Sólo el valor infinito de cada espiga…
“Jesús propuso a la gente esta parábola:
El reino de los cielos se parece a
un hombre que sembró una buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo,
sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando brotó el trigo y produjo el fruto, también apareció la cizaña.
Los siervos fueron a ver entonces al padre de familia y le dijeron:
‘Señor, ¿no era que habías sembrado una buena semilla en tu campo?
¿Cómo es que ahora hay cizaña?’
El les respondió: ‘Un enemigo mío hizo esto’.
Los siervos replicaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’
No –les dijo- porque al arrancar la cizaña
corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha,
y entonces diré a los cosechadores:
arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla,
y luego recojan el trigo en mi granero.
También les propuso otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se convierte en un arbol, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas.»
Después les dijo esta otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.»
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo.»
El les respondió: «El que siembra la semilla linda es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la semilla linda son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!» (Mt 13, 24 ss.).
Contemplación
Me llamó la atención cómo el evangelio nota el momento dramático en que aparece la cizaña: La cizaña aparece a los ojos de los servidores justo cuando la semilla buena comienza a dar fruto.
Cuando brotó el trigo y produjo el fruto, también apareció la cizaña.
Este aparecerse o manifestarse de la cizaña hace ir para atrás. Buscamos la causa: si hay frutos buenos es que la semilla fue buena. Si hay cizaña…
Esto es lo que le van a decir los servidores al patrón: “Señor, ¿no era que habías sembrado una semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña?’”.
Y enseguida, sin escuchar bien la respuesta del Señor que dice sin dudar “Un enemigo mío hizo esto”, los servidores proponen arrancarla: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Con aguda simplicidad la parábola describe en dos frases las reacciones instintivas de los servidores ante el disgusto que les produce ver el campo de trigo lleno de cizaña: buscar quién es el responsable, dónde estuvo el error y solucionarlo drásticamente.
El amo coincide con el diagnóstico pero va más a fondo. Hay un culpable, pero es “un enemigo suyo”, no es él ni fue un error al elegir la semilla. Y la solución, para que sea drástica de verdad, no hay que apurarla. El mal es más profundo de lo que parece y si se confunde al responsable último o se le echa la culpa a la elección de la semilla o se toman medidas apuradas, se corre el riesgo de malograr el proceso que necesita el trigo para dar su fruto, que es el fin de la siembra.
Rescatamos las tres afirmaciones del Dueño:
1. La semilla es buena (esta afirmación está al comienzo de la parábola y luego se reafirma indirectamente, al no responder al cuestionamiento ¿no era qué…?
2. La cizaña la sembró “un enemigo mío”. El corolario es que queda a salvo la bondad de la semilla, como decíamos, y se evita que la culpa recaiga en los de la casa. Ni fue culpa de ellos ni es un enemigo de ellos.
3. Para “lo que hay que hacer” manda el trigo, no la cizaña. Lo que importa es cuidar el trigo, su proceso de maduración y su fruto.
Sacamos una conclusión práctica: si estas cosas son verdad, entonces el trabajo del reino demandará, por un lado, aguantarse el disgusto que da ver el trigal contaminado con la cizaña y, además, demandará un doble trabajo a la hora de la cosecha.
Esto es así porque lo que quiere el amo es cuidar el trigo. Cada plantita de trigo vale y no quiere que por arrancar la cizaña se pierda alguna.
Las otras dos parábolas refuerzan el por qué vale la pena “cuidar cada plantita de trigo”. Porque cada cosa del reino tiene Vida plena, es como el granito de mostaza, la más pequeña de las semillas, que cuando crece se convierte en un árbol. Las cosas del reino son como el poquito de levadura que fermenta toda la masa. Sólo el valor infinito de cada “semilla del reino” justifica que uno soporte el disgusto de ver la cizaña cada día y se tome doble trabajo a la hora de la cosecha.
Pensemoslo así: ¡Qué me importan toneladas de cizaña si de los granitos de una espiga saldrá la harina para el pan que se convertirá en la pequeña hostia consagrada que en la Eucaristía de hoy el sacerdote pondrá en mi mano diciendo: el Cuerpo de Cristo!.
La alegría del reino brota de cultivar estas imágenes: la de la levadura que fermenta toda la masa, la del granito de mostaza que se convierte en un árbol que cobija, la de la semilla que cae en tierra buena y da fruto abundantísimo: el treinta, el sesenta, el ciento por uno.
En sí mismo, como imagen, el evangelio entero resplandece ante nuestro ojos indefenso y pequeñito, necesitado de la defensa del Padre que nos dice: no se escandalicen ante la visión de tanta cizaña. Cuiden mi trigo. Mi trigo vale. Llenese los ojos de las parábolas de mi Hijo amado: ¡Escúchenlo! “El que tenga oídos ¡que oiga! Miren que Él les cuenta las cosas que están ocultas desde la creación del mundo. Crean en sus parábolas. De las cosas del reino no se puede hablar sino en parábolas, en imágenes interactivas. Reflexionen y dense cuenta de que los que inundan sus ojos con las imágenes del consumo y de la política saturan su alma con imágenes-cizaña. Pero no teman. Esto no le hace nada al trigo de Dios, que da fruto a su tiempo. Una sóla imagen de una parábola de Jesús puede fermentar la masa creciente de todas las imágenes de los 120.000.000 de videos subidos a Youtube.
Ayer, en la Casa de la Bondad, tuvimos la inauguración de la muestra de Pinturas y dibujos de Mauricio García Bustos. Mauricio dibujó desde chico (y sus hijos pequeños le siguen los pasos porque también dibujan muy lindo) y cuando en la casa le regalaron acrílicos y pinceles comenzó a pintar y pintar hermosos cuadros que alegran la habitación. A alguien se le ocurrió hacer una Muestra y la verdad es que salió muy familiar y cálida. Vinieron gran cantidad de voluntarios, los hijos de Mauricio, amigos… Se votó para elegir los cuadros que más nos gustaban a todos y ganó el que más le gustaba a Mauricio… Pero lo que quiero compartir es una pequeña anécdota. Al comenzar Celina dijo unas palabras muy lindas y después lo invitó a Mauricio si quería decir algo. Por supuesto que Mauricio, que es de poquísimas palabras, dijo muy sinceramente:
– “Y… No”.
Y su no nos llevó a mirar los cuadros, que eran más elocuentes que cualquier palabra.
¡Una muestra de pinturas y dibujos en la Casa de la Bondad!
Pensaba en los 3.000.000 de visitas que tuvo en youtube el exabrupto del Tano Pasman. Y en cómo a los pocos días ya lo superó el exabrupto de Fito Paez.
A los que estuvimos ayer, el silencio de Mauricio nos seguirá visitando durante mucho tiempo y seguirá dando frutos del reino en nuestros corazones. Y los cuadros de Mauricio seguirán alegrando para siempre en silencio las paredes de la Casa de la Bondad.
Diego Fares sj