Domingo 6 A 2011

Así son las plenitudes de Jesús

No piensen que vine para disolver la Ley o los Profetas: yo no he venido a disolver sino a plenificar. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no sobreabunda más que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos (Ustedes oyeron que se dijo a sus padres…, pero Yo les digo …) (Mt 5, 17-37).

Contemplación

Jesús plenifica.
El Señor viene a dar plenitud a todas las cosas, a las naturales y también a las sobrenaturales, aunque parezca una redundancia. No sólo el corazón del hombre, lastimado y disminuido por el pecado, necesita que Jesús lo repare y plenifique, sinoque  también la Ley del Padre y todo lo que le fue revelando a su pueblo a lo largo de la historia de la Salvación, necesita ser plenificado. Y me animo a decir que las mismas cosas de la Iglesia –los sacramentos, la Escritura, la Jerarquía y los carismas de cada uno-, necesitan constantemente que Jesús en Persona los plenifique. Si no, tienden a degradarse o a anquilosarse. Y ya sabemos que cuanto más perfecto y hermoso es algo, si se mancha o pierde algo de su virtud, se nota más que si se trata de algo ordinario.
Cuando el Señor dice: “he venido a plenificar”, está hablando de una tarea suya pastoral que tiene que ser constante. Por eso la imagen final del Señor en el Cielo no es estática sino dinámica: Él está intercediendo constantemente ante el Padre por nosotros.
Y cuando nos revela: “Yo estoy todos los días con ustedes, hasta el fin del mundo”, esa presencia es “plenificante”, activa, no es un mero “objeto de culto”.

Hay que avivarse y abrir los ojos para ver que todo en la Iglesia desemboca a una presencia activa de Jesús.
Si no se “mete” Jesús en algún momento, si no “aparece a nuestros ojos” aunque sea por un instante, como hizo con los discípulos de Emaús, las cosas de la Iglesia se vuelven pesadas y aburridas. La verdad es que sin las “plenitudes” de Jesús mejor dedicarse a hacer yoga que a hacer Ejercicios Espirituales (al menos uno aprende a respirar mejor y a relajarse). ¿Se pueden hacer las dos cosas? –preguntará alguno. Por supuesto. Lo que digo es que todo plenifica si “se aparece Jesús en medio del camino y nos hace arder el corazón”. Si no se busca “esta plenitud” de sólo Jesús y lo que se busca es una cierta plenitud humana, son mejores otras dinámicas y técnicas, ya que las cristianas se forjaron en cierta pobreza de medios para comunicar una plenitud desbordante de Amor. Aún lo más elaborado y rico en la Iglesia siempre es “pobre de sí mismo” para que brille la plenitud de Cristo.

Plenificar es, pues, algo dinámico y la mejor imagen es quizás la de la Llenura del Espíritu que se derrama como un Agua Viva. Un Agua rica y fresca que brota en el interior del que cree en Jesús y se le va desbordando en obras; obras de justicia, obras de misericordia y de caridad… Y también en esa oración de Alabanza y bendición a Dios que es como un chorro de Agua que salta hasta la vida eterna.

“Comprendan bien”, decía el Señor a sus contemporáneos, “yo he venido a plenificar la Ley y los profetas”. No he venido a destruir la ley ni a cambiarla sino a darle plenitud, a hacer que brote de lo más íntimo del corazón y no se quede en meros ritos; he venido a hacer que llegue a todos su influencia benéfica y no excluya a nadie de la misericordia de Dios. Eso es una ley viva y plena.
Es que sus contemporáneos vivían en una cultura en la que la ley se había petrificado y hacía que mucha gente quedara excluida de la vida. Hoy de alguna manera pasa algo similar, aunque se haya dado vuelta la tortilla y la “jerarquía” no tenga el poder. Mucha gente queda excluida de la Vida que da la Ley de Dios por carecer de un envase mínimo del cual beber esa Agua que el Espíritu da abundantemente. En la época de Jesús le cerraban a muchos la única canilla. Hoy se multiplican las ofertas de aguas “medio vivas”… y algunos en la Iglesia no acertamos siempre con el envase adecuado para llegar a los corazones.
Sea como sea, la cuestión es la plenitud que sólo Jesús puede brindar y eso nadie se lo tiene que perder.

Ahora bien, ¿cómo es esa plenitud de Jesús y por qué muchos no la ven, por qué se nos distorsiona algo que tendría que atraernos por sí mismo?

