Domingo 21 C 2013

La puerta estrecha de la justicia

 

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Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.

Una persona le preguntó:

«Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»

El respondió:

«Luchen con empeño para entrar por la puerta angosta,

porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo:

«Señor, ábrenos.»

Y él les responderá:

«No sé de dónde son ustedes.»

Entonces comenzarán a decir:

«Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas.»

Pero él les dirá:

«No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!»

Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes echados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, y serán admitidos en el banquete del Reino de Dios.

Hay algunos que son los últimos y serán los primeros,

y hay otros que son los primeros y serán los últimos» (Lc 13, 22-30).

Contemplación

No sé si serán muchos o pocos los que se salven pero por las dudas elijo la fila de la puerta estrecha: la de los que están despiertos y atentos, la de los que saben que hay que hacer cola, la puerta de la justicia (porque por esa nadie se puede colar), la que obliga a ir al último lugar y no al primero.

Jesús dice que “luchemos con empeño para entrar por la puerta angosta” y la contrapone al amontonamiento de último momento de los que, en vez de hacer cola “hicieron el mal”.

…………

El jueves pasado, 22 de Agosto, compartí, como estos 18 meses, a veces más de  cerca y otras con la oración, las “doce horas por justicia” con los familiares de la tragedia de Once. Fui tempranito, después de recordarlos en la Misa de 7:30 porque quería estar a las 8:22,  cuando María Luján hace sonar la sirena y en ese minuto desgarrador, en el alma de cada uno, reviven la agonía, los gritos de dolor, los quejidos y la muerte de los que fueron víctimas, y todos sentimos que queremos revivir esa hora porque el espesor estructural de una tragedia ferroviaria nos incluye a todos. A ese nivel, la corrupción no solo posibilita por desidia sino que crea activamente una trampa asesina que, aunque de hecho sólo mató a 52 ese día, está armada para que muera cualquiera y por eso no exageramos al denunciar que está armada y sostenida para que muramos todos. Aunque estadísticamente no sea posible que muramos todos en un tren, actuar corruptamente en lo relativo a ese medio de transporte da a la corrupción una magnitud perversa en grado sumo. Y hay que grabar esto a fuego en la conciencia de los corruptos directos y saber claramente que si no luchamos por la justicia podemos convertirnos en cómplices por acción u omisión de esa corrupción.

La diversidad de las víctimas nos abraza: María era italiana, Jian Yang china, Micaela paraguaya, Gloria chilena, Nayda boliviana, Roberto peruano. La mayoría eran gente jóven, pero hubo desde abuelas hasta una beba de pocos meses, un nene de dos añitos y Uma, que viajaba en la panza de su mamá.

Me extiendo con dolor en esta descripción porque hay que darle peso al tren como lugar real que nos involucra a todos y por eso se convierte en símbolo (quizás el más real) apto para convocar a todos.

Otras tragedias son minimizadas sistemáticamente desde el poder de turno: que los accidentes de auto se deben sólo a la irresponsabilidad de un conductor alcoholizado, que la inundación afectó a los que construyen en zonas bajas, que el edificio que se derrumbó estaba mal construido por una empresa… El tren atraviesa todas las zonas, en él viaja media ciudad y están involucrados funcionarios, empresarios y sindicalistas. Por eso es el lugar de lucha. Los familiares contaban que a veces se plantearon si irse de Once a otro lado, porque por allí pasa un río de gente y a veces, mientras está el acto algunos gritan los goles desde el bar: en la estación la vida sigue indiferente. Sin embargo sienten que ese es el lugar y sin duda que han acertado.

………..

Estaba en un costado, rezando el rosario cuando Paolo Menghini me cruzó la mirada y se vino a pedirme que comenzara el acto con algunas palabras. Como dijo después Campanela, no es un ambón (él dijo un podio, pensando en el Oscar) en el que uno quiera estar. Creo que allí sólo los familiares tienen la palabra. Después uno del Hogar me dijo: “lo vi en la tele, padre. Todo bien. Ud. es amigo de ellos así que todo legítimo”. Me conmovió que me autorizara él y la verdad es que no deja de asombrarme cómo es que no tomo más en cuenta la voz de los pequeñitos. Siempre la palabra justa! Al menos para mí.

