Domingo 31 B 2012

Amar con toda la inteligencia

Acercándose a Jesús uno de los escribas, que les había oído discutir (acerca de la resurrección), viendo que les había respondido bellamente (a los saduceos), le preguntó: «¿Cuál es mandamiento primero de todos? .»
Jesús respondió:
«El primero es: Escucha, Israel:
el Señor nuestro Dios es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás al que está cerca de ti como a ti mismo.
Mayor que estos, no hay otro mandamiento.»
El escriba le dijo:
«Muy bien, Maestro, con verdad dijiste
“Uno es y no hay otro más que él”,
y el “Amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas”,
y el “Amar al prójimo como a sí mismo”,
vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.»
Jesús, al ver que había respondido sensatamente, le dijo: «No andas lejos del Reino de Dios.» Y nadie ya osaba cuestionarle (Mc 12, 28b-34).

Contemplación
Algunos me dijeron que la contemplación del Ciego Bartimeo -“elegir en quién creer”- fue difícil.
Por un lado, la dificultad me sorprende, pero, por otro, me confirma la intuición de lo dadas vuelta que tenemos las ideas; tanto que nos resulta extraño esto de que alguien nos diga que si elegimos bien en quién creer somos las personas más inteligentes del mundo, y si no sabemos bien en quién creer, somos las personas más estúpidas e infelices del mundo.
Perdón por el insulto pero como es uno que utiliza mucho Jesús en el evangelio, me animo a decir que es de esos reproches que abren los ojos y no de los que dan bronca o causan pena.
Aclaremos que para recibir bien el reproche del Señor –“qué estúpidos y tardos de corazón que son” (Lc 24, 35)- hay que unir “estupidez” mental y “lentitud de corazón”. Cuando nosotros le reprochamos a alguien que “cómo no se dio cuenta” y le decimos “estúpido”, apuntamos, no sólo a la inteligencia sino a la mala voluntad: “no puede ser que no registres, que no te des cuenta. ¿sos o te hacés? Si no ves esto, es porque no querés, no le eches la culpa a tu inteligencia que para otras cosas bien que te hace ver…”.

Bueno, en estas reacciones espontáneas la cultura moderna es sólo barniz y todos los hombres de todas las épocas unimos el buen criterio con la bondad de corazón y la estupidez con la mala voluntad.

La diferencia es que en la cultura bíblica toda la educación apunta a unir la sabiduría con la bondad y las distingue claramente de la maldad que va unida a la necedad. En cambio nuestra cultura nos induce de muchas maneras a pensar que los malos son vivos y los buenos más tontos. En esto me quisiera detener a reflexionar.
Pero antes de ir al punto, me surgió una objeción: el mismo Jesús hacía este reproche a los suyos cuando decía que hay veces en que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Pero este cruce es del mal espíritu. Porque aunque utilice el mismo ejemplo la intención de Jesús no es hacer sentir que la fe te vuelve más tonto. Todo lo contrario: el Señor eleva la inteligencia de la fe a un nivel tal que puede aprovechar hasta las astucias del enemigo y volverlas en su contra. El prudente sabe que no se las sabe todas y está siempre atento a no pisar el palito. Además, el reproche de Jesús no va dirigido a “los pequeñitos a los que el Padre les revela las cosas del Reino” sino a la clase media de los discípulos, a los que no tienen el corazón encallecido y la mente ciega como los fariseos pero por ahí coquetean con las ideologías de moda y no se consolidan en la fe total y simple del que dice: “sé en quién me he confiado” (2 Tm 1, 12).

Este pensamiento que me surgió como objeción y me llevó a responderle en un largo párrafo (esas vueltas que doy y que a muchos les hacen difícil la lectura) viene justo, porque nuestra cultura a casi todas las afirmaciones del evangelio les ha puesto un pero.
Es bueno tomar conciencia de estos “obstáculos intelectuales” que nuestra cultura pone en el camino del que quiere creer en Jesús. Así como nuestra ciudad es tan hostil para las personas que tienen alguna discapacidad, también (y en mayor medida, sin duda) nuestra cultura es hostil para el que quiere creer.
Lo paradójico es que la mentalidad actual nos trata a los creyentes como discapacitados (me imagino en silla de ruedas queriendo subir el cordón de la vereda) cuando en realidad, el que tiene fe, no solo no se atranca sino que trota y avanza a buen ritmo por la vida, sorteando con solvencia los obstáculos y yendo para adelante (independientemente de las capacidades o discapacidades físicas).

Con Bartimeo, el obstáculo mental que vimos fue el de la desvalorización de las personas en quienes podemos creer y la idea establecida de que hay una especie de “verdad periodística” que está por encima de las personas y que le permite a cualquiera decir cualquier cosa. Digámoslo claramente: hay gente que le cree más a Elizabetta Piqué, la reportera de La Nación, cuando habla del Vaticano, que al padre Lombardi sj, el vocero del Papa.
Obvio, pensará más de uno, para cuya mente domesticada por los medios le lleva a unir naturalmente “vocero” con “vocero presidencial” lo cual equivale a ser un versero del discurso oficialista contra el “pensamiento libre” de los periodistas.

