Jueves Santo A 2011

La parábola de Jesús, el servidor gozoso

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo… (poniendo en acción la parábola del Servi-dor gozoso).

Contemplación
El Lavatorio de los pies puede tomarse como una “parábola en acción”. Así como la entrada en Jerusalén es un gesto profético del Señor, también el Lavatorio puede leerse así, como una parábola que dice: “El Reino de los Cie-los es semejante a un Maestro y Señor que al estar a la mesa con sus discípulos y servidores, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñe. Luego echa agua en un recipiente y se pone a lavar los pies de cada uno y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Y cuando el jefe de los demás servidores se le resiste diciéndole: – Señor, ¿tú lavarme a mí los pies? Él Maestro le responde: – Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde. Y como él insiste: – No me lavarás los pies jamás, el Señor le responde: – Si no te lavo, no tienes parte conmigo. Entonces el servidor agrega: – Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza. Pero Él le dice: – El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y como sabía que había uno de los discípulos que lo iba a traicionar, el Señor agregó:- No están limpios todos. Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: – ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman «el Maestro» y «el Señor», y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. En verdad, en verdad les digo: no es más el servidor que su patrón, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, serán dichosos si lo cumplen”.

Le llamo la parábola de Jesús, el Servidor gozoso, porque el Señor explicita así el sentido del gesto que ha realizado: es para que los que lo imitemos seamos dichosos. El Señor muestra la alegría que siente Él al servir a sus discípulos y amigos. No sólo es el Rey humilde que entra en sus reino montado en un burri-to, no sólo es el que sirve a los suyos y los alimenta con su propio cuerpo y sangre, sino que es el servidor que se alegra de poder lavarles los pies. La alegría que corona este último servicio, el más humilde, es la enseñanza final del Maestro. Termina de revelarnos que el Amor es servicio. El servicio no es “una expresión más del amor”. No es un medio: es el amor mismo en acción y en gozo. El servicio no es para que otros gocen sino para que todos sirvamos y nos alegremos de poder amar sirviendo.
En torno a la Eucaristía, el Señor lleva a cabo un servicio integral, pleno, per-fecto: dispone, con la ayuda de los suyos, el lugar donde celebrará la cena, y antes de darse Él mismo como Comida y Bebida, antes de partir el Pan y com-partir el Vino de su Sangre, realiza el servicio humilde de lavar los pies a sus discípulos, Judas incluido. Con este gesto, por un lado los purifica ritualmente para recibir la Eucaristía y, por otro, les enseña el sentido profundo de todo lo que ha hecho y hará por ellos: les revela su Amor como servicio.
El lavatorio de los pies no es el único servicio ni el más importante. El Señor elige el gesto de un humilde servicio ritual, para que comprendamos que “todo lo que él hace” es servicio y servicio gozoso (y que se puede aprender a com-partir porque Jesús no sólo actúa como Señor sino que es Maestro).
La alegría es la coronación del Amor. En el tratado de las pasiones Santo To-más nos hace ver que la “pasión fundamental”, que es causa de todas las de-más pasiones, es el amor. El bien despierta amor en nuestro corazón. Ese amor puesto en movimiento es el deseo y cuando el amor posee su bien expe-rimenta la pasión de la alegría, del gozo. Por eso la señal del gozo es clara e inconfundible: si algo me da gozo es que estoy en posesión de un bien. Y al unir el gozo con el servicio el Señor nos revela una fuente de alegría segura y que está siempre al alcance de la mano. El que descubre el gozo del servicio tiene una fuente de alegría a su disposición, porque siempre hay alguien a quien servir.

La parábola del lavatorio de los pies sella el sentido profundo de la Eucaristía y pone en clave de gratuidad el mandamiento del Amor.
¿Por qué digo que sella el sentido profundo de la Eucaristía? Porque nos muestra que no es que el Señor nos alimente “para que luego nosotros salga-mos a trabajar y a hacer las cosas bien”, como si la Eucaristía fuera energía para gastar en otras cosas o salario que se recibe como premio a un trabajo. La Eucaristía es todo eso pero es también mucho más. Por eso el Señor no sólo nos alimenta sino que nos purifica para que podamos recibir bien ese alimento.
El servicio de la Eucaristía no es sólo vino nuevo sino que también es odre nuevo. Entonces sí, la alegría es completa: Él nos sirve, Él nos limpia, Él se nos da como Alimento y, más todavía: nos asocia a la Alegría de poder hacer lo mismo con los demás. En el servicio nos igualamos con Jesús. En el Servicio se suprimen las distancias, se intercambian los roles, se igualan los corazones.

¿Y cómo es que completa en clave de gratuidad el mandamiento del Amor? Lo completa porque nos hace ver la alegría no como algo que viene “después” del servicio, sino como algo que se vive en el servicio mismo. Y esto todos lo hemos experimentado. La mención del traidor, a quien también se le lavan los pies aunque no lo aproveche, libera el gozo de servir de manera completa. El servir es tan gratuito que no depende de que otro lo utilice mal. Jesús se concentra en servir y allí tiene su alegría. Y eso es lo que comparte como Maestro sabio, para que no nos robe la alegría perfecta el que siempre haya alguien o algo que milita contra la alegría.
La parábola de Jesús, el Servidor gozoso, el Maestro que lava con alegría los pies de sus discípulos, es la parábola de la Eucaristía llevada a la vida cotidiana. Por que ¿qué otra cosa es nuestra vida sino pequeños servicios que, cuando los hacemos con amor, nos brindan esa alegría de la que habla Jesús?
Diego Fares sj