para poder ir a Él y volver –ese ir y venir de la oración y del amor- y la de los caminos que conectan el país, a las zonas más pobres con el centro y sus posibilidades.

Por eso la gente entendía su mensaje, porque veía que eran las mismas piedras para la casa de Ejercicios y para el camino a Córdoba.

Brochero no sólo llegaba a lomo de mula hasta esos parajes en los que “sólo había llegado Satanás” sino que quería que llegara el tren. Soñaba grande para su gente: quería el tren y los ejercicios, quería todo. Hoy hay tantas periferias, como las llama el Papa, a las que sólo llega Satanás. Lugares donde nadie pisa sino el que está perdido. Lugares a donde hay que ingeniárselas para llegar y más, después, para ayudar a salir.

 

Camino es también el modo de hablar. No son anécdotas tampoco sus famosas “malas palabras”. Brochero soñaba (literalmente, porque corría un poco el biombo y despertaba a su compañero de pieza Benjamín Aguirre, en la época de la universidad, para explicarle algún pasaje del evangelio que meditaba de noche)  con el modo de hablar del Señor: “qué cosa maravillosa habrá sido oír de labios de nuestro Señor, el sermón de la montaña que nosotros después de haberlo recibido de segunda o tercera mano, nos llega tanto que los mismos apóstoles fueron tranquilamente a la muerte después de haberlo oído y que no tenían otra felicidad”.

¡Impulso por encontrar caminos! La gente entiende al que se pone en camino. Por eso entiende a Francisco cuando sale a dar vueltas por la Plaza de San Pedro y saluda y saluda sin descanso. Y entiende que vaya cambiando de auto y bajando de gama hasta encontrarse a gusto con la Renoleta que le regaló un cura. ¿Qué es lo que entiende la gente? Entendemos esa pasión por llegar a todos. No es cuestión de austeridad: es que del jeep descapotado se puede bajar y le pueden acercar “cosas lindas”.

Todo el mundo sintoniza su frecuencia de corazón cuando ve a un cura que hace todo por llegar.

Ese impulso de Dios queda hoy beatificado en Brochero y lo subimos al Altar. Allí, al casco de su mula, vamos a ir a tomar gracia. La gracia de reavivar la pasión por encontrar los caminos de Jesús, que son los que nos lleven directo al corazón de nuestra gente.

Me emociona recordar las primeras palabras de Papa Francisco al llegar a Brasil:

“He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes”.

Díganme si no es una “entrada brocheriana”, de esas que hacía el santo Cura que cuando bajaba de su mula al llegar a alguna casa se anunciaba diciendo: “aquí vengo a darles música”. Y la música era la dulzura y amabilidad de su corazón, que buscaba alegrar a todos. Como les decía a sus curas: “Cuanto sean más pecadores o más rudos o más inciviles mis feligreses, los han de tratar con más dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aún en el trato familiar”.

Este trato es el camino para acercar a todos al Amor de Dios. Esa gracia la metió Brochero en el corazón de nuestro pueblo y decir que queda hoy beatificada es decir que se destierra para siempre toda otra manera de tratar mal o no tan bien. Allí está el caminito abierto para llegar al caracú del corazón de los más pequeños, como dice un misionero de Córdoba que anda por África y que siente que Brochero está en el caracú de su corazón. Los Santos van llegando a la Argentina más demorados que el Tren con que soñó Brochero. Vienen a tranco de mula, cuesta que lleguen a los altares –como costó lo de Ceferino y lo de Zatti y cuesta lo de la Mamá Antula. Es que todavía no está bien cuajado lo que significa ser argentino, se está haciendo nuestro corazón, se está “ejercitando” y nos cuesta sentirnos en su latido común. Brochero aporta hoy a ese latido una piedra angular. Ya la puso él –ya se puso- hace rato, enterrado allí en su Casa de Ejercicios. La descubrimos hoy nosotros y lo honramos como pueblo: le reconocemos su rango, lealmente bien ganado, de Padre de la Patria, como hicieron los chilenos con Hurtado.

Dice Leopoldo Marechal, en su poema “Descubrimiento de la Patria”:“No sólo hay que forjar el riñón de la Patria, sus costillas de barro, su frente de hormigón: es urgente poblar su costado de Arriba, soplarle en la nariz el ciclón de los dioses
la Patria debe ser una provincia de la tierra y el cielo”. Hoy Brochero nos viene a buscar y nos invita a transitar por ese camino que él nos abrió para tener acceso a nuestra querida Provincia de la tierra y el cielo. Él cumplió eso que dice el poeta, que: “si como pueblo no trazamos la Cruz, porque la Patria es joven y su edad no madura, la debemos trazar como individuos, fieles a una celosa geometría. La vertical del santo y la horizontal del héroe”, porque “La Cruz tiene dos líneas: ¿cómo las traza un pueblo? Con la marcha fogosa de sus héroes abajo (tal es la horizontal) y la levitación de sus santos arriba (tal es la vertical de una cruz bien lograda)”. Brochero trazó la Cruz y realizó ese “trabajo de albañilería”, que es uno de los pilares de la Patria: “¿Viste los enterrados pilares de un cimiento? Anónimos y oscuros en su profundidad, ¿no sostienen, empero, toda la gracia de la arquitectura? Hazte pilar y sostendrás un día la construcción aérea de la Patria”.

