Navidad C 2012

presebre 3l“Nadie piensa en nosotros…”

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto,
ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.

José, que pertenecía a la familia de David,
salió de Nazaret, ciudad de Galilea,
y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

Y aconteció que estando ellos allí,
se le cumplieron a ella los días del parto;
y dio a luz a su Hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el albergue.

Había unos pastores, en aquella misma comarca,
que custodiaban y velaban por turno sobre sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor
y la gloria del Señor los envolvió con su luz.
Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo:
«No teman, porque les traigo una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador,
que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido
envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial,
que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»
Después que los ángeles volvieron al cielo,
los pastores se decían unos a otros:
«Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido
y que el Señor nos ha anunciado.»
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José,
y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban
quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios
por todo lo que habían visto y oído,
conforme al anuncio que habían recibido (Lucas 2, 1-20).

Contemplación

En el Hogar, esta mañana, hicimos un almuerzo especial. Como era feriado convocamos a los colaboradores que desearan y pudieran venir y ofrecimos un choripán y medio, helado (medio derretido por el calor agobiante), pan dulce y regalito. Abrimos más tarde y con más de veinte colaboradores recibimos a nuestra gente que casi llenó los dos turnos. Fue muy lindo, especialmente la comprensión que todos mostraron cuando explicábamos por qué no podíamos abrir antes o que el helado se había derretido… Uno me dijo: “Uds. siempre piensan en nosotros”, y me conmovió.

Después reflexionaba y creo que ahí está el sentido profundo de la Navidad –la buena noticia que traen los ángeles a los pastores y que ellos comprueban por sí mismos, acercándose al pesebre de Belén. En Jesús estamos seguros de que Dios piensa en nosotros. En todos, en vos y en mí. En los más desamparados, en los que están lejos, en los que no pueden creer…
Y pensaba también que detrás de todos los saqueos y de nuestro malestar social y, me atrevo a decir, mundial, hay un reclamo a veces no expresado pero sugerido de muchas maneras por la sociedad en la que vivimos.

“Si total nadie piensa en vos…”.

Los violentos sacan esta conclusión: “Por qué no voy a tomar por mí mismo lo que nadie me va a dar, si total nadie piensa en mí”. Si en el reparto de los bienes está calculado que no alcanza para todos. Que el país no es para 50 millones. Que el mundo no es para 6.000 millones.
Otros, que no son violentos, sacan otra conclusión, también muy triste: “Y para qué me voy a esforzar, si total a quién le importa”.

“Si total nadie piensa en mí…”
Esta frase nefasta también la susurra el mal espíritu en los oídos de mucha gente sola, en mucha gente que se cansó de dar y de esperar…

Pero si uno se anima a levantar la mirada al cielo, si uno aguza el oído del corazón y se acerca a algún pesebrito (si es de los que prepararon en su casa, mejor) y tiene el coraje de “pensar en alguno que sabe que está pensando que nadie piensa en él”, verá cómo es todo verdad lo que nos cuenta el evangelio. Es más verdad que todo el negro y espeso escepticismo del mundo actual, amurallado en su frivolidad.

Por eso, creo, que me conmovió tanto lo que me dijo ese comensal: “Uds. siempre piensan en nosotros”. Porque para anunciar eso me hice cura. Porque yo siempre sentí que en torno a Jesús, hubo tantos que “pensaron en mí” que no puedo vivir sin juntarme con la gente que se la pasa “pensando en los demás”: cómo hacer para acogerlos, cómo lograr que se sientan dignos, queridos, apreciados, respetados, considerados, bien saludados… Y al planear estas cosas uno se da cuenta de que lo que más ayuda es dar un espacio y un momento para que los que hemos servido puedan expresar su agradecimiento y sientan –mirada a los ojos de por medio- que nos hace bien que nos agradezcan. Tanto como a ellos les hace bien que los sirvamos.

Que alguien piense en mí y me obsequie un regalito, es muy lindo.
Pero más lindo es que alguien piense en mí y me regale una familia, su vida entera y su amor para siempre. Eso es ser hijo: no pensarse a sí mismo sin saber que un padre y una madre me piensan en todo momento.

Que alguien piense en mi situación –de calle, de enfermedad, de soledad- y prepare lugares, actividades y estrategias para darme una mano, es lindo. Y más lindo todavía es que mucha gente “no se piense a sí misma, ni piense su vida, sin pensarme a mí”.

Por aquí va lo de “la buena noticia” de Jesús. Jesús tal como nos lo revelan sus amigos es Alguien que llamamos Dios sin saber bien lo que decimos. Porque hay muchas caricaturas de “ese señor que llamamos Dios”.
De las muchas definiciones de Dios yo me quedo con la de “un Jesús que no se pensó a si mismo sino con nosotros”.
No sé cómo será lo que llamamos Cielo o Vida eterna, cómo se la puede uno imaginar “físicamente”. Pero sí tengo claro que, sea lo que sea, es y será algo que Jesús pensó “para nosotros”. Por eso lo de “voy a prepararles un lugar” tiene que ver con que primero “vino a poner su carpa entre nosotros”.

Sea lo que sea el cielo, él lo pensó juntos.
Y aunque parezca poco, a mí me basta con que esta noche muchos “me piensen” (en italiano es muy lindo cómo dicen “te extraño” o “te quiero”: dicen “ti pensó”) y lo que llamo “rezar” es eso: pensar a los que quiero y extenderlo a todos aquellos en los que nadie piensa.

Por supuesto que como somos tan pequeñitos, no nos da para pensar en muchísima gente. Pero justamente por eso, cada uno pensando en su pequeño rebañito, y en los que puede “pensar con nombre y rostro”, siente que es lindo que haya otros que piensen en otros y estar unido a ellos sin conocerlos.
Y también viene aquí el agradecimiento a María, que nos piensa a todos: eso es quizás lo que la hace más parecida a su Hijo en quien fuimos pensados y creados y que “nos conoce a todos” y nos espera a todos.

No es verdad que nadie piensa en nosotros. Hay muchos, muchísimos, que piensan en nosotros. Es más, que no se piensan a sí mismos, ni quieren hacerlo, sin pensar en todos.

Ojalá que reforcemos esta gracia los que ya la tenemos y se la hagamos extensiva a algún otro que ande necesitando esta buena noticia, esta gran alegría para todo el pueblo: nos ha nacido “el que siempre está pensando en nosotros”, el que mucho nos ama y quiere compartir nuestra vida: Jesús.

La señal es un Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, a quien todos los que se le acercan y lo rodean, no pueden dejar de contemplar encantados y atentos, gente que ya no se piensa sin pensar en ese Niño, y en él, a los demás.
Diego Fares sj

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