Santa María Madre de Dios 1º de Enero 2011

Sintonizar con La que Piensa Bien

María conservaba estas cosas meditándolas (symballousa) en su corazón.

Los pastores fueron rápidamente
y encontraron a María, a José,
y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban quedaron admirados
de lo que decían los pastores.
Mientras tanto,
María conservaba estas cosas meditándolas (symballousa) en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios
Por todo lo que habían visto y oído,
conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después,
llegó el tiempo de circuncidar al niño
y (José) le puso el nombre de Jesús,
nombre que le había sido dado por el Ángel
antes de su concepción (Lc 2, 16-21).

Contemplación
María es La que Piensa Bien.
La invitación entonces es a sintonizar con ella.
Porque pensar bien es antes que nada sintonizar: con las cosas, con la gente, con las situaciones, con el evangelio en donde nos habla Dios…
Con el evangelio de Mateo pedimos la gracia de cuidar a San José como patrono de los Soñadores; con este evangelio de Lucas pedimos la gracia de pensar bien con María.
Su manera de pensar es luz para que nuestra inteligencia piense bien.
Pensar pensamos todos, pero no siempre pensamos bien y es una pena que a veces y durante mucho tiempo ni se nos pase por la cabeza parar un minuto y decirnos: ¿no será que este pensamiento que me viene o este discurso que tengo armado es tentación del diablo? Y para que la tentación sea diabólica no hace falta con que pensemos cosas malvadas o terribles equivocaciones. A veces basta con que un pensamiento sea flojito o tenga una sombra de duda para que pierda esa fuerza de la fe que nos hace andar contentos por la vida y acertando en todo –humildemente- con discreta caridad.

¿Por qué traigo a colación esto del diablo en el día de la Madre de Dios? Porque ella es la que pensando bien le pisa la cabeza al diablo que nos miente, nos acusa y nos divide hostigándonos para que pensemos torcido.
“El evangelio de Lucas nos desvela con un participio precioso lo que ocurría en lo escondido de la Madre de Jesús: «María guardaba todas estas cosas meditándolas (symballousa) en su corazón». El verbo griego, intraducible, insinúa una actividad cordial de ida y venida de dentro a fuera y de fuera a dentro, una confrontación entre la interioridad y el acontecimiento, una labor callada de reunir lo disperso, de tejer juntas la palabra y la vida” (Dolores Aleixandre).
Y “symballo” es el verbo contrario a “diaballo”.
“Symballo” resume toda una actividad reflexiva, que significa “relacionar, unir, buscar el nexo entre acontecimientos o sucesos que extrañan o suscitan admiración”. Y este sentido se refuerza con la acción opuesta del verbo “diaballo”, que se traduce por “acusar, separar, dividir”.

Acudir a María para despejar la mente y poder pensar bien es algo que no solemos hacer concientemente. Acudimos a ella de manera espontánea, como todo hijo acude a su madre, pero puede hacernos bien pararnos un poco a reflexionar y valorar la inteligencia de María, no solo su bondad.
¿Nos sentiríamos comprendidos si no fuera ella inteligente?
Pedirle a sus ojos que nos hagan encontrar algo que perdimos ¿no significa confesar su lucidez y nuestra poca cabeza que tiene fallos de atención y pierde las cosas?
¿No es admirable la conciencia que tiene de sí misma en la Anunciación, cómo sintoniza con el Ángel y hace la pregunta justa, la que permite que Dios le aclare del todo las cosas? El Señor se le revela de manera especial, es verdad, pero ella tiene la pregunta que encauza el diálogo y no los peros que lo obstruyen. ¿No es esto “pensar bien”?
¿Y su sintonía con José, labrada en el silencio? Llena de una revelación increíble, María se deja conducir por José, confiada y obediente en lo que hace a “cuidar al Niño de los Herodes”. Sin embargo, en lo cotidiano de Caná, es capaz de interpelar a su Hijo con la urgencia de una situación impensada si se quiere por Él. La inteligencia de María, bien situada en la cocina, hace que perciba que va a faltar el vino. La inteligencia de María, bien situada ante su Hijo, es capaz de intuir que Él puede hacer algo especial. ¡María piensa y dice lo justo para que Jesús armonice un imprevisto con la Hora del Padre! ¡Qué ganas de pensar así ante tanto pensamiento desatinado!
Si pensar es sintonizar, como decíamos, ¿no es una maravilla cómo María pone a todos en sintonía? Los sirvientes pasan a estar a las órdenes del Hijo con una simple recomendación suya: “hagan todo lo que Él les diga”.