La cuestión es que compartí lo que me salió del corazón, porque ni se me había cruzado por la cabeza la idea de preparar algo, pero luego quedé todo el día rezando con eso. Y a la noche, se ve que soñé que todo lo que hacen los familiares es como una Misa y aunque sólo me acuerdo de algunas imágenes del sueño tengo que escribirlo para sacar la verdad honda que eso tiene.

Mi preocupación por que la palabra la tengan ellos viene del primer día, hace un año y medio, cuando leí la carta que escribieron los Menghini-Rey pidiendo que los acompañáramos dejándolos solos. Que ese sábado era oportuno hacerlo así (el kairós, el tiempo oportuno) y que luego abrirían otro capítulo. Como aprendí que el que más ha sufrido es a quien hay que escuchar (y no aconsejar) le pregunté a Paolo qué quería que dijera y me dijo que diera un mensaje de justicia y que fuera para todos, porque entre ellos había de todas las religiones. Le pregunté si podía bendecir y me dijo que hiciera lo que sintiera.

La preocupación por no poner gestos o palabras que no respeten los sentimientos religiosos de ninguno de los familiares me parece lo más importante. Y me puse a contemplar los símbolos y la liturgia que ellos han ido gestando. Se ve que fueron esos símbolos los que me hicieron soñar.

Dudaba en bendecirlos haciendo la señal de la Cruz. Me parecía muy fuerte, por un lado, ya que mucha gente no se persigna. Por otro es lo más nuestro. Al final  me acordé del papa con los periodistas y los bendije en silencio e inclinando  la cabeza. Después en el sueño me di cuenta de que la Cruz ya la tenían ellos, la habían estampado en su cartel que dice JU5t1CIA, en esa “t” que pusieron en el centro. Me había impresionado y no podía dejar de mirar ese 1 de 51 víctimas que tiene un 1 chiquito adentro: es Uma la beba que murió en la panza de su mamá, Tatiana  y se ve que de tanto aguzar la mirada para ese 1 chiquitito como un corazón se me grabó la cruz. Por eso pensé que no hace falta bendecirlos con la Cruz, porque ya la tienen incorporada.

La otra imagen del sueño fue las de las mujeres estampando y estampando remeras, en medio del hall, con planchas y tinturas, remeras blancas y tendederos, concentradas prolijamente en su labor. Dijeron que estamparon más de 500. Y en el sueño las veía como otras Verónicas y a Jesús como el primer estampador que quiso grabar su rostro en la remera blanca del sudario. Así, los familiares estampan las caras de sus seres queridos y nos piden que estampemos la nuestra en su campaña por 5000.000 caras. Porque si no ponemos la cara nos estampan otros la cara de esa vaca que esta vez quisieron estampar los familiares: la cara de una vaca con ojos rojos y el logo “no somos animales”. Y pensaba que lo que nos convierte en animales no es tanto el que nos hagan viajar como ganado sino que no luchemos por la justicia. Esto es lo único que nos diferencia de los animales: luchar por la justicia.

Y también soñé con la sirena que sonaba y sonaba y yo quería sentir lo mismo que los papás sienten por su hijo cuando reviven su muerte y no podía. Y sentía angustia porque era como en una misa en la que la fe me dice que en la Eucaristía revivo la pasión, muerte y resurrección del Señor y yo sentía que si no puedo revivir la muerte del Señor tampoco puedo revivir su resurrección para darles esperanza. Y los miraba a ellos que cuando sienten la sirena se les nublan los ojos y uno ve que están reviviendo todo, que están sufriendo con los suyos y se les retuerce el corazón y les pedía que me permitieran compadecer con ellos para despertar mi fe y deseaba que ellos pudieran revivir no sólo el dolor sino también la resurrección sintiendo que Jesús estaba en el tren con sus familiares, estaba allí, amontonado y clavado entre los hierros, crucificado con ellos, dándole la mano a cada uno, dándole la mano a cada uno…

La gente les dice que olviden, que ya basta, que ya pasó. Pero ellos no. Es que si uno tapa la muerte tapa también la resurrección. Y me imaginaba después una misa en la que en vez de tocar las campañillas tocábamos la sirena, para recordar de verdad a Jesús.