 

Diego Fares sj

 

 

 

Domingo 23 C 2013

La renuncia a los haberes como trabajo por la paz

Caminaban con Jesús grandes muchedumbres acompañándolo, y él, dándose vuelta, les dijo: «Si alguna persona viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y se viene en mi seguimiento, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, y mira si tiene para terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda terminar y todos los que lo vean se burlen de él y digan: «Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar.» ¿Y qué rey, si marcha para entrar en guerra contra otro rey, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus haberes (hyparjonta), no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 25-33). Contemplación ¿Qué hay que hacer para seguir a Jesús? Pablo es quien mejor lo expresa cuando dice: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incompara-ble valor (hyperejon) de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como descartable a fin de ganar a Cristo” (Fil 3, 8). El Señor pone dos ejemplos, uno económico y otro de guerra, para hacernos ver cómo en estos terrenos todos juzgamos bien; todos tenemos claro lo necio que fue el que se largó a edificar y no se sentó a calcular los gastos, lo necio que fue el que se metió en una guerra contra un enemigo más poderoso que él en vez de negociar la paz. Esta necedad, sin embargo, no parece tan clara en el mundo de hoy. Vemos que el llamado del Papa para que el grito de la paz se escuche fuerte en todo el mundo, lo entienden muchos pero no todos. Los poderosos de los países pequeños parecen dispuestos a ir a la guerra aunque saben que no pueden ganarla. Lo mismo les sucede a Estados Unidos y algunos de sus aliados: saben que no pueden ganar completamente estas guerras en las que se meten, pero igual las declaran. ¿Qué nos queda pensar? ¿Que son necios? En el fondo sí. Pero dentro de su lógica no, porque aunque no ganan la guerra (en la que mueren otros y sufren los pueblos y la gente inocente), algunos grupos ganan otras cosas: ganan dinero, porque activan las industrias y hacen negocios de todo tipo; ganan poder, aprovechan para poner a aliados suyos en el poder… Hoy mas que nunca es claro que las guerras son de tipo mafioso: se reemplazan unos tiranos por otros. Bajo el pretexto de defender la libertad o la democracia, lo que en realidad sucede es que se utilizan recursos e intereses nacionales y mundiales para beneficiar a unos pocos que no son ningunos tontos porque ellos sí que ganan. La guerra, para algunos grupos pequeños, es el camino rápido para proteger e incrementar su riqueza. Aquí viene bien unir dos palabras que son muy del Señor; paz y pobreza, paz y renuncia a los «haberes». Para no ideologizar quisiera proponer, para que cada uno reflexione, una división bien gruesa, en la que «ricos», lo que se dice ricos, son un minoría ínfima. Todos los demás, en comparación somos pobres. Hay unos 2.160 super ricos a los que se llama los UHNWI (Ultra High Net Worth Individuals = Individuos valiosos por sus ingresos ultra altos). Estos «individuos» (son individuos!!!) poseen fortunas superiores a los 1.000 millones de dólares. Luego vienen los HNWI sin la U de ultras, que son unos 187.380 individuos que poseen un capital que va entre los 30 millones y los mil millones de dólares. Luego vienen unos 11 millones de individuos que tienen más de un millón de dólares. 3 millones viven en USA, 2 millones en Japón, 1 millón en Alemania…. En Argentina los Ultra son seis, dicen. Todos estos individuos (insisto en la palabra que los que hablan este lenguaje utilizan) suman el 0,1 % de los 7.000 millones de habitantes del planeta, que, en comparación y sacando a los cientos de millones de UMCSNV (Ultra miserables considerados sin ningún valor) que sobreviven o mueren con mucho menos de un dólar por día, todos los demás, aún los que tienen unos cuantos miles de dólares de ahorro, somos, para los que manejan este lenguaje, IPVI (individuos de poco valor por sus ingresos). ¿Por qué hago esta división gruesa entre ricos y pobres? Creo que ayuda a avivarse de que el Dios Dinero (porque es un Dios, según lo denunció Jesús nuestro Señor, el Dios Mamón) tiene un grupito selecto de beneficiarios y a los demás nos tira migajas. Incluso esos 11 millones que tienen más de un millón de dólares, son de cuarta. No tienen para nada asegurada su vida con una cifra tan precaria. Pero no quiero que la reflexión se me desvíe para el lado de las puras riquezas ni que aparezcan como «malos» los que viajan en yates y helicópteros personales