El Reino se expande por presencia personal
“Jesús recorría los pueblos de los alrededores enseñando a la gente…
(Es en medio de esas “correrías apostólicas” que…)
… Llama junto a sí a los Doce
y comienza a enviarlos de dos en dos;
y les daba potestad sobre los espíritus impuros.
Les mandó que nada tomaran para el camino sino sólo un bastón;
ni pan, ni mochila, ni monedas en la faja; sino que se calzaran sandalias
y que no vistieran dos túnicas.
Les decía: ‘En cualquier lugar que entren en una casa
permanezcan allí hasta que salgan de ese lugar.
Y si se da que algún lugar no los acoge y la gente no los escucha,
al salir de allí, sacudan hasta el polvo de debajo de sus pies
como testimonio contra ellos’.
Entonces ellos salieron a predicar para que la gente se convirtiera;
expulsaban a muchos demonios y ungían con óleo a muchos enfermos,
y los curaban” (Mc 6, 7-13).
Contemplación
Antes que nada una pequeña historia de San Francisco de Asís, que es quien mejor comprendió la alegría y la fuerza de conversión que tiene el evangelio desnudo. La leí hace poco y me encantó. Se cuenta en las Florecillas que cuando Francisco convocó a todos los hermanos en una especie de primer capítulo Franciscano se juntaron en Santa María de los Ángeles más de cinco mil frailes. Francisco les predicaba y al llegar al tema de la pobreza les dijo que les mandaba por santa obediencia a todos que ninguno se preocupara ni anduviera ansioso por la comida o por las necesidades del cuerpo, sino que se ocuparan solamente de orar y alabar a Dios, que Dios cuidaría de ellos. Y todos recibieron este mandato con alegría y se entregaron a la oración. A Santo Domingo, que estaba presente, le pareció muy extraño este mandato y juzgó que era una indiscreción de Francisco juntar a tanta gente y no ocuparse para nada de la comida. Sin embargo, al mediodía, de todos los pueblitos cercanos, vinieron carretas y carretas con gente trayendo alimentos, platos y jarros y todo tipo de cosas útiles para los frailes y la gente misma les servía la comida. Con lo cual, muy conmovido, Santo Domingo, al comprobar en qué manera era verdad que la Providencia divina se ocupaba de ellos, confesó con humildad haber censurado falsamente de indiscreto el mandato de San Francisco, se arrodilló ante él diciendo humildemente su culpa y añadió: — No hay duda de que Dios tiene cuidado especial de estos santos pobrecillos, y yo no lo sabía. De ahora en adelante, prometo observar la santa pobreza evangélica”.
Esta confianza en la fuerza del evangelio, que hace que todo lo demás venga por añadidura, proviene de recomendaciones de Jesús como ésta, cuando envía a los Apóstoles de dos en dos, a predicar.
En la vida de los santos tenemos testimonios hermosísimos de todo tipo. Madre Teresa en nuestro tiempo es la mejor testigo de cómo a Jesús le gusta la gente que se confía totalmente en él a la hora de poner en práctica su evangelio, ya sea predicando o haciendo las obras de misericordia que él nos enseñó.
En la última entrevista que le hicieron dice:
“Personalmente no tenemos nada. Vivimos de la caridad y por la caridad.
La periodista agrega: Y de la Providencia…
Y Madre Teresa asiente: Tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas. Dios es infinitamente bueno. Siempre se preocupa de nosotras.”
El mundo de hoy es complicado y la tendencia del consumo es totalmente contraria a este espíritu evangélico.
El diagnóstico es el mismo que el de Madre Teresa: tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas.
El diagnóstico es el mismo pero la dinámica para afrontarlo es contraria.
La lógica consumista dice: entonces tenemos que tener dos de todo, por previsión.
En lo tecnológico sucede lo mismo: hay que tener siempre dos (o tres) sistemas de remplazo, dos backups, dos sistemas de seguridad, otro grupo electrógeno…
¿Se acuerdan del ejemplo de los megamillonarios? Esa nueva casta social de gente super rica, que, por dar un ejemplo, usan relojes diseñados por el suizo Franck Muller, de un valor de hasta 600.000 dólares. Pues bien, cuando se les preguntó a muchos de ellos cuánto dinero necesitarían para sentirse seguros, todos apuntaron a una cifra que era, casi inevitablemente, el doble de lo que ya tienen. Cien, mil o diez mil millones de dólares. Lo mismo da.
La lógica de Jesús parece que es al revés: en vez de dos túnicas, sólo una. En vez de dos pares de sandalias, sólo una. Y no llevar pan ni plata por las dudas…
Es bueno recordar aquí que este año, que fue de debacle económica a nivel global, fue el año en que más ayuda recibió una obra como la Casa de la Bondad. Sucedió algo semejante a las carretas cargadas de bienes que espontáneamente le llevaban a los frailes los vecinos.