Pues bien, no sólo que el Papa Benedicto es digno de toda confianza (todos concuerdan con que nunca se rebajó al conventilleo vaticano sino que lo sufre y lo supera con altura y honorabilidad evangélica) sino que su vocero es un hombre cabal, que siempre tiene una palabra lúcida, fiel y equilibrada. La Piqué, en cambio, a veces tiene apreciaciones profundas y otras parece pagada por Hollywood pensando en la próxima película tipo Código Da Vinci.

Cuando uno confía en una persona de fe y la sigue fielmente a lo largo de su historia, su inteligencia se va aclarando, se va volviendo más serena y sabia para pensar las cosas de la vida y, en los momentos difíciles o de crisis, inmediatamente uno sabe con quién ir a charlar, a quién consultar, con quién dialogar.
Hay gente en cambio que camina por la vida picoteando criterios de aquí y de allá que le bastan y sobran para desenvolverse normalmente sin desentonar, encontrando respuestas más o menos adecuadas para todo, pero sin tener referentes últimos.
En las crisis fuertes –personales, familiares, eclesiales…- si uno no ha cultivado el diálogo con algunos referentes dignos de fe, se queda sin poder dialogar con nadie de esas cosas de la vida que no tienen respuesta “anticipada” porque la vida es “nueva”, se recrea, está abierta al misterio, es con final abierto (esto tan evangélico, a algunos les escandaliza: sienten “que la vida los engañó” cuando encuentran cosas que no tienen respuesta en google, siendo que es la primera verdad que nos propone Jesús: la fe en su persona supone la inteligencia de darse cuenta de que la vida es dramática, hay piezas que faltan y que sólo en diálogo con Jesús se pueden unir –“era necesario que el Mesías padeciera…”).

Hoy escuchaba en la radio que los médicos enfrentan un gran desafío ya que los pacientes consultan todo por internet y desconfían de los profesionales. Contra esto me quedo con lo que me decía mi amigo Domingo cuando me tuve que operar hace un tiempo: mejor con un médico amigo. Porque, como en todo, puede ser que se equivoque, pero estás seguro de que hizo todo lo mejor posible para ayudarte.

Bueno. Punto final para lo de “elegir en quién creer”. Y un pequeño avance en dirección a consolidar lo de la inteligencia de la fe. El mandamiento dice: Amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia (psicológica y espiritual) y con todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo.
Jesús unifica indestructiblemente y sin fisuras todo lo que el mundo separa.

Simplemente invito a que cada uno note lo fragmentado que está nuestro pensamiento.
¿No pensamos que el amor se opone a la inteligencia?
¿No aceptamos como un hecho constatable que “el amor se termina”.
¿No creemos que la teoría va por un lado y la práctica por otra?
¿No tenemos claro que “creemos” pero que “hay muchas cosas de la fe que no se pueden sostener científicamente”?
¿No damos por sentado que la moral de la Iglesia está caduca? (Puede ser verdad que la iglesia no tenga respuestas a muchos problemas morales a los que nos enfrenta la vida actual, pero eso implica que nosotros –o los que hablan por tv y votan en el senado- tengan las cosas más claras. Constatar que la iglesia no tiene respuestas adecuadas no significa que las respuestas contrarias a las que propuso hasta ahora sean absolutamente verdaderas!!!).
Bueno, vamos a seguir viendo estos “obstáculos intelectuales” a medida que salgan. Por hoy basta plantear el tema y hacerlo sin grises:
Jesús une amor, inteligencia y práctica. Lo hace de manera absoluta con respecto a Dios –con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas- y lo concreta en un amor al prójimo basado en una relación de justicia, comparativamente: “como a uno mismo”.

La fe que Jesús busca en el interior de todo hombre, como un tesoro escondido que todos tenemos (e intuimos que lo tenemos) es una fe que brota creativamente de una decisión libre. A Jesús le encanta que uno elija creer y confiar en él.

La fe a la que Jesús apela es el acto de mayor inteligencia que todos podemos hacer: elegirlo a Él como Persona, elegir confiar en Él, el único que tiene palabras de vida eterna.

La fe que Jesús valora y anima es una fe que se traduce en obras, en vida concreta: “el que me ama, cumple mis mandamientos”. Los cumple, no como quien obedece a desgano a un imperativo sobrenatural, sino porque “cuando uno piensa bien a fondo las cosas” capta con su inteligencia que esos mandamientos son el mejor camino para realizar sus deseos más hondos.

Creer no es “creer en lo que no se entiende”. Todo lo contrario: creer es jugarse por la verdad más inteligible –la de la Persona que nos ama- y comprobar luego en la práctica, que esa verdad que parecía imposible es la más constatable.
La fe no se saltea ningún paso lógico ni ninguna comprobación empírica.
Lo único que se saltea, a veces, es una foto de la realidad. Y se la saltea lúcidamente, porque la fe ve “procesos”: en la semilla ve el cedro, en una verdad evangélica ve a toda una comunidad trabajando unida. La fe tiene la inteligencia de María que dice “sí”, “hágase” y mira la historia de todos los que la llamamos “qué dichosa” por haber creído.

Diego Fares sj

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