En general, todos creemos que “pensamos bien” y que el problema, si sentimos que hay alguno, está más bien en nuestra falta de voluntad para hacer el bien, en la fuerza de las pasiones que nos arrastran.
A nivel superficial, esto suele ser cierto, pero a nivel más hondo no. En la fuente del pecado original –y por tanto en la fuente de todo pecado y de toda equivocación- hubo un “pensamiento torcido”.
Recordemos el Génesis, cómo el diablo con su lengua bifurcada hizo sospechar a Adán y a Eva que Dios no quería que pensaran por sí mismos: “Dios sabe que el día que coman de ese árbol serán abiertos sus ojos y serán como Dios, conocedores del bien y el mal” (Gn 3, 5).
En la plenitud simple y alegre del paraíso en la que no faltaba nada, el diablo sembró una duda e hizo experimentar una necesidad de autoplenitud falsa.
En la humilde realidad de la boda de Caná, ante una necesidad real porque faltaba el vino, María puso la certeza de una confianza plena: hagan todo lo que Jesús les diga.
El evangelio de hoy nos muestra la fuente de donde proviene el bien-pensar de María. María piensa mirando a Jesús. Guardando las cosas de Jesús y meditándolas en su corazón. Centrados sus ojos en su Hijo, metida con él en la vida cotidiana, María le da vuelta a las cosas que pasan, atenta a su papel, discreto y como en segundo plano pero activísimo en cuanto a estar disponible para hacer su parte. María piensa bien porque piensa “armonizando” la Palabra de Dios y la realidad, tejiendo juntas palabra y vida. De este “simbolizar” hondo y arraigado en el Amor a Jesús brota su pensar discreto que despeja el camino en la vida cotidiana.
María piensa bien porque piensa desde la fuente de su corazón puro en el que laten emociones y afectos puros.
La buena noticia para nosotros, sus hijos, es que los pensamientos se pueden comunicar y un pensamiento limpio y claro ilumina y purifica no solo la mente sino también los afectos y las emociones del corazón. Como dice Jesús en el lavatorio de los pies: “Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado” (Jn 15, 3).
Y si el diablo “piensa y comunica palabras que ensucian, dividen y confunden, María “piensa y comunica palabras que limpian, armonizan y aclaran”.
Por eso, para pensar bien, tenemos que “sintonizar con María”.

Retomo una intuición linda del 2004. Juana Molina decía que los colores cambian con la textura de las cosas que colorean. No es lo mismo un azul profundo en una remera que en unos ojos. También la música: la misma melodía suena diferente en una guitarra y en un piano (y las mismas palabras resuenan distinto según el tono de voz). Los recuerdos y los pensamientos también cambian de acuerdo a la textura de nuestro corazón y al timbre de nuestros sentimientos.
La gracia que pedimos es la de “pensarnos y pensar las cosas con la textura del corazón de María”: la gracia de sintonizar con La que piensa bien.
Así, las cosas que pasaron y que pasan se colorearán con su esperanza, se enternecerán con su ternura y se iluminarán con su fe.
La misma realidad “objetiva”, lo que nos pasó y lo que nos está pasando, puede verse y sentirse muy distinto si el instrumento y la tela son el corazón y la mente de María.

¿Cómo piensa la que piensa bien? Ella piensa recordando agradecida, ella deja que su corazón se llene de gozo, de alabanza y de acción de gracias. En este tono ella recuerda y eso la lleva a mirar el futuro con esperanza. Su mirada se limpia y se vuelve diáfana para ver a Dios –a su Jesús- presente en todas las cosas.
A partir de entonces María piensa todas las cosas en clave de Jesús.
Sintonicemos con La que piensa bien. Es una linda manera de terminar el año, porque nos llevará a pensar lo pasado en clave de acción de gracias y alabanza porque El Señor hizo grandes cosas en nosotros. Y es también una linda manera de comenzar el 2011, porque sintonizar con María nos llevará a mirar con esperanza al que renueva su Misericordia de generación en generación.

Diego Fares sj