Tampoco viene mal traer aquí a cuento que los que quieren tener dos de todo son los que caen en manos de personas como Bernard Madoff, que les da el doble a los de arriba de la pirámide a medida que les va sacando todo a los de la base.
Pero me parece que me voy del tema del evangelio, en el sentido de que estas “verdades” enfrían, porque pueden llevar a discusiones del tipo: “pero bueno, ¿qué quiere decir? ¿Qué todos tenemos que ser la Madre Teresa o San Francisco?
Me cuestionaba a mí mismo pensando que en el Hogar, si no hubiéramos comprado dos motores para armar el grupo electrógeno, nos hubiéramos quedado sin luz (y sin agua) un día, porque un motor no anduvo.
Si la contemplación se enfría, dejemos los números.
La lógica de Jesús, así como no es cuestión de letra sino de Espíritu, tampoco es cuestión de números.
¿Y entonces? ¿Qué es lo que el Señor quiere que resalte al enviar a los suyos de dos en dos y con pobreza de medios?
¡De dos en dos! ¡Qué maravilla! Vuelven a salir números, pero con otro espíritu. Porque son números de personas.
Y de dos que hacen uno, porque van con un solo corazón y una única misión.
Y de dos que a la vez son tres, porque donde dos o más se juntan en Nombre de Jesús allí está Él en medio de ellos.
Entonces comenzamos a entrever que lo que quiere resaltar Jesús es que el Reino se expande por presencia personal.
Los manda de dos en dos y con pocas cosas para que se note que Él va con ellos, que Él está presente en medio de ellos.
Los hace quedarse donde los acogen y los escuchan, para que formen familia, comunidad, centrando a cada pueblo en torno a la familia que mejor recibe a los enviados. Porque el que los recibe a ellos lo recibe a Jesús y el que recibe a Jesús recibe al Padre que lo envió.
La lógica de Jesús tiene muy en cuenta los números cuando se trata de personas: “Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron. Y en verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo» (Mt 25, 40 ss).
La pobreza de recursos es, pues, para que se incremente la riqueza personal, para que la gente sienta que recibe personas, no ideas; para que la gente sienta que es convocada a formar comunidades de vida, no a realizar servicios puntuales. En las cosas de Jesús cada uno tiene que sentir que lo importante es que se sume como persona: importa su presencia, su corazón y su rostro, junto con sus manos.
Nos detenemos ahora un momento y profundizamos en la dinámica del llamamiento.
Jesús “llama junto a sí” a los Doce.
Llama, en presente (porque sigue llamándote ahora), y llama haciendo hincapié en este “junto a sí”.
Quiere que estés con Él y al enviarte quiere que sientas que vas en su Compañía.
Y que los que te reciben sientan que en vos hay mucho lugar para Él porque si es así, sentirán que también hay lugar para ellos.
Ser evangelizados es que se nos abran los ojos para ver a la Persona de Jesús en el centro de este envío de dos en dos. El es el tercero que va con ellos.
El estilo despojado con que andan sus enviados hace que la atención de la gente se dirija a Jesús que va con ellos.
Evangelizar no es ir a repetir una doctrina que el Señor les enseñó o a multiplicar un trabajo que Jesús no alcanzaría a realizar Él sólo.
Recordemos que Él ya está “recorriendo aldeas y enseñando a la gente” y que los envía “a los lugares donde debía ir Él”. Desde el comienzo Jesús se ha situado en medio de su pueblo, dialogalmente. El envío tiene un doble movimiento: atrayendo junto a sí y luego yendo con ellos a donde los envía. Estando presente en medio de cada pareja de apóstoles entra en cada casa y en cada pueblo y se fija en si los acogen o no. La Persona de Jesús está en el centro del pueblo fiel, de los Doce, de cada grupo de dos y de los lugares a donde entran. Así como Jesús los “hizo Doce” para que estuvieran con Él, aquí los envía para que los reciban, para que ellos estén y permanezcan en la casa donde los acogen y escuchan.
Dejarse evangelizar es aceptar a los enviados en la propia casa y que lo propio pase a sumarse a la Comunidad. Ser evangelizado es dejarse “coaptar”, integrar, sumar…, para lo cual hay que permitirle a Jesús que nos sane de toda enfermedad que aísla y de todo mal espíritu que no nos permite permanecer en su amor.
Al fin y al cabo, a los discípulos se los reconocía por este “estar siempre con Jesús”, por andar en su compañía. Esta es la gracia que pidió Ignacio para él y para sus compañeros y para todos los que hacen los Ejercicios: la de formar una compañía de Jesús. Una compañía en la que la pobreza de medios haga resaltar la calidez, el gozo y el valor de las personas mismas, cuya amistad en el Señor es nuestra mayor riqueza.
Diego Fares sj