y compran islas enteras o parques nacionales. Porque la imagen termina siendo «pobres ricos», qué culpa tienen ellos de haber heredado o ganado con su trabajo 6.000 o más millones de dólares. No se si es fruto de la propaganda o qué, pero cuando hablo mal de los ricos siento culpa, como si le estuviera prohibiendo a todos la posibilidad de llegar a serlo o estuviera cuestionando sus pequeñas riquezas. En cambio, cuando alguien liga «pobreza y violencia» algo en mí dice «y sí, si son tan miserables y no tienen nada para perder que es lógico que sean violentos». Y resulta que es al revés. Es todo lo contrario. Esta imagen es la que invito a cambiar. Lo que está unido es «violencia y riqueza excesiva», no «violencia y pobreza». Pensemos un poco en esta dirección. ¿No es verdad que los miserables del mundo ni siquiera «pueden» ser violentos? Caemos en la cuenta de que ni siquiera les da la energía física para ser violentos? Esas fotos de multitudes de refugiados luchando por agarrar un paquete de leche de un camión de ayuda «humanitaria», no es violenta, aunque la presenten de manera tal que da miedo. La realidad es que nadie saca la foto siguiente: cómo quedan los cientos que no agarraron nada: resignados y humillados, hechos un ovillito, abrazando a sus hijos. Es cierto que los pobres que se drogan caen en delitos, pero pensemos utilizando la categoría de «individuos» que se utiliza para los ricos. ¿No causa espanto lo breve y desgraciada que es la historia individual de cada uno de esos jóvenes que se drogan y delinquen? Como no tienen valor como individuos se les pone un título genérico y se los ve como si fueran un mismo individuo violento, sin nombre, que nos amenaza. Aquí viene lo de la guerra: los únicos que pueden pensar con lógica que la guerra es necesaria, pertenecen a ese 0,1 % de los Ultra Valiosos por sus ingresos. En los países pobres, estas personas son dos o tres. Son los únicos que nunca pierden porque tienen sus intereses en todos lados. Son los que luego de tirar bombas mandan su empresa de reconstrucción del país vencido, como fue el caso del vice-presidente de los EE UU. hace unos años. Si los pueblos son alentados a la violencia bajo pretextos ideológicos deben saber que la guerra nunca los beneficiará a ellos, sólo beneficiará a este grupito selecto, que, por otro lado, tiene la posibilidad de iniciar el camino largo de la negociación y puede hacerlo. Si no lo hacen es porque no quieren perder tiempo ni dinero. Llevado a lo más casero: la riqueza y la violencia se relacionan a todo nivel y en todos los estados sociales. Esto es verdad y cada uno tiene que discernir cuál es su «haber», su riqueza, que lo lleva a sentirse con derecho a ser agresivo con los demás, eligiendo este camino rápido de eliminar al otro en vez de seguir el camino lento pero fructífero de la paz. Esto de que cada uno vea lo suyo es necesario y verdadero, pero si no se deja de lado la división gruesa, la que hace ver que es la Riqueza excesiva la que genera una fuente venenosa de violencia que va contagiando todos los estratos de la vida humana y corrompiendo hasta lo más sagrado. Al dios Dinero lo que no le gusta es que la gente de poca monta, los Poco Valiosos por sus Bajos Ingresos, se den cuenta de que es un Dios falso y no sólo no lo adoren sino que lo combatan, renunciando voluntariamente cada vez que pueden a sus «haberes» en favor de otro más pobrecito y teniendo a Jesús como su única Riqueza y Haber valioso, por el cual son capaces de considerar como pérdida todo lo demás. Salió un poco «desgalichada» la reflexión pero creo que el tema es contundente para que cada uno lo reflexione. ¿Uno violencia y «haber» (posesión) cuando pienso? ¿Relaciono que la violencia viene de los que poseen excesiva riqueza porque son los únicos que no necesitan «negociar la paz», ya que siempre ganan y por eso eligen el camino más corto? ¿Aplico esta ley a mis comportamientos, cayendo en la cuenta de que cada vez que no «trabajo y lucho por la paz» poniéndola como un valor innegociable (el cristiano incluso prefiere perder la propia vida antes que matar a otro), no es porque estoy luchando por un ideal sino porque estoy «defendiendo» una riqueza individual, un «haber» mío? Por este lado pueden ir las preguntas que nos hacemos. Si en algo la reflexión es exagerada o no bien matizada que cada uno la mejore y corrija salvando la buena intención de fondo, que es responder al llamado del Papa a rezar por la paz. Reflexionar sobre los criterios falaces que a veces se nos meten es parte del trabajo por la paz. Diego Fares sj