En el sueño escuchaba también la narración que leen con desgarradora fuerza  María Luján y Paolo, y que los papás consensuan. Y veía pantallazos de todos los  personajes de la Pasión. Ese relato que hacen ellos en cada comunicado, en el que describen con nombre y apellido a los “responsables irresponsables” y toman nota cuidadosamente de sus dichos y acciones para que no los olvidemos, es un relato evangélico laico del viacrucis que vienen caminando.

Escuchaba las frases de los funcionarios y no podía no escuchar a Pilato. Parece mentira que no se den cuenta de la imagen que dan cuando se lavan las manos y se declaran inocentes de la sangre de estos justos. Se lavan las manos diciendo que “si el accidente hubiera sido un feriado habrían muerto menos”, que “en España y Suiza también pasa”, que “así es la vida…”. (Esta frase, la verdad, es que es increíble). El pilatismo es tan patéticamente obvio que a veces te hacen dudar un momento si es que son cínicos o en realidad están convencidos de que lavarse las manos es lo mejor para la gobernabilidad.

Me imaginaba a Judas, con su famosa frase que seguramente en algún momento de las coimas ha sido pronunciada. Era como si les escuchara decir, en algún momento de la negociación: “y qué nos dan si se los entregamos”. Lo digo en plural porque la entrega de Judas fue “personalizada” -entregó a Jesús, el Nazareno-, pero estos Judas Estructurales son peores, porque nos entregan a todos. De hecho fueron sólo los que le tocó ir ese día en ese tren, a esa hora, en esos primeros vagones. Pero al dejar librado al azar algo inexorable nos entregaron a todos. Esto es lo que los familiares se desesperan por transmitirnos y muchos no se quieren dar cuenta. Por eso es que tenemos que estar a su lado, luchando por la justicia: porque ese día estos murieron en lugar nuestro. La diosa estadística satisfizo su hambre por un tiempo ya que “no chocan dos trenes de esa manera en el mismo año” (al año y cinco meses ya pasó de nuevo, en Castelar).

También aparecían en el sueño los Caifás, los sumos sacerdotes del Poder, que dicen: es necesario que uno muera por el pueblo. “No se puede reparar todo sin subir las tarifas, sin dejar otras cosas” (los propios sueldos, entre ellas), dicen los políticos. “Podemos reparar un poco los trenes en nuestros talleres”, dicen los empresarios, “pero háganse cargo de que morirán algunos para que todos puedan viajar”. Y todos asienten. Y todos dicen: “somos soldados de este proyecto nacional: que algunos mueran por el pueblo”.

En el sueño aparecieron también los que, como Pedro en su momento, por miedo se convierten en cómplices con su negación y su silencio. Los que saben muy bien pero no quieren perder su trabajo o meterse en problemas. Los indiferentes, que suben y bajan del tren a sus cosas, aliviados de que no les haya tocado esta vez a ellos… Y los que, como María y Juan y las mujeres amigas, se quedan cerca, al pie de la Cruz, recorren el camino del calvario una y otra vez, los Cirineos, que acompañan y ayudan a llevar la Cruz, y tanta gente buena que hace fila para entrar a la vida por la puerta estrecha de la justicia y de la solidaridad.

La puerta de la justicia es estrecha y por eso es lenta y hay que hacer cola e ir al último, porque son muchos los que vienen haciendo cola con su expediente a cuestas. Pero es la puerta verdadera. La puerta por la que uno entra y sale con la cabeza alta, con dignidad y sintiéndose parte de un pueblo gracias a haber obrado bien, sin violencia ni agachadas. Es la puerta de la ciudadanía y, aunque no todos lo sepan, es la misma para entrar al Reino. Jesús no usa otra (¿habrá puerta más estrecha que la de la justicia argentina?). “Felices los que luchan por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos”.

Diego Fares sj