Domingo 32 A 2011

Con la tardanza de una novia en el día de su casamiento

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

«Sucederá con el Reino de los Cielos como les sucedió
a diez jóvenes que, habiendo tomado sus lámparas,
salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas,
pero sin proveerse de aceite,
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas
y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar,
les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito:
«Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.»
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes:
«¿Podrían darnos un poco de aceite,
porque nuestras lámparas se apagan?»
Pero estas les respondieron:
«No va a alcanzar para todas.
Es mejor que vayan a comprarlo al mercado.»
Mientras tanto, llegó el esposo:
las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial
y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron:
«Señor, señor, ábrenos.»
Pero él respondió:
«Les aseguro que no las conozco.»
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora» (Mt 25, 1-13).

Contemplación
La de las jóvenes del casamiento es una parábola de “llegada”.
El Señor quiere que se nos grabe en el corazón una imagen clara de “cómo llega el Reino de los Cielos a nuestra vida”.

La palabra antigua para la llegada propia del Señor es parusía y significa “hacerse presente, presentarse”.

¿Y qué es lo propio de la manera de llegar del Señor?

Me quedo con el detalle de que el Señor “se retrasa”, tarda en llegar pero con la tardanza especialísima de una Novia en su Fiesta de Bodas (en aquel tiempo el que llegaba tarde era el novio porque se quedaba regateando la dote con la familia de la novia que “tardaba en soltarla” como señal de que era valiosa y no una “Betty la fea” de la que se querían librar cuanto antes).

El Señor tarda y se hace esperar, pero no por descuido o por falta de consideración sino todo lo contrario: en un casamiento la novia tiene que hacerse esperar un poco. Es lo que da sabor a la ceremonia: que la entrada sea triunfal, que la Iglesia primero y luego el salón estén llenos e iluminados y todos en nuestros puestos esperando a que se abra la puerta y suene la música.

Pero vayamos despacio.
Sintamos y gustemos cómo Jesús, para comunicarnos la llegada de su reino, utiliza “personajes secundarios”.
Personajes secundarios que, en una fiesta de bodas, son “principales”.
El Señor nos cuenta tres escenas que no todo el mundo vió ni se enteró siquiera de que ocurrieron, como pasa en las fiestas, que los errores sólo los notan los novios y los que organizaron cada parte de la ceremonia.
El Señor pone la lupa en cómo las chicas se prepararon distinto para su tarea, en la discusión que tuvieron y en cómo las que le fallaron al novio se ganaron un reto (el “no las conozco” era la frase clásica que utilizaba un rabbí para decirles a sus discípulos “me fallaron” y no “quiero verles la cara por una semana”).

La prudencia de que habla el Señor es la de tener claros los tiempos. Los tiempos para “meterse” en la historia.

Lo propio de la prudencia es “prever” lo que va a pasar. El prudente no es el teórico sino la persona práctica que pesca las situaciones y actúa de manera correcta en el momento oportuno. Por eso el ejemplo es brillante. En una fiesta de bodas, si sos del coro y se te pasó cantar una canción o tenías que leer una intención y no te diste cuenta, no podés parar la ceremonia para hacer bien tu parte. La ceremonia sigue y lo que falló falló. Si se quiere arreglar es peor.
¡La parábola invita a corregirnos para adelante!

Todavía veo la cara de desesperación de un maestro de coro que, como la novia se retrasaba, me dijo “voy a la puerta y vuelvo” y yo cuando sonó la campanita anunciando la entrada hice parar a la gente y anuncié que comenzábamos… El pobre venía corriendo por el costado y me hacía señas de que esperara. No me acuerdo cómo hice para retardar un poquito la bienvenida de modo que el desfasaje fue de sólo algunos segundo: la puerta abierta, yo hablando y el coro que terminaba de acomodarse… No pasó nada, pero los más cercanos nos dimos cuenta, y quedó grabado.

En una fiesta de bodas el “retraso” o la tardanza de la novia es señal de majestad.

Como decíamos, la tardanza del reino no es descuido sino oportunidad (kairós, momento oportuno para que uno participe). La tardanza es para que todos los invitados podamos llegar tranquilos y nos organicemos bien, de manera que cuando llegue la novia todo se haga a su tiempo y con calma.

El toque sorpresivo es algo propio de la fiesta.

Se da en todas las culturas. Marca claramente que en una fiesta de bodas el centro luminoso son los novios y todos los invitados y participantes debemos estar atentos para adaptarnos a sus tiempos.

Lo sorpresivo es bueno, pero las sorpresas la tienen que dar los novios.

En este sentido una fiesta de bodas es algo totalmente distinto a una fiesta de cumpleaños, por ejemplo. En un cumpleaños si te hacen una fiesta sorpresa es lindísimo. En cambio una fiesta sorpresa de casamiento sería impensable. Es más, si hay sorpresas, hay que cuidar que no “emocionen” demás a los novios y distraigan de lo principal.

Es que la fiesta de bodas es una fiesta que los novios “regalan” a sus amigos.

Son ellos los que preparan lo que les gusta que hagan los demás. Por eso son tan importantes los “personajes secundarios”, las chicas que hacen de damas de compañía, en este caso.
La gente se fija en la novia y no tanto en el resto, pero para la novia sus amigas son importantísimas. A veces se pone una fecha y no otra para que pueda llegar una amiga o un amigo querido.
Y el papel que se le da a cada amigo y amiga es motivo de discernimiento para los novios (esta amiga tiene que estar y esta no sé bien, porque ahora no es tan cercana…). En un momento tan hermoso y único en la vida uno quiere que todo sea auténtico y no “formal”, uno quiere estar rodeado de su gente más fiel y querida. Y que cada uno cumpla un rol acorde con la amistad que tiene.

Lo que siento gusto en contemplar y saborear (mientras escribo voy recordando casamientos de amigos y amigas queridos y desfilan decenas de historias cada una tan especial como la otra…) es cómo Jesús escoge las situaciones más plenas de la vida y allí encuentra un detalle especialísimo que vale para todas las culturas y todas las épocas y nos comunica una imagen imborrable de cómo llega su reino: con la tardanza especialísima de un Novio que se retrasa y cuando llega tenemos que estar con todo preparado para cumplir cada uno nuestra pequeña y especialísima parte en su fiesta.

El mensaje es: la Fiesta se celebra igual y saldrá esplendorosa. Pero tu participación (la de cada uno de nosotros ) tiene un momento justo y si querés tener tu rol protagónico en la historia (y no ser un mero espectador de lo que pasa en el mundo) tenés que actuar como las jóvenes prudentes: tener tu lámpara encendida y el aceite de repuesto preparado.

En la historia, la de cada uno y la de todos, las tardanzas de Jesús son “oportunidades” y nuestras llegadas tardes son “falluteadas”. Falluteadas a nosotros mismos que él tiene la delicadeza de tomar como personales, para que la pena que nos dan las oportunidades perdidas nos mueva a la esperanza de estar atentísimos en la próxima oportunidad que se nos brinde. La ilusión de Jesús es que todos participemos de su Fiesta de Bodas.

No hay personajes secundarios en una fiesta de bodas. Todos los invitados importan y para cada uno el Padre ha preparado una tarea y un rol “luminoso”. El que lo encuentra y lo cumple vive dichoso.

Diego Fares sj

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