Ayer al acercarme al Hogar y ver de lejos la cola de los que esperan para entrar al desayuno tempranito, sentí que “Jesús brillaba siempre un poquito más entre los más pobres”, como si allí siempre estuviera y en cambio en otros “sitios” no pudiera estar o hacerse ver. Y pensé que es una cuestión de manera de ser de Jesús. No es que esté entre los pobres “por deber” o “por ascetismo” o porque esté en contra de las riquezas… Nada de eso.
Está allí porque en esa cola siempre tiene lugar. Está allí por su manera de ser. Los que hacen cola para el desayuno están allí porque no tienen nada. El, me imagino, se siente cómodo allí porque tiene tanto que no lo puede dar y tiene que esperar a que lo hagamos pasar y a que le brindemos algo nuestro para entonces darnos cuenta de todo lo que él tiene para compartirnos.

Pensaba también como en las últimas contemplaciones muchos me han consolado compartiendo sus sentimientos y cuánto los emocionaron algunas pequeñas historias de la vida del Hogar. Es que en esos testimonios se “cuela” Jesús y llena el corazón haciendo saltar alguna lágrimita de amor y de sentido. Y en lo que me devuelven los amigos a mí me pasa lo mismo: siento que Jesús se mete y plenifica. Vean si no.

Un sacerdote amigo me decía de lo de Don Luna:

Gracias Diego, no sabés lo bien que me hizo la contemplación.
Esa anécdota es Verdad: fue en el corpus de hace unos años y yo lo acompañé en la silla y quedamos que el cardenal lo saludara y lo bendijo con el Santísimo a él solo…
Gracias por las contemplaciones. Dios te bendiga y la Madre nos cuide.
Padre Javier Klajner.

Cuando leí esto comprendí cuándo y cómo fue que Jesús le plenificó la vida a Don Luna. El se le metió en la Misa y Jesús se le metió en el corazón: hubo una bendición “para él solo” en la Plaza de Mayo.

Así son las “plenitudes de Jesús”.

Y así como el Cardenal son los pastores que pastorean esas plenitudes y hacen que salte al Agua Viva de la roca y purifique a todo el pueblo de Dios partiendo de los más pequeños. Porque aquella bendición “para don Luna solo” nos llega tres años después a muchos y sigue “plenificando”.

Les comparto algunas contemplaciones que otros me hacen llegar porque siento que en el espacio que se da en estos diálogos “se cuela” Jesús, y nos regala esa plenitud suya que plenifica todo lo demás.

Querido Padre Diego, gracias por el testimonio de Don Carlos Luna, integrante de la comunidad de Rincón, quien entregara su alma al Señor en medio de las mayores dificultades. Entrañable y conmovedor su relato de este hermano tan querido por todos, y tan prístino, que nos parece haber estado presentes en sus últimas experiencias y en el hospital a la hora en que se revisaban las planillas.
Siento de veras, Padre, la partida de uno de sus hijos predilectos, pero valga lo que usted se desvive por cada uno de ellos viéndoles los rasgos de Jesús en sus sufridos rostros.
Marie France

Hola Diego: qué lindo!!! pero qué lindo te sale cuando bajás el evangelio a lo cotidiano, qué fácil es descubrir de esta manera al Jesús que estaba en don Luna.
Bravo por Carlitos que ya está con Él y desde allí nos ayuda.
Mónica

Cuanto tiempo hace que leo tus reflexiones semanales!…a veces a las corridas, otras más despacio, a veces llegan hasta el centro de mi alma, …pero anoche, al igual que un enero pasado, sentí la lucecita en esos pobres que esperan la comida en la calle que otros preparan con tanto cariño…
Norma

Padre Diego estoy a su disposición por si necesita ayuda en el Hogar cualquiera sea tarea que necesite en este tiempo en que esta con menos gente para ayudar. si no es el lunes el martes iría por allí.
Francisco

Al contemplar releyendo estos comentarios reflexionaba sobre algunas características de “las plenitudes de Jesús”.

Son plenitudes de sentido: como cuando el padre Javier dice “Esa anécdota es Verdad”, o Norma sintió “la lucecita en los pobres que esperan la comida…”. De golpe uno se da cuenta de que vivió algo especial y reconoce que Jesús estuvo allí. “Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Pedro”.

Son plenitudes de belleza, como cuando Mónica dice “Qué lindo!!! Pero qué lindo.., qué fácil es descubrir de esta manera al Jesús que estaba en don Luna”.

Son plenitudes que llevan a querer dar una mano, como le pasó a Francisco y a otros amigos que ofrecieron su ayuda.

Por este lado van las plenitudes de Jesús. Y siempre son personales. Siempre son con los pobres: se dan entre los pobres, son “plenitudes pobres”, no se pueden “enlatar”, hay que salir a vivirlas y esperarlas cada día, haciendo cola como para recibir la Eucaristía.

Padre Diego

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